tag:blogger.com,1999:blog-3621639920351489222024-03-13T19:48:32.741+01:00BOREOUTDel aburrimiento considerado como una de las bellas artesCazurrohttp://www.blogger.com/profile/05194915141436415412noreply@blogger.comBlogger151125tag:blogger.com,1999:blog-362163992035148922.post-21408699051044995762013-07-12T16:37:00.002+02:002013-07-12T16:37:54.563+02:00EL LARGO, CÁLIDO Y ASQUEROSO VERANO<div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjbAyTbrw1xt49d4pEorgLCnUKg3nW6g49uuvdNCZfslWtO-AjuGfS4_oEYWmqlckkQw2dAW7sSXR-bC6NA6kcLyDzBDHUqg8Zx8YGE3gzOQMYOIY8gVDF8Y1FTrHJHbbfYSSuhBKXMDCvX/s1600/dunas.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; cssfloat: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="212" nya="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjbAyTbrw1xt49d4pEorgLCnUKg3nW6g49uuvdNCZfslWtO-AjuGfS4_oEYWmqlckkQw2dAW7sSXR-bC6NA6kcLyDzBDHUqg8Zx8YGE3gzOQMYOIY8gVDF8Y1FTrHJHbbfYSSuhBKXMDCvX/s320/dunas.jpg" width="320" /></a>El verano nunca ha sido mi época favorita. Antes, porque era cuando todos se dedicaban a lucir un tipazo que yo no tenía. Después, porque me tocaba estudiar todo lo que no había estudiado en invierno. Ahora, por lo que técnicamente se llamaría una nube causal, pero que para no liarnos mucho llamaremos un montón de cosas. El trabajo al aire libre, bajo unos relajantes 35º, el teléfono convertido en un objeto decorativo, porque llames a quien llames nadie contesta. El problema de qué hacemos con los niños, que tienen 87 días (los míos los cuentan uno a uno) de vacaciones. Ver a un montón de gente de vacaciones, con pantalones cortos, camiseta de tirillas y sombrero de paja, calzándose una caña mientras tú sudas y buscas consuelo imaginando una futura cirrosis fulminante para el puto veraneante. En fin, cosas.</div>
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Pero el verano también tenía sus cosas buenas: el calor hace que las señoras se aligeren de ropa, lo que en algunos casos no está mal y contribuye a ver la vida con alegría. Los jefes también se van de vacaciones y el ambiente se relaja un poco, y el problema de los niños, en mi caso, se convierte en una solución. O se convertía. Todos estos años, como mi mujer trabaja una vez cada cinco días, con la llegada de los calores se cogía a los niños, alérgicos como ella a cualquier temperatura por encima de los 22º, y se piraban a pasar un veraneo tranquilo a la montaña babiana, en el norte de León. Veraneo estilo monarquía años 30, cuando los reyes no sabrían dirigir un país, pero veraneaban a la fresca en San Sebastián o Santander, comiendo como Dios manda. No como ahora, que la monarquía ni siquiera sabe veranear. El caso es que su ausencia me permitía pasar la semana en León, con toda la casa para mí, de lunes a viernes. Ya saben que yo nunca haría el golfo, pero me gustaba tener la posibilidad. Y, en cualquier caso, disfrutaba de la tranquilidad de estar a mi aire, lo que no es poco después de un día de acaloramientos varios. Luego me acercaba al pueblo el fin de semana, refrescaba el ánimo, y vuelta al tajo: la dura vida de Rodríguez. Hacia la mitad del verano, es decir, sobre la segunda quincena de Julio, o sea, ahora, mi señora y yo cogíamos vacaciones. Nos íbamos por ahí, a pasar unos días en la playa, olvidándonos de todo lo que era nuestra vida durante el resto del año. Veíamos a los enanos disfrutar, andábamos a medio vestir, con bañadores y bikinis todo el día, en una especie de retorno al estado del buen salvaje que nunca debimos abandonar, nos dábamos ciertos caprichos, y, sobre todo, alucinábamos con las caras de satisfacción de los enanos. Para ellos todo era una aventura. Tal vez se trata de eso, al fin y al cabo. De procurarle a los pequeños algo que recordar cuando sean mayores y tengan sus propios agobios.</div>
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Pues no, miren. Este año no toca. Mi señora ha elegido, o le ha tocado, todo el mes de Julio como periodo vacacional. Y a servidor le ha tocado un marrón laboral que no lo salta un torero, y que, para explicarlo en pocas palabras, supone que voy a pringar trabajando a ritmo estajanovista todo el mes de Julio, parte del de Agosto, y, con suerte, tendré un ligero atisbo de libertad allá cuando el verano agonize, circa septiembre. Lo cual se traduce en que nuestras vacaciones se han convertido en fines de semana que bien pasamos en el pueblo, lo que no me conviene demasiado, o bien convertimos en planes de última hora de irnos a algún lugar playero, para pasar un par de días en plan domingueros, de prisa y corriendo, y vuelta al curro (yo) y al pueblo (ellos). Es un cambio considerable respecto a otros años. Y a mí, no sé si lo he dicho antes, los cambios no me gustan ni un pelo.</div>
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Así que este año toca permanecer en las trincheras, harto de todo, ignorar las vacaciones, tratar de controlar el odio africano que el resto del mundo me inspira y mirar hacia delante. Respirar. Seguir respirando. Eso es todo. </div>
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Este es el plan para el verano. Y, con estas perspectivas, no tengo ni putas ganas de volver a escribir. Por lo menos aquí. Asi que pueden considerar esto una despedida. Ya no hay más boreout. Ya no hay más Cazurro. Ya no habrá más historietas militares, ni pseudocientíficas, ni de ningún otro tipo. C'est fini. Finito. The end. </div>
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Ha sido un placer. Pero todo tiene un límite, y el límite ha llegado. </div>
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Adios. </div>
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PS: Ruego al Chico de la Consuelo, Lo que leo, o como coño se haga llamar ahora, que deje de atosigar a mi señora para que ella me atosigue para que vuelva a escribir. No voy a hacerlo. Esto se acabó. Si quiere atosigarla para fines menos honestos, eso es cosa suya (de los dos) y yo ahí no me voy a meter. Pero a mí que me deje en paz, por favor. Uno escribe cuando quiere, donde quiere, y lo que puede. No hay presiones que valgan. Un saludo, maño. </div>
Cazurrohttp://www.blogger.com/profile/05194915141436415412noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-362163992035148922.post-48493269332510658162012-05-30T18:22:00.000+02:002012-05-31T09:38:23.602+02:00SINCRETISMO ANTIINSURGENTE<div class="separator" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none; clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhUEkfz3T3HTXPN7DJW8rluBt2W13pIphgIqVYi-UU_uT6ZfibpDFY08SP4kcR2eeg0AIiW1G6Ey5Afq68RINE01MdCR2IY7WnxJ2m_c-y8OBRv6fnK7IuiIuwFdCknq6jP49HKxiOjyBqM/s1600/noche+y+niebla.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; cssfloat: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="249" rba="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhUEkfz3T3HTXPN7DJW8rluBt2W13pIphgIqVYi-UU_uT6ZfibpDFY08SP4kcR2eeg0AIiW1G6Ey5Afq68RINE01MdCR2IY7WnxJ2m_c-y8OBRv6fnK7IuiIuwFdCknq6jP49HKxiOjyBqM/s320/noche+y+niebla.jpg" width="320" /></a></div>
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No se preocupen demasiado si no entienden el título. Yo tampoco lo entiendo y no me preocupo (aunque quizá debería, ya que soy quien lo ha escrito). Es un efecto colateral de un pequeño problema que vengo apreciando en los últimos tiempos, que es el de empezar a escribir. Sí, queridos niños, amigos todos, el primer párrafo es un asunto tremendamente enojoso y difícil de afrontar. Por momentos, he estado tentado de comenzar a escribir directamente en el segundo párrafo, pero supongo que eso dificultaría (aún más) pillar el sentido del discurso (si lo hubiere). Afortunadamente, he dado con un truco magnífico para soslayar el problema: pones un título estrambótico y te pasas el primer párrafo hablando acerca de él. Que no tiene nada qué ver con lo que viene a continuación, ya, pero te sirve para coger carrerilla. De paso, también puedes coger cierta fama de inestabilidad mental y procesos cognitivos inconsistentes, pero todo tiene su precio. </div>
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Una vez concluido el primer párrafo, pues, ya tienes campo libre para desbarrar. En ocasiones, sin embargo, sucede que uno le coge cariño al título, y decide escribir algo relacionado con el mismo. Puede que sea el caso que nos ocupa. Lo cual plantea un nuevo problema (la vida es así de triste: solucionar un problema te crea, como mínimo, otro), porque no tengo mucha idea de qué es el sincretismo, qué la antiinsurgencia, y si pueden estar relacionados de alguna forma o, por el contrario, colocar estos dos palabros en la misma frase puede crear una perturbación en la fuerza y alterar la curvatura del continuo espacio-tiempo. Así que quizá sea procedente empezar a documentarse un poco, aunque cueste.</div>
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Pero, claro, uno no sería el serio aspirante a campeón de los pesos pesados de la incoherencia, versión del consejo, que es hoy en día si no uniera cierto altruismo a su exacerbada misantropía. Lo que, traducido al castellano, quiere decir que voy a aprovechar que me documento yo para, en un simpar ejercicio de campechanía, documentarles a ustedes, si se dejan. Y como sobre gustos no hay nada escrito, ni tiene pinta de que vaya a escribirse nada en un futuro próximo, pues vamos a documentarnos como a mí me gusta: un poco transversalmente. Que tampoco sé lo quiere decir: cada vez me parezco más a mi vecino alemán (al que sólo veo yo), el señor Alzheimer.</div>
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Creo que fue Shakespeare el que dijo que nada había más común que el deseo de ser extraordinario, y no puedo sino estar de acuerdo. Al final, todos funcionamos más o menos igual, y las costumbres pueden más que los razonamientos, porque somos de piñón fijo. De este simpático detalle se dieron cuenta, hace ya muchos años, un grupo de gente que se ganaba la vida destripando bichos para leer el futuro en los mondongos, y que respondían a nombres genéricos tales como sacerdotes, chamanes, pitonisas, hechiceros, o, más genéricamente todavía, engañabobos. Estos individuos se percataron de la extrema dificultad de venderles la moto a las gentes de allende el pueblo de al lado (en aquellos tiempos, las comunicaciones no eran lo que son hoy en día, y el multiculturalismo y las alianzas de civilizaciones y eso eran procesos a una escala mucho menor, entiéndanlo), que solían ser reacias a cambiar a sus dioses absurdos y sanguinarios por nuevos dioses absurdos y sanguinarios. Surgió entonces la moda de adaptar los nuevos dioses a los antiguos, o viceversa, para que la gente pudiera cambiar nominalmente de religión sin cambiar de costumbres: es decir, que tú adorabas a X, bailando desnudo sobre un campo de trigo la noche del solsticio y haciendo molinetes con la chorra mirando al norte, y ahora adoras a Y, que no tiene nada que ver con el otro, y lo haces bailando sobre un campo de centeno, también la noche del solsticio, pero mirando al sur, y los molinetes con la chorra los haces dextrógiros. El motivo de todo esto era sustituir a la curia titular de la plaza por otra de importación (es decir, para colocar a los amigotes; a ver si se creían que esto lo habían inventado los políticos españoles). Total, a la gente le daba igual cómo se llamara el sumo sacerdote, mientras le dejaran con sus bailes y sus molinetes, que era lo que toda la vida se había hecho. Así, los mitos iban pasando de una cultura a otra, a veces cambiando simplemente los nombres (como hicieron los romanos, que cambiaron el nombre del santoral griego por el artículo 33 y ya está, para qué vamos a echar más rato en esta pijada), a veces de forma un poco más elaborada. Resumiendo, las variantes locales de los curas se habían percatado de que la gente tendía al borreguismo y eso era algo que no podía desaprovecharse. Pero lo llamaron <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Sincretismo">sincretismo</a>, que queda mejor que “<em>como somos gilipollas vamos comprando los dioses que nos pongan delante sin darnos cuenta de que es siempre el mismo</em>”. </div>
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El caso sincrético por excelencia es el del cristianismo, que va aglutinando todos y cada uno de los mitos anteriores, pasándolos por el tamiz del mensaje de Jesús (o de lo que los discípulos de Jesús habían entendido que dijo, o que alguien posterior entendió que era lo que los discípulos habían creído entender que… bueno, da igual). La cosa, que por aquella época ya tenía una tradición de acreditada eficacia, funcionó como una seda, oigan: dos mil años largos, la broma, y lo que te rondaré morena. Ahora díganle a una señora a la salida de la novena que el mito de la virginidad de María es una adaptación de algo mesopotámico, verán que risa.</div>
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Entran ahora en escena los vikingos. Los vikingos no eran muy sincréticos, la verdad, más que nada porque no tenían a quién venderles sus dioses y sus mitos: vivían en el puto culo del mundo. Y cuando les daba por salir de su pueblo, cansados de vivir nueve meses al año pelando frío, estaban demasiado cabreados para andar asimilando mitos y religiones. Ellos eran más de aniquilar a hachazos, directamente, y no se preocupaban demasiado de las costumbres indígenas. Luego volvían a casa, más relajados ya, echándose un cigarrito, y hala, a pasar frío otros nueve meses. Eran gente sencilla, que no le pedía demasiado a la vida.</div>
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En los ratos libres que les quedaban se dedicaban a componer <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Mitolog%C3%ADa_n%C3%B3rdica">Eddas, Sagas y cosas así</a>, que son el equivalente a las novelas de Harry Potter, Crepúsculo y Juego de Tronos, todo junto y en versión nórdica. Que puede parecer excesivo, claro, pero tengan en cuenta que los inviernos escandinavos son jodidillos, y en algo había que pasar el tiempo. El caso es que el universo vikingo se llenó de bichos raros, mujeres espadachinas y guerreros sanguinarios. En fin, cada uno tiene la mitología que quiere oigan, y nadie es quién para reírse de gente con cuernos, trenzas y hachas que componen tiernos poemas a la luz de las estrellas, en esas plácidas noches boreales a cuarenta bajo cero, narrando las peripecias de los trolls, las ninfas, los elfos, los gnomos y las walkirias.</div>
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Sin embargo, el carácter vikingo, algo áspero y poco dado a intimar con extraños, hizo que las tradiciones nórdicas siguieran durante muchos años siendo eso, nórdicas, y que en el resto del mundo, felizmente, no tuviera noticias de la fauna mitológica vikinga. Al menos hasta el siglo XIX, que fue cuando se produjo una alucinación colectiva que algunos historiadores piadosos han hecho pasar a la posteridad como <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Romanticismo">Romanticismo</a>. Los románticos eran gente cursi, depresiva, triste, floja y con cierta tendencia a la psicopatía. Les gustaban los ambientes tétricos, los finales dramáticos y las causas perdidas. Con esos antecedentes, a nadie le extrañará que se juntaran una tarde y, es de suponer que en medio de un festival de alcohol y sustancias psicotrópicas varias, inventaran el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Nacionalismo">nacionalismo</a>. </div>
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Fue en ese ambiente de libertinaje y estulticia en el que nació un señor que se llamaba <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Richard_Wagner">Wilhelm Richard Wagner</a>, con clara vocación de ser alemán, pero que al no existir Alemania tuvo que conformarse con ser de Sajonia. Desde muy pequeño, el señor Wagner sintió inclinación a la escritura de dramas. Luego se hizo músico. Y luego se hizo nacionalista alemán, para lo cual, dado que por aquel entonces aquello era algo novedoso, tuvo que inventar una mitología germana, y aprovechó cosas de los vikingos, cosas de los godos, cosas de aquí y de allá. Por último, le dio por mezclar sus aficiones. La unión de las dos primeras (dramas y música) fue que Wagner empezó a escribir óperas. Cuando añadió la tercera (el nacionalismo germano, versión mitológica), sus óperas resultaron ser de las que dan ganas de invadir Polonia o atacar aldeas vietnamitas con napalm. Ríase usted del heavy metal. </div>
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Una de las composiciones de este señor fue una historia que, no se sabe muy bien cómo, se las arregló para plagiar de la obra de Tolkien unos cien años antes de que éste la escribiera. Un rollo de enanos, un anillo maldito, venganzas, dioses caprichosos y maléficos y cosas así, que Wagner consideró que reflejaba lo que era la tradición de toda la vida de Alemania (un país, recuerden, que todavía no existía). La historieta en cuestión era bastante larga, por cierto, y no cabía en una sola ópera, por lo que tuvo que ser desarrollada en cuatro, nada menos. El caso es que en la primera de ellas, El oro del Rin, hay un canto en el que se habla, por aquello de crear ambiente romántico, de noche y niebla.</div>
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Años después, cuando Alemania ya estaba inventada, se pusieron a gobernarla unos señores que también eran <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Partido_Nacionalsocialista_Obrero_Alem%C3%A1n">nacionalistas, además de socialistas y obreros</a>. Estos señores, conocidos coloquialmente como nazis, eran bastante más sociables que los vikingos, y decidieron que para vender sus ideas al mundo tenían que vestirlas un poco decentemente, así que cogieron la obra de Wagner, la adoptaron como corpus oficial y establecieron, de una vez y para siempre, el estándar de la raza aria como “<em>lo que salía en la música de Wagner</em>”. Recuerden que también eran alemanes, gente práctica y organizada, poco dada a la improvisación y al barroquismo mediterráneos, así que todo el mundo dio por bueno aquello: los alemanes eran todos altos, rubios y con ojos azules, descendientes directos de una raza antigua que era la legítima heredera de toda Europa y parte de los alrededores. Por algún extraño motivo, el hecho de que todos los que propagaban esta buena nueva de la arianidad fueran más bien morenos, bajitos y llamativamente feos, lejos del canon wagneriano, pasó inexplicablemente inadvertido.</div>
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El caso es que los nazis adoptaron a Wagner como fuente de inspiración hasta para redactar los documentos oficiales del estado. Si recuerdan la épica comparecencia del entonces ministro de defensa Federico Trillo en la que relataba el desarrollo de la Operación Romeo-Sierra (lo de Isla Perejil, para entendernos), podrán hacerse una pálida idea de lo que era la retórica del BOE alemán por aquella época. Música para los oídos, señores. </div>
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¿Hemos dicho ya que los nazis eran más sociables? Pues una consecuencia de esta sociabilidad extrema fue el afán de extender el mensaje de hermandad proletariosocialistogermana allende las fronteras, en un fenomenal esfuerzo misionero que el resto del mundo, con una mezcla de resentimiento, estrechez mental y revisionismo histórico, llamó la 2ª Guerra Mundial. Cuando ya los misioneros alemanes estaban intentando ganar conversos a su doctrina por toda Europa, desde el Mar Negro hasta el Océano Atlántico, surgieron los primeros herejes, gente que era reacia a la salvación de su alma y se dedicaba a joder la marrana poniendo bombas, matando nazis y no dejándose exterminar pacíficamente. Los alemanes los llamaron, entre otras cosas más gruesas que quizá no sea prudente reproducir aquí (en parte por decoro, en parte porque la ortografía alemana parece el resultado de darse repetidos cabezazos contra el teclado, y no estoy por la labor), <strong>insurgencia</strong>.</div>
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Los alemanes decidieron que necesitaban una normativa clara, tajante y expeditiva para tratar con esa gente. Por escrito, naturalmente. Las mentes pensantes del Reich (es decir, Hitler) se pusieron a redactar un decreto al respecto, buscando la inspiración, como de costumbre, en su querido Wagner. Así, el 7 de Diciembre de 1941 se emitió un decreto con un nombre aburridísimo que establecía la manera de meter en cintura a todo aquel que se resistiese a la doctrina nazi. Inspirado en la ópera wagneriana El oro del rin, el papelote fue conocido inmediatamente como el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Decreto_Nacht_und_Nebel">Decreto Noche y Niebla</a>, y sentó las bases de lo que iba a ser la mecánica del diálogo social en buena parte del mundo durante la segunda mitad del siglo veinte: hacer desaparecer a los insurgentes sin que nadie tuviera noticias de su paradero, preferentemente durante la noche. Los alemanes y Wagner se hicieron muy populares. Las muestras de cariño eran abrumadoras.</div>
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Pero, por uno de esos azares del fútbol y las guerras, los nazis acabaron palmando. Y entonces se produjo uno de esos episodios que son difíciles de explicar sin recurrir a sucesos paranormales: todos los que antes habían estado unidos en un frente común contra los alemanes empezaron a darse collejas y a ponerse la zancadilla unos a otros, sobre todo cuando había algún científico, ideólogo o jerarca nazi útil al que echarle el guante. Los americanos lo llamaron <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Operaci%C3%B3n_Paperclip">Operación Paperclip</a>. Los rusos creo que ni siquiera llegaron a ponerle nombre porque estaban demasiado ocupados violando alemanas para reparar en detalles de nomenclatura. El caso es que los americanos decidieron que los comunistas eran peores que los nazis y que algún alemán de aquellos a los que tenían acceso les podía venir muy bien para organizar sistemas de espionaje, programas espaciales y cosas de esas. Si eso implicaba darle largas a los franceses cuando estos reclamaban a un criminal de guerra, pues se les daban. La diplomacia, como todo el mundo sabe, es así: la mano izquierda no debe saber lo que hace la mano derecha, y los demás no deben saber lo que hace ninguna de las dos.</div>
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El problema es que los americanos son unos tipos excesivos y cuadriculados, y cuando empiezan a manejarse con esos sutiles conceptos típicamente vaticanos acaban siempre pasándose de frenada. Este caso no iba a ser una excepción. Porque a base de intimar con gente como <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Klaus_Barbie">Klaus Barbie</a>, acaban encontrándole el puntillo a esos temas de la noche y la niebla, y cuando en el patio trasero de su querido continente empiezan a proliferar gobiernos de sesgo comunista ( o algo parecido al comunismo; o algo que, simplemente, no fuera lo que mejor le encajaba a alguna de las multinacionales que intimaban en la Casa Blanca) decidieron echar mano de las tácticas que tan wagnerianamente habían aplicado sus enemigos y sin embargo aliados espirituales en la pasada guerra, los nazis. </div>
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Pero, ojo, estamos hablando de norteamericanos, cuyas costumbres, aún afines a los principios del NSDAP (bueno, quizá sin la S; y sin la D, claro) son muy distintas a los usos alemanes. Allá donde los alemanes se limitan a publicar un decreto porque saben que todo el mundo lo cumplirá a rajatabla, los americanos necesitan una Universidad para establecer, de una manera científica, la forma correcta de aplicar la <em>doctrina Noche y Niebla</em>. Si han tenido algún contacto con empresas yanquis sabrán de qué les estoy hablando: manuales de ocho mil páginas en los que se especifica hasta el número máximo de sacudidas que uno puede permitirse en el badajo después de mear. En el caso que nos ocupa, supongo que dedicarían más de un curso sólo a definir el mejor momento de la noche en el que detener a alguien, o la densidad óptima de la niebla en la que hacer desaparecer a los insurgentes agraciados con la detención. En fin, que cada uno es cada uno. Los americanos llamaron a aquello <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Instituto_del_Hemisferio_Occidental_para_la_Cooperaci%C3%B3n_en_Seguridad">Escuela de las Américas</a>, y por allí desfilaron como alumnos la flor y la nata de las policías secretas y los servicios de inteligencia de las más renombradas dictaduras sudamericanas (Galtieri, Contreras, Noriega…). Podría decirse que acudir a las reuniones de ex alumnos es algo que lo acredita a uno como poseedor de unos huevos del tamaño de dos hogazas castellanas. </div>
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Así que ya ven, en un ejercicio sincrético de impecable factura, y tras sucesivos rebotes, las chorradicas que inventaban los vikingos para matar el rato en sus largas tardes de invierno acabaron facilitando la práctica del <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Vuelos_de_la_muerte">paracaidismo free style</a> a un buen número de insurgentes sudamericanos que lo más parecido a un vikingo que habían visto en su vida era una vaca.</div>
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Como colofón, cabe recordar que la Escuela de las Américas sigue abierta hoy en día, con los alumnos nutriéndose de la fructífera experiencia acumulada en más de cinco décadas de sincretismo. Aunque ahora se llama <strong>Instituto del Hemisferio Occidental para la Cooperación en Seguridad</strong>, supongo que porque con la anterior denominación ya había demasiada gente que la conocía, y la popularidad no es algo muy recomendable en el sector de actividad de la escuela (hasta le había salido un club de fans, con el impresionante nombre de los <strong>Vigilantes de Escuela de las Américas</strong>, que se encargaba de marcar de cerca de los graduados, por si alguno se dejaba llevar por un ataque de celo). </div>
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La noche y la niebla del Rin se representa ahora en Fort Benning, Georgia, USA, después de una larga y provechosa existencia en Panamá, que parece ser que ofrecía mejores pistas de prácticas para sus pilotos de pruebas.</div>
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Pero el sincretismo también tiene su lado malo, no se vayan a creer: por el afán de adaptarlo todo a las costumbres paganas ahora celebramos la Navidad el día del <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Sol_Invictus">Sol Invictus</a>, con un frío que pela, en lugar de hacerlo en verano, tomando unas cañas. </div>
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Y es que no hay nada perfecto en esta vida, oigan.</div>
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<br /></div>Cazurrohttp://www.blogger.com/profile/05194915141436415412noreply@blogger.com12tag:blogger.com,1999:blog-362163992035148922.post-33451793219537914802012-05-16T14:52:00.000+02:002012-05-16T16:18:58.895+02:00NATURALEZA HUMANA: APUNTES BREVES<div class="separator" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none; clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgUs67ckg-1QNGIdJiDp7HnCBlKeCP_-UyN4dQnnLXL4BuqVmZmHYvnCLwa96IuIlPGJyfxbKkHEGfaqoqfOSodu47LQWLwLXVfVuzd3QGjELr7xWy9vEt2eUN6v-kx2GWO4J0AtvfGFiG1/s1600/esqueletos.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; cssfloat: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" kba="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgUs67ckg-1QNGIdJiDp7HnCBlKeCP_-UyN4dQnnLXL4BuqVmZmHYvnCLwa96IuIlPGJyfxbKkHEGfaqoqfOSodu47LQWLwLXVfVuzd3QGjELr7xWy9vEt2eUN6v-kx2GWO4J0AtvfGFiG1/s1600/esqueletos.jpg" /></a></div>
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Contra lo que en ocasiones pueda parecer, no soy mucho de dar consejos ni de expresar mi opinión. En el primer caso, porque siempre he pensado que para dar consejos hay que saber de qué se habla, (y hablar con alguien, claro), y ninguna de estas circunstancias suelen darse en mi persona, aunque no pierdo la esperanza. Respecto a las opiniones, no suelo expresarlas por múltiples y variados motivos, entre los que destacan la timidez, la ausencia de opiniones claras sobre algunos temas, o que cuando las tengo estas pueden ser más variables que su estado de ánimo, oh querida lectora, cuando ataca el temible SPM. Si no quieren hacer gasto neuronal o no les apetece malgastar el tiempo analizando semejante nube causal, pongan que no me sale de las narices, que tampoco es mentira en el sentido estricto de la palabra. El caso es que lo que a mi me va es contar chascarrillos, y que cada uno los interprete como quiera, o como pueda. Con este método todo son ventajas. Luego, si alguien viene a preguntar qué era lo que quería decir, le contestas algo profundo, metafísico, orientalizante y perfectamente incomprensible, y quedas como Dios. Sí, es posible que nadie te entienda, pero aunque lo hubieran hecho tampoco iban a hacerte caso, así que, mira, imagen de gurú que ganas. </div>
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Pasamos sin más dilación al anecdotario del día y nos vamos a Palo Alto, California, a finales de la los sesenta, aquella década feliz en la que se puso de moda la marihuana, la minifalda, la psicodelia y el napalm. Nos situamos en el mes de abril, cuando, en un instituto de por allí, un profesor intentaba dar su clase de historia hablando de la segunda guerra mundial mientras un alumno le interrumpía preguntando cosas, no tanto por aumentar sus conocimientos como por afán de tocar los cojones. El caso es que el chaval no se explicaba cómo tanta buena gente en Alemania había sido capaz de apoyar a los nazis, con lo malos que eran. El profesor, en vez de cruzarle la cara, expulsarle de clase y mandarle una nota a sus padres, decidió inventar un experimento para hacerle comprender a su hiperhormonada audiencia que caer en el reverso tenebroso de la fuerza no es tan complicado como puede parecer. Empezó a hablarles de lo bien que se siente uno cuando pertenece a un grupo, cuando se es disciplinado, cuando se integra en una comunidad, del placer de la renuncia al individualismo, de lo útil que resulta tener un propósito claro y definido que dirija nuestros pasos. Les soltó la doctrina, además, en pildorazos contundentes y fácilmente digeribles. En eslóganes pegadizos: <strong>Fuerza a través de la disciplina</strong>. <strong>Fuerza a través de la comunidad</strong>. <strong>Fuerza a través de la acción. Fuerza a través del orgullo</strong>. Les enseñó cómo podían predicar la buena nueva a sus amigos para captar más seguidores. Les pidió que se apoyaran unos a otros, vigilando las desviaciones de la doctrina de sus compañeros, pues lo que uno hacía podía afectar a toda la comunidad. Incluso inventó un nombre para el movimiento y un saludo pinturero. Lo llamó la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Tercera_Ola">Tercera Ola</a>, por la creencia popular de que la tercera siempre es la más fuerte de una serie de olas (popular en ambientes surferos californianos, se entiende, porque yo no lo había oído nunca, la verdad), y empezó a saludar a sus acólitos haciendo una cosa rara (y un poco gay, para qué vamos a engañarnos) con la mano. Pero la cosa funcionó bastante bien, porque en menos de cuatro días el número de discípulos de la tercera ola había tenido un crecimiento espectacular. Los alumnos de la clase original, el núcleo duro del movimiento, los camisas viejas, se pasaban el día haciendo proselitismo, vigilándose unos a otros, chivándose de las herejías de sus compañeros cuando procedía y, en general, portándose como perfectos fascistas. O comunistas, que tampoco hay tanta diferencia como a veces nos pensamos. Quizá sería mejor decir que el grupo se había convertido en un movimiento totalitario en el que se negaba la individualidad a favor de un pensamiento único, dogmático y reconfortante. Sin disidencia, sin dudas, sin pensamientos alternativos. Todo era fácil. Todo era peligroso.</div>
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Llegó un momento en el que el profesor se asustó. En sólo tres días, había tenido delaciones, había visto actitudes de reclutamiento sumamente agresivas en algunos de sus discípulos, había logrado una sumisión de la clase prácticamente absoluta a sus reglas. Incluso un chaval se había autonombrado su guardaespaldas personal, y lo seguía a todas partes por los pasillos, en previsión de que alguien pudiera intentar algo contra el líder. El chico había sido hasta entonces el típico escolar inadaptado americano que conocemos por las teleseries, de esos que parecen el fruto de una esmerada selección de los mejores cruces entre primos, y de los que por lo visto hay un ejemplar en todas las aulas de todos los colegios de todos los pueblos, y el chaval estaba emocionado con la tercera ola, feliz de haber encontrado una organización que le encomendaba la única misión para la que se sentía capacitado: partirle las piernas al que se acercara a su gurú. Sin embargo, quizá lo que más asustó a nuestro profesor de historia fue la sensación de que aquello, aquel poder, aquella posición de liderazgo absoluto, le gustaba. Le gustaba mucho. Así que decidió poner fin al experimento antes de que la cosa fuera demasiado lejos, que los vicios los carga el diablo.</div>
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El cuarto día citó a toda la clase en el auditorio. Les dijo que aquello, por si no lo habían notado, era la hostia en verso. Que no se confundieran porque aquello no era un simple experimento. Que formaba parte de un movimiento a nivel nacional, cuyo líder supremo iba a aparecer por televisión en unos momentos, desvelando el verdadero alcance de la tercera ola. Que contaba con ellos, porque habían demostrado que realmente se sentían identificados con la doctrina del movimiento. Ellos eran los elegidos. Ellos eran especiales. Eran la polla, vamos. El profesor empezó entonces a repetir los lemas del club (fuerza por la disciplina, fuerza por la comunidad, etc), coreado por sus fans, cada vez más alto. Hasta que tuvo a todo el auditorio berreando como energúmenos aquellas consignas, y conectó un televisor donde sólo aparecía una imagen blanca. El profesor dejó que el bajonazo de aquel brusco episodio de <em>fascismus interruptus</em>, en el que el fervor inicial se convirtió en desconcierto, se prolongara unos minutos, y después los invitó a mirar todo lo que habían hecho esos cuatro días. A pensar en qué se habían convertido. En qué se estaban convirtiendo. Después comenzó a pasar por la tele imágenes de algunos felices alemanes, brazo en alto, jaleando a otro tipo que también hacía un saludo raro con el brazo. Y así acabó la lección. Lección que supongo que no les debió hacer mucha gracia a los participantes, porque después de aquel día no volvieron a hablar de ello durante años. No es agradable comprobar que uno tiene un pequeño nazi dentro.</div>
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Para el segundo apunte, anécdota o chascarrillo, retrocederemos un poco más en el tiempo. Unos pocos años, realmente, pero que nos sitúan en un contexto bastante diferente. Seguimos en Estados Unidos, pero a principio de los sesenta, antes de que el LSD se volviera popular, y en la costa Este, lejos de California, ese nido de jipis depravados, esa sucursal de Babilonia, ese imperio de la <em>californicación</em>. Aquí estamos hablando de otro ambiente. De buena gente, vamos. En ese tiempo y en ese lugar, un psicólogo de Yale se quedó un buen día sin ratas y decidió usar a personas para sus experimentos. Se hizo con un grupito de voluntarios y les explicó cómo iba el tema. El experimento consistía en que un sujeto tenía que responder a las preguntas que un investigador les iba haciendo, eligiendo entre las posibles soluciones. Si el sujeto fallaba, entraba en acción el voluntario, que accionaba un botoncito que le daba un calambrazo al tipo, por inculto. El voltaje iba subiendo a medida que los fallos aumentaban. Los voluntarios incluso probaban antes de empezar lo desagradable que podía ser un calambrazo de 45 voltios, y así pudiera hacerse una idea de lo que serían 450, que era el máximo del experimento.</div>
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Pero <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Experimento_de_Milgram">el experimento</a> tenía trampa. Sé lo que me van a decir (“<em>imposible, un experimento universitario con trampas y/o ridículo, qué me dice</em>”), pero es lo que hay. Porque, en realidad, allí lo único que iba a comprobarse era hasta qué punto el voluntario, una persona normal, era capaz de sacudirle calambrazos al prójimo sólo porque alguien le había dicho que había que hacerlo. Y es que los psicólogos, por majos que te parezcan cuando vas a hacer el psicotécnico para el carnet de conducir, son un poquito cabrones. Los calambrazos eran de mentira, pero los voluntarios no lo sabían, y lo único que percibían eran los gritos de dolor de la supuesta víctima, al otro lado de la pared, cada vez que ellos le daban al botoncito. El experimento, en suma, trataba de ver cuanto dolor podía infligir una persona normal, del montón. Un tipo como usted y como yo (bueno, igual esta no es una buena comparación; dejémoslo en un tipo como usted, mejor). </div>
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Y, ¿saben qué? Que allí no paraba de darle al botón ni el tato, oigan. Ningún participante se detuvo antes de llegar a aplicar descargas de, al menos, 300 voltios. Dos terceras partes llegaron a aplicar la descarga máxima de 450. Aunque, eso sí, algunos manifestaron, en un detalle que merece pasar al top ten de los gestos humanitarios de la historia, haber estado “incómodos” durante la realización del experimento. Pese a la incomodidad, como les digo, ninguno se detuvo. Quizá atemorizados ante la pavorosa visión de un señor con gafas de pasta y bata blanca pidiéndoles, de buenas maneras y por favor, que no pararan.</div>
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Y aquí se acaba el cuento, porque, como les decía al principio, no les voy a dar mi opinión. Ahí les dejo estas historietas, y cada uno que piense lo que quiera, o lo que pueda, aunque soy consciente de que las conclusiones variarán mucho, y seguramente habrá desde gente que piense el hombre es bueno y la sociedad lo pervierte hasta otra que opine que el hombre es malo, pero los psicólogos son buenos, pasando por aquellos que acaben convencidos de que cualquier experimento que se precie debe realizarse aplicándole a alguien un buen calambrazo en algún sitio. Y otra gente que sencillamente no pensará nada. Que tal vez sea lo mejor que se pueda hacer.</div>
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Dios me libre de intentar ponerles de acuerdo a todos, oigan. Piensen ustedes lo que quieran, que para eso estamos en democracia. </div>
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Piensen lo que quieran pero luego no lo digan por internet o en la vía pública, eso sí. Porque entonces, dependiendo de lo que hayan pensado, igual les cae una mano de hostias de no te menees (nunca mejor dicho). </div>
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Hala, por la sombra.</div>
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<br /></div>Cazurrohttp://www.blogger.com/profile/05194915141436415412noreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-362163992035148922.post-79871590128364396632012-05-08T17:24:00.000+02:002012-05-08T17:40:09.028+02:00HISTORIAS DE LA PUTA MILI (VII): ANNUAL, 1921<div class="separator" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none; clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjZ3mUthcdvuKN0gFkNYJ0GnB134uJi4TJZLghSXWK1-T8JbAN2WsULPNrbuVymBLj0C1yjxMdX9ZjsnxVth3pX5M-YqyGSgYxcVa91BaQ9c-C_6L3K0ycTc5-le061CaYipwM-7WZV9xJI/s1600/Monte_Arruit_4.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; cssfloat: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" dba="true" height="241" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjZ3mUthcdvuKN0gFkNYJ0GnB134uJi4TJZLghSXWK1-T8JbAN2WsULPNrbuVymBLj0C1yjxMdX9ZjsnxVth3pX5M-YqyGSgYxcVa91BaQ9c-C_6L3K0ycTc5-le061CaYipwM-7WZV9xJI/s320/Monte_Arruit_4.jpg" width="320" /></a></div>
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Tenía muy abandonada esta sección de la cosa bélica, y es una pena, porque los militares son una fuente pródiga en anécdotas risibles y simpáticas, (que lo serían mucho más si no hubieran dejado por el camino tantas vidas, pero, en fin, las risas tienen un precio). Como vivimos tiempos duros y lo que necesitamos son más sonrisas, vamos con una entrañable historieta cuartelera.</div>
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Situémonos: estamos en 1906. España ha sido expulsada a gorrazos de América y Filipinas, y del imperio en el que no se ponía el sol no queda ya nada. Sin embargo, seguimos teniendo un espíritu emprendedor y dicharachero que nos lleva a sentirnos un poco apretados dentro de nuestras propias fronteras. Necesitamos un nuevo horizonte, pero como estamos escarmentados de ir a conquistar cosas al otro lado del mundo, esta vez nos lo tomamos con calma y decidimos que África reúne condiciones: está aquí al lado, hace buen tiempo, y es de los pocos lugares del planeta en los que todavía podemos sentirnos superiores a alguien. Los que parten la pana allí son los franceses, así que, ignorando la natural repulsión que los franchutes nos inspiran, nos dirigimos a ellos con humildad, pero sin renunciar a nuestra dignidad española. Es decir, a la manera habitual de nuestra temible diplomacia: <em>dame argo, payo francés</em>. Y los franceses, ignorando la envidia que siempre han sentido hacia los españoles y que muchos años después se traducirá en acusaciones de dopaje en el Tour y campañas caricaturescas de guiñoles, aprovechan la <strong>Conferencia Internacional de Algeciras</strong> y nos conceden un protectorado en Marruecos. ¿Y qué es un protectorado? Pues una zona de Marruecos que somos responsables, ante Dios y ante los hombres, de proteger. ¿Proteger de quién, o de qué? Ah, eso ya no se sabe muy bien. De ellos mismos, se supone. Pero tampoco vamos a volvernos locos con los detalles. Además de protegerlos, también íbamos allí para llevarles el progreso, la esperanza, la cultura, las enfermedades venéreas, y todas esas cosas que las metrópolis han llevado siempre a las colonias (o los protectorados). Total, que ahí nos tienen, protegiendo a los marroquís que es un primor.</div>
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Aunque la cosa no empezó demasiado bien, para qué vamos a engañarnos. Porque esos perros infieles no se dejaban proteger así como así, los malditos, y había que protegerlos a hostia limpia. Claro, cuando las cosas se ponen así, ya se sabe que siempre se acaba escapando alguna hostia para el lado de los buenos, y hay que reponer a los reclutas descalabrados. Además, los franceses, pícaros ellos, nos habían dejado para proteger la zona más jodida del país, toda llena de montañas e incomodidades. Y habitada por gente poco inclinada a dejarse mangonear por europeos (ya tenían a sus caciques locales para mangonearlos, y tampoco era cuestión de tener demasiada gente metiendo mano en la organización de la tribu). Por desgracia para España, el tema fue a coincidir en uno de esos momentos en los que, por lo que sea, el personal no se sentía demasiado patriótico, y lo de defender al país pegando tiros (o dejándoselos pegar) en Marruecos no se veía demasiado claro. También influía el hecho de que la gente de bien se libraba del enojoso trance de defender a la patria y proteger a los marroquís pagando unos cuartos, y los únicos que pringaban eran los que no tenían pasta. La carne de cañón de toda la vida. Este detalle provocó una especie de 15 M en 1909 en Barcelona, pero a lo bestia (eran otros tiempos) que ha pasado a la historia con el nombre de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Semana_Tr%C3%A1gica_(Espa%C3%B1a)">Semana Trágica</a>. Pero, vamos, nada que no pudiera solucionarse con un par de mandobles y algunos sindicalistas encarcelados y/o suicidados en la cárcel en extrañas circunstancias. Como toda la vida se ha hecho.</div>
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Una vez resuelto el apartado doméstico, quedaba por solucionar el tema de que los moros no acababan de ser partidarios de dejarse proteger como Dios manda. En la zona había como dos millones y medio de tribus distintas, que llevaban toda la historia peleándose entre ellas, en permutaciones varias de dos elementos, pero, lo que son las cosas, fueron a ponerse de acuerdo por primera y única vez en la vida, para hacer frente a los españoles. Y es que está claro que España es una fuente de inspiración. Tal vez si los hubiésemos inspirado un poco menos la cosa hubiera estado más tranquila, pero como no sabemos hacer las cosas a medias, aquello era un sindiós. El gobierno decidió que aquello tenía que arreglarse al estilo español, es decir, a puros huevos. Lo que venía muy bien porque dejaba de lado la cuestión del dinero, la organización y la inteligencia, materiales todos ellos que escaseaban. Una de las medidas adoptadas fue encargar al <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Mill%C3%A1n-Astray">Teniente Coronel Milllán- Astray</a> la fundación de un cuerpo de choque formado por la gentuza que sobraba en la península. El Teniente Coronel, borrachín y pendenciero, se inspiró en la Legión Extranjera Francesa, en el espíritu japonés del bushido, mezcló todo eso con un litro de coñac a palo seco y a lo que salió le puso de nombre Tercio de Extranjeros del ejército español, la Legión para los amigos. Pero aquello estaba en formación y el tiempo apremiaba, así que en 1921 enviaron a la zona, para hacerse cargo del avispero, a un típico exponente de lo que era la oficialidad del ejército español por aquella época: el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Manuel_Fern%C3%A1ndez_Silvestre">General de División Manuel Fernández Silvestre</a>. El general, que hasta entonces estaba destinado en Ceuta, pasó a Melilla para encargarse de sofocar la rebelión de la morisma, que le tenían el huerto hecho un bardal. </div>
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Nada más tomar posesión de la plaza, y sin reparar en el detalle de que tenía a la tropa que daba pena verla, con un equipo anticuado, más hambre que el perro del afilador y un nivel de corrupción que espantaría incluso a los políticos valencianos del siglo XXI (los soldados vendían sus fusiles y municiones a los moros para conseguir un poco de pasta y poder comprar comida, que les vendían de extranjis sus propios encargados de intendencia: España en estado puro), se lanzó a la conquista de toda la zona de Yebala. Unos 200.000 km2 para conquistar con un puñado de reclutas hambrientos, desorganizados, desmotivados y todas las des que ustedes quieran (excepto despiojados). El plan, genial en su simplicidad, era ir dejando en cada rincón un <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Blocao">blocao</a>. Una caseta de perro en la que quedaban unos pocos soldados, dejados de la mano de Dios, que servían para afirmar, con dos cojones, que aquel territorio estaba conquistado. Los blocaos solían estar en las zonas elevadas del territorio, para coger perspectiva y eso, y la gravedad y el nivel freático se aliaron contra los españoles: la tropa de los blocaos tenía que salir cada dos por tres del supuesto refugio para recorrerse unos kilómetros de territorio hostil, expuesto a los sentimientos de hermandad y agradecimiento de los marroquís. Pero el general, ajeno a todo lo que no fuera cumplir con su misión, no tenía previsto parar hasta haber conquistado todo Marruecos (y si le hubieran dicho que África entera, pues África entera; para el caso...)</div>
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La penetración de Silvestre llegó a extenderse unos 130 km en territorio hostil y montañoso, que él supuso controlado por el establecimiento de unos 140 puestos defensivos. Cuentan que el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/D%C3%A1maso_Berenguer">general Dámaso Berenguer</a>, Alto Comisionado para el Protectorado, y, por lo tanto, superior de Silvestre, se opuso al avance de éste. Pero Silvestre, que había sido compañero de academia de Berenguer, después amigo y en aquel momento no había digerido todavía que hubiera sido nombrado para el puesto al que él aspiraba, pasó tres pueblos de la opinión de su superior. El ejército español era así de moderno, y consideraba la jerarquía como algo más orientativo que vinculante. La leyenda dice también que el rey <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Alfonso_XIII_de_Espa%C3%B1a">Alfonso XIII</a> mandó un telegrama de ánimo al indómito general: “<em><strong>Olé los hombres valientes</strong></em>”. Supongo que estarán pensando lo mismo que yo: que con esos antecedentes se veía venir el desastre.</div>
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Y el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Desastre_de_Annual">desastre</a>, efectivamente, vino. Por aquel entonces andaba por allí, dando mal, un tipo llamado <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Abd_el-Krim">Abd El-Krim</a>, un niño de papá, hijo de un jefe de tribu, que había sido educado en Melilla, Tetuán, y había ido incluso a la Universidad de Salamanca, y que había compaginado el puesto de cadí (una especie de juez encargado de administrar justicia según la ley islámica) con diversos trabajos para los españoles, como traductor o periodista en algunos diarios. Como buen niño pijo, Abd El-Krim se aburría y se dedicó a montar bulla, revolucionando a todas las tribus del lugar contra los españoles. Tribus que, por una vez en su vida, se pusieron de acuerdo y organizaron una especie de ejército irregular denominado <strong><em>harka</em></strong>, que se dedicó a hostigar a los españoles. Con todo éxito, cabe decir, gracias a su conocimiento del terreno y la falta de preparación del ejército español.</div>
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En julio de 1921, sin embargo, la harka que hasta entonces había desarrollado tácticas de guerrilla, pasó a la ofensiva, y pilló al ejército español con el paso cambiado. A la primera embestida marroquí, las posiciones españolas se derrumbaron. El grueso del ejército de Silvestre quedó copado en los fuertes de <strong>Annual</strong> e <strong>Igueribén</strong>. Los rebeldes pasaron a sangre y fuego Igueribén, en un asalto que duró cinco días durante los cuales el descontrol que reinaba en el bando español hizo imposible organizar una misión de apoyo o rescate. Así las cosas, la harka se concentró alrededor de Annual, cuya guarnición los tenía de corbata después de ver cómo se habían pasado por la piedra a los defensores de Igueribén. </div>
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Como, por si fuera poco el descontrol y la desmoralización, las tropas españolas tampoco andaban sobradas de víveres, agua ni munición, el general Silvestre, muy a su pesar, acabó por convencerse de que allí no tenía nada que rascar, y decidió ordenar la retirada. El plan era que la gente saliera en un par de convoyes organizados, con todos los pertrechos cargados en mulos, y el resto del personal cubriera la retirada pegando tiros. Pero en cuanto salieron del fuerte y los moros empezaron a disparar, los reclutas decidieron aplicar su propia idea de lo que era una retirada estratégica, que podría resumirse en el popular concepto de maricón el último: tiraron los fusiles y echaron a correr. Se formó un barullo de muchos cojones, con todo el mundo empujando, pisoteándose entre ellos y con las mulas, mientras que los únicos que se encargaban de estorbarles a los marroquís el tiro al pato eran algunos integrantes de los Regulares, que se retiraron con orden y permitieron la huída de algunos infantes en plena desbandada . Resumiendo: la retirada de Annual fue una carnicería. Allí se pierde la pista del general Silvestre. Su cuerpo nunca apareció. Algunos testimonios afirman que cuando vio el pifostio que se había montado se pegó un tiro en la cabeza. Otras fuentes cuentan que resistió hasta el final, acompañado de un pequeño grupo de oficiales. Y también existe una versión que dice que cuando la gente se desmadró sin remedio, al general se le fue la pinza por completo y acabó gritándoles a los hombres en desbandada: “<strong><em>Corred, corred, que viene el coco</em></strong>”. Lo que unido al detalle del telegrama del rey conforma un panorama netamente español: bravuconadas, incompetencia, y cuando se lía parda, sálvese quien pueda y los responsables dando el cante.</div>
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Los supervivientes llegaron corriendo al fuerte de Dar- Drius, al mando del general Navarro. La plaza era más fácilmente defendible que Annual, pero a aquellas alturas ya nadie pensaba en defender nada, y se formó otra retirada, esta vez hacia el fuerte de <strong>Monte Arruit</strong>. De nuevo, la cosa acabó en desbandada, con la mayoría de la gente yendo por libre y cayendo como moscas, y sólo unos pocos, en este caso el Regimiento de Caballería Alcántara, mantenía un poco de orden y permitía a algunos infantes la huída, aunque a un precio altísimo (este regimiento acabó con un escalofriante 80% de bajas). Los fugitivos llegaron a Monte Arruit, en teoría una plaza más fácil de socorrer desde Melilla. Sin embargo, para entonces el descontrol ya era total, y no se limitaba a las tropas en desbandada: nadie desde Melilla pudo tomar decisiones que minimizaran el desastre, y ninguna expedición de rescate se organizó en apoyo de Monte Arruit, que fue cercado. Las dos guarniciones existentes entre el fuerte y Melilla, <strong>Nador</strong> y <strong>Zeluan</strong>, también fueron rodeadas y tuvieron que rendirse. El 2 de Agosto se rindió Nador, cuyos defensores fueron respetados. Cuando se rindieron los de Zeluán, al día siguiente, no tuvieron tanta suerte. Los más de 3000 hombres de Monte Arruit, sin víveres, sin municiones y sin posibilidades de huída, acabaron por rendirse el 9 de Agosto. Después de pactar las condiciones y de entregar las armas, se desató la violencia. La <em>harka</em>, quizá, decidió cobrarse todos los años de guerra y afrentas, y apenas sobrevivieron 60 españoles del total de la guarnición. La escabechina de Monte Arruit, en la que a la masacre se unieron las vejaciones (cadáveres mutilados, ensartados en estacas, con los genitales en la boca, con las cabezas empaladas en bayonetas…) sacudieron al país. El gobierno, presidido por <strong>Allendesalazar</strong> (sustituto del asesinado <strong>Eduardo Dato</strong>), cayó. En las cortes, <strong>Indalecio Prieto</strong>, del PSOE, habló del "<em>desastre absoluto y sin paliativos del ejército español</em>". La popularidad del rey, que tampoco estaba como para tirar cohetes, bajó muchos enteros. </div>
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El ministerio de la guerra encargó al general <strong>Juan Picasso</strong> la investigación de aquel desastre. El general reunió todos los datos disponibles en lo que se denominó el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Expediente_Picasso">Expediente Picasso</a>. Datos estremecedores, por cierto: más de 8000 muertos (el expediente original hablaba de cerca de 13.000, pero investigaciones posteriores parecen rebajar un poco la cifra), pérdidas millonarias en material militar e infraestructuras, y numerosos y graves errores militares, que finalizaban calificando como negligente la actuación de los generales Berenguer y Navarro, y como temeraria la del general Silvestre. El expediente dejaba en muy mal lugar a prácticamente todo el stablishment empeñado en el conflicto. </div>
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Mientras el general Picasso elaboraba su informe, la crisis política desatada se llevaba por delante dos o tres gobiernos en un par de años y el país era un paraíso para los pistoleros y agitadores de cualquier signo, los moros seguían campando por sus respetos, llegando a sitiar Melilla. Fue entonces, cuando los melillenses ya tragaban fuerte, y justo antes de que el Expediente Picasso se debatiese en las Cortes, cuando el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Miguel_Primo_de_Rivera">General Miguel Primo de Rivera</a> dio un golpe de Estado, disolvió todo lo que había que disolver y comenzó a gobernar a su aire, para alivio de la mayoría de la clase militar española y del rey, que por fin podía dedicarse a las actividades para las que en realidad estaba dotado: la caza y el porno. En poco tiempo, el general metió en cintura a moros, anarquistas, comunistas, separatistas, nacionalistas y, casi, casi, a todo lo que acabara en ista. Prohibió la libertad de prensa, los partidos políticos y todo lo que había que prohibir. Sólo le faltó flexibilizar el mercado laboral. Y todo esto teniendo en cuenta que vivíamos los felices años veinte, y disfrutábamos los réditos de la neutralidad en la primera guerra mundial. Así que imagínense cuando llegó el crack del 29, la inflación, la crisis y todo el copetín. La dictablanda saltó por los aires, poco después la Monarquía salió por patas, llegó la República y durante cinco años los españoles discutimos educadamente la reforma agraria, la cuestión religiosa, los estatutos de autonomía y otras cuestiones. A tiros, sí, pero educadamente. O, al menos, con orden: ahora mato yo, ahora matas tú. </div>
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Mientras tanto, Abd El-Krim, que después del <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Desembarco_de_Alhucemas">desembarco de Alhucemas</a>, cuando vio que pintaban bastos y que aquella aventura de la República del Rif ya no tenía buen aspecto, pensó que tal vez caer en manos españolas no era lo más saludable para su persona y recordó, quién sabe si gracias a su formación clásica en la Universidad de Salamanca, el viejo proverbio que dice que los enemigos de tus enemigos son tus amigos. ¿Quiénes son los archienemigos, de toda la vida, de los españoles? Exacto, esos mismos: nuestro amigo se entregó a los franceses. </div>
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Pero no se crean que se fue de rositas, no. Los gabachos lo condenaron, con todo el peso de la ley, a un terrible exilio de más de 20 años en la isla de La Reunión. Al ladito de Isla Mauricio. Con todos los gastos pagados, así que calculen el pastizal que se ahorró el pollo. Luego decidió que se aburría de tanta buena vida, y se escapó a Egipto, donde murió en 1963, probablemente de uno de los ataques de risa que le daban de vez en cuando (concretamente, cada vez que recordaba la guerra contra España).</div>
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En fin, por resumir (mucho) el asunto: que España perdió una batalla, sí, pero se ganó un rinconcito en la Historia. </div>
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Al menos, en la Historia de las chapuzas militares.</div>
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Pero algo es algo.</div>
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<br /></div>Cazurrohttp://www.blogger.com/profile/05194915141436415412noreply@blogger.com8tag:blogger.com,1999:blog-362163992035148922.post-42991289935836475212012-05-05T01:11:00.000+02:002012-05-05T01:17:01.490+02:00EL PETRÓLEO, LA TEORÍA DEL DOMINÓ Y LOS PLÁTANOS<div class="separator" style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none; clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgcomdRrDioyxHUAsnx1HlhTJxKQ42wJUChx0zL1kLfdt23wT_HyHznRmvRXtjjw57nIxd0Kc9v1fTLo21WawCnGvUM9DVZNfltNIrF3VPoeCnNfUuh_sSTSrcgMqrGIb_We9HbVhOW4OG_/s1600/banana.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; cssfloat: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" mea="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgcomdRrDioyxHUAsnx1HlhTJxKQ42wJUChx0zL1kLfdt23wT_HyHznRmvRXtjjw57nIxd0Kc9v1fTLo21WawCnGvUM9DVZNfltNIrF3VPoeCnNfUuh_sSTSrcgMqrGIb_We9HbVhOW4OG_/s320/banana.jpg" width="214" /></a></div>
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Leo con estupor la noticia de rabiosa actualidad de que Argentina expropia YPF a Repsol. Luego me doy cuenta que la noticia igual no es tan actual, porque el tema es de ya de hace unos días (cosas de leer la prensa única y exclusivamente en los envoltorios de los bocatas, qué se le va a hacer), pero el estupor sigue ahí. En cualquier caso, el tema me molesta y me preocupa casi a partes iguales, aunque por motivos, justo es confesarlo, que no tienen mucho que ver con el patriotismo, ni con la economía, ni con nada de ese pelo. Simplemente, mi cara no es demasiado agraciada ya de normal, así que imagínense en pose estupefacta. ¿Verdad que a ustedes tampoco les gustaría ir por la vida con cara de gilipollas? Pues eso.</div>
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Sin embargo, no hay mal que por bien no venga. O sí, pero el que no se consuela es porque no quiere. O porque no puede, o porque no lo necesita. El caso es que como de todo se debe intentar sacar algo positivo, vamos a bucear en las procelosas aguas de la Historia en pos de una solución aplicable al tema que nos aflige (lo de YPF, aclaro, no lo de mi careto, que eso sólo nos aflige a mí y, en menor medida, a mi señora). Ya saben que soy un ferviente defensor de la doctrina de buscar en el pasado las instrucciones para manejarse en el futuro, no tanto porque confíe en la utilidad del resultado como porque resulta infinitamente más cómodo que ponerse a inventar algo nuevo. </div>
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Y miren ustedes por donde: lo he encontrado. Apenas raspando un poquito la capa de óxido que empieza a asentarse sobre mi memoria, sin remontarse más allá del siglo XX, ha aparecido ante mis atónitos ojos la anécdota perfecta para entender un poco mejor los manejos económicos que se gastan por esos mundos capitalistas de Dios. Abróchense los cinturones, porque allá vamos.</div>
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Era el año del señor de 1899 cuando un buen hombre de negocios (ja, ja, qué bueno) norteamericano (ja, ja, no puedo parar, los chistes me salen solos) decidió hacer fortuna en Sudamérica, entendiendo por Sudamérica, como es lógico, todo lo que está al sur de los Estados Unidos. Este señor se llamaba <strong>Minor Keith</strong>, y había tenido la brillante idea de ganar pasta con los ferrocarriles en Costa Rica. Tardó unos pocos años en comprobar que los ferrocarriles eran un negocio ruinosos, porque en Costa Rica no iba en tren ni el tato, y el movimiento de mercancías era entre muy poco y ninguno. Inasequible al desaliento, el amigo Minor decidió que, ya que nadie transportaba mercancías iba a empezar él, que para eso era un emprendedor de pata negra, y empezó a utilizar sus ferrocarriles para transportar bananas, plátanos para los amigos, con destino a los Estados Unidos. No contento con transportarlos, comenzó a comprar como un loco tierras para cultivarlos, al ladito mismo de sus vías férreas, fundando la empresa <strong>Tropical Trading and Transport Company</strong>, que unos años después controlaba la mayor parte de la producción bananera de Centroamérica. </div>
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Por desgracia para el señor Keith, los emprendedores de primera generación venían con un pequeño problema en el sistema operativo que les impedía calcular bien los costos, amortizaciones y otros detalles de esos sin importancia, con lo que Mr. Plátano se encontró entrampado hasta las cejas con algunas de esas entidades benéficas que solemos llamar bancos (o, más coloquialmente, putos bancos). Con lo que tuvo que asociarse con alguna gente solvente y con contactos en el negocio de la fruta, como por ejemplo <strong>Boston Fruit Company</strong>, un dos tres responda otra vez. Nacía así la <strong>United Fruit Company</strong>.</div>
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Demostrando de nuevo una cuestionable visión de negocio y una notable impermeabilidad para aprender de sus errores, el señor Keith volvió a endeudarse comprando compulsivamente acciones de las compañías fruteras rivales, con el saludable propósito de controlarlas a todas. Hasta que sus deudas, unidas a la crisis de los años 30, dejaron las acciones de la United Fruit Company, en adelante UFC, (como el Manchester pero sin la M), a la altura de las acciones de los fabricantes de condones del Vaticano. Y, lo que son las cosas, un astuto comerciante que pasaba por allí (y cuya compañía había intentado absorber el señor Keith) acabó comprando la UFC. Como diría cualquier entrenador de fútbol que se precie, los negocios son así.</div>
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El astuto comerciante que pasaba por allí se llamaba <strong>Samuel Zemurray</strong>, un emigrante ruso de origen judío, que por lo que se ve pensó semejante genealogía no era suficiente para caerle bien a la gente y necesitaba algo que le diera lustre a su biografía, como por ejemplo ser millonario. Comenzó en el negocio platanero en New Orleans, pero pronto descubrió que aquello no le iba a convertir en rico, y que el hecho de que todo el mundo lo llamara <strong>Sam The Banana Man</strong> tampoco iba a quedar bien en su currículum, así que se trasladó a Honduras y fundó su propia compañía frutera, <strong>Cuyamel Fruit Company</strong>. Cuando el gobierno comenzó a amenazarlo con intolerables chantajes de corte marxista, como impuestos y cosas así, y dado que él también era un emprendedor, se las arregló para traer del exilio al anterior presidente del país, promover una revolución en Honduras y colocar a su amiguete de nuevo como presidente, para que no le molestara demasiado con impuestos, leyes y otras cosas de esas de pobres. Este era el hombre que controlaba ahora la UFC, un imperio platanero que abarcaba prácticamente toda Centroamérica, parte del sur y muchas islas del Caribe. </div>
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Si desde un principio la política de la UFC se había caracterizado por una ausencia de complejos típicamente americana, bajo la dirección y el impulso de Zemurray los modos y maneras de la compañía dieron una vuelta de tuerca de muchos cojones. Comenzaron a comprar grandes extensiones de terreno y a controlar en régimen monopolístico los ferrocarriles de los países en los que estaban presentes. Todo esto, unido a que en muchas zonas eran la única fuente de empleo, a que aprovechaban el control de los ferrocarriles para controlar también servicios como correos, y a los sobornos y corruptelas que pródigamente repartían entre los dirigentes (por llamarlos de alguna manera) locales, consiguió que durante muchos años las leyes se dictaran prácticamente en función de las necesidades de la UFC, con lo que el negocio de los plátanos, gozando de unas óptimas condiciones fiscales y laborales, se demostró tremendamente próspero. Todo iba como una seda: los accionistas enriqueciéndose, los caciquillos medrando, la gente en los USA disfrutando de sus plátanos… bueno, sí, los campesinos locales trabajaban en unas condiciones de pena y en régimen de semiesclavitud, pero ya se sabe que a los indígenas tampoco hay que hacerles mucho caso. Que se empieza por darles descanso dominical y acaban queriendo un salario por su trabajo. Y es que gente desagradecida hay en todos los lados, oigan.</div>
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En estas llegamos a los felices años post segunda guerra mundial. Cuando empiezan los movimientos de descolonización, y los parias de la tierra empiezan a mosquearse con según qué cosas. El auge de gobiernos de corte izquierdoso en algunas regiones del mundo, si bien en ocasiones no consigue otra cosa que sustituir a los títeres USA por otros de un color diferente, en algunas otras demuestran un verdadero interés en cambiar las cosas. En el ámbito platanero que nos ocupa, por ejemplo, podemos citar el gobierno guatemalteco del coronel <strong>Jacobo Arbenz</strong>, que se propuso, insensato él, cosas tan revolucionarias como "<em>pasar de ser un país dependiente y semicolonial a ser un país independiente, y pasar de una economía feudal a una economía capitalista</em>"(comunismo puro, ya ven). Parte de ese programa de modernización económica constaba de una reforma agraria que pretendía la nacionalización de parte de los latifundios de los grandes propietarios (principalmente la UFC) para su redistribución entre campesinos y crear un equilibrio un poco más saludable entre latifundios y minifundios. La UFC, dejando la discreción para mejores ocasiones, pidió públicamente ante el presidente Eisenhower el derrocamiento del gobierno de Arbenz por medio de un golpe de Estado, que se mostró dispuesto a apoyar “<em>por el bien de los Estados Unidos</em>”. Lo cual motivó que el director de la CIA, <strong>Allen Dulles</strong>, tachara las medidas guatemaltecas de inequívocamente comunistas y acusara al gobierno de Arbenz de alinearse con Moscú. Casualmente, Dulles era socio del bufete de abogados que representaba los intereses de la UFC en Estados Unidos. Detalle que si yo fuera mal pensado, que no lo soy, me daría para sacar alguna que otra curiosa y puede que antiliberal conclusión.</div>
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Como quiera que por aquel entonces los Estados Unidos estaban empezando la guerra fría, envueltos en su particular paranoia anticomunista, algunas de sus actitudes eran un poco confusas, por decirlo de una manera suave. De hecho, la rivalidad con los rusos, nacida cuando todavía los alemanes no habían capitulado en la 2ª GM y los soviets eran oficialmente aliados de los americanos, los llevaba a cosas tan pintorescas como proteger a determinados nazis (enemigos) de las malvadas garras de los rusos (aliados). Lo que hace que a veces uno piense si los bandos en la guerra se echaron a suertes o qué coño hicieron, la verdad. Un punto clave de esa paranoia era la <strong>teoría del dominó</strong>, según la cual si un país se convertía al comunismo, podía arrastrar con él a otros países de su entorno, comenzando una reacción en cadena que acabara acorralando al imperio de la Coca Cola. Y, con una amplitud de miras moderna y desenfada, pasaron a interpretar aquello de <strong>América para los americanos</strong> como <strong>comunista bueno, comunista muerto</strong>. El comunismo pasó a ser considerado un legítimo <em>casus belli</em>, allá donde se encontrase. Al fin y al cabo, y modestia aparte, los intereses americanos estaban en todo el mundo.</div>
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Y así fue como en 1954, saltando por encima de algún que otro conflicto de intereses o dilema ético como el que aquejaba al director de la CIA, los americanos inauguraron en Guatemala esa tradición tan suya de fabricar golpes de estado en casas ajenas, y el señor Arbenz fue el afortunado ganador de un exilio con todos los gastos pagados (por él). Fue sustituido por el teniente coronel <strong>Castillo Armas</strong>, apoyado sin el menor rubor por el gobierno de Eisenhower. Una vez en el poder, Castillo se apresuró a demostrar su agradecimiento a la unión temporal de empresas USA-UFC echando para atrás la reforma agraria y pasándose por la piedra, ya que estaba, a todo aquel que se hubiera significado en contra de los intereses nacionales (de los Estados Unidos, claro). </div>
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Los americanos le cogieron gusto a la cosa, y el tema siguió por esos derroteros durante muchos años, a veces improvisando un poco (primero apoyo a Batista, ah, no, ahora a Castro, no, espera, mejor a los anticastristas…), a veces sacando un poco de contexto el concepto de cooperación internacional (<strong>Operación Cóndor</strong>, <strong>Escuela de las Américas</strong>, etc), pero eso ya es otra historia (a la que, conociéndome, seguro que vuelvo otro día, en cuanto me vuelva a dar la venada antiimperialisto). </div>
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Volvamos ahora a lo que realmente nos ocupa: el conflicto Repsol- Argentina. La manera de encauzar la justa y santa cólera que deberán afrontar la señora Kichner y sus acólitos por la desfachatez demostrada al atreverse a robarnos su petróleo. Así que, llegados a este punto, a la luz de la historieta platanera y con la seriedad y pacifismo que me caracterizan, propongo como solución al tema aprovechar los formidables resortes de la diplomacia española para provocar un golpe de estado en Argentina. Acusamos a doña Cristina de comunista, a los miembros de su gobierno de masones, judíos y psicoanalistas, y a tomar por el culo. Luego se trata de colocar un gobierno provisional que podríamos elaborar con miembros de la nutrida colonia argentina que vive o ha vivido en España. Imagínense un gobierno presidido por <strong>Jorge Alberto Francisco Valdano Castellanos</strong>. Con el <strong>Dr. Carlos Salvador Bilardo</strong> como ministro de Sanidad, <strong>Cesar Luis Menotti</strong> como portavoz oficial y <strong>Diego Pablo “El Cholo” Simeone</strong> como ministro de Defensa. Y, por supuesto, aprovechando esa facilidad innata para hacer amigos y caerle bien a la gente con solo abrir la boquita, el 10, el Diego de la gente, su Divinidad <strong>Diego Armando Maradona</strong>, ocupándose de la cartera de exteriores, de interiores y de lo que él quiera, coño, que para eso es D10S. Un gobierno que, aparte de ser un espectáculo en sí mismo, una performance de muchos kilates, tampoco creo que fuera a resultar mucho peor que lo que tienen en Argentina ahora, la verdad. </div>
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Y, bueno, yo creo que ahí algo podríamos rascar, oigan. Que la historia demuestra que de un gobierno títere algo siempre se saca. Como mínimo una compensación, bien en metálico, bien en especie. Que igual Repsol se tiene que reciclar y empieza a vender plátanos en las gasolineras, pero menos da una piedra.</div>
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Que más triste es de robar.</div>
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PS: Hoy no van los enlaces, así que a lo peor algún día vuelvo sobre el tema, por aclarar un par de conceptos que han quedado por ahí colgando. El que avisa no es traidor.</div>
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Lo que ya no suele decirse, supongo que porque no queda serio, es que en ocasiones la historia ya es, a la primera y sin repeticiones de ninguna clase, un chiste. Pero no un chiste cualquiera, no: una descojonación tan grande que ni los guionistas de la telecomedia más disparatada puestos de pegamento serían capaces de imaginarse algo parecido. Un fenómeno no es demasiado conocido, ya que estos episodios pasan generalmente inadvertidos. La causa es, probablemente, un problema de ritmo. Pero, modestia aparte, ya lo he solucionado yo. Y es que para comprender bien las cosas, la Historia hay que verla como el porno: pasando rápido las escenas sin sustancia para ir a lo importante.<br /><br />Vamos con un ejemplo. Situémonos en Europa, en el siglo XIX. Hace ya unos añitos que se ha acabado el feudalismo, y la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Revoluci%C3%B3n_Industrial">Revolución Industrial</a>, aquella excentricidad espantosa de humos y máquinas ruidosas, ha demostrado ser algo más que una moda pasajera. De hecho, ha terminado por cambiar profundamente el mundo. La gente ha ido abandonando el campo, las ciudades han crecido espectacularmente, y los barrios obreros, esa impagable fuente de inspiración para Dickens, llenos de miseria, ratas y huerfanitos, son ya una parte insustituible del paisaje urbano. Estamos en una época en la que todavía no se han puesto de moda veleidades modernas como los derechos humanos, la dignidad, el respeto y entelequias de ese calibre, así que la jerarquía social existente se ve fielmente reflejada en las condiciones laborales. El egoísmo, disfrazado de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Mano_invisible">mano invisible</a>, es el encargado de distribuir la riqueza y proveer el bien común, el beneficio para todos los integrantes de la sociedad. De este modo, la organización económica del mundo es brutal, pero sencilla de entender: el dueño de la fábrica es el que decide quién trabaja, cuánto y por qué salario. El que no esté a gusto, puede quedarse en casa y morirse de hambre dignamente. Y, efectivamente, todos salen beneficiados (en distinto grado, eso sí): el dueño se hace rico, y el currante sobrevive. (Adviertan que cambiando <em>dueño</em> por <em>señor</em> y <em>fábrica</em> por <em>castillo</em>, la afirmación anterior de que el feudalismo ha terminado quizá pierde un poco de fuerza, pero mejor no nos enredemos en matices, y sigamos avanzando). En definitiva, la vida es bastante jodida para la mayoría del personal. Es lo que hay. </div><br /><div align="justify"><br />Como es lógico, la gente (entendiendo por gente la masa de trabajadores industriales amiseriados en las grandes zonas fabriles) no acepta la situación de buen grado. Hay protestas, más o menos virulentas según las circunstancias y el carácter de los ponentes, y las condiciones laborales van cambiando lentamente. Muy lentamente si lo consideramos desde un punto de vista actual, pero las manos invisibles son así, qué le vamos a hacer. En cualquier caso, un cambio importante de esa época es la creación de una conciencia de clase entre los trabajadores. Una conciencia bastante combativa, además: se cierran filas, y no se habla de rivales, sino de enemigos. Algo comprensible, quizá, cuando no estamos hablando de tener o no pasta para redecorar el piso, sino de poder o no comer una vez al día. Cabe recordar (y como cabe, lo recuerdo) que en Inglaterra, cuna de este tipo de tensiones industriales, nos encontramos en plena época victoriana, con esa loable certeza de destino manifiesto que siempre ha tenido la burguesía anglosajona, y ese sentido práctico del deber que afirma que el trabajo es una virtud (un placer no, porque sería pecado), y que si los pobres se mueren, será por vagos, o por borrachos, o, en cualquier caso, algo habrán hecho. Resumiendo, y para centrarnos, las cosas estaban claras: por un lado los dueños, por otro los obreros. Cada uno en su casa y Dios en la de todos. Y la policía cerca de los obreros, eso sí. Por si alborotan.</div><br /><div align="justify"><br />Es en ese contexto en el que nace el protagonista de nuestra comedia histórica, en 1818, en un lugar de Prusia de cuyo nombre no quiero acordarme. Hijo de un abogado de clase media, después de una infancia despreocupada y una buena educación, se va a la universidad a estudiar derecho, y allí, como diría mi madre, se echa a perder. Pasa del derecho, se hace socio del <em>Club de la Taberna</em> y, tal vez lo más grave, empieza a estudiar filosofía. El sueño de cualquier padre, vamos.</div><br /><div align="justify"><br />Por suerte para él, estaba en una época en la que se le prestaba todavía atención a los filósofos, así que pudo encontrar algún trabajillo escribiendo en ciertas publicaciones. Por lo visto, no lo hacía mal, pero tenía una cierta tendencia a criticar la política absolutista del gobierno (recordemos, Prusia, siglo XIX), lo que le valió sucesivos cierres de las revistas en las que trabajaba, y sucesivos cambios de residencia, hasta que acabó siendo expulsado del país y viviendo en París. Allí siguió escribiendo en algunas publicaciones no demasiado gratas a las autoridades, y conoció a algunos personajes que lo introdujeron aún más en las ideas socialistas, tan afines a su propio carácter. </div><br /><div align="justify"><br />Así consigue una nueva clausura de su revista por meterse con quien no debía (una vez más) y un nuevo exilio (esta vez a Bélgica). El tipo parece haberle cogido el gusto a meterle el dedo en el ojo a todo aquel que le pueda dar una colleja, y su fama de revolucionario y mala gente le precede allá donde va. Sin embargo, en el fondo sigue siendo un filósofo que sólo pretende responder la pregunta que, en última instancia, de un modo u otro, todos los filósofos quieren responder: por qué el mundo es como es (y si de paso se puede cambiar, pues se cambia).</div><br /><div align="justify"><br />Para lo cual nuestro hombre cuenta con un amasijo de ideas de los filósofos que más le han influido (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Georg_Wilhelm_Friedrich_Hegel">Hegel</a>, Bauer, Stimer, Feuerbach), con las enseñanzas de sus amigos socialistas, especialmente <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Friedrich_Engels">Engels</a> y sus libros sobre las condiciones de la clase obrera en Inglaterra, y sus propias observaciones y filosofadas. Con todo lo cual llegó a algunas conclusiones sobre la organización económica del mundo en el que le había tocado vivir y sobre el <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Capitalismo">sistema capitalista</a>. Y lo que ve no le encaja. Algo falla, pero no sabe muy bien lo que es, así que decide ponerlo por escrito, a ver si le queda más claro (recuerden, era prusiano). Sus ideas centrales de crítica al capitalismo se resumen en algunas ideas:</div><br /><div align="justify"><br />-El capital, es decir, los medios de producción, es decir, la pasta, cada vez tenderá a estar más concentrado. La propia competencia, entendida y ejercida según la supervivencia del más apto, aquí vale todo y maricón el último, producirá que los más aptos se vayan cepillando a los otros, hasta que todo el mercado quede en unas pocas manos. Es lo que él llama la <strong>tendencia a la concentración del capital.</strong></div><br /><div align="justify"><br />-Como el objetivo del capital es obtener beneficios, es importante procurar rebajar los gastos de producción, uno de los cuales es el salario de los trabajadores. Tomando las ideas de algunos economistas anteriores, se da cuenta de que los salarios siempre tenderán al nivel de subsistencia: si son altos, habrá más trabajadores, y el exceso de mano de obra hará bajar de nuevo los sueldos. Es lo que él (y otros antes que él) llaman la <strong><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ley_de_hierro_de_los_sueldos">ley de hierro de los salarios</a></strong>. </div><br /><div align="justify"><br />-Un punto importante para que el capital pueda aplicar las leyes de hierro y mantener bajos los salarios es disponer de una abundante mano de obra. Por ejemplo, un gran número de parados supondría una ventaja para el empresario, que podría ofrecer un salario bajo en la convicción de que siempre encontrará trabajadores dispuestos a aceptarlo. Es lo que él (y otros antes que él) llama el <strong><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Ej%C3%A9rcito_industrial_de_reserva">ejército industrial de reserva</a></strong>.</div><br /><div align="justify"><br />-Pero, y esto es lo verdaderamente importante, dado que el capital obtiene su beneficio de la venta de los bienes producidos, y la gente que en teoría tiene que comprarlos (los proletarios) cada vez tiene menos pasta, la actividad cada vez tendrá menos beneficios. Es lo que él llama la <strong>tendencia decreciente de los beneficios</strong> y lo que, en última instancia, hará que el sistema pete.</div><br /><div align="justify"><br />Así que nuestro hombre, que para aquel entonces ya había reunido gran parte de sus ideas en un <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Manifiesto_del_Partido_Comunista">manifiesto</a> que había servido para aglutinar un buen número de ideologías de defensa de los intereses de la clase obrera bajo el nombre de <strong><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Comunismo">comunismo</a></strong>, escribe una obra, <em>El Capital, </em>en la que pronostica el colapso del capitalismo y anima a todo el proletariado del mundo a liarla parda. Y todo esto sin haber pisado una fábrica en su vida, oigan. Ríanse de Sherlock Holmes.</div><br /><div align="justify"><br />Sin embargo, nuestro hombre tiene la muerte soñada por todos los profetas y adivinos que en el mundo han sido: es decir, se muere antes de que los hechos demuestren que se equivocaba. Porque aquello no acababa de colapsar. Claro que tal vez tuviera algo que ver en eso el hecho de que sus seguidores, cada vez más organizados y no tan pacientes (al fin y al cabo, no todo el mundo puede ser filósofo) intentan llevar a la práctica sus ideas. Y los capitalistas, ante la posibilidad de que las masas enfurecidas y con poca cosa que perder los pasen por las armas, abren un poco la mano. Se consiguen mejoras en los salarios, en las condiciones de trabajo. El nivel de vida sube, y el consumo sigue aumentando. Y el sistema no se colapsa.</div><br /><div align="justify"><br />Para entonces, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Uni%C3%B3n_Sovi%C3%A9tica">los comunistas ya se han pasado definitivamente al plano experimental y deciden hacer una comprobación empírica del funcionamiento de las teorías </a>de nuestro difunto amigo el filósofo prusiano. Han cogido un país bastante grande y se han dedicado a controlar los medios de producción, a prohibir la religión, la propiedad privada, los toros y no sé cuantas cosas más, con lo que, en la otra mitad del mundo, mientras los proletarios miran esperanzados ese ilusionante proyecto sociológico, los capitalistas empiezan a tragar fuerte. Osti, tú. Mira que si eso pasa aquí. Casi mejor subirle el sueldo a la plebe. </div><br /><div align="justify"><br />Los años van pasando. El experimento resulta no ser tan chulo como parecía en un principio. De hecho, va saliendo de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/I%C3%B3sif_Stalin">puta pena</a>, y los proletarios comienzan a mosquearse hasta tal punto que los responsables del proyecto tienen que a) construir un muro que rodee el paraíso proletario para no descubrir un buen día al levantarse que se han quedado solos y b) comenzar a eliminar algunas malas hierbas que les estaban saliendo en el huerto, según una innovadora técnica hortofrutícola que la terminología comunista denominó <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Gulag">gulag</a>. Paradójicamente, las condiciones del proletariado son mucho mejores en pleno capitalismo que en el edén comunista. Seguramente debido a que la amenaza del comunismo hace que algunos de los preceptos de nuestro filósofo, como lo de los salarios, no apliquen con mucho rigor, a la vez que algunas cíclicas crisis de consumo son solucionadas con el fulminante expediente de organizar una guerra que deje el huerto hecho un bardal y haya que construirlo todo de nuevo. Y la cosa sigue sin colapsar, adornada por la bonita paradoja de que el comunismo sólo mejora la vida del proletario allí donde no se aplica.</div><br /><div align="justify"><br />Los años siguen pasando. Hasta que el experimento sociológico se va a tomar por el culo, los proletarios ponen cara de no saber muy bien a dónde mirar y los capitalistas, por fin, respiran aliviados. Llega el turno de las leyes de hierro, del ejército industrial de reserva, (situado ahora en China y alrededores), la concentración del capital y todo el copetín. Empieza a escasear la pasta, con lo que el mundo que anteriormente se autodenominaba libre por oposición a la opresión comunista y ahora ya no sabe cómo denominarse empieza a pedir prestado, sin saber muy bien a quién, y se endeuda hasta las trancas. Los capitalistas están a punto de llorar de la emoción: después de tantos años de estar con el culete apretado no se pueden creer que se lo estén poniendo tan fácil entre todos. Se hace realidad el viejo chiste soviético: <em>lo malo no es que lo que nos contaron del comunismo era mentira; lo malo es que todo lo que nos contaron del capitalismo era verdad</em>.</div><br /><div align="justify"><br />Y en esas estamos, ya ven. Colapsando. Una vez que occidente se quedó sin su ejército sindical de reserva, las leyes de la selva han seguido su curso. Así que nuestro amigo el filósofo ya tiene algo en lo que pensar: sólo ha tenido razón cuando sus ideas demostraron estar equivocadas y desaparecieron. Una bonita paradoja (que podríamos llamar <strong>la paradoja de la</strong> <strong>profecía autonegada</strong>) que el amigo <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Karl_Marx">Karl Heinrich Marx </a>tiene toda la eternidad para resolver.<br /><br />En cualquier caso, les recuerdo que este es mi blog, y, como tal, su destino único e irrenunciable es satisfacer mis deseos, los más sublimes y los más perversos, como dirían <em>Les Luthiers</em>. Así que, uniendo esto a mi natural tendencia al cinismo, las paradojas y el sensacionalismo de garrafón, puedo concluir y concluyo dándome el capricho de interpretar esta pequeña anécdota con mi único e inimitable estilo y afirmar, sin ninguna vergüenza (y probablemente también sin ningun atisbo de razón) que</div><br /><div align="center"><br /><br /><span style="font-size:180%;"><strong>MARX SALVÓ EL CAPITALISMO</strong></span></div><br /><div align="center"></div><br /><div align="justify"><br />Ahí queda eso. Ahora, con su permiso, y ante la constatación de que cada día me parezco más a Pedrojota, me voy a llorar un rato.</div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify"><br /><em>PS: Dado que he resumido en un post un par de siglos, dos guerras mundiales, el auge y caída de varios enfoques económicos, dos o tres crisis económicas mundiales, el florecimiento de ideas totalitarias de derechas, de izquierdas y de centro, el nacimiento del Opus y un mundial de fútbol ganado por España, cabe la posibilidad de que haya quedado un poco simplista, pero no me digan que la conclusión no queda chula.</em></div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify"><br /><em>PPS: La frase de que la historia se repite dos veces es de Hegel. Marx fue el que le añadió lo de la comedia y la farsa. Lo del chiste es una innovación propia. A cada cual lo suyo. </em></div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify"></div>Cazurrohttp://www.blogger.com/profile/05194915141436415412noreply@blogger.com8tag:blogger.com,1999:blog-362163992035148922.post-35788620965943077132012-02-14T18:46:00.011+01:002012-02-14T20:05:41.698+01:00BRIKIN NIUS<div align="justify"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhj44AvuwaeAazWIrR3lRpbXil5WyC1vHqvKKIifaq1Geh50wir0dvPxRwKscSVBXGnY9w7_hHoTU0w6OIDiDss0m2wTSjuSHTQid59S92gmM0H5NlQh0oRJEYXXJGzcR4RZr6BhvR6Oo2C/s1600/nodo.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5709061706036757554" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 242px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhj44AvuwaeAazWIrR3lRpbXil5WyC1vHqvKKIifaq1Geh50wir0dvPxRwKscSVBXGnY9w7_hHoTU0w6OIDiDss0m2wTSjuSHTQid59S92gmM0H5NlQh0oRJEYXXJGzcR4RZr6BhvR6Oo2C/s320/nodo.jpg" border="0" /></a>En honor a los hipotéticos lectores angloparlantes, anglófilos y/o hijos de la gran Bretaña, titulamos hoy con un simpático barbarismo lo que no es sino un honrado noticiero de los de toda la vida. Matizado, eso sí, por el filtro que supone mi percepción de la realidad, que hace que todo esto vaya con una semanita de retraso en el mejor de los casos. Qué se le va a hacer si uno es así de lento y necesita su tiempo para meditar las cosas. Pero no se preocupen por mí, que ya me he acostumbrado a ir un poco a contracorriente en esta época hecha a medida de los fulgurantes y no me deprimo demasiado. En fin, vamos con las noticias. Empezamos por lo importante. </div><br /><div align="justify"><br /><strong>Deportes.</strong> Parece que los franceses han convencido a un israelí, un par de suizos y un holandés de que los españoles somos malos. La leyenda negra sigue dando réditos allende los pirineos. El resultado es que le han tangado un par de grandes vueltas por etapas y otro par (o cinco) de millones de euros a un pobre chaval de Pinto, cuyo único pecado ha sido pasear su mirada limpia a lomos de una bicicleta por esos campos gabachos de Dios. Como se ve que eso de <a href="http://www.abc.es/hemeroteca/imagenes/abc//11082007/Deportes/contador.jpg">ir chuleando a los enfants de la patrie </a>es muy cansado, pues el esforzado deportista tiene que reponer fuerzas de vez en cuando con un chuletón. Y ya se sabe cómo son estas cosas: que si los ganaderos, que si las hormonas, que si la UCI… que si doy un positivo de tres pares de cojones. Al final, la culpa es de los carniceros, coño, que las hormonan como putas. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Más allá del drama deportivo, existe cierta preocupación en el entorno del pinteño por <a href="http://i.bssl.es/altaspulsaciones//2011/03/contador-volta-catalunya.jpg">posibles efectos secundarios del clembuterol</a>. En cualquier caso, los franceses han aprovechado para echarse unas risas con unos guiñoles, aunque, la verdad, no sé por qué han tenido que hacer <a href="http://www.refoyo.com/weblog/imagenes/cayetanaAlba.jpg">un guiñol de doña Cayetana</a>, que nada tenía que ver en la trama dopante. Todo este asunto ha puesto sobre la mesa un peliagudo dilema, al que los más dotados filósofos están intentando, de momento sin éxito, dar respuesta: ¿da más vergüenza el humor francés o los políticos españoles?</div><br /><div align="justify"><br /><strong>Economía.</strong> La crisis se va notando cada vez más. Dicen. Ha habido una reforma laboral que, dicen también, va a ser la pera. Que nos va a devolver a los años gloriosos de la Revolución industrial, con el hacinamiento del proletariado, indefensión total ante el capital, las <a href="http://blogs.deia.com/ekoberri/files/2011/06/tiempos-modernos.jpg">máquinas comiendo un par de operarios en cada turno </a>y la restauración del derecho de pernada discutiéndose en consejo de ministros. Qué diferencia con lo de estos años pasados, con sus contratos en prácticas a los 30 tacos, con sus becarios con canas, con sus empresas funcionando a base de convenios de semiesclavitud con la universidad que correspondiera o correspondiese. Ah, los viejos buenos tiempos… </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Pero, en fin, habrá que adaptarse a lo que venga. Aunque, el que avisa no es traidor, lo que venga tiene toda la pinta de ser bastante drástico. Como ejemplo pueden tomar la peculiar <a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiLbVa0wUeGbM9rqRkU4dmRBC6renlt_cc-WNQc-Vzggta_H2-FLQLOjFNo4-bm7QTs9851RKqFza8hIht8IHWROjUwncckFTkRXDSubwrX0AoZgGQizMo795pWN39XFHMj11zJST6tM-8/s1600/revuelta_griega.jpg">reactivación del sector automovilístico que han emprendido los griegos</a>. En cualquier caso, no acaba de convencerme el pequeño detalle de encomendar el arreglo del desaguisado a la misma gente que lo perpetró. Es como suponerle a Jack el Destripador habilidad como cirujano de trasplantes. Y a lo mejor es mucho suponer. </div><br /><div align="justify"><br /><strong>Ocio.</strong> Vamos con temas más agradables: las <a href="http://www.lagolosina.com/productimages/1001/31190.jpg">enfermeras</a>. Hace mucho tiempo que me dio por contar un desencuentro que tuve con el gremio, en el que mi imaginación, quizá demasiado habituada al porno enfermeril, sufrió un grave revés. A raíz de aquello, y dado que una enfermera de las que trabajaba con mi mujer vive cerquita de nuestra casa, me vi envuelto en una vorágine de reproches y desagravios que concluyeron en una condena a bailoteos forzados, totalmente desproporcionada, dicho sea de paso. Al principio pensé en apelar, pero se me comunicó que la sentencia era firme y agotaba la vía (signifique eso lo que signifique), así que opté por la actuación que, aparte de parecerme más acertada, encajaba mejor con mi carácter: dar largas. Y, oigan, mano de santo. Mi enfermera particular no ha vuelto a insistir en el tema. Claro que también puede ser porque ha sido madre hace no demasiado tiempo, y el cuidado de la pequeñaja, que hace el número dos de su prole, debe tenerla bastante ocupada. Supongo que no se puede ir por la vida siendo un icono erótico para la mayor parte de la congregación masculina sin sufrir las consecuencias. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Pero vamos al tema, que me desnorto: mi amada y santa esposa me comunicó ayer que un día de estos, a mi vuelta del trabajo, me voy a encontrar en casa con una agradable sorpresa: una especie de convención de enfermeras. Luego ya me explicó que el plan es que las enfermeras acudan acompañadas de sus respectivas proles. Es decir, que yo me estaba imaginando <a href="http://puntomedionoticias.com/wp-content/uploads/2011/12/enfermera.jpg">una cosa</a>, pero me voy a encontrar con otra <a href="http://www.planetaellas.com/wp-content/uploads/2011/06/enfermeras.jpg">bastante menos libidinosa</a>, que mucho me temo que acabará por pulverizar los restos de mis viejas fantasías que habían sobrevivido al encontronazo anterior. Detallazo por parte de mi señora. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify"><strong>Espectáculos y variedades</strong>. La semana pasada el país siguió con atención el devenir del juicio al otrora superjuez, cuya sodomización fue acogida bien con alborozo, bien con rabia, rechinar de dientes e imprecaciones de grueso calibre. Como no tengo ni putísima idea de derecho, pues no sé si lo que hizo está bien, mal, regular, o es la causa de todos los males pasados, presentes y futuros. Depende de qué periódico leas (en realidad, si les soy sincero no sé muy bien de qué se le acusaba, pero eso tampoco tiene por qué ser un obstáculo insalvable para opinar como un tertuliano de postín). Así que me limitaré a dar mi opinión personal. La inhabilitación de don Baltasar es una tragedia que cercena de un tajo las esperanzas de todos aquellos que nos habíamos acostumbrado a seguir las peripecias de la judicatura española como si del circo Price se tratara. Adiós a todas las jugosas posibilidades que podía ofrecer un Garzón inspirado: imagínense lo que hubiera sido un proceso a Almanzor, al Cid, o a Pilatos. Qué grandes crónicas a la puerta de la Audiencia Nacional se han perdido, por Dios. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Centrándonos en la persona, es triste pasarse toda la vida estudiando (y teniendo que pedirle la pasta al tito Emilio, además) para <a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh-BSV62ql3c4EBmLdqXmUwEW6-ItCaAg4NRPaQYwfp-OiCtfzG4N2mvZVfNWN79CJoWAhmurnby59xenH0kKYLhg_489urX84eGNBoiH9YVW_hJCoYvlu2Bo3urL4nYT1uOaNe3FNwlQ/s1600/baltasar_garzon.jpg">acabar teniendo que trabajar de drag queen</a>, o algo así. No somos nada. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify"><strong>En el plano político</strong>, lo más relevante ha sido la férrea política adoptada por el CNA para el restablecimiento del centralismo, recortando las prerrogativas que estaban en vigor y que convertían la liga española de fútbol, y por ende a España toda, en un festín del nacionalismo separatista. Por fin vuelven las escuadras victoriosas y empieza a amanecer. La parte negativa es que igual don José Mourinho le coge gusto a vivir en Madrid y se queda muchos años, con lo que los únicos que saldrán ganando serán los periodistas, que tendrán día sí y día también jugosos titulares, en un crescendo inenarrable que culminará probablemente el día que veamos en directo por televisión <a href="http://2.bp.blogspot.com/-9gN8PvpkrCE/Txgv0WnGElI/AAAAAAAARrU/BNSxhfrD9fY/s1600/498927586.jpg">el linchamiento del técnico a manos de su propia plantilla</a>. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify"><strong>El tiempo</strong>. Hace frío. Cuando se pase el invierno, hará calor. Y el próximo invierno, probablemente, hará frío otra vez. Pero también puede ser otra cosa, porque yo no tengo satélites, ni mapas llenos de flechitas que se mueven, así que vaya usted a saber. Había pensado en salir a un puerto de montaña a darles la crónica a quince bajo cero, pero luego he pensado que el papel de <a href="http://imagenes.publico.es/resources/archivos/2009/2/7/1234002199224nieveDETdn.jpg">hacer el subnormal ya está cogido por los informativos de televisión</a>, así que paso. El que se lo crea, bien, y el que no, pues que salga en manga corta, y luego me lo cuente. Si sobrevive. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Hasta aquí las noticias. Pero, dado que hoy es catorce de febrero, San Valentín, fecha emblemática para el achuchón y el almíbar, es obligatorio despedirse deseando mucha felicidad para todos los enamorados. </div><br /><div align="justify"><br />A los afectados por otras enfermedades mentales, un fuerte abrazo. </div><br /><div align="justify"><br />Seguiremos informando. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhDUCk2EpCBgxXlFe_cLaeKzwR5vKJvAooFt3uTZRinkX0RkrxUYrpfrzaHymiXiVbYrSlThSQEmgDEaAL28XCJvGNyM8G_pWiPRhRLusqk1FUlZSukPP6Y9pe1injs8ovJLzU2LUdIoFvP/s1600/nodo.jpg"></a></div>Cazurrohttp://www.blogger.com/profile/05194915141436415412noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-362163992035148922.post-4449385285481497972012-02-06T00:01:00.001+01:002012-02-06T00:01:01.601+01:00CUARENTA AÑOS NO ES NADA<div align="justify"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiSxap9ixQC9bpZJBGRMeZgD9rakebmhNUwZ9KudeZRfPCq5C4fLc9mx1YuKxcJUaxhl1PAq51Iw2V-Jsg6YeFejA4xcZ8Fro94kCnPvqOIbqH46bgweUCZLAhyphenhyphenf8Ag9XUqY7F0Iac78u4E/s1600/cuarenta.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5704942750378078978" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 400px; CURSOR: hand; HEIGHT: 240px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiSxap9ixQC9bpZJBGRMeZgD9rakebmhNUwZ9KudeZRfPCq5C4fLc9mx1YuKxcJUaxhl1PAq51Iw2V-Jsg6YeFejA4xcZ8Fro94kCnPvqOIbqH46bgweUCZLAhyphenhyphenf8Ag9XUqY7F0Iac78u4E/s400/cuarenta.jpg" border="0" /></a>Convendrán conmigo en que Sodoma y Gomorra se lo curraron. Ganar fama de inicuas en una época en la que la iniquidad era la norma no fue fácil, pero ellas lo consiguieron. Sodoma por prácticas que han pasado a la historia, y Gomorra vaya usted a saber por qué, aunque mejor no pensarlo. Sin embargo, tuvieron un ligero error de cálculo, y anticiparon unos cuantos siglos el desparrame, con lo que en lugar de vérselas con el Dios metrosexual del Nuevo Testamento, propenso al perdón, al amor y a las parábolas, se encontraron con la versión hardcore de la divinidad, más inclinada a solucionar los asuntos con plagas bíblicas, sacrificios del primogénito y lluvias de fuego y azufre. Un fallo tonto, ya ven, y Sodoma y Gomorra a tomar por el culo (ja, ja, ja… por el culo… ¿lo cogen?... ¿no?... bueno, es igual).</div><br /><div align="justify"><br />Los únicos que se salvaron de la purga fueron un señor que se llamaba Lot y su familia. En un caso de tráfico de influencias que parecía anunciar el futuro de la política en ese lejano rincón del mundo que muchos años después se llamaría España, Dios todopoderoso decidió que aquel tipo le caía bien, y que le iba a dar información privilegiada. Que te pires, Lot, que esto va a ponerse muy feo, que me tienen muy harto. Y no mires atrás. Ante semejante aviso, Lot se piró. En parte por fe en la predicción divina y en parte porque no le apetecía seguir siendo objeto del particular concepto de la hospitalidad que gastaban los sodomitas. Advirtió a su familia que no miraran atrás, cogieron el petate y se largaron. Y no bien estuvieron a una distancia prudencial de la ciudad, el buen Dios se despachó a gusto con una lluvia de fuego de no te menees. Lot y su prole, a lo suyo, siguieron poniendo tierra de por medio. Pero hete aquí que la mujer de Lot era eso, mujer. Lo que quiere decir, entre otras cosas, que lo de la obediencia no le venía de serie (tampoco como extra), así que pasó varios pueblos de la advertencia de su marido y decidió echar una miradita a aquellas improvisadas fallas que dejaban atrás. Y Dios, que por aquel entonces no le tenía cogido el punto a lo del perdón, o quizás porque metido en faena no le era fácil controlar su divina cólera, la convirtió en estatua de sal. Todo esto ha llegado hasta nuestros días como una bella metáfora de que las mujeres hacen siempre lo que se les pone en la bisectriz y de que mirar atrás no suele traer nada bueno. Cada uno que coja la versión que prefiera o mejor le aplique.</div><br /><div align="justify"><br />El caso es que a lo de las mujeres no le veo solución. Respecto a lo otro, como gracias a Dios yo soy ateo, voy a pasar olímpicamente de la advertencia implícita en esta historieta bíblica y a echar un vistazo atrás. ¿Por qué? Pues por múltiples y variadas razones, que se podrían resumir en una sola: me ha dado por ahí. No sé muy bien el motivo, pero pueden poner que es porque yo lo valgo. O porque cumplo hoy cuarenta tacos, que, como dice el tango, no es nada (lo dice si lo cantas dos veces). En fin, que como no se cumplen cuarenta años todos los días, me apetece repasar los momentos estelares de mi vida. Si han pensado que era para que me feliciten, y esas cosas… pues también, para qué vamos a engañarnos.</div><br /><div align="justify"><br />Nací en 1972. Justo el mismo año que cuatro de los mejores hombres del ejército americano, que formaban un comando, fueron encarcelados por un crimen que no habían cometido. Como ven, aquel año todo fueron malas noticias.</div><br /><div align="justify"><br />Crecí en una ciudad pequeña, y en una época en la que podías ir solo a todas partes en cuanto te destetaban. Ibas solo a hacer recados, al colegio (y por si fuera poco eras responsable de tus hermanos pequeños), y jugabas en la calle durante todo el día, sin que tus padres te tuvieran localizado. Te llamaban a la hora de comer, te ataban a la silla para reposar la comida, y después de merendar te daban pista otra vez, hasta que se hacía de noche. Todo esto sin teléfonos móviles, ni GPS, ni chips de localización. Yo creo que en realidad estaban deseando que nos perdiéramos de una puta vez y los dejásemos tranquilos, pero no les acabó de salir bien. También te mandaban a comprar tabaco, te llevaban en los coches sin sillita homologada para transbordadores espaciales, y si meabas fuera del tiesto te daban una colleja sin que nadie montara una manifestación del tipo Dependientes de droguerías contra el maltrato a los niños. El mundo ha cambiado mucho desde entonces. Hay quien dice que a mejor. </div><br /><div align="justify"><br />Me fueron naciendo hermanos, sin que yo pudiera hacer nada para evitarlo. Bien sabe Dios que puse de mi parte. Ejecutaba todo mi repertorio de monerías con toda la dedicación de la que era capaz, pero a mis padres no les bastaba, y decidieron aumentar la troupe. Así que tuve que compartir mis peripecias infantiles con dos intrusos. Luego las juveniles, y así hasta hoy. La verdad, entre ustedes y yo, lo de los hermanos no está tan mal. Incluso mola, una vez que le coges el punto. Eso sí, en la próxima reencarnación me pido hermano pequeño. Lo de ser el mayor ya lo he probado y no acaba de convencerme.</div><br /><div align="justify"><br />El colegio, bien. Nunca tuve problemas con eso. Había que aprender cosas, yo las aprendía, a los profesores les parecía estupendo y a mis padres también, así que todo iba bien. Estudiar, no estudiaba una mierda, porque no me hacía mucha falta, la verdad. Tenía buena memoria. En el instituto, donde estudié Bachillerato Unificado Polivalente (¿a qué suena contundente, dicho así? Lo digo ahora y me suena como cuando era un crío y oía hablar de cuarto y reválida, que nunca llegué a saber exactamente lo que era, pero imponía un huevo), también conocido como BUP, me fue más o menos igual. Académicamente bien, con la sensación incómoda de tener picores que no sabías muy bien cómo resolver. La pubertad, esa maravillosa época. No tuve muchos amigos, pero al menos tampoco tenía enemigos. Buenas notas. Cero éxito con las chicas. Mucho amor propio.</div><br /><div align="justify"><br />Durante toda mi vida fui bastante gordo. Aunque, para ser exacto, eso dependía bastante del observador. Para mi madre, por ejemplo, nunca pasé de hermoso. Y hasta los catorce años tampoco pasé de gordito. Luego ya sí, luego ya hubo unanimidad y fui gordo para todo el mundo. Un complejo más, pero se me pasaba comiendo. Afortunadamente, aún no se había inventado la anorexia. </div><br /><div align="justify"><br />Luego llegaron los años bárbaros. La universidad, la independencia (perdonen que me descojone un rato, porque independencia, lo que se dice independencia… pero, en fin, en aquel momento uno se sentía así, autosuficiente, rebelde, adulto: cosas de la edad), las primeras chicas, las primeras veces que suspendías exámenes, las primeras borracheras… Te hacías mayor. A veces molaba, y a veces no tanto. </div><br /><div align="justify"><br />Y luego, de repente, el tiempo se acelera. A lo bestia, y sin avisar. Comienzas a trabajar, te vas de casa, comienzas a ganar dinero… empiezas, ahora sí, a tener independencia. Y descubres que lo de la independencia es un full de Estambul de mucho cuidado. Publicidad engañosa en toda regla. Estabas mejor con mamá. Pero ahora es demasiado tarde. La cosa mejora cuando te emparejas y comienzas a vivir en pecado. Esto ya es otra cosa. Porque al pecado le pasa justo al contrario de la independencia: tiene mala prensa, pero en el fondo tiene un no sé qué. El caso es que ahora la independencia sí que mola. Tienes pasta (poca, pero mucha más que antes), tienes sexo, tienes trabajo (que no es tan gratificante como tú habías supuesto, pero, oye, por lo menos la gente te mira como si supieras lo que haces, así que disimulas y pones cara de que, efectivamente, eres un JASP, cuando en realidad eres una catástrofe con patas). Te dispones a disfrutar de ese estilo de vida cuando de repente, un día te despiertas y tu vida de joven profesional amancebado se ha transformado en la de un señor casado y con dos hijos. Ni puta idea de lo que ha pasado, pero como te da corte preguntar, pues oye, tiras millas. Con el tiempo les vas cogiendo cariño. También te das cuenta de que eres un cantamañanas que con tiempo suficiente le coges cariño a cualquier cosa, pero, jo, es que es una pereza tremenda ponerte a cambiar de personalidad, a estas alturas. </div><br /><div align="justify"><br />Pero, sin embargo, no todo ha cambiado. Porque, en el fondo, sigo siendo el mismo tipo. Sigo teniendo pocos amigos. Sigo siendo un tío tranquilo, con tendencia a la depresión estacional y a meter la pata cada vez que hablo. He adelgazado mucho, eso sí. Ahora estoy delgado y en forma, para alegría de mi mujer y preocupación de mi madre, que piensa constantemente que estoy enfermo. Sigo sin tener mucha idea de lo que hago, y ahora ya es algo que no me preocupa, porque he comprobado ya muchas veces (demasiadas) que nadie sabe exactamente lo que hace. Y los que lo saben dan un miedo que te cagas.</div><br /><div align="justify"><br />Han sido cuarenta años, en definitiva, asquerosamente normales. Han dado para una infancia feliz, una adolescencia con las turbulencias habituales, y una juventud quizá un poco desaprovechada. Para ver cosas extraordinarias (atacar naves en llamas más allá de Orión, España ganando el mundial, el Barça ganando copas de Europa en serie, a los yugoslavos demostrando que también en Europa podemos organizar guerras africanas, …).</div><br /><div align="justify"><br />Aunque estos cuarenta años también han dado para ir almacenando cosas en la mochila. Cosas que ya forman parte de mí, porque uno es lo que lleva escrito encima, los arañazos en la chapa, los recuerdos, los pensamientos, algunas imágenes, algunos miedos. Todo lo que alguna vez fue importante para ti. </div><br /><div align="justify"><br />Cuarenta años, en fin, que me han dado la posibilidad de aprender muchas cosas. Lo que significa querer, por ejemplo. Lo vulnerable que uno se siente cuando la vida empieza a depender de tener a alguien a tu lado. Lo feliz que se puede ser con la felicidad ajena. Lo importantes que son las cosas importantes. Cuarenta años que me han servido para aprender que ningún tiempo pasado fue mejor, ni peor, sino sólo el camino que te ha traído hasta aquí.</div><br /><div align="justify"><br />Cuarenta años para aprender a vivir con la idea de que ni el mundo ni tú sois perfectos. </div><br /><div align="justify"><br />Para aprender a mirar atrás sin convertirte en una estatua de sal.<br /></div>Cazurrohttp://www.blogger.com/profile/05194915141436415412noreply@blogger.com16tag:blogger.com,1999:blog-362163992035148922.post-51331334412294881482011-12-02T23:13:00.000+01:002011-12-02T23:14:06.360+01:00ES UN MISTERIO<div align="justify"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg1c0qyImhhS9hB_G8ecPah93_oJxTK9WJ8dx3MZkdBWHuqViNi6YUKe8NVejsHq9c3RzzgclBq0YPtKA2SXUZXEhWlQO0KgnGS78yD8hbuV2sj6VLimnxevy8f4qFi1FaW8ZjdSh9KMx7r/s1600/Mysterio.jpg"><img style="MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 400px; FLOAT: left; HEIGHT: 317px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5681651683088368738" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg1c0qyImhhS9hB_G8ecPah93_oJxTK9WJ8dx3MZkdBWHuqViNi6YUKe8NVejsHq9c3RzzgclBq0YPtKA2SXUZXEhWlQO0KgnGS78yD8hbuV2sj6VLimnxevy8f4qFi1FaW8ZjdSh9KMx7r/s400/Mysterio.jpg" /></a>Dos de diciembre de 2011. En la emisora que suelo escuchar en el coche mientra voy al curro siempre dicen <em>del año de gracia</em>. Yo no le veo la ídem, la verdad. Santa Bibiana. patrona y protectora de los ministerios absurdos e igualitarios. Esto todavía es menos gracioso. Pero mañana es San Javier, fiesta para mis queridos navarricos (aúpa). Y el domingo Santa Bárbara, patrona de los mineros (miray, miray Maruxina miray, miray como vengo yo). Y todo esto qué más da. Pues eso digo yo. Nadie lo sabe. Es un misterio.</div><br /><br /><div align="justify"><br />Lo que pasa es que los misterios son cuestión de imaginación, supongo. Y estos temas dependen de la imaginación que cada uno traiga de serie, porque luego no hay demasiados métodos de desarrollarla, salvo la masturbación, la lectura y otros costumbres más o menos perniciosas. ¿<em>Imaginas que hubiera una guerra y no fuera nadie?</em> Pues sinceramente, no. A mí la imaginación no me da para tanto. A lo más que llego es a imaginaar que un día John Lennon se sintió inspirado, sacó el sargento mayor que todos los ingleses llevan dentro y soltó su famoso: <strong><em>imaginen…ar</em></strong>! Y eso le convirtió en el icono de la libertad para toda esa gente que estaba demasiado fumada para empuñar el verdadero símbolo de la revolución, el <em>Avtomat Kalashnikova mod. 1947</em>. ¿<em>Imaginas que hubiera una guerra y fueran todos?</em> Pues mire, tampoco. Hay gente que nunca va a la guerra, y se conforma con organizarlas. <em>¿Imaginas que nadie supiera quién es su enemigo? ¿O que todos fueran tu enemigo?</em> No sé, suena complicado, pero seguro que sería la guerra más entretenida de la historia. Aunque supongo que sería también el punto final de la historia. Un pequeño problema técnico. Pero, a lo que vamos, a lo más que llego es a imaginar una guerra en la que frente a ti estén tus amigos, y a tu lado tus contrarios. A imaginar que te escupen los que piensan como tú, por apoyar a la gente a la que matarías, como ellos, pero a los que tienes que apoyar por motivos coyunturales (léase hipoteca, hijos, falta de unos cojones bien puestos... esas cosas). También sería entretenido. Quizá menos agradable, pero entretenido. Después de todo, los problemas éticos tienen algo de sudokus… Aunque, bien mirado… Imagino que los problemas técnicos son más fáciles de resolver. En cualquier caso, una cosa ha quedado clara: no tengo demasiada imaginación. ¿Por qué? Pues vaya usted a saber. ¿Quién podría adivinar cómo reparten los dioses sus dones entre los pobres mortales, qué criterios siguen, que méritos exigen? Nadie lo sabe. Es un misterio.</div><br /><br /><div align="justify"><br />Sin embargo, hay cosas que puedo imaginar perfectamente. En general, son cosas que ya han pasado, detalle que ayuda, pero que aún así exigen su cuota de imaginación. Por ejemplo, puedo imaginar que todo lo que conoces desaparece de un día para otro. Un fulano viene y te explica que en realidad aquello que echas de menos nunca existió, te cuenta no sé qué películas de la evolución social, mejora personal y psicología aplicada de todo a cien, y te dice, educadamente, eso sí, que son cinco mil euracos, cama aparte, y que la factura va a tu nombre. Cuando tú preguntas, quizá no tan educadamente, a santo de qué te están enchufando semejante estocada, imagino que el tipo se encoge de hombros, te dice que la vida es sueño y los sueños, como es obvio, sueños son, y se marcha tranquilamente, que tiene todavía muchos deshaucios pendientes y no puede quedarse a charlar. ¿Que quién es ese señor tan majo? Pues no se sabe muy bien. Unos dicen que la diosa Crisis. Otros, que el Mercado. ¿Y quién es el Mercado? ¿Y tú me lo preguntas? Mercado eres tú. </div><br /><br /><div align="justify"><br />También podría imaginar qué se siente cuando las únicas salidas que te ofrecen son sentirte sucio o volverte loco. Cuando es todo o nada. O estás con el sistema o contra el sistema. O tiras un cóctel molotov, o te bebes el dulce veneno, a 100 euros el chupito, de la esclavitud perpetua y hereditaria (como debe ser cualquier buena esclavitud que se precie). Viva la hipoteca. Abajo el capital. A la sanidad goma-2. Nosotras parimos, nosotras decidimos ligarnos el cordón umbilical con los cordones de los zapatos (ah, no, espera, que hace años que ya no tenemos zapatos) después de cortarlo a mordiscos porque no tenemos pasta para ir a una clínica que te mueres, o sea, ¿sabes?, y, la verdad, las leproserías públicas nos dan mucho asco, no lo podemos evitar (será un reflejo pequeñoburgués que nos ha quedado, o algo). Como mola la cocacola, muchachos. Americanos, os recibimos con alegría. </div><br /><br /><div align="justify"><br />Fíjate incluso lo que podría llegar a imaginar: que antes pasará por el ojo de una aguja un teólogo de la panzerdivision que ha tomado el Vaticano dese hace siglos que un cura de barrio por el consejo de administración del Banco de Santander, o similar. Y, claro, vistas así las cosas, supongo que los maniacos nos predicarán en las calles que si toleramos esto, los próximos serán nuestros hijos. Y quizá tengan razón. Porque cuando llamaron a la puerta de los judíos no hicimos nada. Cuando llamaron a la puerta de los homosexuales tampoco. Cuando los judíos llamaron a la puerta de los palestinos tampoco hicimos nada, y cuando los homosexuales llamen a la nuestra, imagino que nadie hará nada por nosotros. Ni puta falta, probablemente. No lo necesitaremos, porque para entonces ya será un problema de nuestros hijos, que tampoco harán nada cuando alguien que no sea el lechero siga llamando a la puerta de alguien de madrugada. Imagino que es nuestro sino. El único destino posible para los últimos de nuestra estirpe. El olvido. El polvo. La nada. El irte lenta y desidiosamente, sintiéndote como una auténtica y absoluta mierda. Después de mil siglos de estupidez y avaricia, imagino que no cabría esperar otra cosa. </div><br /><br /><div align="justify"><br />Puedo imaginar también que el éxito es a veces áspero, y que la razón viene en ocasiones cargada de amargura. Imagino que muchos hubiéramos cambiado sin pensarlo tener razón por ser felices. Imagino que todos preferiríamos ser tontos fracasados, equivocados y tranquilos como Budas gordos y sonrientes. Pero supongo que no puede ser, así que siempre nos quedará la bebida. <em>Libiamo</em>, que las penas con pan son menos penas, y con vino ni te cuento. Y miremos el futuro con optimismo: el próximo verano vamos a lucir un tipazo de la muerte mortal gracias a la dieta estilo Treblinka que tan gentilmente nos han recetado nuestros amigos, los mercados. Niños, no intentéis hacer esto en casa. Como mucho, en la del vecino.<br /></div><br /><br /><div align="justify">Y forniquemos, también, ya puestos. Que será de lo poco que nos quede, si no lo único. Un triste remedo de tarifa plana de felicidad, pero menos es nada. Porque con pan y vino, y algún polvo de vez en cuando, se ha de andar la senda que nunca se volverá a pisar. Caminante, no hay camino, sino una inflación de su puta madre (y su puto padre, que no se ofenda nadie), y muchas ganas de matar a alguien, preferente aunque no inexcusablemente culpable de algo, lo que sea. Pero imagino que seguiremos dándole cancha a Eros, y dejaremos a su hermano Thanatos durante otra temporada en el banquillo, al fondo de nuestra alma pecadora. Porque lo de matar, según las últimas noticias, sigue estando penado por la ley, pero follar (todavía) no. Así que a sublimar instintos. Con lo cansado que es eso (sublimar, digo, no follar; que también).</div><br /><br /><div align="justify"><br />Imagino que eso es todo: sexo, vino y rockanroll (según la cantidad de vino, puedes cambiar el rock por cualquier otro tipo de música, jotas aparte). Todo lo que necesitas para fabricar algo lo suficientemente parecido al amor. Algo a lo que agarrarte mientras esperas que te llegue el turno. Porque siempre llega. Y cuando lo haga, cuando llegue mi momento, imagino que me iré como lo que soy: un tipo sin imaginación. Miraré a la muerte a los ojos y le diré que se vaya a la mierda y no moleste. O que vaya pasando primero por los barrios de clase alta, y luego ya si eso. Y después me tiraré al suelo y lloraré como una niña. ¿Me hará caso? Quién sabe. Quién quiere saberlo. </div><br /><br /><div align="justify"><br />Mejor brindemos. Brindemos, pues, por el amor verdadero. Proceda de donde proceda. Para que en nuestra vejez podamos decir, orgullosos, demenciados e incontinentes: <strong><em>a mí una vez también me adoraron</em></strong>. </div><br /><br /><div align="justify"><br />Que sería algo muy bonito, no me digan que no. Si llegáramos a la vejez, claro. Que nunca se sabe y la vida es muy suya, pero que de momento parece ser que todo apunta en la dirección de que hay ligeros indicios de que va a ser que hostias en vinagre, y que antes de llegar a viejos nos vamos a comer unos a otros. Imagino que con una buena campaña de márketing, igual hasta lo disfrutamos. Porque, en el fondo, somos como niños. O como monos con pistolas.<br /></div><br /><br /><div align="justify">Pero… ¿qué pasará? ¿Cuando? ¿Mañana, o pasado, o al otro? ¿Morir, dormir, tal vez soñar? </div><br /><br /><div align="justify"><br />Nadie lo sabe. </div><br /><br /><div align="justify"><br />Es un misterio.</div><br /><br /><div align="justify"></div>Cazurrohttp://www.blogger.com/profile/05194915141436415412noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-362163992035148922.post-7533770965724806122011-11-12T00:49:00.001+01:002011-11-14T13:19:03.086+01:00LLUVIA, CANCIONES TRISTES, LÁGRIMAS... OTOÑO<div align="justify"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg_1BRVSQc58b-R3klRympecT8L2mq9K3b1TtHaU7mXu4V-IQGk3CYJ2-gBOiFW2tGI_d1bziRak5FeAUN4jsTq8R5oxaIj30hmWIxgaxhm40IhyqlnWj5GER5R8MHtgdEXGiI5cBB589VB/s1600/am_255084_4734430_980847.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5673896215172264514" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 400px; CURSOR: hand; HEIGHT: 300px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg_1BRVSQc58b-R3klRympecT8L2mq9K3b1TtHaU7mXu4V-IQGk3CYJ2-gBOiFW2tGI_d1bziRak5FeAUN4jsTq8R5oxaIj30hmWIxgaxhm40IhyqlnWj5GER5R8MHtgdEXGiI5cBB589VB/s400/am_255084_4734430_980847.jpg" border="0" /></a>Tengo que confesarlo: el otoño no es mi época favorita del año. Me deprime un poco ver cómo el verano da sus últimos coletazos y acaba de despeñarse por el precipicio de unos días cada vez más cortos, más oscuros y más fríos. Cómo la luz y el calor comienzan a ser un recuerdo demasiado lejano.<br /><br />Sin embargo, de alguna manera retorcida e insana, también tiene su encanto. Hay menos luz, pero la poca que hay consigue llenarse algunos días de unos colores espectaculares. Y el olor de las hojas en el suelo, mojadas… es difícil de explicar, pero incluso el otoño tiene su punto. Aunque tal vez sólo sea una terapia un poco extravagante y masoquista, esto de chapotear en el ambiente nostálgico de estos días. Esto de dejarse ir un poco. De resbalar sin saber muy bien hacia dónde.<br /></div><br /><br /><div align="justify"><br /><br /><div align="justify">Hay una cosa que me gusta sobre las demás, en cualquier caso: ver llover tras los cristales de casa. A veces con furia, a veces con calma, otras casi con desgana. Mirar un rato la vida pasar, la calle con luces reflejándose en el asfalto mojado, la gente apresurándose entre un mar de paraguas. Escuchar de fondo <a href="http://www.goear.com/listen/f05c176/your-latest-trick-dire-strait">una canción desencantada</a>. Y partirme en dos: uno afortunado por poder estar tras el cristal; el otro, irremediablemente triste.<br /><br />Porque los cristales sólo me protegen de la lluvia, pero no de todo lo demás. No del mundo que me rodea. Y es en esos días de lluvia otoñal en los que soy más plenamente consciente de que vivo en un mundo que jamás he llegado a comprender del todo. Curiosamente, una conclusión que, siempre dentro de la desilusión, tiene sus matices, relacionados de alguna manera con la lluvia: a un aguacero furioso y desatado le corresponde un escalofrío, la sensación de derrota inminente, el miedo; en cambio, a una lluvia plácida le suele acompañar una extraña opresión en el pecho, un barullo en la cabeza y unas ganas de llorar que sólo a duras penas puedo reprimir.<br /><br />No soy el único, supongo. De hecho, me consta que hay más gente que ha llorado esta semana. Y supongo también que tiene una explicación científica (menos luz, menos síntesis de neurotransmisores, el cerebro que se atasca un poco cambiando el ritmo… esas cosas), pero son dos detalles que no ofrecen demasiado consuelo, la verdad. Más bien al contrario. Porque cuando me siento así, pequeño y débil, no me ayuda encontrarme mujeres que lloran sin saber por qué, y que a veces quisiera consolar sin saber cómo hacerlo. Pero, en fin. No divaguemos.<br /><br />En cualquier caso, no quiero que esto suene como una queja, porque no lo es, y si lo fuera no tendría sentido. Es, simplemente, una reflexión en voz alta. Una análisis lo más objetivo posible, a tecla alzada. Esto es lo que hay. Ya volverá la primavera, con sus oscuras golondrinas, pero, por el momento, nos toca contemplar el arpa, callada, muda. Abandonada, digna y solitaria. Es otoño. El momento de abandonarse, digno y solitario, en un rincón. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Es otoño. Un buen momento para sentirse un héroe. Un héroe cansado y vencido, claro. Derrotado. Hablo de los héroes que a mí me gustan. Hablo de adoptar, siquiera por un instante, esos aires de tipo duro e indiferente, brillante y cínico, que ya no existe, o que tal vez nunca existió fuera de algunas películas en blanco y negro. Porque de igual modo que nada hay más obsceno que un cobarde victorioso, pocas cosas hay más hermosas que un héroe vencido. Y qué mejor momento para sentirse héroe que un otoño triste, en una época en la que ya nadie cree en héroes.<br /><br />Es otoño. Toca dejar correr el tiempo. Dejar que el invierno me pase por encima sin hacerme demasiado destrozo. Mirar la vida desde detrás de una ventana, escuchando <a href="http://www.goear.com/listen/74e0cfb/stormy-weather-billie-holiday-">canciones que quizá no me convengan</a>. El juego es simple: el que aguanta, gana. Así que vamos a aguantar. A esperar. Volverá la primavera. Y volveré a despertar.<br /><br />Así que, con su permiso, me retiro. Abandono la batalla, pero con una sonrisa burlona, como sólo un héroe cansado puede hacerlo. Perdiéndome en la niebla de un aeropuerto mientras pienso en la promesa de una nueva amistad. Y mientras escucho <a href="http://www.goear.com/listen/b4ce030/rainy-days-and-mondays-the-carpenters">canciones como esta</a>.<br /><br />Y es que ya no quedan héroes como los de antes.<br /><br />Ya nada es como antes.<br /><br />Salvo el otoño. </div><br /><br /><div align="justify"></div><br /><br /><div align="justify"></div></div>Cazurrohttp://www.blogger.com/profile/05194915141436415412noreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-362163992035148922.post-34333048409249594742011-11-08T23:34:00.005+01:002011-11-09T09:21:00.189+01:00SORTEO EXTRAORDINARIO 20 N<div align="justify"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgkJN5RSxIFT-5ZTrGwGzXxpbxd4nYAY08OiNlCGl3G6GgZxWdxjJnEaHFJHNlaQCl6HBJTTkq4KhES6wpZY1p8vQOyW38wiGzKE7MLG2Xgycd3j9YxagzZmsCUmZd_m6MUmv_h_m3qBxXv/s1600/calvo+loter%25C3%25ADa.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5672543279889879842" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 300px; CURSOR: hand; HEIGHT: 305px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgkJN5RSxIFT-5ZTrGwGzXxpbxd4nYAY08OiNlCGl3G6GgZxWdxjJnEaHFJHNlaQCl6HBJTTkq4KhES6wpZY1p8vQOyW38wiGzKE7MLG2Xgycd3j9YxagzZmsCUmZd_m6MUmv_h_m3qBxXv/s320/calvo+loter%25C3%25ADa.jpg" border="0" /></a>Pasen y vean, niñas y niños, señoras y señores, homos y heteros. Bienvenidos todos aquellos que gustan de las emociones fuertes. La gran tómbola ha comenzado. Provéanse de palomitas, gusanitos, cacahuetes y otras cosas de picar, pónganse cómodos y contemplen la mayor ocasión que vieron los siglos Mucho más que Lepanto v 2.0. Nada más y nada menos que un servidor hablando de política. Contra la costumbre de la casa, pero siempre con una exquisita neutralidad, según el ejemplo suizo de neutralidad que consiste en mantener un régimen fiscal y bancario paradisiaco aunque poco ético y dedicarnos a escalar en los Alpes y fabricar quesos, bombones y relojes mientras el mundo se va a la mierda. </div><br /><br /><div align="justify">Al tema, que me desnorto. Modestia aparte, hablando de política soy un espectáculo. Un circo de tres pistas con enanos de metro ochenta para arriba y tigres de peluche que hacen miau, pero un espectáculo al fin y al cabo. Porque la naturaleza, tan parca para con mi persona en cualquier tipo de dádivas con una mínima aplicación práctica como pródiga en facultades paranormales de esas que no valen para nada útil salvo para hacer el silencio a tu alrededor, sobre todo cuando dices un chiste que nadie entiende y todo el mundo se queda mirándote con cara de estar pensando no que ellos son unos infraseres cuyo sentido del humor no está a la altura del de un tipo más evolucionado, como sería lógico, no, sino que tú eres el tío más gilipollas del universo conocido y alrededores, me dotó con una capacidad apabullante para simplificar los discursos ajenos. A veces, incluso manteniendo el sentido original del mensaje, si lo hubiere. Habilidad esta que parece hecha a propósito para desentrañar algunas arcanas comunicaciones de las que han aparecido, aparecen y continuarán apareciendo a la salud del Sorteo Extraordinario del 20 N, también conocido coloquial y simpáticamente como Elecciones Generalísimas (sentido homenaje al Caudillo, en un nuevo detalle de sensibilidad histórica de nuestro insigne líder). </div><br /><br /><div align="justify">Así que, sin más preámbulos, prólogos, introducciones o proemios, vamos con los antecedentes de hecho: los 17 reinos de Taifas que conforman la realidad histórica plurinacional, pluriidentitaria y plurimáscosas que antes se llamaba España pasa por una grave crisis económica, sin duda efecto de alguna oscura conjura judeomasónica destinada a empañar la justa y sana alegría que trajo el Mundial. Por esto, y porque más o menos tocaba, se han convocado Elecciones Generales. Lo que ha provocado un alud de sesudas interpretaciones de cada una de las 17 realidades político-económico-sociales del país, que se entrelazan con los mensajes electorales de los propios implicados, conformando un apasionante paisaje de profecías, historia, geopolítica, hagiografía, ciencia-ficción y porno suave. Hechas todas ellas con un lenguaje pulcro y académico, manejando conceptos avanzados y expuestas con un nivel de razonamiento inductivo que consigue el singular efecto de parecerse poderosamente a una centuria de Nostradamus traducida al esperanto por una mujer disléxica en los días más críticos de su periodo menstrual: algo que no es imposible de entender, pero a lo que, así, en general, cuesta pillarle el punto. </div><br /><br /><div align="justify">Afortunadamente, aquí estoy yo para simplificar todo este galimatías. No me lo agradezcan, yo soy así. Eso sí, es preciso hacer una advertencia previa: ría el lector antes de llorar, como hubieran dicho en La Codorniz. O después, a mí me da igual. Pero, desde luego, rían para ustedes. Bajito y sin aspavientos, que no se les note. Porque tal y como está el patio, ver a alguien riéndose es signo inequívoco de que a) está como una puta cabra y no sabe cómo está el mundo; b) sabe cómo está el mundo pero está todavía más loco que el de antes y no le importa; c) sabe cómo está el mundo pero no le importa porque se está forrando (de hecho, es uno de los que ha contribuido a poner el mundo como está); d) se está riendo por no llorar; o, y con esto acabo, e) se está riendo por otra cosa que no tiene nada que ver con lo que yo estoy diciendo, sea esto último lo que sea, que ahora no me acuerdo muy bien. Denme un minuto. </div><br /><br /><div align="justify">Vale, ya he releído lo suficiente para centrar el tema: las elecciones. Esto es, la política. O sea, la crisis. El apocalipsis. La peste. Penitenciagite. Ponga aquí lo que prefiera. Y ahora, una vez que me he centrado y he tomado la pastilla, vamos a valorar las opciones que se presentan, que son, básicamente, dos, a saber: los ganadores y los otros. Pero, claro, todos quieren ser ganadores, y así es un lío. Mucho más cuando todo el mundo moviliza a su guardia pretoriana de tertulianos y opinadores para confundir a la plebe. Como si la plebe no fuera capaz de confundirse sola. Comencemos a desentrañar las distintas opciones. </div><br /><br /><div align="justify">Para protagonista de la superproducción se postula destacado un añejo galán galáico, al que las gentes de bien de estas tierras se preparan para recibir con los labios mayores abiertos de par en par. Si no media algún imprevisto once de marzo (poco probable en noviembre, pero toquemos madera) o alguna epidemia tipo <em>Walking Dead</em>, el papel es suyo. </div><br /><br /><div align="justify">Atento al rechace en la boca de gol, por si suena la flauta y hay ocasión de enchufar en el último minuto un chicharro vergonzoso y risible estilo Julio Salinas, aparece un astuto guerrillero cántabro, veterano de mil emboscadas contra todo Cristo. Le toca torear un lote jodido, y para mí que con evitar una cogida grave le vale. </div><br /><br /><div align="justify">Los minutos de la basura se los reparten opciones exóticas como ecologistas, nacionalistas, nostálgicos como F.E.T. o I.U. y, tatachán, UPyD, para el que hay que crear una categoría aparte, porque no encaja en ninguna de las existentes: una colección de deshechos de tienta que hacen de cada aparición pública una reivindicación furibunda de su marxismo militante. Sección Groucho. </div><br /><br /><div align="justify">Como ven, no era tan difícil, una vez que uno simplifica con criterio. Pero hay que reconocer que los implicados en el asunto se empeñan en complicar las cosas con un maremágnum de declaraciones altisonantes. Se impone, pues, una nueva simplificación de todas las manifestaciones relacionadas con el tema, vertidas por políticos, periodistas, tertulianos, escritores, pensadores, vividores y, en fin, toda esa gente en posesión de la verdad absoluta. O, para ser más exactos, cada uno en posesión absoluta de cada una de las verdades absolutas que hay en las diecisiete realidades esas que confirman este mundo absoluto y determinista en el que nos ha tocado vivir. Mundo que, evidentemente, es una mierda, pero, oigan, es el que hay. A mí no me miren que yo no he tenido nada que ver, que si de mí dependiera todavía andarían los dinosaurios triscando por ahí, en parte por convicción y en parte porque tengo una puntería infame a la hora de lanzar meteoritos asesinos (pero qué quieren, nadie es perfecto). </div><br /><br /><div align="justify">En fin, vamos al tema (ahora sí me acuerdo de cual era; ya pensaban que se me había vuelto a olvidar, ¿verdad?; pues esta vez no, ya ven). Podemos sacar el mínimo común denominador de todo lo que han dicho todos: <strong><em>esto está fatal</em></strong>. Si nos vamos a un mínimo algo menos mínimo, aunque igual de común, tenemos el clásico: <strong><em>esto está fatal y la culpa es de los otros</em></strong>. Y si nos dejamos llevar por la emoción y tiramos por elevación, abarcando más panorama, se podría resumir la tormenta de ideas en los siguientes términos: <strong><em>esto está fatal, la culpa es de los otros y menos mal que estoy yo por aquí, que no sé si podré hacer algo pero me pongo a ello porque yo soy así de desprendido y capaz y creo fervientemente en el sacrificio personal en pro del bien común</em></strong>. Que no sé a ustedes, pero a mí me recuerda poderosamente el discurso prototípico del no menos prototípico ñapas de toda la vida ("<em>pero quien le ha hecho esto, señora, si le va a costar menos hacerlo nuevo que arreglarlo</em>"), con lo cual podemos tomarnos todo esto como un entrañable homenaje a los clásicos. </div><br /><br /><div align="justify">Ahora bien, si nos dejamos de cosas genéricas y afilamos los sentidos para sumergirnos en el proceloso océano de las especificidades, la cosa cambia. Ahí la cosa ya es más… ¿cómo decirlo?... más específica. Lo que viene a significar que los discurso se vuelven mucho más concretos: donde pone “<strong><em>los otros</em></strong>” hay que poner el nombre y el apellido de alguien, y para explicar por qué esto esta tan fatal se compone un discurso con una justificación más o menos vistosa (o coherente, o alarmante, o provocadora, o hilarante… si pudieran ser todas a la vez, ya sería la hostia en verso, y esto sería bastante más entretenido, pero me temo que eso resulta difícil incluso para profesionales del humor altamente cualificados) de por qué ha fallado el comunismo ( o el liberalismo, o el intervencionismo, o el proteccionismo, o el librecambismo, o el suputamadreismo) y por qué la opción contraria es la correcta. Eso sí, aprovecho desde aquí para recordarle a los señores que hablan en público manejando discursos de este calibre que sería recomendable saber cual es la opción contraria a la que decimos que ha fallado, y que el tema queda más resultón si hay cierta concordancia entre el modelo que ha fallado y el nombre que hemos puesto en el espacio reservado a “<strong><em>los otros</em></strong>”, porque si no nos puede quedar un discurso algo confuso, y el personal se puede liar, máxime teniendo en cuenta que en el congreso las distintas facciones no van con las camisetas de colorines, lo que facilitaría mucho la vida de sus hooligans. Se lo digo yo, que de discursos confusos entiendo un huevo, o más. </div><br /><br /><div align="justify">Por no alargarme demasiado, procedo a simplificar la totalidad de los sesudos análisis políticos de los numerosos analistas políticos dedicados al análisis político, en sus dos vertientes, profesional y amateur: el comunismo era malo, intrínsecamente incongruente con su propia filosofía y con la condición humana, y propugnaba un sistema económico contra natura que alentaba el conformismo, la burocracia, la ineficiencia y el caos. Y, probablemente, también la peste negra, el SIDA y el éxito de Operación Triunfo, con lo que podemos decir que su caída no sólo era justa, sino necesaria e inevitable. Mientras que, en cambio, el liberalismo económico y la autorregulación de los mercados sin una sensata aplicación de los principios cristianos constituyen una llamada quizá demasiado directa a la codicia del personal, lo que acaba produciendo cíclicas crisis macromegamundiales que ahondan el proverbial abismo entre clases, aunque no son nada que alguna Guerra Mundial (o Civil, o Santa, o Preventiva) no pueda solucionar, y pelillos a la mar. Sin embargo, la guerra es mala para (casi) todos, por lo que queda claro que un sistema mixto de libre mercado con intervención estatal en determinados sectores estratégicos, con el gobierno como garante de unos mínimos básicos, es una solución que coarta la iniciativa privada, fomenta la insolidaridad entre regiones, favorece los agravios comparativos y que, a la larga, provoca la aparición, crecimiento e implantación para siempre jamás de una clase política y un aparato burocrático altamente corrupto y al servicio, <em>Semper fidelis</em>, de la pasta. Todo esto, claro está, a pesar de la angelical naturaleza humana, siempre a prueba de bajos instintos y gobernada por una clara tendencia a repudiar el egoísmo y abrazar el beneficio común de la tribu. Incluso a declarar el IVA. </div><br /><br /><div align="justify">Con lo cual, se deduce claramente que la solución es plantear un 4-4-2, con rombo en el centro del campo, dejando el césped alto y encharcando las áreas por si acaso… ¿Cómo? ¿Elecciones…? Mierda, se me ha vuelto a ir el tema. Denme un minuto. </div><br /><br /><div align="justify">Vale, ya lo tengo. Me había traspapelado again. So sorry, y sírvame este pasajero ataque de glosolalia para introducir hábil y sutilmente la solución definitiva de cara al 20 N: aprender idiomas. En concreto, dos: alemán para los optimistas y chino para los pesimistas. </div><br /><br /><div align="justify">Y, sobre todo, recen. Recen mucho. </div><br /><br /><br /><div align="justify">Enhorabuena a los premiados, y eso.<br /><br /></div>Cazurrohttp://www.blogger.com/profile/05194915141436415412noreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-362163992035148922.post-71991627972126106642011-10-28T17:03:00.002+02:002011-10-28T17:23:18.788+02:00EL SENTIDO DE LA VIDA<div align="justify"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgXjc_KIWLYxBzZJ0mg213rifY1XUeIE1LsLPTN3Z0RcNAEpLWn2Nw8d0_afm5JRa9BDhzxFvgd3saMlT68cBjOvWP69w57LE5l6XypDzid0uIfD2eiWSP0YKHPCyq0yDcpXt5fwHhG1I6k/s1600/mierda.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5668517855464766722" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 192px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgXjc_KIWLYxBzZJ0mg213rifY1XUeIE1LsLPTN3Z0RcNAEpLWn2Nw8d0_afm5JRa9BDhzxFvgd3saMlT68cBjOvWP69w57LE5l6XypDzid0uIfD2eiWSP0YKHPCyq0yDcpXt5fwHhG1I6k/s320/mierda.jpg" border="0" /></a>Sé que nunca lo adivinarían, y menos viniendo de mí, así que vamos a acelerar el trámite y les doy directamente la solución al jeroglífico: la vida es una mierda. Pinchada en un palo. Y por qué les digo yo esto ahora, se preguntarán. Es una buena pregunta, desde luego. Incómoda, pero buena. La verdad es que no sé la respuesta. Pero podemos decir que después de haber pensado por septuagéximonovena vez en lo que va de día en conseguir un fusil de asalto, llevarlo al trabajo y montar una pajarraca que se cague Dios empiezo a darme miedo, así que vamos a vomitar bilis, asco y pena, a ver si rebajamos tensión y se me pasa un poco. Ustedes perdonen. Y, si les salpica, disimulen y digan que está lloviendo.<br /><br />Es lo que tiene levantarse optimista, que se aprecian mucho mejor las cosas bonitas de la vida. La putada es que las cosas bonitas siempre las tienen los demás. A lo peor es que tengo un optimismo un poco raro, no sé, no soy de esos que van mirando de reojo el optimismo de los demás. A lo máximo que he llegado es a mirar las chorras ajenas en los baños públicos, duchas comunitarias, vestuarios deportivos y otros eventos y/o situaciones más o menos gays, sin que la cosa tuviera mayores consecuencias, ni para mi virtud ni para mi autoestima (tamaño estándar; de hecho, debe ser lo único que tengo estándar, pero menos es nada). Pero lo del optimismo, pues miren, nunca me ha dado por ahí. Cada uno es cada uno. El caso es que el mío es muy retorcido, y casi me sienta mejor ser pesimista. Aunque, desde el convencimiento de que toda apreciación es subjetiva y que cada cual habla de la feria según le va en ella, no podemos obviar el hecho de que yo soy yo y mi circunstancia, por lo que superopino y pontifico ex cathedra que la vida es una puta mierda. Con el debido respeto, por supuesto, a los asquerosos disidentes que no estén de acuerdo conmigo, que seguro que los hay. </div><br /><br /><div align="justify"><br />Para entendernos, esto es una terapia. No tengo ganas de escribir, sino de matar a alguien. Y al paso que va la burra, cada vez estoy poniéndome menos selectivo, así que si sigo acumulando mala hostia me va a valer cualquiera. Eso, como ustedes comprenderán y el Código Penal sanciona, no es plan. Por otro lado, estoy un poco, cómo decirlo, hasta los huevos de ver al miliciano ese de la foto muriéndose, o haciéndose el muerto (pongan aquí lo que mejor les parezca), cada vez que abro el blog, aunque tampoco lo hago muy a menudo, y necesito un cambio de look. Aunque sólo sea por el bien de mi salud mental. Que, si quieren, otro día nos ponemos a discutir si es algo que merezca ser defendido, y a lo mejor nos reímos un rato con el resultado de la encuesta. </div><br /><br /><div align="justify"><br />Hablando de encuestas. Hoy he tenido una revelación de las gordas. Una epifanía King Size. Iba al trabajo, no diré que feliz (repito: iba al trabajo) pero sí tranquilamente, conduciendo medio dormido mientras escuchaba mi emisora favorita, que ha llegado a serlo después de un largo, estricto y delicado proceso de selección en base a criterios innegociables que se pueden resumir en un solo punto: es la emisora en la que menos habla la gente. Pero últimamente, no sé si por presiones de algún oscuro lobby, por prevenir la depresión de sus locutores o por tocarle los cojones a gente como yo(si la hubiera, que puede ser que no), han comenzado a meter noventa segundos de charleta cada media hora. En concreto, la distribución exacta es de veintiocho minutos y medio de música y desvaríos, y minuto y medio de desvaríos a palo seco. Ellos lo llaman información, pero bueno, tampoco vamos a discutir por un pequeño matiz. El caso es que han soltado una sentencia de cierta enjundia: los españoles somos los europeos que más gasto hacen en prostitución. Afirmación esta que me ha producido, ahora no me acuerdo si simultánea o sucesivamente, reacciones tan pintorescas como un singular orgullo patrio (campeones de Europa, oigan; y como todavía seguimos siendo el námber guán consumiendo cocaína, y estamos en los primeros puestos en accidentes de tráfico y accidentes laborales, podría decirse que ya somos una potencia en el medallero, sin necesidad de contar los datos de la violencia de género, invento de tan reciente facturación que, si queremos ser justos, exige darles a nuestros vecinos un tiempo prudencial para que abracen con fervor esta simpática costumbre nuestra y puedan competir en igualdad de condiciones), una satisfacción rayana en la soberbia al comprobar que yo estaba en lo cierto cuando afirmaba, como siempre he hecho, que los españoles son muy golfos (y subrayo el <em><strong>son</strong></em>, aprovechando para asegurar que no es un error y que el <strong><em>somos</em></strong> no procede, de ninguna manera, en el tema que nos ocupa; hola, cariño, qué tal), y curiosidad por saber cómo han hecho la encuesta, porque no me imagino a estos señores comparando las declaraciones del IRPF de los locales dedicados al noble arte del conocimiento carnal, así que supongo que habrá sido cosa digna de verse a los europeos en general y los españolitos en general poniendo las cruces en el formulario, sopesando si decantarse por ítems tan impactantes como “<em>Mi gasto mensual en putiferio es menor de 60 euros</em>” o “<em>Considero que las prácticas sadomasoquistas tienen un precio razonable</em>”. </div><br /><br /><div align="justify"><br />Y es que estamos rodeados de encuestas. Lo que pasa es que estas cosas crean costumbre, y uno acaba por no verlas, pero todo a nuestro alrededor son encuestas. Que está muy bien, qué duda cabe, que los pobres estadísticos también tienen que comer, y que de no ser por las encuestas nunca hubiéramos podido saber qué porcentaje de españoles disfrutan de su ocio… no sé muy bien cómo decirlo… ¿estrechando lazos con inmigrantes cariñosas? ¿estableciendo relaciones comerciales con el tercer mundo? ¿evadiendo divisas? … bueno, yéndose de putas, en una palabra (por cierto, el 39 % de españoles, según esta encuesta y por si les interesa el dato; si quieren mi opinión, y si no la quieren me da igual porque se la voy a dar lo mismo, me parecen pocos). Pero, la verdad, es algo inquietante. Porque luego me he puesto a desbarrar, como es costumbre en esta casa, y no me digan que no acojona pensar que estamos en un país en el que un dentista de cada diez recomienda el chicle con azúcar. Luego nos quejamos de los políticos. </div><br /><br /><div align="justify"><br />O de los controladores aéreos. O de los mineros del carbón. O de los transportistas de mercancía por carretera. O, en fin, de cualquiera de esos simpáticos gremios que están siempre tocándose los cojones unos a otros, en permutaciones varias y combinaciones de dos elementos. Lo que sobra, tristemente, es de lo que quejarse. Es lo bueno de la democracia, este maravilloso sistema de gobierno en el que el voto de Belén Esteban, Kiko Rivera y la Bruja Lola tienen el mismo valor que el mío. O más, dependiendo de si viven en una circunscripción electoral o en otra. Detalle este que no consigo decidir si es para ponerse a llorar o para pegarle fuego a Grecia, en agradecimiento por el detalle de haber inventado lo del gobierno del pueblo y su puta madre (la de los griegos, aclaro, no la del pueblo). Claro que a lo mejor la culpa no es exclusivamente de los amigos del sirtaki y el jorroña que jorroña, porque por aquellas tierras también tenían otras costumbres y cuando nos pusimos a importar cosas nos quedamos sólo con la mugre, y de eso no tuvieron la culpa los griegos, la verdad. En cualquier caso, es inevitable sentir esa nostálgica añoranza por el mundo que no fue, y lamentar en silencio, como las hemorroides, que no triunfara el modelo espartano y ahora en la maternidad de cada hospital no haya una Brigada de Aborto Retroactivo dedicada a inspeccionar neonatos en busca de futuros parásitos, consejeros autonómicos, tertulianos televisivos, tunos de arquitectura y otras subespecies potencialmente perjudiciales. Buscando, como es lógico, el mayor aprovechamiento posible de las purgas. Déjate de realities. Lanzamiento de bebes subversivos desde la decimosexta planta de La Paz, televisado en prime time, y con un buen espónsor. Cuantos menos seamos, más sitio habrá. Y a tomar por el culo.</div><br /><br /><div align="justify"><br />Sé que me está quedando un poco violento, pero es lo que hay. Y peor que se va a poner, me temo, porque va a venir una de jambre que se va a cagar la perra, así que, como me apetecía probar esto de la escritura automática, en plan ese rollo que los puristas denominan <em>stream of consciousness</em>, que no tengo ni puta idea de lo que significa realmente, pero que, más o menos, leyendo el prospecto, es algo tal que así, aunque, puestos a ponerle un nombre absurdo, yo prefiero llamarlo modelo de escritura <em>abuelo-has-visto-el-inistón</em>, que suena como más campechano y, oyes, a lo mejor los del jarabe tienen un detalle y me sueltan una propinilla, que está la cosa muy mala. Pues eso, que les decía que con el panorama que se divisa más a lo cerca que a lo lejos, mejor me ponía a desfasar ahora, que si lo dejo para el próximo año lo mismo salen cosas quizá un poquito gruesas. Incluso cabría la posibilidad, y esto es sólo un ejemplo, de que llegara a caer en el exceso de recomendar el empalamiento público de algún que otro personaje, con chamuscamiento a fuego lento de sus gónadas (lo que viene siendo los huevos, aclaro para mi querido público de la LOGSE). Y luego a lo mejor se mosqueaba alguno de los aludidos (hay gente muy susceptible por ahí, nunca se sabe), y lo mismo me buscaba problemas. </div><br /><br /><div align="justify"><br />Pues, oigan, lo que son las cosas. Parece que el método este de escupir sapos y culebras funciona, porque ya estoy mucho mejor. Ustedes perdonen, ha sido un momento de debilidad, pero lo necesitaba. Ahora sigan circulando, que yo ya me voy y aquí no queda nada que ver.</div><br /><br /><div align="justify"><br />Aunque no quiero irme sin antes aprovechar para saludar a mis padres, que me estarán escuchando, y a toda la gente que me está haciendo pasar una temporada otoño-invierno genial, y que espero que no me escuche nunca aunque si me escucha tampoco pasa nada porque seguramente tampoco me entendería, y desearles, de todo corazón, que pillen una sífilis (mis padres no, la gente ésta) que se les caiga el pito a cachitos, y que yo pueda verlo con la misma insana satisfacción con la que se ven los videos caseros en los que los niños japoneses se llevan unas hostias que harían encogerse a un legionario (soy así de mala gente, qué le vamos a hacer; en la intimidad todos hacemos cosas raras: unos hablan catalán y otros vemos videos raros y celebramos los descalabramientos ajenos subidos en el sofá haciendo solos de guitarra con una raqueta de tenis).</div><br /><br /><div align="justify"><br />Hala, a cascarla.</div><br /><br /><div align="justify"><br />Paz y amor. </div>Cazurrohttp://www.blogger.com/profile/05194915141436415412noreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-362163992035148922.post-89629524758535716482011-06-20T20:28:00.002+02:002011-06-20T20:28:00.210+02:00CLIC: ERES HISTORIA<div align="justify"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiCiy8fJM1BTp6-_v28WdZKQF8rWOaFopor7QyjHMdKvnkz_ylnK0EB24pm5pgQsVcxahjjXR-xa_yUF5iJt_jpVtY3Pep8_-Ry0gEb6qo6870iVcPoEKzO6G6t7QPfnuguboORcjx9bGwS/s1600/muerte-de-un-miliciano.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5620340469789058274" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 226px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiCiy8fJM1BTp6-_v28WdZKQF8rWOaFopor7QyjHMdKvnkz_ylnK0EB24pm5pgQsVcxahjjXR-xa_yUF5iJt_jpVtY3Pep8_-Ry0gEb6qo6870iVcPoEKzO6G6t7QPfnuguboORcjx9bGwS/s320/muerte-de-un-miliciano.jpg" border="0" /></a>Era el 5 de septiembre de 1936. En algún lugar de Córdoba. Hacía un calor de mil demonios, pensaba. No soportaba demasiado bien el calor, y la sofoquina andaluza le molestaba. Tampoco pasaba nada, y eso le molestaba todavía más. Tenía su Leica de 35 mm dispuesta, pero no tenía nada que fotografiar. Ningún crimen fascista, ningún acto de heroismo republicano. Nada. Aquel era un día de mierda, definitivamente.</div><br /><div align="justify"><br />Pero al menos los españoles con los que compartía aquel puesto eran agradables. Gente noble, alegre. Y respiraban optimismo, además. Estaban convencidos de que en poco tiempo acabarían con los rebeldes, y que aquel levantamiento militar, lejos de ser el fin, era el principio. El comienzo de la revolución. La oportunidad que tanto tiempo habían esperado. No hablaba muy bien español (unas pocas palabras, apenas lo justo para identificarse, para encontrar comida y alojamiento y para intercambiar un cigarrillo con los milicianos), pero se las apañaba. Aunque, en general, no entendiese demasiado de las largas historias que aquellos tipos bajitos, morenos y correosos le contaban, llevados por el entusiasmo de poder explicar su visión de la vida a alguien como él.</div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Algunas veces, sin embargo, la comunicación era inequívoca. Como ahora, cuando uno de aquellos tipos, Paco, creía que se llamaba (allí todos se llamaban Paco o Pepe) le estaba haciendo señas para que le sacara una foto mientras simulaba disparar su fusil. <em>Míster, foto, ¿si?</em> Paco, o Pepe, o como fuera que se llamara aquel fulano, apuntaba con su fusil hacia ninguna parte, hacia aquel vacío indefinido frente a ellos, ladera abajo, donde se suponía que estaban los rebeldes. <em>¿Foto, míster? ¿Si?</em> ¿Por qué no?, pensó. A fin de cuentas, allí no pasaba nada, y estaba aburrido. Así que le hizo un gesto de asentimiento a Paco y cogió la cámara. Apuntó y le tiró una foto. Y después otra. Y otra más. Paco se levantó, entonces, y adoptó una pose triunfante, fusil en alto. Aquella era una buena foto, pensó mientras enfocaba la figura recortada sobre el cielo azul: un republicano feliz de defender a su país; una figura humilde y heroica, vestida de blanco y calzada con alpargatas; un buen español. Clic: ya eres historia, Paco.</div><br /><div align="justify"><br />Pronto se sumaron otros. A todos les gustaba llamar su atención. Él era el fotógrafo extranjero, había venido a España para contarle al mundo lo que pasaba allí. Les encantaba posar para él. A veces se preguntaba qué pensaban aquellos hombres cuando estaban frente a su cámara. Algunos componían una expresión adusta, solemne. Otros, en cambio, se ponían a hacer el payaso, como si en vez de estar en una zona de guerra estuvieran en la fiesta de su pueblo, pasándolo bien entre amigos, bromas y vino. ¿Quién entendía a los españoles?</div><br /><div align="justify"><br />El caso es que aquello empezó a degenerar, y lo que había comenzado siendo una sesión de fotos a un miliciano pronto se convirtió en una especie de reportaje gráfico de unas maniobras que podían pasar por un combate auténtico: hombres avanzando, saltando trincheras, disparando cuerpo a tierra, cayendo abatidos, rodando por el suelo… Disparó un buen número de veces. Algunas de aquellas fotos podían ser realmente buenas. Al fin y al cabo, él era bueno en su oficio. Y aquella no era una mala manera de pasar la mañana.</div><br /><div align="justify"><br />De repente, sonó un disparo. Nadie supo de dónde había surgido, pero consiguió disipar en un instante todo aquel ambiente de jolgorio que se había montado en torno a su cámara. Los hombres se agazaparon de nuevo en la trinchera, y el buen humor se esfumó. Hubo quien se animó a contestar al disparo, apuntando al buen tun tun. Él continuó con la cámara preparada, por si acaso conseguía obtener una buena foto, pero no hubo suerte. Aquel disparo fue el único que les hicieron. Si es que se lo hicieron a ellos, que tampoco podía estar seguro de eso. Después de un rato, a medida que se iba convenciendo de que aquel no iba a ser su día, comenzó a relajarse. Se acomodó como mejor pudo en la trinchera, y se dispuso a dejar pasar el tiempo, tratando de ignorar el bochorno. No sintió nada especial. Si alguien le hubiera dicho que aquella mañana cordobesa había atravesado sin saberlo las puertas de la Historia, se hubiera reído con ganas. O hubiera pensado que estaba borracho, que hubiera sido lo más normal. </div><br /><div align="justify"><br />Estaba de vuelta en Madrid, a mediados de Octubre, cuando su mujer le trajo, junto con la correspondencia y el suministro de material de aquel mes, algunos ejemplares de prensa extranjera. Entre ellos, un ejemplar de la revista francesa <em>Vu</em>, fechado el 23 de Septiembre. En ella, ilustrando un artículo sobre la guerra en España, estaba una de las fotos que había hecho aquel día en el bochorno cordobés, mientras los milicianos jugaban a ser soldados. El artículo se titulaba “<em>Cómo caen</em>”. La ironía le hizo sentir algo extraño en su interior. La cara de Gerda, sin embargo, estaba radiante.</div><br /><div align="justify"><br />-<em>Te dije que usar el nuevo nombre era una buena idea. Un fotógrafo americano le cae mejor a las revistas. </em></div><br /><div align="justify"><br />-<em>Tenías razón</em>.</div><br /><div align="justify"><br />-<em>Siempre la tengo. Pero no pareces contento. </em></div><br /><div align="justify"><br />-<em>Intentaba recordar el nombre del tipo de la foto. No era Paco, ni Francisco, pero era algo parecido. </em></div><br /><div align="justify"><br />-¿<em>Qué más da? Los nombres españoles son imposibles. Lo importante es que nos han pagado bien, Bandi. Y esto es sólo el principio, ya verás. Vamos a hacernos famos</em>os.</div><br /><div align="justify"><br />Sonrió tímidamente. Aunque no fuera tan expresivo como ella, no podía decir que estuviese triste. El dinero nunca venía mal. Y aquella foto publicada podía ser un espaldarazo a su carrera. Le hubiera gustado que la foto hubiera sido especial, pero no podía quejarse. Apenas había pasado un par de meses en España y ya había publicado en portada. Debería sentirse eufórico. Y sin embargo…</div><br /><div align="justify"><br />-<em>Federico, creo. O algo así. Pero lo llamaban distinto. Tino, o Tano. No lo recuerdo bien.</em></div><br /><div align="justify"><br />Gerda lo miró de nuevo. </div><br /><div align="justify"><br />-<em>Bandi, olvídate de él. Lo has convertido en inmortal. ¿Qué importa su nombre? Vamos a celebrarlo.</em></div><br /><div align="justify"><br />Se rindió ante su pragmatismo., y decidió que lo más sensato era hacerle caso y disfrutar del momento. En caso de duda, lo mejor siempre era hacer caso a Gerda. Ella siempre tenía razón. Aunque nunca le hubiera dicho que el triunfo podía dejar en la boca aquel extraño sabor a ideales traicionados.</div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify"><br />Siguió haciendo fotos. Era lo único que sabía hacer, y lo hacía bien. Siguió haciendo fotos mientras el mundo parecía hundirse a su alrededor. Pero, para entonces, aquel sabor incómodo de los primeros meses se había quedado atrás: el truco era mirar el mundo a través del objetivo. Detrás de la lente, todo estaba bien. Allí no llegaba la locura, ni la desesperación. Era un buen truco. Un truco de reportero experto: no intentes comprender, no te impliques. Sólo haz fotos. Haz buenas fotos.</div><br /><div align="justify"><br />Hacía mucho tiempo de aquello. Casi creía haberlo olvidado. Pero no, seguía allí, enterrado en algún lugar de su memoria. Esperando tan sólo el momento oportuno para volver a la luz. Como ahora. Se preguntó por qué lo recordaba precisamente ahora, casi veinte años después, cuando ya hacía mucho tiempo que había dejado el oficio de fotógrafo de guerra. Quizá era por haber vuelto a ejercer, aunque fuera de manera esporádica (no había podido decir que no a aquel favor que le habían pedido). O quizá era aquel maldito calor de Indochina, tan parecido al de Córdoba, y a la vez tan distinto. Sea como fuere, allí estaba de nuevo. Le hubiera gustado que Gerda estuviera con él. Juntos otra vez, como en los viejos tiempos. Pero Gerda se había ido hacía mucho tiempo. Un día parecido a aquel. También hacía mucho calor. Era Julio de 1937, cerca de Madrid. Una baja más en aquella guerra. Una muerte absurda, bajo las cadenas de un tanque. Había llegado su hora, simplemente. Siempre había pensado cuánto le hubiera gustado que ella hubiera sobrevivido hasta ver aquella foto de Córdoba en la portada de la revista <em>Life</em>. Los americanos la habían publicado a principios de mes, pero Gerda cayó antes de que la revista hubiera tenido tiempo de llegar a España. Algunas cosas, se dijo, siempre llegaban demasiado tarde.</div><br /><div align="justify"><br />Seguía pensando que nunca se acostumbraría al calor cuando notó que pisaba algo raro. Fue entonces cuando el tiempo comenzó a correr mucho más lento de lo normal. O tal vez fueron sus pensamientos los que empezaron a ir más deprisa. El caso es que en aquel breve instante se agolparon en su cabeza un montón de imágenes, de sensaciones. Una vida entera.</div><br /><div align="justify"><br />Pensó: <em>Mierda, es una mina.</em></div><br /><div align="justify"><br />Pensó: <em>Clic: ya eres historia, Endre, amigo.</em></div><br /><div align="justify"><br />Pensó: <em>Ha sido una buena vida, después de todo. Corta, pero intensa. Y éste es un buen final.</em></div><br /><div align="justify"><br />Pensó: <em>No quiero morir</em>.</div><br /><div align="justify"><br />Pensó: <em>Nunca volveré a ver la Avenida Andrássy, ni la Plaza de los Héroes, ni la Isla Margarita</em>. </div><br /><div align="justify"><br />Pensó: <em>Ésta sería una buena foto: el fotógrafo de guerra cayendo. Así es como caen…</em></div><br /><div align="justify"><br />Entonces oyó una especie de explosión sorda, como algo que viniera de muy lejos. Sintió un tirón en las piernas, y todo se fundió en negro. </div><br /><div align="justify"><br />Pensó: <em>Así que es esto lo que se siente</em>.</div><br /><div align="justify"><br />Pensó: <em>Ojalá Gerda estuviese aquí: se hubiera sentido orgullosa del americano que inventamos a medias. </em></div><br /><div align="justify"><br />Pensó: <em>Nadie podrá decir que mis fotos no son buenas por no haber estado lo suficientemente cerca.</em></div><br /><div align="justify"><br />Pensó: <em>Ahora me acuerdo: Federico Borrell García. Taino, lo llamaban. Aquel tipo de Córdoba que jugaba a la guerra y me convirtió en leyenda.</em></div><br /><div align="justify"><br />Pensó: <em>Algunas cosas siempre llegan demasiado tarde.</em></div><br /><div align="justify"><br />Y eso fue todo. </div><br /><div align="justify"><br />Era el 25 de Mayo de 1954. <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Robert_Capa">Robert Capa</a>, nacido Endre Ernö Friedmann, se convertía en el primer corresponsal de una revista americana que moría en Vietnam. El mundo perdió un gran fotógrafo. La fotografía ganó una leyenda.</div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify"><br />PS: Han pasado casi 75 años desde el día en que se tomó esa foto. En ese tiempo, la foto se ha convertido en un icono del siglo XX, en un símbolo de la lucha contra el totalitarismo y del sacrificio del pueblo en defensa de la libertad. Puede que nada fuese como yo lo he contado: multitud de estudios demuestran sin ningún lugar a duda que el miliciano de la foto es realmente Federico Borrell García, el Taino, fotografiado en Cerro Murriano (Córdoba) mientras cae muerto, alcanzado por una bala rebelde; multitud de historiadores han demostrado, tan indudablemente como los otros, que el miliciano de la foto no es Federico el Taino, y que no cae alcanzado por una bala, y que la foto no está tomada en Cerro Murriano, sino lejos del frente... </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Aunque, naturalmente, también pudo suceder así. O de forma muy parecida.</div><br /><div align="justify"><br />De todos modos, no estoy seguro de que esos detalles importen. Porque, en cualquier caso, la foto ya es historia. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Esa clase de historia que no siempre escriben los vencedores.<br /></div><br /><div align="justify"></div>Cazurrohttp://www.blogger.com/profile/05194915141436415412noreply@blogger.com7tag:blogger.com,1999:blog-362163992035148922.post-44347174879176363482011-06-14T23:49:00.000+02:002011-06-14T23:49:00.786+02:00DE MAYOR QUIERO SER INGLÉS<div align="justify"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhevA_KirvlFj_q7ySg3cWjhcOVnXIOIwsUDjsoAIc6fIr-OA0I44NiMfB3tnhxqaTkO4Sl1vdNS4hgtjvJkoVvHTL614jgP844N93G5V_bztLDTx9TZRtXS2MDkdHZ49URooHcaJ_m_FCD/s1600/london.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5618087809837650594" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 197px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhevA_KirvlFj_q7ySg3cWjhcOVnXIOIwsUDjsoAIc6fIr-OA0I44NiMfB3tnhxqaTkO4Sl1vdNS4hgtjvJkoVvHTL614jgP844N93G5V_bztLDTx9TZRtXS2MDkdHZ49URooHcaJ_m_FCD/s320/london.jpg" border="0" /></a>Aquí seguimos, viajando hacia el futuro a la escalofriante velocidad de 365 días por año. Aclaro, para los afectos de conspironía (dícese de la paranoia en la que todos piensan que formo parte de una conspiración mundial en la que siempre hablo en plan irónico; sí, me lo acabo de inventar, ¿qué pasa?) que lo digo totalmente en serio: para mí es una velocidad excesiva. Me falta tiempo para pensar en las cosas que pasan a mi alrededor, y eso es algo que me impide comprender el mundo en el que vivo. Probablemente sea culpa mía (en 39 años todavía no he sido capaz de comprenderme a mí mismo), pero tengo desde hace tiempo la sensación de que vivimos demasiado rápido, generando más Historia de la que somos capaces de digerir. </div><br /><br /><div align="justify"><br />Pero el caso es que uno es lento y agradece tener un instante para reflexionar. Para que se hagan una idea, les ilustro con una anécdota (probablemente apócrifa, pero tampoco vamos a ponernos exquisitos, a estas alturas). En 1988, un periodista que estaba entrevistando a Deng Xiaoping, presidente de la República Popular China, que por aquel entonces estaba intentando modernizar el país (léase sacarlo de la Edad Media), le preguntó qué pensaba del espíritu de la Revolución Francesa (1789). Ya saben, abajo el tirano, <em>liberté, egalité, fraternité, alonsanfansdelapatrí, lulú, c’est moi</em> y todo eso. El tipo meditó unos segundos antes de contestar: “<strong><em>Todavía es demasiado pronto para sacar conclusiones</em></strong>”. A partir de aquello, Deng Xiaoping se convirtió en mi ídolo. Un tío que necesita doscientos años para valorar si algo es bueno, malo o regular. Era más que mi ídolo: era mi alma gemela. Hubiera puesto un poster suyo en mi habitación, de no haber sido tan rematadamente feo (y de no haber tenido las paredes ocupadas ya con posters de señoritas exuberantes, ligeras de ropa y con pinta de no estar en absoluto preocupadas por las consecuencias que hubiera traído o dejado de traer la Revolución Francesa). Durante aquella etapa de mi vida, me hubiera gustado ser chino. Hasta me aficioné al arroz.</div><br /><br /><div align="justify"><br />Pero todo pasa. Al año siguiente los chinos demostraron que seguían sin llegar a conclusiones claras sobre la revolución gabacha cuando mandaron los tanques a Tian’anmen, y claro, ser chino pasó a estar mal visto. Como ser español sólo mola cuando ganamos el Mundial de Fútbol, y por aquella época eso quedaba… ¿cómo decirlo?... lejos, comencé a buscar otra nacionalidad adoptiva. Por aquellos tiempos lo que molaba era ser norteamericano (pero de Estados Unidos, ¿eh? Canadá era, y es, un poco como Teruel: existe, pero nadie tiene muy claro dónde). Sin embargo, encontré que pasar del imperialismo chino al imperialismo yanqui sin estaciones intermedias podía ser un poco traumático. Ya les he dicho que soy lento. Así que, como las barras y las estrellas no me acababan de convencer, seguí buscando.</div><br /><br /><div align="justify"><br />Entonces conocí a un tipo singular. Fue en la terapia. Allí todos lo eran, naturalmente. Menos yo, que, ejem, pasaba por allí. Aquel leía cosas raras. Muy raras. Pero, lo más sorprendente, parecía gustarle. Al menos, el tipo se reía mucho. También parecía aprender un montón de cosas interesantes en aquellos libros raros. Siempre tenía una teoría poco común acerca de todo. Comenzó a caerme bien el día en que, en medio de una discusión sobre si el holocausto nazi había sido amoral o inmoral, él propuso considerar la cuestión en términos no morales, sino prácticos: independientemente de que aquello estuviera bien o mal, lo que siempre quedaría en el debe de los diseñadores de la Solución Final sería el no haber sacado el máximo provecho de la faena. ¿<em>Cómo</em>?, le preguntamos. <em>Comiéndose a los judíos</em>, contestó. Como nadie supo qué decir, el tipo interpretó el silencio como una licencia para desarrollar la teoría: aquello solucionaba a la vez el problema judío y el problema del hambre en Alemania. A mí me dio qué pensar. Por lo visto, a los médicos también, pero por otro lado, porque le calzaron ipsofácticamente una camisa de fuerza. A última hora intentó escabullirse diciendo que la teoría no era suya, que eso ya lo había dicho un tal Johnatan Swift, aplicado a los niños irlandeses, hacía más de doscientos años, pero eso no le libró de que le doblaran la dosis de Haloperidol.</div><br /><br /><div align="justify"><br />Pero la curiosidad me había picado. Sin que nadie me viera, comencé a leer yo también aquellos libros. Aunque sabía que me arriesgaba a acabara dopado hasta las cejas, con una camisa de fuerza y pensando que era Napoleón, decidí arriesgarme. Porque, naturalmente, a mí no me iban a afectar. Yo podía dejarlo cuando quisiera. Yo controlaba. Le mangué unos cuantos libros y me puse a ello, pero no entendí nada. Ni jota. En parte, supongo, porque eran conceptos demasiado profundos para mí, y en parte, estoy seguro, porque estaban en inglés y yo no tenía ni puta idea de la lengua de Shakespeare (no siempre he sido el vasto pozo de conocimiento inútil que soy ahora).</div><br /><br /><div align="justify"><br />Aquello me sirvió de acicate para aprender inglés y empezar a interesarme por todo lo que viniera de Inglaterra (hoy se diría inmersión cultural, pero por aquel entonces, las únicas inmersiones de las que se tenía noticia eran las del profesor Cousteau, surcando los mares a bordo del Calypso). Fue así como conocí, por ejemplo, a mi adorado Thomas de Quincey (quien, por cierto, está presente en el subtítulo del blog), a mi siempre admirado G.K. Chesterton, a mi odiado Winston Churchill, y, por encima de todos, a mi nunca suficientemente loado Oscar Wilde. En otra escala, también a Benny Hill, Mr. Bean y Margaret Thatcher. Nada es perfecto.</div><br /><br /><div align="justify"><br />El caso es que entre libros, películas y televisión, descubrí a los ingleses. Gente con sus rarezas, cierto. Cabe achacarles una cierta tendencia al alcoholismo y al puterío, pero tampoco creo que nos puedan enseñar demasiado a los españoles en esos temas. Tienen también una extraña propensión a inventar deportes absurdos como el polo o el criquet (aunque también supieron inventar, supongo que movidos por la mala conciencia que les dejó haber alumbrado esas cosas de nenazas, deportes recios y viriles como el fútbol, el rugby o el boxeo). Los hijos de la Gran Bretaña tenían también una curiosa relación con los animales: criaban con mimo perros, caballos y palomas, para luego pasárselo pipa viendo como los perros luchaban a muerte, disparándole a las palomas o haciendo que los caballos se reventaran o se partieran las piernas en carreras de locos, saltando setos. Una vez más, nada demasiado aberrante, y si no que se lo digan a nuestros toros, o a las cabras que hacen puenting sin cuerda desde los campanarios patrios el día del patrón. Los ingleses parecían, después de todo, gente corriente.<br /><br />Pero, eso sí, tenían un sentido del humor que molaba. Precisamente porque no parecía sentido del humor. O tal vez era que se manejaban con los tiempos cambiados: siempre parecían hablar en serio cuando decían chorradas, pero siempre parecían estar de fiesta cuando decían cosas serias. Quizá el sentido del humor sea lo que mejor define la idiosincrasia de un país. Porque no en todos los sitios nos reímos de las mismas cosas, ni de la misma manera. Cada uno se ríe a su modo: siendo cínicos, o despiadados, o (ay) chabacanos. Tal vez lo que me fascinó de los ingleses (bueno, de algunos ingleses) y yo entendía como sentido del humor sea tan solo la manera de ser inglés. Esa mezcla indefinible (e inimitable) de cinismo, fatalidad, flema y buenos modales que caracterizan al <em>gentleman</em> que todos hemos querido ser alguna vez, y que cada día estamos más lejos de llegar a ser.</div><br /><br /><div align="justify"><br />A lo largo del tiempo, hay un montón de citas o anécdotas, relacionadas de alguna forma con los ingleses, que se han quedado en mi memoria. Todas con un denominador común que se podría resumir en una palabra: <strong><em>serácabrónelinglésesteesomehubieragustadodecirloamí</em></strong> (sí, ésta también me la he inventado, hoy tengo el día tonto). Por ejemplo, cuentan que Lord Palmerston, patriotero donde los haya, consiguió el non plus ultra del chauvinismo cuando un francés intentó ser amable (una de las cosas que mejor hacen los franceses, después de ser desagradables; y del vino y el paté) y le dijo: “<em>Qué gran país, el suyo. De no ser francés, me gustaría haber nacido en Inglaterra</em>”. Palmerston le respondió: “<em>De no ser inglés, a mí también me hubiera gustado haber nacido en Inglaterra”</em>.</div><br /><br /><div align="justify"><br />Cuentan, también, que cierto día que un nuevo parlamentario de su grupo acudía por primera vez a un debate en la Cámara, Churchill, veterano en mil batallas, le pasó un brazo por los hombros y le traspasó, con una sola frase, toda la sabiduría acumulada en décadas de politiqueo:”<em>Joven, los que se sientan enfrente son los rivales; los que se sientan a su lado son los enemigos”.</em></div><em><br /><br /><div align="justify"><br /></em>Sin embargo, mi preferida es una algo menos conocida (aunque igual de apócrifa, que aquí otra cosa no, pero igualdad sí que hay: todas la citas son igual de dudosas) que ilustra perfectamente no sé si la manera de ser inglesa (la famosa flema y todo eso), pero, desde luego, sí la manera en la que a mí me gustaría hacer las cosas. Se dice que John Profumo, ministro de Defensa británico, que se estaba percutiendo a una churri que, a su vez, se beneficiaba a un agregado de la embajada rusa, al que le contaba todos los secretos que el inglés le susurraba tiernamente en sus ratos de pasión, supo un viernes que todo el asunto se iba a publicar en el Westminster Confidential, y que se iba a armar la de Dios. Su comentario fue: “<em>Caramba, eso podría ser un grave problema para el próximo lunes</em>”. </div><br /><br /><div align="justify"><br />Me gusta ese carácter, qué le vamos a hacer. Si tuviera que decir cual es el motivo, no sabría. Así que tendría que copiar alguna frase de ese gran filósofo llamado Oscar Wilde. Porque, a pesar de haber pasado a la historia como dramaturgo y mariposón de pro, Wilde era en realidad un filósofo. Y de los buenos. Enric González afirma que un criterio fiable a la hora de valorar a un filósofo es pensar si uno sería capaz de prestarle dinero; coincido con él en que es un buen criterio, pero, así como él se lo prestaría a Spinoza, yo se lo prestaría a Wilde. Seguramente ninguno de los dos recuperaría su dinero, pero me consta que Wilde se lo gastaría en vicios, que es casi lo mejor que se puede hacer con el dinero. Como diría, muchos años después, ese otro gran filósofo inglés que fue George Best (curiosamente, tampoco pasó a la historia por su filosofía, sino por su habilidad jugando al fútbol): “<em>He gastado mucho dinero en alcohol, mujeres y coches; el resto, lo malgasté</em>”.</div><br /><br /><div align="justify"><br />Y supongo que, puestos a buscar frases sentenciosas, no sería demasiado difícil encontrar una adecuada para cualquier situación en el repertorio de Wilde. Un tipo que demostró que, al contrario de lo que creemos los españoles, que tenemos un cierto problema con los antónimos (y con el sentido del ridículo, pero ese es otro tema), lo divertido no es lo opuesto de lo serio, sino de lo aburrido. Un tipo que fue capaz de escribir las más agudas definiciones acerca del amor ("<em>Uno debería estar siempre enamorado; por eso no deberíamos casarnos"</em>), las relaciones padres-hijos ("<em>Los hijos comienzan por amar a sus padres; cuando crecen, los juzgan; y si viven lo suficiente acaban por perdonarlos</em>") o la naturaleza humana <em>("Perdona a tu enemigo: no hay nada que lo enfurezca más</em>") desde un impecable cinismo ("<em>El cinismo es ver las cosas como son y no como uno quiere que sean"</em>) y una capacidad de observación portentosa <em>("Un tonto nunca se repone de un éxito</em>"). No sé ustedes, pero ante alguien así yo me saco el sombrero. Y si le presto dinero, será en la seguridad de que sabrá gastarlo mejor que yo. Adoro a Wilde (pero sin mariconadas, ¿eh?).</div><br /><br /><div align="justify"><br />Así que, después de mucho meditarlo, lo tengo decidido. Cuando sea mayor, quiero ser inglés. Viviré en Londres, compraré el <em>Daily Telegraph</em> a diario y lo leeré tomando un té en un club amueblado con madera y cuero, donde todavía no permitan la entrada a las mujeres y se pueda fumar, y donde comentaré con los otros members que el mundo está fatal, y que con la reina Victoria vivíamos mejor.</div><br /><br /><div align="justify"><br />Y, a la hora del almuerzo, nos tomaremos una copa de oporto y nos zamparemos un niño irlandés, tierno y sabroso.</div><br /><br /><div align="justify"><br />God save the Queen.<br /></div><br /><br /><div align="justify"></div>Cazurrohttp://www.blogger.com/profile/05194915141436415412noreply@blogger.com8tag:blogger.com,1999:blog-362163992035148922.post-83785841246347753262011-05-19T08:35:00.006+02:002011-05-26T09:17:45.530+02:00COOPERACIÓN INTERNACIONAL<div align="justify"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj4sJHeNJZVVy5cOojyt3O8V-uxm09id0cepChczP46rTLO4D1k8fCP2bpXVIxsOeFCuTxr7aIJulSc7SmQHqQlug1uGOEcGFpsoOlO5PawQyz-xchEPHKw6412nJKHTOMBeFx8z0A1xS44/s1600/borrachos_sin_fronteras-9781.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5608323310861803314" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 250px; CURSOR: hand; HEIGHT: 248px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj4sJHeNJZVVy5cOojyt3O8V-uxm09id0cepChczP46rTLO4D1k8fCP2bpXVIxsOeFCuTxr7aIJulSc7SmQHqQlug1uGOEcGFpsoOlO5PawQyz-xchEPHKw6412nJKHTOMBeFx8z0A1xS44/s320/borrachos_sin_fronteras-9781.jpg" border="0" /></a>Dicen que una de las cosas que define cuánto sabes de algo es la capacidad de explicarle ese algo a alguien que no sabe nada de ese algo. Si después de tu explicación ese alguien ha entendido algo de ese algo que tú has expuesto, es que sabes de lo que hablas. Como comprenderán, no es mi caso, porque ni sé de nada ni me explico demasiado bien, como acabo de dejar patente con este párrafo. Sin embargo, a pesar de esa indudable y acreditada minusvalía, me voy a conceder permiso para contarles una historieta. ¿Por qué?, se preguntarán ustedes. ¿Y por qué no?, responderé yo. Y así podríamos seguir hasta el infinito, así que sean buenos y no empiecen con preguntas absurdas, que hay más cosas que hacer, y el infinito queda muy lejos. </div><br /><br /><br /><div align="justify"><br />De todos modos, y por buscarle el lado positivo al asunto, esta vez la historieta es el más difícil todavía. Un triple mortal sin red. Un ocho mil sin oxígeno. Ligar con una top model sin ser millonario. La recaraba, vamos. Porque les voy a demostrar, ni más ni menos, que por una vez en la Historia los ingleses y los alemanes unieron sus fuerzas (sin darse cuenta, es cierto, y así como sin querer, pero las unieron) para legarle al mundo algo distinto de una guerra mundial. Lo sé, parece increíble, pero, ¿qué quieren que les diga? La Historia es así. </div><br /><br /><div align="justify"><br />A pesar de la seriedad del tema tratado, nuestra historieta comienza con un sospechoso aire de chiste malo: esto eran dos alemanes y un inglés. El primer alemán se llamaba <strong>Franciscus Sylvius</strong>, fue un famoso médico del siglo XVII que vivió toda su vida en Holanda, estudiando el cerebro humano y dando clases de anatomía en la Universidad de Leiden, la más antigua y prestigiosa de los Países Bajos. El tío Paco, al que los herejes neerlandeses llamaban <strong>Franz De Le Boe</strong>, se hizo famoso por descubrir algunos detalles anatómicos de la sesera humana a los que le puso su nombre. Y como se ve que la cosa le hizo ilusión, para celebrarlo se le antojó tomarse un copazo de <strong>ginebra</strong>. Se encontró entonces con un pequeño problema: que la ginebra no existía. Pero el buen doctor era un tipo de recursos y no se arredró ante tan leve inconveniente: la inventó, se tomó su copa, y siguió con lo suyo. En los años sucesivos, mientras él seguía experimentando (literalmente), en cabezas ajenas, la ginebra se convirtió en un bebedizo con mucha aceptación en aquellas frías tierras del Norte. Aunque los holandeses, empeñados como siempre en no llamar a nada por su nombre, la llamaban <em><strong>jenever</strong></em>. </div><br /><br /><div align="justify"><br />Por una de esas casualidades de la vida, poco tiempo después, al otro lado del mar del Norte, los ingleses andaban descontentos con el rey que les había tocado en suerte. No sé si hicieron un casting, montaron un concurso, una oposición o qué, pero el caso es que al final cambiaron a Jacobo II por Guillermo de Nassau, que era, qué cosas, holandés, y que acudió a las islas para tomar posesión del cargo llevando consigo la ya famosa jenever. Se produjo entonces una dramática confrontación entre la tradicional reticencia de los británicos hacia cualquier cosa que les llega del continente (excepto los reyes, que han tenido monarcas daneses, holandeses, y, pásmense, incluso uno español) y su todavía más tradicional tendencia a jarrearse sin piedad. El resultado, como era de prever, fue que la jenever se extendió rápidamente. Sólo que los britanos, que tampoco son mucho de llamar a las cosas por su nombre, la bautizaron como <strong><em>gin</em></strong>. Por cierto, que todo este asunto figura en los libros (me refiero al cambio de rey, no a lo de la ginebra) como la <strong>Revolución Gloriosa (1688).</strong></div><br /><br /><div align="justify"><br />Avanzamos ahora al siglo siguiente, el XVIII cuando un inglés, de nombre <strong>Joseph Priestley</strong>, comenzó a estudiar para clérigo. Pero el hombre era un espíritu inquieto y la teología no colmaba sus afanes, así que le dio por meterse en campos afines a la cosa espiritual, como las matemáticas y (atención, todo el mundo en pie) la química. Y es que los ingleses son así: a pesar de las indudables tentaciones que ofrecen las tardes de invierno en los páramos de Yorkshire, prefieren quedarse en casa y ponerse a descubrir cosas. Hay gente pa tó. </div><br /><br /><div align="justify"><br />Una de las más acusadas características del señor Priestley fue su sentido de la oportunidad, notable por inexistente. En una época en la que comenzaba a gestarse la revolución química, Priestley descubrió el oxígeno, pero le dio como pereza hacerlo oficial y se dejó pisar la patente por <strong>Lavoisier</strong>, que se llevó todos los honores y pasó a la historia como padre de la química moderna. Pero al bueno de Joseph no le importó demasiado, porque para aquel entonces andaba algo ocupado, el hombre. Concretamente, escapando de una multitud sedienta de sangre que intentaba lincharlo por apoyar públicamente la independencia de las colonias de América del Norte, algo que, por decirlo suavemente, no acababa de ser bien visto por aquellos días en Inglaterra. Joseph Priestley acabó sus días exiliado en los Estados Unidos, cuya independencia había apoyado, no sin antes haber tenido tiempo para inventar otra cosita que, de nuevo, se olvidó de patentar (ah, la generosidad inglesa…): el agua con gas. El mundo, desagradecido como siempre con los grandes hallazgos, pasó varios pueblos del invento del cura renegado. </div><br /><br /><div align="justify"><br />Pero no todo el mundo permaneció impasible ante el nuevo prodigio. En Suiza, concretamente en la ciudad de Ginebra (no podía ser en otra), hubo un tipo que supo ver la luz donde todos los demás sólo veían sombras y burbujas. Se llamaba <strong>Johann Jacob Schweppe</strong>, alemán de origen, joyero de profesión y oportunista vocacional, que pasaría a la historia no por tener el apellido con mayor ratio consonantes/vocales de todos los tiempos, sino por haber patentado el agua con gas (ah, el pragmatismo alemán…). </div><br /><br /><div align="justify"><br />Schweppe fundó una compañía, y prosperó tanto con el negocio de las burbujas que dejó totalmente lo de las joyas y se trasladó a Londres, capital del mundo mundial en aquella época. Añadiendo jugos de fruta al agua con gas amasó una fortuna, mientras Priestley se comía los mocos en Pennsylvania (ya ven que no todo es inventar cosas en este mundo). Pero, a pesar de que la compañía del señor Schweppe iba viento en popa, ya se sabe cómo son estos capitalistas: nunca tienen suficiente. Así que nuestro querido alemán decidió ampliar el alcance del negocio aprovechando una feliz coyuntura de la época: la expansión del Imperio (del Imperio Británico, cabe precisar, porque siempre hay algún imperio expandiéndose por ahí, y si no se aclara el tema uno puede hacerse un lío).</div><br /><br /><br /><div align="justify">En aquellos años, los ingleses estaban cumpliendo su particular unidad de destino en lo universal. Conquistando el mundo, para entendernos. Aunque se encontró con un pequeño inconveniente: las partes del mundo que molaban ya estaban ocupadas, así que les tocó conquistar sitios insalubres como África, Australia, India y otros así, sofocantes, llenos de mosquitos y enfermedades… un asco, vamos. Sin embargo, los súbditos de la Queen no se arredraron por esas pequeñas contingencias, y se establecieron por esos andurriales como si nada. Pagando un alto peaje por ello, eso sí: la malaria se llevaba por delante cada año un porcentaje considerable del personal de las dotaciones británicas destacadas en los trópicos. Cosas que pasan. </div><br /><br /><br /><div align="justify">Aquí es donde entra nuestro amigo Schweppe, que tuvo la feliz ocurrencia de fabricar un tónico con burbujas para ayudar al glorioso ejército imperial a sobrellevar las inclemencias tropicales. Su receta: añadir quinina en cantidades industriales al agua con gas. El invento recibió el nombre de <strong>agua tónica</strong>, o, más brevemente, tónica. Se suponía que aquello ayudaría con lo de la malaria[1] (para temas menores, como los indígenas, los casacas rojas se apañaban estupendamente sin ayuda de nadie). </div><br /><br /><br /><div align="justify">El éxito de la profilaxis debió ser espectacular, porque incluso el ejército dispuso en sus ordenanzas que todos los integrantes de las fuerzas británicas destacadas en la India tuvieran su ración de tónica regularmente. Los casos de malaria se redujeron en la misma medida que los ingresos del señor Schweppe aumentaban. Todos contentos: el ejército sanote como una manzana y el fabricante haciéndose rico. </div><br /><br /><br /><div align="justify">Sin embargo, la tónica tenía un grave defecto: un sabor tan amargo que resultaba desagradable incluso para paladares forjados en el duro mundo de la gastronomía británica. Así que hubo que buscar una solución. Por suerte, los ingleses nunca viajan por el mundo sin sus productos de primera necesidad, y también en la India disponían de algunas fábricas que elaboraban todo lo que un caballero británico necesita para sentirse como en casa. Concretamente, una de sus fábricas más queridas estaba instalada en Bombay. Adivinen lo que producía. Si han dicho que ginebra, o gin, o jenever, o como coño quieran llamarla, han acertado (lo que no me sorprende, porque son ustedes muy listos, y la adivinanza tampoco era muy difícil, la verdad). El caso es que la tropa, haciendo gala de un extremado afán por la salud preventiva a la vez que honrando la ancestral tradición alcohólica del ejército británico, comenzó a mezclar la tónica con ginebra. Por mejorar el sabor, ya saben. </div><br /><br /><br /><div align="justify">Y, oigan, el brebaje en cuestión (que ellos dieron en llamar, en un sublime despliegue de talento descriptivo, <strong>tonic&gin</strong>) se popularizó una barbaridad. Tanto que incluso alcanzó a la metrópoli, que pronto adoptó aquella manera de castigarse el hígado importada de las colonias. Desde allí se extendió a todo el mundo, convirtiéndose, con el tiempo, en uno de los bebedizos más famosos del planeta (que levante la mano el que no lo haya probado alguna vez). </div><br /><br /><br /><div align="justify">Y es que estas cosan suelen pasar: cuando la gente se pone a cooperar por una buena causa (curar la malaria, hacerse millonario, conquistar el mundo… cosas así), los resultados de sus obras acaban trascendiendo a sus autores. </div><br /><br /><br /><div align="justify">Porque los imperios pasan, pero el gintonic, a Dios gracias, permanece. </div><br /><br /><div align="justify"><br /></div><br /><br /><div align="justify"><span style="font-size:85%;">[1] Su eficacia para controlar la malaria sigue intacta a través de los siglos: hagan una gráfica y verán que las zonas con mayor consumo de gintonics per cápita son las que presentan una menor incidencia de la enfermedad. Que no es que lo diga yo, oigan, que los datos están ahí.</span></div><br /><br /><div align="justify"><span style="font-size:85%;"></span></div><br /><br /><div align="justify"></div>Cazurrohttp://www.blogger.com/profile/05194915141436415412noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-362163992035148922.post-21460363994582992782011-05-06T12:48:00.006+02:002011-05-06T13:13:26.381+02:00VENIMOS DEL MONO (POR PARTE DE MADRE)<div align="justify"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjpxPo0OaAdCNmcwZ6TWxzilTJgODTDvRc4ypMQomakXfwdqpA_W7rK8ekZxqmla1hpU46DSEeP4b2SCIdmXA2Zxwye3la_tiR4C4ifxpbqAiVg3rzkdemyV4xwKYLmIVoBHkP_K92gaDED/s1600/espectaculo-chimpance.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5603553571356797570" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 235px; CURSOR: hand; HEIGHT: 320px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjpxPo0OaAdCNmcwZ6TWxzilTJgODTDvRc4ypMQomakXfwdqpA_W7rK8ekZxqmla1hpU46DSEeP4b2SCIdmXA2Zxwye3la_tiR4C4ifxpbqAiVg3rzkdemyV4xwKYLmIVoBHkP_K92gaDED/s320/espectaculo-chimpance.jpg" border="0" /></a>Han pasado ya unos días desde el final del megaclásico Real Madrid- Barcelona, elevado a la cuarta potencia. Por si no lo sabían, a mi me gusta mucho el fútbol. Verlo, jugarlo y comentarlo. Y en las tres cosas soy muy bueno, modestia aparte. Para que se hagan una idea, soy tan bueno que podría ganar a cualquiera, mi hijo pequeño sin ir más lejos, con una mano atada a la espalda. Y si le ato las dos, hasta de golearlo. Así que, en principio, iba a escribir algo relacionado con La Madre de Todos Los Clásicos, pero he pensado que mejor no. Pueden estar tranquilos, que esto no va de fútbol.</div><br /><div align="justify"><br />Porque, a pesar de la indudable trascendencia del evento que marca, año tras año, el devenir de la humanidad toda y de algunos tertulianos cuya pertenencia al género <em>Homo</em> no está del todo claro, y pese a que alguna gente, forofa ella, me ha estado metiendo el dedo en la boca para que escribiera algo de la trifulca (porque fútbol, lo que es fútbol, no ha habido una mierda), no acababa de decidirme. Las reflexiones en caliente las carga el diablo, así que prefería dejar pasar un tiempo prudencial para que los ánimos se serenasen. Sin embargo, los ánimos, lejos de serenarse, andan cada vez más revueltos. Por lo menos el mío, que desde que me he entregado al insano vicio de ver algunos programas de variedades (información deportiva, lo llaman; la gente es una cachonda) en los que ahora, por lo visto, a las coristas les exigen la carrera de periodismo, anda debatiéndose, el pobre, entre el descojone que produce escuchar algunos razonamientos indignos de un repetidor de la LOGSE (si tal cosa existe) y la depresión de constatar que la estulticia humana no tiene límites (o sí, pero muy lejos). Así que paso de hablar más del tema.</div><br /><div align="justify"><br />De todas formas, como soy un tío positivo, he intentado extraer conclusiones constructivas de la reyerta. Y así, a bote pronto, se me ocurre una: que los recientes cruces de declaraciones que hemos disfrutado (es un decir) a raíz del rally de clásicos podrían usarse en algunas ponencias como la más clara evidencia jamás hallada de que el hombre y el mono se hallan íntimamente relacionados (lo que no queda claro es si el <em>homo sapiens</em> es una evolución o una regresión, pero yo ahí no me meto, que doctores tiene la iglesia). Conclusión que me ha llevado automáticamente a recordar otra célebre enganchada que, en su tiempo, no tuvo nada que envidiarle a la protagonizada estos últimos días por Josep Guardiola I de Catalunya, aka El Filósofo y Jose <em>Espesialguán</em> Mourinho, aka Lagrimita de Setúbal. Resumiendo: que les voy a contar una historieta. </div><br /><div align="justify"><br />Una historieta científica, para más señas. O pseudocientífica, porque tampoco tengo muy claro el concepto de lo que es científico y lo que no. Algo he oído del método científico. Ensayo-error, o algo así. Si se trata de errores, yo sería un científico estupendo, sin ninguna duda. Dado que no lo soy (científico; estupendo sí), supongo que hay algo más que se me escapa. En fin, tampoco me voy a ceñir escrupulosamente a definiciones demasiado estrictas, así que podemos obviar el detalle y dejarlo en historieta, a secas.</div><br /><div align="justify"><br />En 1859, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Charles_Darwin">Charles Darwin </a>publicó un librito al que le puso el modesto título de <em><strong>Sobre el origen de las especies por medio de la selección natural, o la preservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida</strong></em> (El Origen para los amigos), en el que planteaba la simpática teoría de la selección natural como motor de la evolución de los seres vivos. Pero el bueno de Darwin fue a elegir un lugar (Inglaterra) y una época (la victoriana) en la que la gente quizá carecía del sentido del humor necesario para apreciar la gracia del asunto. Esto, unido a que a lo largo de la historia, en cualquier tiempo y lugar, la gente siempre ha tendido a coger el rábano por las hojas, dio lugar a que el personal hiciera una simplificación un poco heavy de la teoría: el hombre venía del mono. Y, claro, hasta ahí podíamos llegar. Que estamos hablando de <em>gentlemen</em>, oigan. No jodamos la marrana.</div><br /><div align="justify"><br />El caso es que a finales de Junio de 1860, se montó una especie de velada de boxeo dialéctico en el Museo de Historia Natural de la Universidad de Oxford. La excusa era que venía un norteamericano, John William Draper, a soltar un ladrillo titulado <em>Sobre el desarrollo intelectual de Europa, considerado como referencia de las ideas del Sr. Darwin y otros de que la progresión de los organismos viene determinada por una ley</em> (ríanse ahora del título de la obra de Darwin, si tienen huevos; a todo hay quien gane, ya ven). Aprovechando la visita del yanqui, se citaron algunos de los más insignes detractores de las ideas evolucionistas con un par de los primeros y fervientes defensores de las mismas, que por aquel entonces estaban comprendiendo cómo se habían sentido los cristianos en la antigua Roma, cuando eran utilizados como barritas energéticas para los leones del circo. El objetivo, a nadie escapaba, era darles un revolcón a estos nuevos herejes, que se atrevían a poner en tela de juicio la honorabilidad de los caballeros británicos comparándolos con un vulgar mono.</div><br /><div align="justify"><br />En la esquina de los ortodoxos, el campeón, con calzón rojo, un peso de 80 kg y un record de… qué sé yo, muchas victorias, todas por KO, el reverendo padre <strong>Samuel <em>El Jabonoso</em> Wilberforce</strong>, a la sazón obispo de Oxford, y reputado orador. Favorito en las apuestas. En el rincón contrario, el papel de saco de los golpes iba a ser desempeñado por el insigne zoólogo <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Thomas_Henry_Huxley">Thomas Henry <em>Bull-Dog</em> Huxley</a>, que contaba como segundo con el botánico <strong>Joseph Hooker</strong>, muy conocido en su casa a la hora de comer.</div><br /><div align="justify"><br />Huxley, defensor de la evolución (aunque con matices), había declarado en los días previos en una entrevista que lo realmente importante para un científico era conocer la verdad, y si ésta le demostraba que uno de sus antepasados había sido, por ejemplo, un gorila, eso no supondría un problema para él. Así que cuando sonó el gong, el obispo Wilberforce, frotándose las manos en honor a su apodo de <em><strong>Soapy Sam</strong></em>, comenzó un monólogo en el que, combinando sabiamente algunos argumentos científicos con eficaces apelaciones a la emotividad del respetable, no dejó títere con cabeza. Pero, al finalizar, y recordando las declaraciones previas de Huxley, el obispo no pudo contener una última maldad y se dirigió al zoólogo con una pregunta maliciosa: <strong><em>¿Preferiría el señor Huxley descender de un mono por parte de su abuelo o de su abuela?</em></strong> </div><br /><div align="justify"><br />A mí, la verdad, la pregunta tampoco me parece para tanto. Pero se ve que para los victorianos, por si fuera poco todo el asunto del mono, cualquier alusión a la capacidad reproductora de la mujer era considerado sumamente grosero, así que calculen el impacto de la insinuación de que la abuela de Huxley era la mona Chita. Aquello era una declaración de guerra en toda regla.</div><br /><div align="justify"><br />Sin embargo, cuentan las crónicas que Huxley, flemático él, tomó la palabra para responder a la afrenta sin perder las formas. La leyenda afirma que antes de levantarse le comentó a su compañero de asiento aquello de <strong><em>“El Señor lo ha puesto en mis manos”</em></strong>, lo que no deja de ser paradójico (uno esperaría que el Señor tomara partido por un obispo, aun anglicano, antes que por el tipo que inventó la palabra <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Agn%C3%B3stico">agnóstico</a>; misterios). Y después soltó un gancho de derecha que dio con el obispo en la lona: <strong><em>Preferiría descender de un honrado mono que de un hombre talentoso que utilizara sus habilidades para destruir la verdad</em></strong>. Un passing shot de libro. Punto, set y partido para el evolucionismo (joder con las metáforas deportivas, ya; voy a tener que quitarme del Marca una temporada). </div><br /><div align="justify"><br />En cualquier caso, la respuesta de Huxley armó la de Dios es Cristo: revuelo, gritos, exclamaciones, damas que se desmayan, obispos que no saben qué decir…. Y la ciencia y la verdad triunfantes, una vez más, contra las fuerzas del mal. Fundido en negro. Música de violines. The End.</div><br /><div align="justify"><br />La anécdota es (relativamente) famosa, y reconocida universalmente como el punto de partida del eterno debate entre ciencia y religión, aún presente en nuestros días. Es una historia que sienta muy bien las bases del conflicto: buenos muy buenos en inferioridad de condiciones, y malos muy malos que llevan todas las de ganar pero acaban perdiendo para que resplandezca la verdad. Mola. Todo muy bonito. De hecho, demasiado bonito.</div><br /><div align="justify"><br />Si les gustan las historias con finales perfectos, les advierto que deberían dejar de leer ya mismo. Porque ahora lo que viene es una versión de la misma anécdota un poco menos canónica, pero probablemente mucho más ajustada a la verdad. </div><br /><div align="justify"><br />La anécdota ha pasado a la historia en su forma actual debido, en gran parte, a que fue el propio Huxley el que se encargó de contársela, varios años después del suceso, al hijo de Darwin, que fue quien la popularizó. Cuando ya la evolución era una teoría mucho más sólida y aceptada por todos (gracias, en gran parte, a algunos trabajos de investigación de anatomía comparada del propio Huxley, al césar lo que es del césar), y a todo el mundo le parecía simpático dejar en ridículo a los fanáticos religiosos y apuntarse a lo del mono, que era como más moderno. Para entonces, Wilberforce había muerto debido a la conmoción cerebral que le produjo una caída de su caballo, inspirando a Huxley uno de sus habituales y ácidos comentarios: “<strong><em>Por primera vez en su vida, su cerebro y la realidad entraron en contacto, y el resultado fue demasiado para él</em></strong>” (lo que demuestra que ser un gentleman victoriano y un notable científico no está reñido con ser un cabrón con pintas, en mi opinión). El caso es que la anécdota se popularizó cuando nadie podía rebatir ya la versión de Huxley.</div><br /><div align="justify"><br />Sin embargo, algunos estudios recientes han descubierto en la correspondencia de algunos de los presentes en el célebre debate ciertos testimonios que afean un poco la leyenda. Porque, al parecer (en esto hay coincidencia entre todos los testigos presenciales, algunos de ellos evolucionistas de pro, libres de toda sospecha) el obispo Wilberforce fue considerado el apabullante ganador del debate. También hay coincidencia en que a Huxley apenas se le oyó, y que su supuesta y brillante réplica pasó desapercibida. Y en que posteriormente tomó la palabra un tercero en discordia, el botánico Joseph Hooker, que fue el único capaz de plantear algunos argumentos para enfrentarse a las tesis de Wilberforce. </div><br /><div align="justify"><br />Así que, como casi siempre, tenemos una realidad algo menos lucida que la leyenda. Una historia en la que Wilberforce le dio sopas con honda a los evolucionistas (como era lógico, dado que la teoría de Darwin era relativamente reciente, todavía poco conocida y sin demasiado arraigo, y el obispo, además de pastorear almas, también era un reputado naturalista; para los cánones de la época, tan científico como Huxley, o más, y mucho mejor orador). Huxley ha pasado a la historia como un orador brillante y un feroz defensor de las tesis evolucionistas (“<em>el Bull-Dog de Darwin</em>”), pero en 1860 todavía era un tierno cachorrito, más propenso a ir agarrándose a las piernas que a arrancarlas de un mordisco. Así que lo que conocemos es la versión de años después, modelo batallita del abuelo, del propio Huxley, en la que él aparece como el defensor de la verdad, ocurrente, arrojado, brillante, y al obispo lo pintamos como un inquisidor oscurantista y faltón, echando espumarajos por la boca y buscando las cerillas de quemar herejes, que eso siempre viste mucho. Et voila, tenemos una leyenda cojonuda (no me digan que no).</div><br /><div align="justify"><br />Una lástima que, como casi siempre, la verdad se encargue de estropear una historia tan bonita. De hecho, fíjense que hasta me gustaría ser periodista, a veces, para poder soslayar este pequeño inconveniente. Y es que, ya se sabe: <em>Si e ben trovato,</em> (posiblemente)<em> non e vero</em>.</div><br /><div align="justify"><br />Y colorín colorado….</div><br /><br /><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify"><br /><span style="font-size:85%;">Nota del autor: Ningún mono ha sido dañado durante la realización de este post.</span> </div>Cazurrohttp://www.blogger.com/profile/05194915141436415412noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-362163992035148922.post-82887011788846651562011-05-05T16:01:00.010+02:002011-05-06T09:08:10.352+02:00MI PRIMERA VEZ<img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5603240422783184946" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 246px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj8ZzFT5Q7UO3PCcmhOiIN_hyphenhyphenbsV97ukbVz4RGYdbOQwwbQMA5BK5ySjpWB1monojWeCDRg9nmYHvaPnuC_m3Iyj-ToAog5WjxykGJHyFnZcI9IYyG8QOuI6UBunDvibhq_6LCQc0IVlGHr/s320/pareja_abrazada.jpg" border="0" />Fue con mi mujer, naturalmente. ¿Por quién me habían tomado? Soy un tipo serio, como dicen todos los que me quieren (los que me conocen dicen, más bien, que soy soso; podemos dejarlo en que soy formal, ni para ti ni para mi). El caso es que fue con ella, y que fue, a pesar de los nervios, y del miedo a lo desconocido, una experiencia maravillosa.<br /><br /><br /><div><br /><br /><div align="justify"><br />La verdad es que los dos teníamos ganas, pero tampoco teníamos muy claro dónde nos estábamos metiendo. Tuvimos, al menos, el buen sentido de escoger un sitio adecuado, agradable y cómodo, aunque con demasiada gente para mi gusto (además de sociópata, soy un poco tímido y en general huyo de las muchedumbres, mucho más para según qué cosas). En realidad, todo fue un gran error: los dos creíamos que íbamos allí a otra cosa, y sólo en el último momento nos dimos cuenta de lo que iba a pasar. Pero ya no había solución, así que… ¿Cómo es eso que suele decirse? Si no puedes escapar, relájate y disfruta, ¿no? Pues más o menos fue así.</div><br /><br /><div align="justify"><br />Pero, como tantas otras veces, todo fue sorprendentemente bien. Les confesaré que, en principio, yo era bastante reacio a probar. Tenía un montón de prejuicios y de razonamientos perfectamente sólidos acerca del tema, que, en mi opinión, estaba muy sobrevalorado. Ya saben, la música de violines, la piel de gallina, las emociones que se descontrolan y todo eso. No creía que fuera para tanto. Porque, además de formal y tímido, soy un tipo duro, yo. Cuidado conmigo (aquí iba una especie de gruñido viril, para reafirmar la hombría y esas cosas, pero es que la transcripción de onomatopeyas no es lo mío).</div><br /><br /><div align="justify"><br />La cosa es que los dos nos sentimos cómodos desde el principio. A pesar de las reticencias y los nervios iniciales, pronto nos relajamos. Y menuda sorpresa, oigan: aquello era mucho mejor de lo que nos habíamos imaginado. Porque nunca hubiéramos pensado (al menos, yo) que el movimiento de los cuerpos pudiera producir tanta belleza, tanta emoción, tanta ternura. Tanto placer. Incluso llegamos a oír violines, figúrense (y timbales, y platillos…. aquello fue la caraba).<br />No me lo podía creer. Así que era esto, me repetía. Y acto seguido me reprendía a mí mismo por apartar la mente siquiera un segundo de aquello. A lo que estás, me decía. Ya habrá tiempo luego para analizar el tema y, si se tercia, contarlo. Pero volvía una y otra vez aquella sensación de asombro. Así que era esto.</div><br /><br /><div align="justify"><br />Acabamos extasiados. Mi mujer con los ojos como platos [1] y la felicidad instalada en la cara. Yo, que soy más contenido en lo que a expresividad se refiere, no podía evitar una ligera sensación de vértigo al pensar en todo aquel universo de maravillosas sensaciones que acababa de abrirse ante nosotros. Al sentir la certeza de que aquel había sido uno de esos momentos que se recuerdan para toda la vida. Y tenía razón, porque todavía hoy lo recuerdo perfectamente. Como si hubiera sido ayer.</div><br /><br /><div align="justify"><br />Claro que, en realidad, fue ayer. Naturalmente, me refiero a la versión para ballet de <strong>La Traviata</strong> que la compañía del bailarín Iñaki Urlezaga presentaba ayer en el Auditorio Ciudad de León, y que tuve el privilegio de disfrutar en compañía de mi mujer. Representación a la que acudí, todo hay que decirlo., engañado: creía que iba a ver la versión original de la ópera, y no me enteré de que era un espectáculo de danza (¡¡yo, viendo un espectáculo de danza clásica!!, ¡¡yo!!) hasta que llegamos al auditorio; cosas que pasan… (sobre todo cuando es mi mujer la que las organiza). </div><br /><br /><div align="justify"><br />Sin embargo, pocas veces me he alegrado tanto de haber sido engañado. Porque fue toda una experiencia, un espectáculo bellísimo y conmovedor, y disfruté muchísimo.</div><br /><br /><div align="justify"><br />A pesar de ser mi primera vez.<br /><br />Por cierto, son todos ustedes unos malpensados.<br /></div><br /><br /><div align="justify"><br /><span style="font-size:85%;">[1] Supongo que en parte por la emoción, en parte por la sorpresa y en parte por dos horas mirando sin pestañear el culo a los bailarines (cosa digna de ser mirada, hay que reconocer).<br /></div></span><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjYxJPN6kq5X2bFxBSSY5ELCedfQ_ghXn2mWA3TiDgtlu9g_9H-r7gtFn-Vq3iLMoPkOJ6fS0B-IiUfgq0O_HANn7RTVzvER9_KkXFF71glFNz_N_ZiTp24EjTGi2ozR1rPGDKR7R4RsKA9/s1600/ballet.jpg"></a><br /><br /><br /><br /><div align="justify"></div></div>Cazurrohttp://www.blogger.com/profile/05194915141436415412noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-362163992035148922.post-14656261092633443912011-05-02T19:01:00.000+02:002011-05-02T19:01:00.609+02:00AMERICAN WAY OF LIFE<div align="justify"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjtN0JK60oP3ln0CpInC2zc4JOY7LPfrfqedF4eRHUS7Q-BzD0-04jzLgJOTP20KhUrSILgJYsQWR0nhr2s_8ZysyQqxogVKuaJZh207j-oLMHKszUwyTVrUl0InKuPBliMMATIrwUuiU3r/s1600/american+way+of+life.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5602134249600507058" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 240px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjtN0JK60oP3ln0CpInC2zc4JOY7LPfrfqedF4eRHUS7Q-BzD0-04jzLgJOTP20KhUrSILgJYsQWR0nhr2s_8ZysyQqxogVKuaJZh207j-oLMHKszUwyTVrUl0InKuPBliMMATIrwUuiU3r/s320/american+way+of+life.jpg" border="0" /></a>En el día de hoy, Barack Obama, Presidente de los Estados Unidos de América por la gracia de Dios y Premio Nobel de la Paz por una de esas casualidades un poco difíciles de comprender, ha anunciado que, por fin, se han cargado a Osama Bin Laden. Les ha llevado su tiempo (casi diez años), un par de guerras y algún que otro manejo poco claro, pero las cosas ya están otra vez donde debían, y la armonía reina de nuevo en este rincón de la galaxia.</div><br /><div align="justify"><br />Pero, por favor, entiéndanme bien. Esto no es una crítica. Ni siquiera una reconvención (¿quién soy yo para reconvenir a un Premio Nobel de la Paz, o a un presidente elegido más o menos democráticamente por millones de personas?). Ni, mucho menos, una reflexión acerca de la moralidad de algunas actuaciones. Estamos hablando de política exterior, y no creo que la moral tenga demasiada cabida en la política exterior (ni en la interior, ya puestos). Esto no tiene nada de crítica, ni de reflexión, ni de juicio moral. Es, solamente, el pie para una historieta de las mías.</div><br /><div align="justify"><br />Porque, visto con un poco de perspectiva, la noticia parece confirmar reveladoramente el papel que los Estados Unidos se han reservado para sí mismos en la historia mundial. Al menos para mí, aunque ya saben que yo tiendo bastante a ver las cosas de una manera peculiar, y estoy muy lejos de ser un experto en las cosas de ese país. A pesar de que hay un viejo proverbio que dice que alguien es un gran conocedor de un país cuando ha vivido en el más de veinte años o menos de dos días, yo nunca he pisado la tierra de las oportunidades, así que creo que el proverbio no me aplica. A cambio, he leído bastante, y he visto muchas películas. Tendrán que conformarse con eso, me temo.</div><br /><div align="justify"><br />El caso es que algunas de las cosas que he leído (lo que no haga el aburrimiento…) tratan de las bases sobre las que Estados Unidos han asentado su papel en el mundo. Generalmente se habla de dos ideas, su <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Doctrina_del_destino_manifiesto">Destino Manifiesto </a>(teoría sospechosamente parecida al Lebensraum alemán, aunque esa es otra historia), y la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Doctrina_Monroe">Doctrina Monroe</a>, sintetizada en la célebre frase <em>América para los americanos</em>, que los useños tienden a interpretar con cierta amplitud de miras (quien dice América…). Sin embargo, hay un episodio menos conocido que refleja perfectamente el talante de la política exterior norteamericana en los últimos tiempos (pongan unos cien años, más o menos). El verdadero <em>American Way of Life</em>. </div><br /><div align="justify"><br />Estamos en 1904, en el reinado (perdón, la presidencia) de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Theodore_Roosevelt">Theodore Roosevelt</a>. Es entonces cuando entra en escena el protagonista marginal de esta anécdota, Ion Perdicaris. El amigo Perdicaris era un niño de papá de origen griego, aunque nacionalidad estadounidense. Su padre había nacido en Grecia, emigrado después a los Estados Unidos y se había convertido en un próspero terrateniente (por el expeditivo método del braguetazo, desposando a una joven de buena familia de Carolina del Sur), y posteriormente en un próspero hombre de negocios (fundador de la compañía del gas de New Jersey), con algún episodio de representación diplomática, como su época de cónsul en Grecia (los orígenes tiran mucho, ya se sabe). El hijo, Ion, creció como un bon vivant, y uno de sus mayores esfuerzos fue viajar a Grecia para tratar de recobrar la nacionalidad griega durante la guerra civil estadounidense, para evitar así que sus propiedades en Carolina fueran confiscadas por la confederación (las propiedades de los extranjeros estaban a salvo de tal contingencia). Después de solucionar el asunto, se ve que el hombre le cogió gusto a la buena vida mediterránea, y acabó construyéndose una mansión en Marruecos, donde se instaló, según cuentan las crónicas, fascinado por la cultura marroquí. </div><br /><div align="justify"><br />Aunque pueda sorprendernos, Marruecos no era en aquellos tiempos la balsa de aceite, faro de la democracia y tranquilo destino turístico que es hoy en día. Por el contrario, había tensiones, disputas territoriales y bastantes bandos o tribus a la greña por el control de distintas zonas o provincias del país. Precisamente una de estas bandas, encabezada por Mulai Ahmed El Raisuli, secuestró a Mr. Perdicaris el 18 de Mayo de 1904, exigiendo al sultán de Marruecos a cambio de su liberación una considerable cantidad de dinero y el control de dos provincias del territorio marroquí.</div><br /><div align="justify"><br />Cuando Roosevelt conoció la noticia, decidió que su gobierno no podía permanecer impasible ante el hecho de que un ciudadano estadounidense fuera utilizado como moneda de cambio en tales asuntos, así que despachó rápidamente una flota hacia Marruecos, con varias compañías de marines. No es que tuviera muy claro lo que iba a hacer, pero el tema requería determinación. El honor de los Estados Unidos estaba en juego (y, aunque se trate de un detalle menor, también la reelección: Roosevelt estaba en plena campaña).</div><br /><div align="justify"><br />Con los barcos ya en camino, y con Roosevelt tratando de involucrar a Francia y Gran Bretaña (las potencias europeas con intereses en el país) en una acción militar para rescatar a Perdicaris, alguien cayó en la cuenta de que Perdicaris había abjurado de las barras y estrellas cuarenta años atrás, y que los Estados Unidos estaban montando un pifostio considerable por el secuestro de un ciudadano griego. Pero con los marines en mitad del Atlántico, la campaña electoral a medias, y después de haber mareado a los gobiernos inglés y francés, Roosevelt decidió que no se iba a echar atrás, y justificó su decisión argumentando que El Raisuli había secuestrado a Perdicaris considerando que era ciudadano americano, y que su gobierno tenía perfecto derecho de ignorar el hecho de que Perdicaris hubiera preferido quemar el pasaporte estadounidense y considerarlo también súbdito yanqui a todos los efectos, en la que, probablemente, ha sido la única vez de la historia en la que un político ha admitido públicamente seguir la línea argumental de un bandido ( “si El Raisuli lo considera americano, yo no voy a ser menos”).</div><br /><div align="justify"><br />Así las cosas, y viendo venir a los marines, Francia y Gran Bretaña comenzaron a presionar al sultán marroquí para una pronta resolución del conflicto. En realidad, sólo llegaron a desembarcar alrededor de una docena de marines, para acompañar a la mujer de Perdicaris y sus hijos al consulado estadounidense, pero la situación estaba tensa, y el mensaje norteamericano resultó lo bastante intimidante. El 21 de Junio, un mes después de su secuestro, el sultán accedió a las pretensiones de El Raisuli y Perdicaris fue liberado.</div><br /><div align="justify"><br />Pero, claro, siempre puede haber malpensados que interpreten la solución del conflicto como lo que parecía: que se había pagado un rescate por la liberación de un ciudadano estadounidense (a pesar de que el ciudadano no era estadounidense y de que el rescate lo pagaban los marroquís). Y eso era un concesión intolerable (sobre todo para un candidato), por lo que Roosevelt intentó darle un aire un poco más épico a la cosa, y aprovechó la Convención Nacional del partido republicano para presentar el asunto como un éxito de su política decidida. Así, informó a los presentes de que, habiéndose producido el secuestro de un estadounidense por unos bandidos extranjeros, se había enviado a una flota de guerra con una consigna breve e inequívoca: <strong>El Gobierno quiere a Perdicaris vivo o a El Raisuli muerto.</strong></div><br /><div align="justify"><br />La anécdota, en resumen, pasó a la historia de una forma bastante más pinturera que la prosaica realidad. Y resultó bastante trascendente, las cosas como son. Más allá de favorecer la reelección de Roosevelt y de inspirar alguna película como <a href="http://www.canaltcm.com/myfiles/gallery_images/0002/3591/el-viento-y-el-leon.jpg">El viento y el León </a>(aunque presenta la historia un poco distorsionada y con bastante almíbar; Hollywood es así), el incidente Perdicaris convenció a los Estados Unidos de la legitimidad y, sobre todo, de la eficacia de usar su fuerza militar como un argumento más (en ocasiones, el único argumento) en cualquier conflicto internacional. El mensaje estaba claro: cualquiera que se enfrentase a los intereses estadounidenses (o pseudoestadounidenses, como era el caso), a título personal o nacional, individual o colectivo, se enfrentaba a la justa cólera los marines. Es la tierra de la libertad. El hogar de los valientes. Y los valientes, ya se sabe, no se andan con chiquitas: el que la hace, la paga.</div><br /><div align="justify"><br />El incidente Perdicaris, en definitiva, les abrió los ojos a los Estados Unidos. Tenían fuerza, y tenían la decisión suficiente para usarla, sin complejos. Ya habían cumplido su Destino Manifiesto. Ya habían comprobado el éxito de la Doctrina Monroe. Ahora, Teddy Roosevelt, el viejo Rough Rider, viniéndose arriba, había desarrollado aún más la doctrina, ampliando el campo de aplicación de la misma. América era la elegida, y el mundo era suyo.</div><br /><div align="justify"><br />Y en esas siguen. Aunque solucionar algunos asuntillos les lleve diez años.</div><br /><div align="justify"><br />God bless America.</div><br /><div align="justify"><br /></div><br /><div align="justify"></div>Cazurrohttp://www.blogger.com/profile/05194915141436415412noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-362163992035148922.post-57306647235923892422011-04-26T19:12:00.005+02:002011-04-26T21:20:41.149+02:00VACACIONES Y PESIMISMO<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgVsNjKsifdYasgoN865BPbAufCtBMdx33EtCXLHTy46l-ZHxb0YDWDFullb01AaZ5GTZs9aIh0VcxSTxPUZKOcYznCNFJGTKtq3mRstdws-a6n63Jbwi93NKN0VuVftR_73gvdpXsBkmBu/s1600/IMG_0019.JPG"><img style="MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 320px; FLOAT: left; HEIGHT: 240px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5599974053746565634" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgVsNjKsifdYasgoN865BPbAufCtBMdx33EtCXLHTy46l-ZHxb0YDWDFullb01AaZ5GTZs9aIh0VcxSTxPUZKOcYznCNFJGTKtq3mRstdws-a6n63Jbwi93NKN0VuVftR_73gvdpXsBkmBu/s320/IMG_0019.JPG" /></a>Les voy a contar un secreto: aunque no se lo crean, soy pesimista. Pero pesimista de pata negra, de los de verdad. De los que tienen superado lo de la botella medio vacía y piensan que está siempre llena hasta los topes de Agua Mineral de Fukushima, o algo peor. Y, como además soy un poco tozudillo, me gusta buscarle las vueltas a las frases que intentan demostrar(me) que no hay razón para el pesimismo, que la vida es maravillosa y que vivimos en un mundo nuevo y maravilloso ("<em>Oh, que mundo nuevo y magnífico, el que contiene tales gentes</em>").<br /><br /><br /><div align="justify">Esta semana, no me pregunten el motivo, le ha tocado al señor Ernest Hemingway. Este tipo con pinta de Santa Claus en su día de descanso escribió una vez que el mundo es un buen lugar por el que merece la pena luchar. Opinión por opinión, ahí va la mía: a pesar de su Premio Nobel, eso es una completa estupidez.<br /><br />Pero, claro, descalificar por descalificar es muy fácil, y lo correcto es dar alguna razón de por qué uno piensa lo que piensa (aunque el señor Hemingway tampoco dio demasiadas razones para soltar semejante parida). Así pues, veamos los motivos por los que este mensaje no acaba de convencerme, que son principalmente dos, a saber: el mundo no es bueno, ni malo. Es como es. A ratos estás bien, y a ratos no tanto, pero no creo que nadie pueda (podamos) entender demasiado bien el mundo en el que vive (vivimos), así que tampoco creo que colgarle etiquetas cualitativas a ese mismo mundo sea demasiado oportuno. </div><br /><div align="justify"><br />La segunda razón es que luchar o no luchar no es una opción: es lo que hay. Es algo tan inherente al mundo, y a la vida, que no tiene sentido hablar de que merezca la pena. Es algo obligatorio. Y, cuando haces algo por obligación, se necesita un calzador de considerable calibre para introducir el razonamiento de que ese algo merece la pena. Cuando decimos que algo merece la pena estamos sugiriendo que ese algo es una opción por la que decantarse, y ese no es el caso de la lucha.¿Podrías vivir sin luchar? Pues eso.</div><br /><br /><div align="justify"><br />Si alguien quisiera una tercera razón, podría sugerirle que quizá estemos perfectamente legitimados para dudar de una sentencia tan optimista si reparamos en el pequeño detalle de que el autor de la misma celebró su ocurrencia pegándose un tiro. Lo que, estarán conmigo, no deja de ser un poco incoherente. Que sí, que ya sé que todos tenemos nuestras incoherencias, aunque generalmente no lleguen al calibre de la de Hemingway (calibre 12, concretamente), pero muchas veces las perdemos de vista, y eso es un fallo importante: las incoherencias ayudan a contextualizar según qué cosas.<br /><br />Pero, después de entregarme al intenso placer de justificar razonadamente mi pesimismo, o mi falta de optimismo, o como ustedes quieran llamar a este carácter que me ha tocado en suerte, me asalta la duda. Y es que lo de dudar es un vicio, ¿saben? Comienzas dudando de un Premio Nobel cualquiera, y acabas por dudar hasta de ti mismo. ¿Y si, después de todo, hay cosas que merecen la pena?</div><br /><div align="justify"><br />Porque hay veces en las que las cosas, de repente, encajan, y todo es como siempre debería ser. Hay ocasiones en las que un día es mucho más que 24 horas. Ocasiones en las que el tiempo comienza a moverse lo suficientemente lento para que las cosas sucedan sin atropellarse, y simplemente se deslizan, al ritmo justo. Son esas ocasiones en las que, sin saber muy bien por qué, disfrutas de todo y de todos. </div><br /><div align="justify"><br />Pueden creerme (aunque si prefieren dudar de mi palabra, después de lo que he dicho antes de lo saludable que es la duda no se lo voy a echar en cara): esos momentos existen. La pasada semana viví cuatro de esos días. Estuve con mi familia a orillas del mar, y todo fue bien. O mejor. De hecho, yo diría que fue tan bien que llegó a ser incluso aterrador: una de esas sensaciones que te dan miedo, porque sabes que no son eternas, y que te hacen comenzar a sufrir su pérdida mientras todavía las estás disfrutando. Aunque a lo mejor eso sólo me pasa a mí (que tampoco me extrañaría mucho: soy un tipo complicado).</div><br /><div align="justify"><br />En cualquier caso, hubo un momento en la playa, mientras mis hijos jugaban con la arena y probaban a mojar los pies en las heladas aguas cantábricas, en el que me asaltó la idea de que tal vez sí haya cosas por las que merezca la pena luchar. Por ejemplo, por recordar instantes como esos. O por hacer que mis hijos crezcan todavía unos años ajenos a la certeza de que el mundo no es un lugar tan bonito como podría ser, como debería ser.</div><br /><div align="justify"><br />Cuando nos íbamos, me asaltó otra idea (sé que me repito, pero es que me pasa con frecuencia; pensar no pienso mucho, pero me asaltan ideas muy a menudo, y casi siempre me encuentran dispuesto: soy un chico fácil). Esta vez era una idea sorprendente, innovadora, extraña: la idea de que hay veces en las que incluso mi pesimismo se va de vacaciones.</div><br /><br /><br /><div align="justify"></div><br /><br /><br /><div align="justify"></div><br /><br /><br /><div align="justify"></div>Cazurrohttp://www.blogger.com/profile/05194915141436415412noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-362163992035148922.post-17825427625044074362011-04-15T17:15:00.008+02:002011-04-15T17:32:04.588+02:00PONGÁMONOS A ESCRIBIR<div align="justify"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjmst8nn3e1OjIT2coQwQ_LN9qjpb9JKXa8-fV9D1jrS8sjugsxFx3str1KIwTlotQMrjH0t9TyTSYELCRLt3a_9CBBNK3Vvr8v4V8q0yAIpPHvjpx3HEyHbmmay9oL-Jj2SqKROD3F75LG/s1600/Monkey-typing.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5595832631326801874" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 180px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjmst8nn3e1OjIT2coQwQ_LN9qjpb9JKXa8-fV9D1jrS8sjugsxFx3str1KIwTlotQMrjH0t9TyTSYELCRLt3a_9CBBNK3Vvr8v4V8q0yAIpPHvjpx3HEyHbmmay9oL-Jj2SqKROD3F75LG/s320/Monkey-typing.jpg" border="0" /></a>Si yo fuera de esa gente que tiene sueños, anhelos y otras enajenaciones mentales de ese estilo, creo que mi sueño, si descartamos acertar primitivas, ser deportista de élite, temas clasificados para mayores de 18 años y otras cosas así de prosaicas, sería escribir. O, mejor dicho, ser escritor. Que no es lo mismo. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Pero tengo un problema: que no sé por dónde empezar. Algún ingenuo podrá pensar que lo elemental sería empezar por escribir, pero no es tan fácil. Escribir, ¿de qué? ¿En qué estilo? ¿Cultivando qué género? Está claro que lo primero parece ser una sesuda reflexión, así que esto empieza mal.</div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Pero hagamos el esfuerzo, que es por una buena causa, y pensemos por un momento en el género que más se adaptaría a mis habilidades (no se rían; es sólo una forma de hablar). </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">-<strong>Poesía</strong>: Yo lo descartaría, la verdad. Las veces que lo he intentado he estado a punto de provocarme lesiones cerebrales al tratar de leer unas cosas que deberían haber sido versos pero en realidad estaban más cerca de ser la transcripción de un mal viaje con alguna droga aún por inventar. Si eso, esperaré a que el rollo beat se ponga otra vez de moda.</div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">-<strong>Libros de viajes</strong>: Vade retro. Dada mi aversión a los viajes, que últimamente está derivando en incapacidad física de sobrevivir más de ocho horas alejado de mi sofá, esta variante queda descartada. Al menos hasta que desaparezcan algunos estúpidos prejuicios y la gente deje de mirarte mal cuando describes lugares en los que no has estado.</div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">-<strong>Ensayos</strong>: Una vez lo intenté. Estuve a punto de hundir la industria farmacéutica, sección somníferos. Desde entonces recibo llamadas amenazadoras a medianoche. No tengo vocación de mártir, así que paso de meterme con lobbys tan poderosos. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">-<strong>Libros de historia</strong>: Esa sería una opción interesante si no fuera por algunos detalles sin importancia como:</div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">a)Escribir de historia exige documentarse, y eso es algo que</div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">da pereza.</div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">b)Todo el mundo sabe el final, lo que reduce mucho la posibilidad de crear suspense.</div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">c)No tengo ni puta idea de historia, lo que unido al apartado a) podría llegar a ser un inconveniente, si no insalvable, sí de cierta importancia.</div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">-<strong>Memorias</strong>: Sería una opción estupenda si tuviera 80 años, hubiera llevado una vida llena de aventuras y repleta de anécdotas interesantes, y el Alzheimer me respetara lo suficiente como para recordarlas. Afortunadamente, el tercer supuesto se da (por el momento), pero, desgraciadamente, no así los dos primeros.</div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">-<strong>Otras variantes</strong>: Prospectos de medicamentos, proyectos urbanísticos, memorias de actividades económicas, cartas de suicidio… sí, ya sé que hay muchas posibilidades, pero ninguna acaba de convencerme. En el tema de los prospectos, la temática tiende a la monotonía y el estilo al encorsetamiento, y no me veo capaz de revolucionar el sector, la verdad. Redactar proyectos urbanísticos y cosas así mola, pero me falta el detalle de tener algún conocido en ministerios (ni un triste concejal en la familia, oigan). Escribir memorias de actividades económicas quizá me gustara, si supiera lo que son. Y encuentro que el género de las cartas de suicidio adolece de una cierta falta de feed-back entre el autor y su público. Lo que les digo, que ninguna me convence.</div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Qué nos queda? La ficción. La siempre fiable ficción. Cuanto más lo pienso, más ventajas le veo. No necesito documentarme: si escribo de algo que no conozco (lo más probable), basta con no dar detalles. Los personajes pueden ser todo lo increíbles, disparatados, absurdos y espantosos que se quiera, y aún así tener la seguridad de que se quedarían cortos en la comparación con algunos de los personajes de carne y hueso que todos vemos a diario. Y la trama puede ser como uno quiera: creíble o increíble, lógica o ilógica, continua o a saltos, interesante o aburrida, buena o mala… cualquier cosa vale. El dominio del lenguaje tampoco es requisito indispensable, porque puedes escribir como te salga del cimbel y justificarlo después como un ejercicio estilístico de inmersión en el lenguaje y la jerga choni, taleguera, policial, juvenil, botellonera o esquizofrénica, y no faltará quién se lo crea. En fin, ya les digo, todo ventajas. Así que está decidido: la ficción será mi elección. Y como la brevedad no está entre mis pocas virtudes, los relatos quedan automáticamente descartados. Será, pues, una novela.</div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Pero, lejos de terminar con esta decisión, mis problemas no han hecho sino comenzar. Ahora toca elegir el estilo y la temática. Oh, cielos, como si no hubiera uno pensado suficiente ya esta semana. Pero, en fin, ya puestos, tentemos a la suerte, sigamos pensando (y esperemos que no pase nada; por si acaso, el último que apague la luz).</div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">En principio, parece lógico que el tema debe ser entretenido, interesante y atrayente para un buen número de personas, potenciales compradores de la novela no nata. Así que pensemos. ¿Qué le interesa a la gente? La respuesta es obvia, pero me temo que escribir de sexo no se me daría bien, dada mi escasa experiencia en el tema y mi natural vergonzoso .Una pena, pero mejor asumir las propias limitaciones desde el principio y no llevarse un desengaño más tarde.</div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Otro tema podría ser el deporte, pero la competencia de la prensa especializada en el sector deporte (y ficción, ya puestos) es tan brutal que habría que luchar con uñas y dientes para hacerse un hueco. Una opción improbable.</div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Los temas esotéricos parecen haber pasado de moda, para escribir novelas románticas no doy el tipo (no soy una cincuentona británica con cara de… cincuentona británica escritora de novelas románticas), así que las posibilidades se agotan.</div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">Tendrá que ser una novela policiaca, entonces. Y que sea lo que Dios quiera (donde no llegue el talento, que llegue el orgullo: no voy a ser menos que <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Teorema_de_los_infinitos_monos">un número infinito de monos</a>, caramba).</div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">De momento, ya tengo los dos primeros capítulos. Les mantendré informados. </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify"></div>Cazurrohttp://www.blogger.com/profile/05194915141436415412noreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-362163992035148922.post-40201456839386011152011-04-14T19:19:00.003+02:002011-04-14T19:29:50.821+02:00RUMBO A ABILENE<div align="justify"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEilEFq6rBQcBeJwwL6cCU6hTxrhhB8WGOe1Aq0KwJzFL4O9cRlnK1NuY_V_EVsXOOsidBfan44BQ14GF0O-OmJm987f2qIcgx26hBncEmfqK2cwoBVBPKz8-HZIKkGf_3aezF79X0j5lpc9/s1600/Abilene.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5595490372937424930" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 240px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEilEFq6rBQcBeJwwL6cCU6hTxrhhB8WGOe1Aq0KwJzFL4O9cRlnK1NuY_V_EVsXOOsidBfan44BQ14GF0O-OmJm987f2qIcgx26hBncEmfqK2cwoBVBPKz8-HZIKkGf_3aezF79X0j5lpc9/s320/Abilene.jpg" border="0" /></a>Ahora que parece que el sol se deja ver con cierta continuidad y potencia calorífica, anunciando el fin del largo y tortuoso invierno, me da por (volver a) pensar cosas raras. Esto puede significar que vuelvo a mi estado normal, aunque tampoco descarto que sean delirios por el abuso de lecturas, cosas de la edad o algún síntoma de una astenia primaveral de esas que va por mal sitio. El caso es que como me han entrado ganas de escribir, y dado que últimamente me siento identificado con la corriente filosófica de no reprimir los instintos (hedonismo, me parece que se llama), creo que no voy a aguantármelas, no sea que me vaya a dar un ataque o algo. Si eso, ustedes disimulen y hagan como que no pasa nada.</div><br /><div align="justify">El caso es que, después de tanto tiempo, me falta costumbre. De pensar y de escribir. No es que me haya pasado varios meses sin pensar, o sin ganas de escribir, pero lo cierto es que cuando he tenido una cosa me ha faltado la otra. Qué le vamos a hacer si soy así de complicado. Eso sí, como persona complicada, me gusta echar un vistazo de vez en cuando a las contradicciones y paradojas de los demás, por aquello de no sentirse un bicho (demasiado) raro. Cada uno es como es, y el que no se consuela es porque no quiere.</div><br /><div align="justify"><em>Inciso: siempre que hablo del consuelo me viene a la cabeza la respuesta de un brillante sexólogo a uno de sus pacientes cuando éste, casado y afecto de impotentia coeiundi, le preguntó si era posible, de alguna forma, realizar el acto sexual sin tener una erección. “No, pero piense en la cantidad de solteros que tienen una erección cada día y tampoco es capaz de realizar el acto sexual.” A eso se le llama ser positivo, y lo demás son tonterías. Cosas como ésta (pensar que tengo algo que no me gusta ni necesito, pero que otro está deseando y no tiene) me animan un montón en mis días malos, y me hacen sentir poderoso en mis días buenos. Sí, además de complicado soy un poco ruin, a veces. Fin del inciso, que no sé muy bien a qué venía (llevo mucho tiempo sin escribir, ¿qué querían?).</em></div><em><br /><div align="justify"></em>A lo que íbamos, que me desnorto. Este invierno, mientras mis neuronas plantígradas invernaban y desistían de escribir cualquier cosa decente, me ha dado por leer cosas. Mayormente en libros, aunque también me he empollado algún prospecto de jarabe para la tos (cosas de tener niños en casa, ya saben). Precisando más, podríamos decir que han sido libros raros. He leído un par de novelas, en la que lo más emocionante ha sido acabarlas y poder cerrar el libro de una puta vez, así que háganse una idea. Pero no vamos a hablar mal de Pérez-Reverte, que luego todo se sabe. En fin. Como comprenderán, después del asedio al que me sometió semejante despropósito (no sé si han captado el ingenioso juego de palabras… el asedio… ¿lo pillan?), mi instinto de conservación, tan poderoso como según algunos injustificado me impelió a preservar lo que quedara o quedase de mi salud mental sumergiéndome en lecturas de filosofía y divulgación científica. Cosas aburridas y poco glamurosas, pero fiables a carta cabal. Un valor seguro.</div><br /><div align="justify">Y, oigan, en estas lecturas hay ocasiones en las que uno se encuentra cosas que hacen pensar. Lo que, en mi caso, no sé si es bueno o malo, pero es lo que hay. Verbigracia: la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Paradoja_de_Abilene">paradoja de Abilene</a>. ¿Cómo? ¿Qué no les suena? Tranquilos, que yo les pongo en antecedentes.</div><br /><div align="justify">Allá por los felices años 70, cuando la gente de bien de los Estados Unidos de Norteamérica del Norte dedicaba las neuronas que el LSD y similares les había dejado disponibles a tareas productivas de lo que sea que produzcan en aquellas tierras (Coca Cola, supongo, y otros pilares fundamentales de la cultura occidental), un tipo que debía ser de los que menos había fumado se dio cuenta de que, en ocasiones, los grupos de personas humanas se portaban de una manera extraña. Para ser más concretos, en contra de sus gustos e intereses. Me podrán decir, con toda la razón del mundo, que a ver qué tiene esto de extraño, porque todos hacemos a diario un montón de cosas contra nuestros deseos (por ejemplo, levantarnos de la cama) y contra nuestros intereses (por ejemplo,… levantarnos de la cama). Pero aquí estamos hablando de otra cosa: normalmente no siempre podemos hacer lo que <strong><em>queremos</em></strong>, o lo que mejor nos vendría, porque tenemos que hacer lo que <strong><em>debemos</em></strong>. Que es todo muy parecido, pero no es lo mismo.</div><br /><div align="justify">Sin embargo, el señor este, que se llamaba <strong>Jerry B. Harvey</strong> y se dedicaba al honorable oficio de la administración de empresas (la reseña no dice si las administraba bien o mal, pero concedámosle el beneficio de la duda) se dio cuenta de que, en ocasiones, la gente actuaba al mismo tiempo contra sus gustos, contra sus intereses individuales y contra los intereses del grupo. Cosa que, la verdad, tiene su mérito, porque es como ser capaz de llevarle la contraria a todo el mundo a la vez. Algo del mismo nivel de dificultad de fallar todos los resultados en una quiniela (lo que es mucho más complicado que acertarlos todos, y el que no me crea que haga la prueba). Es decir, en determinadas circunstancias, la gente que forma parte de un grupo no escoge hacer lo que le gusta ni lo que debe, ni siquiera lo que le conviene (ni a él como individuo ni al grupo) y se limita a hacer lo que hace el resto del grupo que, a su vez, hace lo que le ven hacer a él, estableciendo un círculo vicioso de difícil resolución. </div><br /><div align="justify">A pesar de que personalmente no puedo sentir demasiada confianza en lo que diga un tipo que se llama como un ratón de dibujos animados se ve que la gente allí tiene una cultura televisiva menos sesgada que la mía (cosas de tener niños en casa, ya saben), y se pusieron a pensar en ello. Y vieron que el amigo Jerry tenía razón. Así que le dijeron que la tenía, que muy bueno lo suyo, y el tipo se vino arriba, dejó de administrar empresas y se dedicó a escribir un libro en el que definió esta conducta con un ejemplo que le daba título: la paradoja de Abilene (bueno, en realidad el libro se llama <strong>La paradoja de Abilene y otras meditaciones acerca de la administración</strong>). Como el señor Harvey se explicaba mucho mejor que yo, y en aras de que todos ustedes consigan entender algo de todo este rollo, me voy a permitir tomar prestado su ejemplo para ilustrar el tema.</div><br /><div align="justify">Erase una vez una familia que estaba jugando una partidita de cartas en el porche de su casa, en una sobremesa de inhumana calorina. Con su sombra, su té helado, su ejemplar mensual de la revista de la Asociación del Rifle…. la típica sobremesa del medio oeste americano, ya saben. En estas que el pater familias, viendo a sus huestes amodorradas, se sobrepone a su propia desidia y les propone una excursioncita hasta la cercana ciudad de Abilene (Texas), a disfrutar de los 45º a la sombra que caracterizan esos andurriales, y de la atractiva y animada vida social que se le puede suponer a una ciudad ganadera que figura en el tercer lugar del top de ciudades conservadoras de los USA (lo que en un ranking tan disputado tiene su mérito). El caso es que la excursión, teniendo en cuenta que el coche no dispone de aire acondicionado y que el viaje dura casi una hora (cuando he dicho cercana ciudad ha sido pensando en los estándares americanos, para los que cualquier cosa a menos de 500 km está ahí al lado) no le apetece lo más mínimo a ningún miembro de la familia. Ni siquiera al que lo propone. Pero, por alguna razón, nadie se atreve a decir claramente que esa idea es una tontería: comienzan a mirarse unos a otros, y a todos les parece que plantear objeciones o negarse al plan será desairar al ilusionado postulante, así que manifiestan su (falso)entusiasmo con el viaje, alimentando así cada uno la conducta de los demás. Resultado: nos vamos todos a Abilene. </div><br /><div align="justify">Después de un viaje sofocante, ver en Abilene …, bueno, lo que haya que ver por allí, y volver a casa en otro viaje sofocante, los ánimos del personal ya están menos propicios a las mojigaterías y comienzan a despotricar: a mí no me apetecía, pero vi a papá tan ilusionado… pues a mí menos, pero como estabais todos tan convencidos… pero qué decís, si yo lo he propuesto porque os veía aburridos de la muerte… pues la próxima vez que nos veas aburridos te callas y te vas a probar tu rifle nuevo, ¿vale? Vale.</div><br /><div align="justify">Hasta aquí la bibliografía. Comienza ahora la reflexión de todo a cien, porque me da que esta bonita anécdota podría servir para ilustrar el peligro de ser excesivamente respetuosos con las tonterías ajenas (aka corrección política).Ya saben, esa famosa teoría de la tolerancia y el buen rollito imperante hoy por todas partes (de cara al público, que en privado la cosa cambia bastante) y que se resume en el delirante eslogan de que todas las opiniones son respetables. Pues no señores. O aquí ha habido un error de traducción o alguien no sabe de lo que habla, porque las cosas no son así, ni de lejos. No todas las opiniones o las propuestas son respetables. Lo que deberíamos respetar es el derecho de los demás a decir lo que les parezca (y eso como mucho, que hay gente que está mucho más guapa callada), pero de ahí a dejarles creer que lo que han dicho es respetable media un abismo. Que no es por no escuchar, que si hay que escuchar, se escucha. Pero después, una vez hemos valorado el discurso de nuestro ponente, cuando hemos llegado a la ineludible conclusión de que lo que dice es una meada fuera del tiesto, lo verdaderamente correcto no es poner cara de “<em>vamos a pensar en ello, porque tiene parte de razón</em>”, sino darle una palmadita en la espalda al interfecto (disimular la compasión que nos produce no es obligatorio; ni siquiera recomendable) y decirle que se ponga por ahí, donde no estorbe, que descanse un rato y que aproveche para pensar en la siguiente tontería. Y si se ofende, que se ofenda. La vida es así de ingrata. El problema es que, como en la entrañable familia tejana del ejemplo, me parece que nadie se atreve a decir esta boca es mía, y el primero que dice cualquier gilipollada se lleva el perrito piloto. Premio para el caballero, por incomparecencia del rival. Y así nos va.</div><br /><div align="justify">Alguien dijo una vez que cada minuto nace un tonto. Eso siempre me ha parecido algo así como la <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Paradoja_de_Fermi">paradoja de Fermi </a>(otra paradoja, hoy estoy que las vendo), pero en pobre. Porque, verán, a pesar de que mi mirada dista bastante de ser la de alguien confiado en la bondad intrínseca del ser humano, no me parece ver a mi alrededor a tanto imbécil. Vale, hay muchos, pero menos de los que podríamos pensar, dada una tasa de natalidad tan espectacular. Si cada minuto nace uno, ¿dónde se han metido los tontos? </div><br /><div align="justify">Hoy, por fin, he encontrado la respuesta a la paradoja (a la de los tontos; la de Fermi tendrá que esperar algún rato de inspiración, a una afortunada casualidad, o a que le hagan un análisis de ADN a Messi): nadie los ve porque están todos en Abilene.</div><br /><div align="justify">Estamos, quise decir. Ustedes perdonen, que me falta práctica en esto de escribir. </div>Cazurrohttp://www.blogger.com/profile/05194915141436415412noreply@blogger.com8tag:blogger.com,1999:blog-362163992035148922.post-46276651257857272562011-03-09T14:29:00.005+01:002011-03-09T14:41:43.828+01:00EL CONCEPTO<div align="justify"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgGU_gEjgdHIKVWm5OEz58MuDotI55eHmxOi0jAixEJh7IW3gjRxg9hN5qIhVhC2F2XXUUiGYsdxEf7MeTSQ6E6YTyTBgPqh1f8irxL33lh4sCakJi2TXHO_zLwSPn-XBsBsUqcKrPxtH8w/s1600/smileytoesocksxj1.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5582072961650772386" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 249px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgGU_gEjgdHIKVWm5OEz58MuDotI55eHmxOi0jAixEJh7IW3gjRxg9hN5qIhVhC2F2XXUUiGYsdxEf7MeTSQ6E6YTyTBgPqh1f8irxL33lh4sCakJi2TXHO_zLwSPn-XBsBsUqcKrPxtH8w/s320/smileytoesocksxj1.jpg" border="0" /></a>Querido hermanito:</div><br /><div align="justify"><br />Espero que al recibo de la presente te encuentres bien, nadando en la ambulancia. El caso es que hoy me apetecía hablarte un rato, porque es un día especial. Y porque no todo es follar, y también podemos hablar. Por ejemplo, a mí me encanta como hablas tú, y como cuentas lo de los ovnis en la Patagonia.</div><br /><div align="justify"><br />Pero me estoy desviando del tema, y eso no puede ser, porque el concepto es el concepto, y si me desvío demasiado puede haber ondonadas de hostias antes de que nos demos cuenta (te preguntarás, ¿antes en el tiempo o en el espacio?), así que procuraré formular el mensaje correctamente para que puedas entenderlo y no haya problemas con el pH.</div><br /><div align="justify"><br />Y el tema eres tú, que para eso hoy es tu cumple. Ya sé que, puestos a hablar de ti, tú podrías hacerlo mejor, porque conoces el tema, eres muy profesional y hablas como un abogado, pero ahora descansa, que ya hablo yo (aunque no sea muy bueno para estas hóspedas). </div><br /><div align="justify"><br />Naciste hace ya la friolera de 37 tacos de calendario. Yo andaba por allí, supongo, pero la verdad es que no lo recuerdo muy bien. Me imagino que no me haría demasiada gracia que papá y mamá me metieran a un enano en casa, con lo bien que estaba yo solo. Pero después me acostumbré, o me resigné, y ya formaste parte de todo, desde siempre y para siempre. De lo cual me alegro mucho, dicho sea de paso.</div><br /><div align="justify"><br />Fuiste un niño con una espectacular tendencia a las lesiones (sí, vale, yo tuve algo que ver en eso algunas veces, pero estamos hablando de ti, no me cambies de tema), una gran facilidad para soñar despierto y una increíble afición a coleccionar coches en miniatura. Crecimos juntos, y compartimos muchas cosas. En realidad lo compartimos todo excepto tu extravagante decisión de hacerte forofo del Madrid, lo que nos ha ocasionado muchas discusiones (mala cosa, cuando pasa en una familia). </div><br /><div align="justify"><br />Y ahora eres un tío peculiar, encantadoramente raro para muchas cosas. Te gustan los libros raros, la música de Manolo García, las películas de culto [1], los calcetines de colorines y los chistes malos (que, encima, sueles contar a medias [2]), y todo eso lo conjugas con un criterio estético muy personal. Tan personal que estoy deseando ver cómo amueblas tu nuevo piso, ese que te has comprado en la carretera de circuncisión, todo lujo, sin problemas con la microonda del teléfono inmóvil. Seguro que te queda un piso espectacularmente peculiar. Ojalá seas espectacularmente feliz en él. </div><br /><div align="justify"><br />Pues eso, que es tu cumple. Había pensado regalarte una micro Uzi (la SMG, ojo, no la estándar: <em>sumachigun</em>, una máquina de matar), pero en el Carrefour se les habían acabado y no sabían cuándo las recibirían, así que cuando necesites emociones fuertes tendrás que conformarte con una partidita de tortilla rusa con los amigos (con pan y vino, eso sí; ni que fuéramos de Gibraltar, coño), y disfrutar de la sensación de riesgo que proporciona la Amanita Phalloides, o cicuta verde (mortal de necesidad). Y si una de las chicas grita, tú tranquilo: era una falsa alarma.</div><br /><div align="justify"><br />Pero tampoco quiero enrollarme demasiado y quitarte tu valioso tiempo, porque seguro que estás muy ocupado pensando si Jesús tuvo o no tuvo una erección en el Calvario al ver a María Magadalena, y cosas así de profundas. Así que voy a ir abreviando, porque, como dices tú, lo bueno, si breve, dos veces bueno (sos sabio), y además yo soy un tío moderno, y no de esos que van por ahí diciendo que son todas más putas que las gallinas (aunque lo piense), y lo moderno es ir al concepto rápidamente, que así luego uno puede relajarse y echarse unos tiritos.</div><br /><div align="justify"><br />Resumiendo: </div><div align="justify"><br /><strong>¡¡¡¡¡ Feliz cumpleaños!!!!! [</strong>3]<br /><br />Que tengas un gran japiberdeituyú, que cumplas muchos más y que disfrutes la vida todo lo que te mereces [4].<br /><br />Por mi parte, aunque hoy no te veré (ya lo celebraremos, no te pienses que vas a escapar sin pagarte unos centollos, que para eso naciste en un mes con erre), pienso brindar a tu salud. Alzaré mi copa, pensaré en ti, y exclamaré:</div><br /><div align="justify"><br />Escolapios Donosti, uh, uh, uh, uuhhh.<br /><br /><span style="font-size:85%;">[1]A los hechos me repito.<br />[2]Eso no son formas, son alardes.<br />[3] Si me animo y saco un rato te escribiré, como regalo, el post sobre Airbag que te prometí. Aunque tendría que volver a verla, porque ando fatal de lo mío y casi no recuerdo de qué iba…<br />[3] Si tienes dudas de cómo hacerlo, pide que alguien te explique</span> <span style="font-size:85%;">brevemente las reglas del juego.<br /></span></div>Cazurrohttp://www.blogger.com/profile/05194915141436415412noreply@blogger.com8tag:blogger.com,1999:blog-362163992035148922.post-39064023254324902252011-02-08T23:08:00.003+01:002011-02-09T00:14:03.137+01:00ASÍ ES COMO SOY<div align="justify"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhS_Xx-kx_V0qJAs0ijE7TCt5kWt95Yux3m7FrJXPGnZVwLHk0s2xEENt8OSmSACWnrmWGiaqxQRQ3CI4FkR1UieAa0tzzE7jbw94zaRvq0jppbEjKV69tC10TB7S8GgTREnv-SqOwlhBZD/s1600/espejo.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5571382473703822722" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 294px; CURSOR: hand; HEIGHT: 320px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhS_Xx-kx_V0qJAs0ijE7TCt5kWt95Yux3m7FrJXPGnZVwLHk0s2xEENt8OSmSACWnrmWGiaqxQRQ3CI4FkR1UieAa0tzzE7jbw94zaRvq0jppbEjKV69tC10TB7S8GgTREnv-SqOwlhBZD/s320/espejo.jpg" border="0" /></a>Catorce mil doscientos cuarenta y siete días. Ese es el tiempo que llevo dando tumbos por el mundo. Equivalen a 39 años, de los cuales 10 han sido bisiestos, y dos días. Esto quiere decir que el domingo pasado fue mi cumpleaños. Siendo puntillosos y recreándose en el detalle, también quiere decir que ya estoy viviendo mi cuadragésimo año. Técnicamente, ya soy un cuarentón.</div><div align="justify"><br />Quieras o no (y les aseguro que yo no quería), los cumpleaños mueven a la reflexión. Quiénes somos, de dónde venimos, a dónde vamos… ya saben, esas cosas. Y, como dice mi amigo el fotógrafo, supongo que con conocimiento de causa, los 40 son una edad jodida. Un terreno peligroso, en el que uno comienza a ser consciente de que la cuesta abajo ha empezado. Seguramente hace mucho tiempo, claro, pero quizá los 40 son la cifra espoleta, el momento que, por alguna razón, nos hace sentir más plenamente que los jovenzuelos que nos llaman de usted desde hace tiempo tienen sus motivos, y los que no lo hacen es más por un problema de buenas maneras que otra cosa. Al fin y al cabo, la mítica crisis de los cuarenta, como todos los mitos, debe tener algún fundamento. Algo tiene el agua cuando la bendicen, ¿no? Bueno, pues como de vez en cuando tengo un ramalazo de originalidad (contradictorio e imprevisible que es uno), a mí me ha pasado todo eso un año antes.</div><div align="justify"><br />Pero tampoco creo que un año más o menos sea importante. Sean 39 o 40, viene a ser lo mismo. Quizá la clave radique en el hecho de que, de todas las decrepitudes que comienzan a acecharnos cada vez menos disimuladamente cuando nos asomamos a estas edades, las que afectan a la memoria son las menos evidentes. O las más insidiosas y difíciles de comprender. Uno tiene todavía los recuerdos frescos de aquellos años, por momentos lejanos, por momentos anteayer, en los que la vida era una página en blanco. Y, para bien o para mal (seguramente para bien), no nos paramos demasiado a mirarnos a nosotros mismos y contradecir esos recuerdos, así que nos parece que, en cierto modo, seguimos siendo aquellos despreocupados postadolescentes que no veían el momento de empezar a comerse el mundo a bocados. O aquellos jóvenes de veintimuchos (qué elástica es la palabra joven, a veces) que ya habían comprobado que lo de comerse el mundo igual era un poco más difícil de lo que parecía, pero seguían manteniendo intacta la ilusión. O aquellos treintañeros recientes, con la década recién estrenada, que comenzaban a cambiar la ilusión por un saludable cinismo (un mecanismo de supervivencia extraordinariamente efectivo) y se permitían mirar con condescendencia a las generaciones que venían por detrás, repitiendo el ciclo, y con cierta callada admiración a las que iban por delante, como el que empieza a explicarse el por qué de muchas cosas. </div><div align="justify"><br />Pero no. Nos engañamos. La memoria tiene estas cosas. Trabaja mezclando las escalas temporales, y nos pone en el mismo plano imágenes y sensaciones de distintas épocas, y eso, si bien no es necesariamente malo, tampoco es precisamente bueno. Porque llega un día (por ejemplo, cuando cumples 39 años) en el que la realidad te asalta desde el espejo y la comparación de la imagen que ves en él con el caleidoscopio que tienes en la cabeza comienza a chirriar más o menos desagradablemente (aunque supongo que esto último depende de la capacidad de sorpresa de cada uno).</div><div align="justify"><br />Dado que yo me fío lo justo de mi memoria, prefiero hacerle caso al espejo. Ir a los datos, y dejar de lado los recuerdos y las sensaciones. Así que, yendo a lo objetivo, y probablemente dejando de lado lo importante, intentaré contar cómo soy[1]. O, para ser más exactos, cómo me dice el espejo que soy.</div><div align="justify"><br />Mido 1,70 y peso unos 70 kg (me gustaría decir que de puro músculo, pero el espejo diría que menos lobos). Soy moreno, aunque algunas canas comienzan a menudear en las sienes y en la barba. Por eso me afeito a diario. Por eso y porque me pica, y nunca he podido aguantar la barba de varios días más de varios días (excepto una breve temporada en la que me dio, vaya usted a saber por qué, por llevar perilla, con gran éxito de crítica, pero no tanto de público; no sé si me explico). </div><div align="justify"><br />Soy un tío rutinario. Me encanta la rutina, principalmente porque encuentro que facilita el día a día, pero también porque cuando tienes un buen número de actividades automatizadas puedes permitirte el lujo de ir por la vida con el cerebro en piloto automático, que resulta bastante cómodo. También puede ser que sea un poco neurótico y lo que yo llamo rutina sea en realidad un síndrome obsesivo compulsivo, pero como (todavía) no está diagnosticado y aquí nada es oficial hasta que aparece, negro sobre blanco, en un papel firmado por alguien competente, prefiero quedarme con mi explicación y pensar que soy un tío ordenado al que le gusta tener las cosas en su sitio y saber lo que va a hacer cada día y en cada momento.</div><div align="justify"><br />Me gusta leer, aunque cada vez leo menos. Echo de menos las épocas en las que tenía tiempo suficiente para leer, porque ahora apenas consigo sacar unas pocas horas al mes para leer, y hace mucho tiempo que no leo un libro que me guste de verdad. Con los años, me he vuelto más selectivo y ya no me vale cualquier cosa.</div><div align="justify"><br />También me gusta escribir, y para eso soy mucho menos selectivo (asumo mis limitaciones, pero, si no puedo escribir bien, al menos puedo escribir de cualquier cosa) y también mucho más inconstante. Puedo alternar temporadas en las que escribo más que hablo con temporadas en las que no escribo ni una línea (aunque sigo escribiendo más que hablo).</div><div align="justify"><br />Porque soy callado. Muy callado. Rozando el autismo. En parte porque nunca he estado muy dotado para las conversaciones intrascendentes, y en parte porque soy tímido hasta unos límites patológicos. Unánle a eso una notable falta de habilidades sociales y llegarán a la conclusión de que el silencio es el estado en el que puedo resultar menos ridículo. Es la misma conclusión a la que yo llegué hace mucho tiempo. Sin embargo, cuando sé de lo que hablo (pasa pocas veces, pero pasa), puedo hablar con soltura delante de cualquier público. Supongo que con la edad he aprendido a dar el pego, y puedo aparentar más seguridad de la que siento realmente (que suele ser cero).</div><br /><div align="justify">Tengo cierta facilidad para el pensamiento lateral. Ahora lo tengo asumido, pero es algo que me jodía, cuando era más joven, porque nunca era capaz de llegar a las mismas conclusiones que los demás partiendo de los mismos datos (sigo más o menos igual, pero quizá he aprendido a disimular mejor). Tal vez eso explica mi torpeza para las relaciones humanas. Como no sé interpretar los datos, utilizo la memoria, y archivo cual es la reacción correcta en cada situación. Elaboro unos algoritmos complicados y absurdos que me ocupan (casi) toda la memoria y eliminan de mi comportamiento cualquier rasgo de espontaneidad que pudiera tener. Suena peor de lo que es, una vez que te acostumbras.</div><div align="justify"><br />Me encanta el deporte. Verlo, practicarlo, estudiar estadísticas, leer historias relacionadas con él.... Actualmente llevo varios años haciendo mucho, mucho ejercício. De hecho, estoy en mejor forma ahora, con 39 tacos, de lo que he estado en toda mi vida. Todos los días hago flexiones y abdominales, corro todas las semanas un par de veces como mínimo (aunque en verano puedo llegar a hacerlo a diario), y juego con cierta regularidad al pádel (signo inequívoco de decrepitud, por otra parte: cada vez van quedando más lejos los tiempos heroicos en los que los únicos deportes dignos de consideración eran los de contacto). Lo que decía antes de puro músculo no es del todo cierto, vale, pero tampoco está tan lejos de la realidad: es mi espejo, que es un poco tiquismiquis.</div><div align="justify"><br />Soy guapo [2]. Tengo una voz grave, un sentido del humor que poca gente entiende y un pesimismo a prueba de bombas. Me gustan los finales tristes y los héroes que nunca se llevan a la chica. Me encanta la música de Sabina y los libros de García Márquez. Me apasionan los dulces. Odio el frío. No me gusta viajar. Mi color favorito es el azul, y me encanta escuchar a todo el que sabe contarme bien una buena historia.</div><div align="justify"><br />Y algunas veces (sólo algunas) me siento abrumado por la responsabilidad de tener dos hijos y no sentirme a la altura. De preguntarme si seré un buen ejemplo, si sabré hacerlo bien, y no tener clara la respuesta. Supongo que le pasa a todo el mundo. Cuando eso pasa, también como todo el mundo, intento tirar para delante y hacerlo lo mejor posible. </div><div align="justify"><br />Truman Capote dijo una vez, refiriéndose a sí mismo: <em>Soy alcohólico. Soy drogadicto. Soy homosexual. Soy un genio</em>. Yo apenas bebo (algo de vino en las comidas, de vez en cuando), he dejado de fumar, y los hombres sólo me gustan como amigos (y la mayoría ni eso). Así que supongo que no soy un genio. Que nunca seré el genio que una vez soñé que sería.</div><div align="justify"><br />Pero qué le vamos a hacer: así es como soy. </div><div align="justify"><br />Y, créanme, podría ser peor.<br /></div><br /><div align="justify"><br /><span style="font-size:85%;">[1] A petición popular.</span></div><br /><div align="justify"><br /><span style="font-size:85%;">[2] Opinión resultante de la encuesta efectuada sobre una muestra de dos mujeres (casualmente mi madre y mi mujer). Vale, la muestra quizá estaba un poco sesgada, pero no he tenido tiempo para más. </span></div><div align="justify"><span style="font-size:85%;"><br /> </div></span>Cazurrohttp://www.blogger.com/profile/05194915141436415412noreply@blogger.com8tag:blogger.com,1999:blog-362163992035148922.post-81723466937714220492011-01-05T12:19:00.005+01:002011-01-05T12:26:19.651+01:00H2 CUMPLE 3 AÑOS<div align="justify"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjY4GZjkqIdpbKu-7p66PlqtAeK1a3U7aHwSHi_L2uqsFsCrtxjBasbIh8frniMoYq7gS5c9iIqBKbuhtYJf5naKbi3Ov9SiG7X5KIANhxWaipDNREM2upGZm2j50hvaQ-8o1ds_Dv3jCig/s1600/mama_403.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5558660095335256658" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 313px; CURSOR: hand; HEIGHT: 320px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjY4GZjkqIdpbKu-7p66PlqtAeK1a3U7aHwSHi_L2uqsFsCrtxjBasbIh8frniMoYq7gS5c9iIqBKbuhtYJf5naKbi3Ov9SiG7X5KIANhxWaipDNREM2upGZm2j50hvaQ-8o1ds_Dv3jCig/s320/mama_403.jpg" border="0" /></a>Pues sí, como lo oyen: H2 fue a nacer un día como hoy, hace tres años. Su madre y yo nos pasamos aquel día de Reyes en el hospital, con nuestro regalo al lado, en la cuna, y él se va a pasar el resto de su vida preguntándose por qué le han tocado en suerte unos padres tan imprevisores como para hacerle venir al mundo precisamente un 5 de Enero, con lo que la celebración de su cumple se diluye al mezclarse con la de los Reyes, y viceversa. Pero, bueno, tarde o temprano tenía que darse cuenta de los padres que tiene; si no era por esto, hubiera sido por cualquier otro detalle.<br /><br />Hoy ha dormido mal. Llevábamos varios días calentándole la cabeza entre todos (que si va a ser tu cumple, que si van a venir los Reyes…), y eso debe ser demasiada emoción para un enano, así que hoy ha tocado diana a las siete y media y nos ha levantado a todos de la cama. Le hemos cantado el cumpleaños feliz, le hemos tirado de las orejas y ha tenido… “¡¡¡ <em>un legalo</em>!!!”. Es impresionante la capacidad que tiene este crío para la ilusión y para pronunciar mal la erre. Espero que lo segundo cambie pronto, pero que nunca pierda lo primero.<br /><br />Y ahora está ahí, en el salón, jugando con su hermano con su “<em>legalo</em>” nuevo, un juego de construcción, mientras los miro. Como muchas otras veces, me parece increíble que yo haya tenido algo que ver con la presencia en mi casa de dos niños tan guapos, pero después de un tiempo, uno se va haciendo a la idea. También como otras veces, me maravillo ante lo diferentes que son mis dos herederos, tanto en el físico como (sobre todo) en el carácter.<br /><br />Porque en muchos aspectos son la noche y el día. Si H1 es visceral, introvertido, tímido y asocial (es decir, como yo pero en guapo), H2 es muchísimo más tranquilo, sociable, alegre y payaso. Un showman con alma de delincuente. Además de parecerse muy poco a mí físicamente (es flaco, alto y rubio), su carácter es opuesto totalmente al mío y al de su hermano. No se asusta por nada, no se preocupa por nada (lo que es normal, porque tiene una facilidad pasmosa para inventarse excusas) y tiene un coraje a prueba de bombas para enfrentarse a cualquiera, sea cual sea la diferencia de tamaños (no es la primera vez que se interpone entre su hermano y algún pequeño matón en el parque). Aunque, por regla general, es más partidario de la intriga (miente más que habla, siempre está echándole la culpa de todo a los demás) y rehúye los enfrentamientos que sabe que no puede ganar (cuando lo coges en un renuncio aguanta el chaparrón sin levantar la vista del suelo, evitando empecinarse y empeorar las cosas; algo, por cierto, que su hermano debería aprender, porque H1 es más de elegir siempre la actitud equivocada y convertir una pequeña reprimenda en una bronca de proporciones apocalípticas).<br /><br />H2 es un encanto de niño. Tiene un don innato para saber qué decir o hacer en cada situación y con cada persona, y hace lo que quiere con sus abuelos y sus tíos. Incluso con su madre: cuando pide algo y yo se lo niego, acude a su madre con cara de mimos, le da un beso, la abraza, le dice que la quiere mucho… y cuando su madre está flotando un par de palmos sobre el suelo, encantada de la vida, henchida de amor maternal, le formula la petición, con cara de no haber roto un plato en su vida. Y así, claro, la petición, generalmente, es atendida (“¿cómo le vas a decir que no, con esa cara”?, dice su abuela a menudo), y es entonces cuando me mira con cara de “chúpate esa”.<br /><br />Es divertido, alegre y fácil de contentar. Un niño razonable, y al que no cuesta mucho enseñar. Tiene los dientes como un conejo, y como siempre está riéndose se han convertido en algo así como su seña de identidad. Aunque quizá lo más llamativo de su cara sean los ojos: inmensos, un poco rasgados, expresivos hasta decir basta. Es bromista, y tiene un sentido del humor propio y muy definido. Y está en una etapa en la que se debate entre el deseo de ser mayor y el dolor de abandonar sus pequeños vicios y sus costumbres de bebé (chupete, peluches…). Por momentos es un hombrecito, por momentos vuelve a ser un pequeñajo adorablemente achuchable. Con un montón de cosquillas, además, lo que es una tentación a la que no puedo resistirme (me encanta su risa, no lo puedo remediar).<br /><br />Y hoy cumple tres años, y esta mañana está siendo una gozada verlo jugar con su hermano, aunque en lo que escribo esto ya he tenido que intervenir en varias peleas debidas a, digamos, algunas diferencias de criterio a la hora de construir un castillo para Batman (las obras en las que intervienen varios contratistas es lo que tienen). Son niños, y lo disfrutan. Como disfrutan su cumpleaños. Como disfrutan de los nervios del día de hoy (se hace tan largo esperar a los Reyes…).<br /><br />Así que voy a dejar ya de escribir, y, con su permiso, jugar yo también con mis hijos, hoy que tengo tiempo para estar con ellos. Para ejercer de padre, y disfrutar yo también del cumpleaños de H2, y de los Reyes.<br /><br />Feliz cumpleaños, H2. Que cumplas muchos más.</div><div align="justify"> </div><div align="justify">Y pórtate bien, o los Reyes te traerán carbón. </div><div align="justify"> </div><div align="justify"> </div>Cazurrohttp://www.blogger.com/profile/05194915141436415412noreply@blogger.com10tag:blogger.com,1999:blog-362163992035148922.post-48588245661761450392010-12-31T13:10:00.004+01:002010-12-31T15:11:50.056+01:00ADIOS, 2010<div align="justify"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhogPTPNfL_ePyR-UTUy4-1VLnWEvJSsggM0HLten57BOJ19Vu3E0v65nq_JlWq1kB5HLzkfLG894OP2usWka3XWvMQSU4wzLUMupSO2QlCmP2JX5mBBpxk3gmrguhlAB2WA6sOvSKVIwMv/s1600/diciembre31.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5556817919267218898" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 174px" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhogPTPNfL_ePyR-UTUy4-1VLnWEvJSsggM0HLten57BOJ19Vu3E0v65nq_JlWq1kB5HLzkfLG894OP2usWka3XWvMQSU4wzLUMupSO2QlCmP2JX5mBBpxk3gmrguhlAB2WA6sOvSKVIwMv/s320/diciembre31.jpg" border="0" /></a>Así, como sin querer, nos hemos plantado en el 31 de Diciembre. El día en el que esta bolita (achatada por los polos) compuesta por tierra, agua y detritos variados completa una nueva revolución alrededor del Sol. Para el viaje ha necesitado 365 días (y algunas horas, pero redondeemos), el periodo que los humanos llamamos un año. Este que hoy acaba, concretamente, hace el número 2010 desde que a alguien se le ocurrió empezar a contarlos tomando como punto de inicio el nacimiento de un niño en Galilea, en unas desafortunadas condiciones de saturación hotelera (ridículo, sí, pero por algún sitio hay que empezar a contar).</div><div align="justify"><br />Ha sido el año en el que España, para asombro de propios y extraños, ha ganado el Mundial de Fútbol, lo que resulta tan espectacularmente incomprensible que supongo que bastará para recordar este año para siempre. Pero ha sido también el año de la crisis, de ver como muchas cosas se derrumbaban alrededor, de locales cerrados, de los parados (gente paseando, con las manos en los bolsillos, con cara de circunstancias). Ha sido el año del miedo (al futuro, al presente) y de la rabia (por un pasado estúpido, por aquellos polvos que ahora traen estos lodos). Ha sido el año en el que todos hemos perdido la poca inocencia que pudiera quedarnos. Aunque, por supuesto, nos queda todavía un poco de esperanza. Ya saben, es lo último que debe perderse.</div><div align="justify"><br />En lo personal, ha sido un año peculiar. Ha sido el año en el que descubrí los blogs, e incluso me decidí a abrir uno (sé que he llegado con cierto retraso al mundo blog, pero mi vida se podría resumir como llegar perpetuamente tarde, a todo; en cualquier caso, no hay que llegar primero, hay que saber llegar). Ha sido un año en el que me he aburrido, me he asustado, me he peleado con el mundo y conmigo mismo, me he agobiado, me he estresado, me he vuelto a aburrir, me he vuelto a estresar… Pero acabo el año bien, equilibrado, sin (mucho) estrés, sin aburrimiento. Con las cosas más claras que hace 365 días. En paz conmigo mismo (el mundo tendrá que esperar). Y moderadamente feliz. Así que no me quejo, porque podría haber sido mucho peor. </div><div align="justify"><br />Por eso, pese a todo, pese a todo lo que ha pasado este año, estoy de buen humor. Así que voy a desconectar por unos instantes mi habitual misantropía para desearles a todos que el próximo año sea mejor (mucho, infinitamente mejor) que el que hoy acaba. Para todos, y en todos los sentidos, por pedir que no quede.</div><div align="justify"><br />Disfruten de la próxima vuelta alrededor del sol. Abróchense los cinturones. </div><div align="justify">Y crucen los dedos, porque no hay salidas de emergencia, el piloto está borracho y los controladores en rebeldía.</div><div align="justify"><br />Feliz 2011.</div><div align="justify"></div><div align="justify"></div>Cazurrohttp://www.blogger.com/profile/05194915141436415412noreply@blogger.com9