jueves, 5 de mayo de 2011

MI PRIMERA VEZ

Fue con mi mujer, naturalmente. ¿Por quién me habían tomado? Soy un tipo serio, como dicen todos los que me quieren (los que me conocen dicen, más bien, que soy soso; podemos dejarlo en que soy formal, ni para ti ni para mi). El caso es que fue con ella, y que fue, a pesar de los nervios, y del miedo a lo desconocido, una experiencia maravillosa.





La verdad es que los dos teníamos ganas, pero tampoco teníamos muy claro dónde nos estábamos metiendo. Tuvimos, al menos, el buen sentido de escoger un sitio adecuado, agradable y cómodo, aunque con demasiada gente para mi gusto (además de sociópata, soy un poco tímido y en general huyo de las muchedumbres, mucho más para según qué cosas). En realidad, todo fue un gran error: los dos creíamos que íbamos allí a otra cosa, y sólo en el último momento nos dimos cuenta de lo que iba a pasar. Pero ya no había solución, así que… ¿Cómo es eso que suele decirse? Si no puedes escapar, relájate y disfruta, ¿no? Pues más o menos fue así.



Pero, como tantas otras veces, todo fue sorprendentemente bien. Les confesaré que, en principio, yo era bastante reacio a probar. Tenía un montón de prejuicios y de razonamientos perfectamente sólidos acerca del tema, que, en mi opinión, estaba muy sobrevalorado. Ya saben, la música de violines, la piel de gallina, las emociones que se descontrolan y todo eso. No creía que fuera para tanto. Porque, además de formal y tímido, soy un tipo duro, yo. Cuidado conmigo (aquí iba una especie de gruñido viril, para reafirmar la hombría y esas cosas, pero es que la transcripción de onomatopeyas no es lo mío).



La cosa es que los dos nos sentimos cómodos desde el principio. A pesar de las reticencias y los nervios iniciales, pronto nos relajamos. Y menuda sorpresa, oigan: aquello era mucho mejor de lo que nos habíamos imaginado. Porque nunca hubiéramos pensado (al menos, yo) que el movimiento de los cuerpos pudiera producir tanta belleza, tanta emoción, tanta ternura. Tanto placer. Incluso llegamos a oír violines, figúrense (y timbales, y platillos…. aquello fue la caraba).
No me lo podía creer. Así que era esto, me repetía. Y acto seguido me reprendía a mí mismo por apartar la mente siquiera un segundo de aquello. A lo que estás, me decía. Ya habrá tiempo luego para analizar el tema y, si se tercia, contarlo. Pero volvía una y otra vez aquella sensación de asombro. Así que era esto.



Acabamos extasiados. Mi mujer con los ojos como platos [1] y la felicidad instalada en la cara. Yo, que soy más contenido en lo que a expresividad se refiere, no podía evitar una ligera sensación de vértigo al pensar en todo aquel universo de maravillosas sensaciones que acababa de abrirse ante nosotros. Al sentir la certeza de que aquel había sido uno de esos momentos que se recuerdan para toda la vida. Y tenía razón, porque todavía hoy lo recuerdo perfectamente. Como si hubiera sido ayer.



Claro que, en realidad, fue ayer. Naturalmente, me refiero a la versión para ballet de La Traviata que la compañía del bailarín Iñaki Urlezaga presentaba ayer en el Auditorio Ciudad de León, y que tuve el privilegio de disfrutar en compañía de mi mujer. Representación a la que acudí, todo hay que decirlo., engañado: creía que iba a ver la versión original de la ópera, y no me enteré de que era un espectáculo de danza (¡¡yo, viendo un espectáculo de danza clásica!!, ¡¡yo!!) hasta que llegamos al auditorio; cosas que pasan… (sobre todo cuando es mi mujer la que las organiza).



Sin embargo, pocas veces me he alegrado tanto de haber sido engañado. Porque fue toda una experiencia, un espectáculo bellísimo y conmovedor, y disfruté muchísimo.



A pesar de ser mi primera vez.

Por cierto, son todos ustedes unos malpensados.



[1] Supongo que en parte por la emoción, en parte por la sorpresa y en parte por dos horas mirando sin pestañear el culo a los bailarines (cosa digna de ser mirada, hay que reconocer).




3 comentarios:

112 dijo...

Tambien fue mi primera vez...y hoy no he podido dejar de pensar en ello.¡ Qué maravilla!.
Espero que haya más veces, aunque será dificil (por no decir imposible) que sean mejores.
Ayer éramos vírgenes y a partir de hoy, el patrón estará muy alto.
Ah! la primera vez...

pseudosocióloga dijo...

La Traviata con Plácido Domingo en el liceo de Barcelona fue mi primera ópera con el primer hombre de mi vida hace la friolera de treinta años, no he visto ningún ballet de la Traviata, que envidia.....

Anónimo dijo...

Par de dos...la próxima vez q os desvirgueis...¡¡Q SEA CON SALSA, POR FAVOR!! Si os gustó la danza desde la butaca, la SALSA va a marcar el antes y el despues...tan sensual...perdón, tan sexual!!
Cuando nos dais cita?

Vecina47