lunes, 6 de febrero de 2012

CUARENTA AÑOS NO ES NADA

Convendrán conmigo en que Sodoma y Gomorra se lo curraron. Ganar fama de inicuas en una época en la que la iniquidad era la norma no fue fácil, pero ellas lo consiguieron. Sodoma por prácticas que han pasado a la historia, y Gomorra vaya usted a saber por qué, aunque mejor no pensarlo. Sin embargo, tuvieron un ligero error de cálculo, y anticiparon unos cuantos siglos el desparrame, con lo que en lugar de vérselas con el Dios metrosexual del Nuevo Testamento, propenso al perdón, al amor y a las parábolas, se encontraron con la versión hardcore de la divinidad, más inclinada a solucionar los asuntos con plagas bíblicas, sacrificios del primogénito y lluvias de fuego y azufre. Un fallo tonto, ya ven, y Sodoma y Gomorra a tomar por el culo (ja, ja, ja… por el culo… ¿lo cogen?... ¿no?... bueno, es igual).


Los únicos que se salvaron de la purga fueron un señor que se llamaba Lot y su familia. En un caso de tráfico de influencias que parecía anunciar el futuro de la política en ese lejano rincón del mundo que muchos años después se llamaría España, Dios todopoderoso decidió que aquel tipo le caía bien, y que le iba a dar información privilegiada. Que te pires, Lot, que esto va a ponerse muy feo, que me tienen muy harto. Y no mires atrás. Ante semejante aviso, Lot se piró. En parte por fe en la predicción divina y en parte porque no le apetecía seguir siendo objeto del particular concepto de la hospitalidad que gastaban los sodomitas. Advirtió a su familia que no miraran atrás, cogieron el petate y se largaron. Y no bien estuvieron a una distancia prudencial de la ciudad, el buen Dios se despachó a gusto con una lluvia de fuego de no te menees. Lot y su prole, a lo suyo, siguieron poniendo tierra de por medio. Pero hete aquí que la mujer de Lot era eso, mujer. Lo que quiere decir, entre otras cosas, que lo de la obediencia no le venía de serie (tampoco como extra), así que pasó varios pueblos de la advertencia de su marido y decidió echar una miradita a aquellas improvisadas fallas que dejaban atrás. Y Dios, que por aquel entonces no le tenía cogido el punto a lo del perdón, o quizás porque metido en faena no le era fácil controlar su divina cólera, la convirtió en estatua de sal. Todo esto ha llegado hasta nuestros días como una bella metáfora de que las mujeres hacen siempre lo que se les pone en la bisectriz y de que mirar atrás no suele traer nada bueno. Cada uno que coja la versión que prefiera o mejor le aplique.


El caso es que a lo de las mujeres no le veo solución. Respecto a lo otro, como gracias a Dios yo soy ateo, voy a pasar olímpicamente de la advertencia implícita en esta historieta bíblica y a echar un vistazo atrás. ¿Por qué? Pues por múltiples y variadas razones, que se podrían resumir en una sola: me ha dado por ahí. No sé muy bien el motivo, pero pueden poner que es porque yo lo valgo. O porque cumplo hoy cuarenta tacos, que, como dice el tango, no es nada (lo dice si lo cantas dos veces). En fin, que como no se cumplen cuarenta años todos los días, me apetece repasar los momentos estelares de mi vida. Si han pensado que era para que me feliciten, y esas cosas… pues también, para qué vamos a engañarnos.


Nací en 1972. Justo el mismo año que cuatro de los mejores hombres del ejército americano, que formaban un comando, fueron encarcelados por un crimen que no habían cometido. Como ven, aquel año todo fueron malas noticias.


Crecí en una ciudad pequeña, y en una época en la que podías ir solo a todas partes en cuanto te destetaban. Ibas solo a hacer recados, al colegio (y por si fuera poco eras responsable de tus hermanos pequeños), y jugabas en la calle durante todo el día, sin que tus padres te tuvieran localizado. Te llamaban a la hora de comer, te ataban a la silla para reposar la comida, y después de merendar te daban pista otra vez, hasta que se hacía de noche. Todo esto sin teléfonos móviles, ni GPS, ni chips de localización. Yo creo que en realidad estaban deseando que nos perdiéramos de una puta vez y los dejásemos tranquilos, pero no les acabó de salir bien. También te mandaban a comprar tabaco, te llevaban en los coches sin sillita homologada para transbordadores espaciales, y si meabas fuera del tiesto te daban una colleja sin que nadie montara una manifestación del tipo Dependientes de droguerías contra el maltrato a los niños. El mundo ha cambiado mucho desde entonces. Hay quien dice que a mejor.


Me fueron naciendo hermanos, sin que yo pudiera hacer nada para evitarlo. Bien sabe Dios que puse de mi parte. Ejecutaba todo mi repertorio de monerías con toda la dedicación de la que era capaz, pero a mis padres no les bastaba, y decidieron aumentar la troupe. Así que tuve que compartir mis peripecias infantiles con dos intrusos. Luego las juveniles, y así hasta hoy. La verdad, entre ustedes y yo, lo de los hermanos no está tan mal. Incluso mola, una vez que le coges el punto. Eso sí, en la próxima reencarnación me pido hermano pequeño. Lo de ser el mayor ya lo he probado y no acaba de convencerme.


El colegio, bien. Nunca tuve problemas con eso. Había que aprender cosas, yo las aprendía, a los profesores les parecía estupendo y a mis padres también, así que todo iba bien. Estudiar, no estudiaba una mierda, porque no me hacía mucha falta, la verdad. Tenía buena memoria. En el instituto, donde estudié Bachillerato Unificado Polivalente (¿a qué suena contundente, dicho así? Lo digo ahora y me suena como cuando era un crío y oía hablar de cuarto y reválida, que nunca llegué a saber exactamente lo que era, pero imponía un huevo), también conocido como BUP, me fue más o menos igual. Académicamente bien, con la sensación incómoda de tener picores que no sabías muy bien cómo resolver. La pubertad, esa maravillosa época. No tuve muchos amigos, pero al menos tampoco tenía enemigos. Buenas notas. Cero éxito con las chicas. Mucho amor propio.


Durante toda mi vida fui bastante gordo. Aunque, para ser exacto, eso dependía bastante del observador. Para mi madre, por ejemplo, nunca pasé de hermoso. Y hasta los catorce años tampoco pasé de gordito. Luego ya sí, luego ya hubo unanimidad y fui gordo para todo el mundo. Un complejo más, pero se me pasaba comiendo. Afortunadamente, aún no se había inventado la anorexia.


Luego llegaron los años bárbaros. La universidad, la independencia (perdonen que me descojone un rato, porque independencia, lo que se dice independencia… pero, en fin, en aquel momento uno se sentía así, autosuficiente, rebelde, adulto: cosas de la edad), las primeras chicas, las primeras veces que suspendías exámenes, las primeras borracheras… Te hacías mayor. A veces molaba, y a veces no tanto.


Y luego, de repente, el tiempo se acelera. A lo bestia, y sin avisar. Comienzas a trabajar, te vas de casa, comienzas a ganar dinero… empiezas, ahora sí, a tener independencia. Y descubres que lo de la independencia es un full de Estambul de mucho cuidado. Publicidad engañosa en toda regla. Estabas mejor con mamá. Pero ahora es demasiado tarde. La cosa mejora cuando te emparejas y comienzas a vivir en pecado. Esto ya es otra cosa. Porque al pecado le pasa justo al contrario de la independencia: tiene mala prensa, pero en el fondo tiene un no sé qué. El caso es que ahora la independencia sí que mola. Tienes pasta (poca, pero mucha más que antes), tienes sexo, tienes trabajo (que no es tan gratificante como tú habías supuesto, pero, oye, por lo menos la gente te mira como si supieras lo que haces, así que disimulas y pones cara de que, efectivamente, eres un JASP, cuando en realidad eres una catástrofe con patas). Te dispones a disfrutar de ese estilo de vida cuando de repente, un día te despiertas y tu vida de joven profesional amancebado se ha transformado en la de un señor casado y con dos hijos. Ni puta idea de lo que ha pasado, pero como te da corte preguntar, pues oye, tiras millas. Con el tiempo les vas cogiendo cariño. También te das cuenta de que eres un cantamañanas que con tiempo suficiente le coges cariño a cualquier cosa, pero, jo, es que es una pereza tremenda ponerte a cambiar de personalidad, a estas alturas.


Pero, sin embargo, no todo ha cambiado. Porque, en el fondo, sigo siendo el mismo tipo. Sigo teniendo pocos amigos. Sigo siendo un tío tranquilo, con tendencia a la depresión estacional y a meter la pata cada vez que hablo. He adelgazado mucho, eso sí. Ahora estoy delgado y en forma, para alegría de mi mujer y preocupación de mi madre, que piensa constantemente que estoy enfermo. Sigo sin tener mucha idea de lo que hago, y ahora ya es algo que no me preocupa, porque he comprobado ya muchas veces (demasiadas) que nadie sabe exactamente lo que hace. Y los que lo saben dan un miedo que te cagas.


Han sido cuarenta años, en definitiva, asquerosamente normales. Han dado para una infancia feliz, una adolescencia con las turbulencias habituales, y una juventud quizá un poco desaprovechada. Para ver cosas extraordinarias (atacar naves en llamas más allá de Orión, España ganando el mundial, el Barça ganando copas de Europa en serie, a los yugoslavos demostrando que también en Europa podemos organizar guerras africanas, …).


Aunque estos cuarenta años también han dado para ir almacenando cosas en la mochila. Cosas que ya forman parte de mí, porque uno es lo que lleva escrito encima, los arañazos en la chapa, los recuerdos, los pensamientos, algunas imágenes, algunos miedos. Todo lo que alguna vez fue importante para ti.


Cuarenta años, en fin, que me han dado la posibilidad de aprender muchas cosas. Lo que significa querer, por ejemplo. Lo vulnerable que uno se siente cuando la vida empieza a depender de tener a alguien a tu lado. Lo feliz que se puede ser con la felicidad ajena. Lo importantes que son las cosas importantes. Cuarenta años que me han servido para aprender que ningún tiempo pasado fue mejor, ni peor, sino sólo el camino que te ha traído hasta aquí.


Cuarenta años para aprender a vivir con la idea de que ni el mundo ni tú sois perfectos.


Para aprender a mirar atrás sin convertirte en una estatua de sal.

16 comentarios:

el chico de la consuelo dijo...

Muchiiiiiisimass felicidades!!

Los cuarenta también te han servido como excusa para la vuelta al post...
que no solo me ha gustado, copmo siempre, sino que en muchas cosas he visto reflejos en el espejo que me miraban con cara de conejo, que decía la canción.

Abrazos a puñaos.

La de la ventana dijo...

Muchas felicidades. Un gustazo volver a leerte.

Anusky66 dijo...

Muchas felicidades!!!
Unbesazo

pseudosocióloga dijo...

Felicidades.

El niño desgraciaíto dijo...

Felicidades, cuarentón...!!! ;-)

112 dijo...

La obediencia está muy sobrevalorada, que lo sepas. ¡Menos mal que no viene de serie!.

Feliz dia!.

Er-Murazor dijo...

Muchas felicidades. Pasa un buen día, y queremos más posts antes del 41º cumpleaños.

Cazurro dijo...

Jo, qué majos sois todos.

Y qué bien mandados. Si lo llego a saber os pido algo de pasta, para comprarme la moto, más que nada; que no es que me guste mucho el mundo de las dos ruedas, pero algo he oído no sé dónde de comprarse una moto a los cuarenta, y yo soy un tío muy tradicional.

En fin, que gracias a todos.
Ahora me voy a celebrarlo.

Di Vagando dijo...

Happy birthday! Me ha gustado lo de "gordito hasta los 14"... ah, y a los 40 yo creía q era descapotable...

muxus

Anónimo dijo...

Menos mal que has vuelto a escribir, todos los días abriendo esto para nada...empezaba a desesperar. Yo me siento igual pero con 30!! Debería preocuparme?? Dios mío, yo tb soy una señora con dos niños...pero salgo todos los viernes y no me pierdo un sarao (ahora preparando disfraces), ¿eso cuenta, no?
Felicidades

Vecina47

Cazurro dijo...

Hello, Di, muchas thanks. Aunque está muy feo eso de disfrutar con las desgracias (o los complejos) ajenos. Supongo que lo del descapotable será la adaptación británica del fenómeno ibérico de la moto, pero no me parece una diferencia significativa (si dejamos de lado la incomparablemente mayor virilidad de un tío en moto respecto a la de un tío en descapotable).
Por cierto, ¿qué es un muxu? Ilústrame, plis.

Hola, vecina, muchas gracias. Voy a pasar por alto ese detalle tan poco elegante de restregarme tu juventud, y contestaré directamente tu pregunta: por supuesto que deberías preocuparte. Yo me siento mucho más tranquilo cuando veo a todo el mundo a mi alrededor preocupado. Porque, como buen pesimista, pienso(simplificando un poco) : "se preocupan, ergo vamos a morir, ergo yo tenía razón". Y ya sabes
cuánto consuela tener razón.
Pero, oye, si prefieres bailar, pues tú misma. Luego no digas que no te avisé.

Gonzalo Viveiró Ruiz dijo...

Muchas felicidades. Y además muy bueno el post.
Sólo una nota, hay quien dice que la mujer de Lot se volvió a mirar atrás...porque allí se quedaba su amante, al que quería de verdad...
Siempre me ha gustado mucho esa interpretación.

Anónimo dijo...

Felicidades aunque sea con un poco de retraso.La mujer de Lot fue coherente con lo que sentia y arriesgo, hay veces que aun queriendo arriesgar no dejan a uno elegir y solo queda llorar por lo que se deja en el camino

Speedygirl dijo...

Felicidades! (aunque sea tarde) Qué repaso vital maś chulo!

Bernardo dijo...

Ya dije en otra ocasión de que no soy muy partidario de blogs, y agregaré que participé en la descripción que has hecho de tu ciudad -nuestra ciudad- en la que nací cuarenta años antes que tú, y que, a pesar de todos los pesares -y que fueron muchos, dadas las circunstancias que existían en mi niñez- la amo y tengo combados de recuerdos los anaqueles de mi alma.
Hoy me ha llegado un correo -o sea u emilio de esos- recordándome que existía un nuevo comentario. Te he leído y han vuelto a aflorar húmedos y nítidos recuerdos. Ufff, creo que me estoy pasando del cupo, y voy a cerrar, no sin antes desearte lo mejor, además de agradecerte estos momentos que estoy reviviendo.
Bernardo.

Anónimo dijo...

Hola!... aunque extremadamente tarde... felicidades.
Me he gustado el post... creo que me quedare danzando por tu blog, si me dejas.
PD: Muxu=beso.
Muxus
Totoro