sábado, 5 de mayo de 2012

EL PETRÓLEO, LA TEORÍA DEL DOMINÓ Y LOS PLÁTANOS

Leo con estupor la noticia de rabiosa actualidad de que Argentina expropia YPF a Repsol. Luego me doy cuenta que la noticia igual no es tan actual, porque el tema es de ya de hace unos días (cosas de leer la prensa única y exclusivamente en los envoltorios de los  bocatas, qué se le va a hacer), pero el estupor sigue ahí. En cualquier caso, el tema me molesta y me preocupa casi a partes iguales, aunque por motivos, justo es confesarlo, que no tienen mucho que ver con el patriotismo, ni con la economía, ni con nada de ese pelo. Simplemente, mi cara  no es demasiado agraciada ya de normal, así que imagínense en pose estupefacta. ¿Verdad que a ustedes tampoco les gustaría ir por la vida con cara de gilipollas? Pues eso.

Sin embargo, no hay mal que por bien no venga. O sí, pero el que no se consuela es porque no quiere. O porque no puede, o porque no lo necesita. El caso es que como de todo se debe intentar sacar algo positivo, vamos a bucear en las procelosas aguas de la Historia en pos de una solución aplicable al tema que nos aflige (lo de YPF, aclaro, no lo de mi careto, que eso sólo nos aflige a mí y, en menor medida, a mi señora). Ya saben que soy un ferviente defensor de la doctrina de buscar en el pasado las instrucciones para manejarse en el futuro, no tanto porque confíe en la  utilidad del resultado como porque resulta infinitamente más cómodo que ponerse a inventar algo nuevo.

Y miren ustedes por donde: lo he encontrado. Apenas raspando un poquito la capa de óxido que empieza a asentarse sobre mi memoria, sin remontarse más allá del siglo XX, ha aparecido ante mis atónitos ojos la anécdota perfecta para entender un poco mejor los manejos económicos que se gastan por esos mundos capitalistas de Dios. Abróchense los cinturones, porque allá vamos.

Era el año del señor de 1899 cuando un buen hombre de negocios (ja, ja, qué bueno) norteamericano (ja, ja, no puedo parar, los chistes me salen solos) decidió hacer fortuna en Sudamérica, entendiendo por Sudamérica, como es lógico, todo lo que está al sur de los Estados Unidos. Este señor se llamaba Minor Keith, y había tenido la brillante idea de ganar pasta con los ferrocarriles en Costa Rica. Tardó unos pocos años en comprobar que los ferrocarriles eran un negocio ruinosos, porque en Costa Rica no iba en tren ni el tato, y el movimiento de mercancías era entre muy poco y ninguno. Inasequible al desaliento, el amigo Minor decidió que, ya que nadie transportaba mercancías iba a empezar él, que para eso era un emprendedor de pata negra, y empezó a utilizar sus ferrocarriles para transportar bananas, plátanos para los amigos, con destino a los Estados Unidos. No contento con transportarlos, comenzó a comprar como un loco tierras para cultivarlos, al ladito mismo de sus vías férreas, fundando la empresa Tropical Trading and Transport Company, que unos años después controlaba la mayor parte de la producción bananera de Centroamérica. 

Por desgracia para el señor Keith, los emprendedores de primera generación venían con un pequeño problema en el sistema operativo que les impedía calcular bien los costos, amortizaciones y otros detalles de esos sin importancia, con lo que Mr. Plátano se encontró entrampado hasta las cejas con algunas de esas entidades benéficas que solemos llamar bancos (o, más coloquialmente,  putos bancos). Con lo que tuvo que asociarse con alguna gente solvente y con contactos en el negocio de la fruta, como por ejemplo Boston Fruit Company, un dos tres responda otra vez. Nacía así la United Fruit Company.

Demostrando de nuevo una cuestionable visión de negocio y una notable impermeabilidad para aprender de sus errores, el señor Keith volvió a endeudarse comprando compulsivamente acciones de las compañías fruteras rivales, con el saludable propósito de controlarlas a todas. Hasta que sus deudas, unidas a la crisis de los años 30, dejaron las acciones de la United Fruit Company, en adelante UFC, (como el Manchester pero sin la M), a la altura de las acciones de los fabricantes de condones del Vaticano. Y, lo que son las cosas, un astuto comerciante que pasaba por allí (y cuya compañía había intentado absorber el señor Keith) acabó comprando la UFC. Como diría cualquier entrenador de fútbol que se precie, los negocios son así.

El astuto comerciante que pasaba por allí se llamaba Samuel Zemurray, un emigrante ruso de origen judío, que por lo que se ve pensó semejante genealogía no era suficiente para caerle bien a la gente y necesitaba algo que le diera lustre a su biografía, como por ejemplo ser millonario. Comenzó en el negocio platanero en New Orleans, pero pronto descubrió que aquello no le iba a convertir en rico, y que el hecho de que todo el mundo lo llamara Sam The Banana Man tampoco iba a quedar bien en su currículum, así que se trasladó a Honduras y fundó su propia compañía frutera, Cuyamel Fruit Company. Cuando el gobierno comenzó a amenazarlo con intolerables chantajes de corte marxista, como impuestos y cosas así, y dado que él también era un emprendedor, se las arregló para traer del exilio al anterior presidente del país, promover una revolución en Honduras y colocar a su amiguete de nuevo como presidente, para que no le molestara demasiado con impuestos, leyes y otras cosas de esas de pobres. Este era el hombre que controlaba ahora la UFC, un imperio platanero que abarcaba prácticamente toda Centroamérica, parte del sur y muchas islas del Caribe. 

Si desde un principio la política de la UFC se había caracterizado por una ausencia de complejos típicamente americana, bajo la dirección y el impulso de Zemurray los modos y maneras de la compañía dieron una vuelta de tuerca de muchos cojones. Comenzaron a comprar grandes extensiones de terreno y a controlar en régimen monopolístico los ferrocarriles de los países en los que estaban presentes. Todo esto, unido a que en muchas zonas eran la única fuente de empleo, a que aprovechaban el control de los ferrocarriles para controlar también servicios como correos, y a los sobornos y corruptelas que pródigamente repartían entre los dirigentes (por llamarlos de alguna manera) locales, consiguió que durante muchos años las leyes se dictaran prácticamente en función de las necesidades de la UFC, con lo que el negocio de los plátanos, gozando de unas óptimas condiciones fiscales y laborales, se demostró tremendamente próspero. Todo iba como una seda: los accionistas enriqueciéndose, los caciquillos medrando, la gente en los USA disfrutando de sus plátanos… bueno, sí, los campesinos locales trabajaban en unas condiciones de pena y en régimen de semiesclavitud, pero ya se sabe que a los indígenas tampoco hay que hacerles mucho caso. Que se empieza por darles descanso dominical y acaban queriendo un salario por su trabajo. Y es que gente desagradecida hay en todos los lados, oigan.

En estas llegamos a los felices años post segunda guerra mundial. Cuando empiezan los movimientos de descolonización, y los parias de la tierra empiezan a mosquearse con según qué cosas. El auge de gobiernos de corte izquierdoso en algunas regiones del mundo, si bien en ocasiones no consigue otra cosa que sustituir a los títeres USA por otros de un color diferente, en algunas otras demuestran un verdadero interés en cambiar las cosas. En el ámbito platanero que nos ocupa, por ejemplo, podemos citar el gobierno guatemalteco del coronel Jacobo Arbenz, que se propuso, insensato él, cosas tan revolucionarias como "pasar de ser un país dependiente y semicolonial a ser un país independiente, y pasar de una economía feudal a una economía capitalista"(comunismo puro, ya ven). Parte de ese programa de modernización económica constaba de una reforma agraria que pretendía la nacionalización de parte de los latifundios de los grandes propietarios (principalmente la UFC) para su redistribución entre campesinos y crear un equilibrio un poco más saludable entre latifundios y minifundios. La UFC, dejando la discreción para mejores ocasiones, pidió públicamente ante el presidente Eisenhower el derrocamiento del gobierno de Arbenz por medio de un golpe de Estado, que se mostró dispuesto a apoyar “por el bien de los Estados Unidos”. Lo cual motivó que el director de la CIA, Allen Dulles, tachara las medidas guatemaltecas de inequívocamente comunistas y acusara al gobierno de Arbenz de alinearse con Moscú. Casualmente, Dulles era socio del bufete de abogados que representaba los intereses de la UFC en Estados Unidos. Detalle que si yo fuera mal pensado, que no lo soy, me daría para sacar alguna que otra curiosa y puede que antiliberal conclusión.

Como quiera que por aquel entonces los Estados Unidos estaban empezando la guerra fría, envueltos en su particular paranoia anticomunista, algunas de sus actitudes eran un poco confusas, por decirlo de una manera suave. De hecho, la rivalidad con los rusos, nacida cuando todavía los alemanes no habían capitulado en la 2ª GM y los soviets eran oficialmente aliados de los americanos, los llevaba a cosas tan pintorescas como proteger a determinados nazis (enemigos) de las malvadas garras de los rusos (aliados). Lo que hace que a veces uno piense si los bandos en la guerra se echaron a suertes o qué coño hicieron, la verdad. Un punto clave de esa paranoia era la teoría del dominó, según la cual si un país se convertía al comunismo, podía arrastrar con él a otros países de su entorno, comenzando una reacción en cadena que acabara acorralando al imperio de la Coca Cola. Y, con una amplitud de miras moderna y desenfada, pasaron a interpretar aquello de América para los americanos como comunista bueno, comunista muerto. El comunismo pasó a ser considerado un legítimo casus belli, allá donde se encontrase. Al fin y al cabo, y modestia aparte, los intereses americanos estaban en todo el mundo.

Y así fue como en 1954, saltando por encima de algún que otro conflicto de intereses o dilema ético como el que aquejaba al director de la CIA, los americanos inauguraron en Guatemala esa tradición tan suya de fabricar golpes de estado en casas ajenas, y el señor Arbenz fue el afortunado ganador de un exilio con todos los gastos pagados (por él). Fue sustituido por el teniente coronel Castillo Armas, apoyado sin el menor rubor por el gobierno de Eisenhower. Una vez en el poder, Castillo se apresuró a demostrar su agradecimiento a la unión temporal de empresas USA-UFC echando para atrás la reforma agraria y pasándose por la piedra, ya que estaba, a todo aquel que se hubiera significado en contra de los intereses nacionales (de los Estados Unidos, claro).

Los americanos le cogieron gusto a la cosa, y  el tema siguió por esos derroteros durante muchos años, a veces improvisando un poco (primero apoyo a Batista, ah, no, ahora a Castro, no, espera, mejor  a los anticastristas…), a veces sacando un poco de contexto el concepto de cooperación internacional (Operación Cóndor, Escuela de las Américas, etc), pero eso ya es otra historia (a la que, conociéndome, seguro que vuelvo otro día, en cuanto  me vuelva a dar la venada antiimperialisto).

Volvamos ahora a lo que realmente nos ocupa: el conflicto Repsol- Argentina. La manera de encauzar la justa y santa cólera que deberán afrontar la señora Kichner y sus acólitos por la desfachatez demostrada al atreverse a robarnos su petróleo. Así que, llegados a este punto, a la luz de la historieta platanera y con la seriedad y pacifismo que me caracterizan, propongo como solución al tema aprovechar los formidables resortes de la diplomacia española para provocar un golpe de estado en Argentina. Acusamos a doña Cristina de comunista, a los miembros de su gobierno de masones, judíos y psicoanalistas, y a tomar por el culo. Luego se trata de colocar un gobierno provisional que podríamos elaborar con miembros de la nutrida colonia argentina que vive o ha vivido en España. Imagínense un gobierno presidido por Jorge Alberto Francisco Valdano Castellanos. Con el Dr. Carlos Salvador Bilardo como ministro de Sanidad, Cesar Luis Menotti como portavoz oficial y Diego Pablo “El Cholo” Simeone como ministro de Defensa. Y, por supuesto, aprovechando esa facilidad innata para hacer amigos y caerle bien a la gente con solo abrir la boquita, el 10, el Diego de la gente, su Divinidad Diego Armando Maradona, ocupándose de la cartera de exteriores, de interiores y de lo que él quiera, coño, que para eso es D10S. Un gobierno que, aparte de ser un espectáculo en sí mismo, una performance de muchos kilates, tampoco creo que fuera a resultar mucho peor que lo que tienen en Argentina ahora, la verdad.

Y, bueno, yo creo que ahí algo podríamos rascar, oigan. Que la historia demuestra que de un gobierno títere algo siempre se saca. Como mínimo una compensación, bien en metálico, bien en especie. Que igual Repsol se tiene que reciclar y empieza a vender plátanos en las gasolineras, pero menos da una piedra.

Que más triste es de robar.


PS: Hoy no van los enlaces, así que a lo peor algún día vuelvo sobre el tema, por aclarar un par de conceptos que han quedado por ahí colgando. El que avisa no es traidor.

5 comentarios:

NáN dijo...

Mire usted, Señor Boreout: hace un rato he vuelto de mi paseo de anochecer, que animo con paradas para tomar un poco de Juan El Andarín, y, como en esta capital llueve, he usado el sombrero.

Lo he colgado nada más entrar en su sitio correspondiente.

Pero su post me ha obligado a ir a ese sitio, ponérmelo de nuevo, volver a leerlo con el sombrero puesto y, al terminarlo (el post), quitármelo (el sombrero).

No le quepa duda que haré correr su "análisis" entre buenas gentes con las que comparto un canal de comunicación de escondidillas.

112 dijo...

Mola la historia contada así.
Aunque no creo que las soluciones pasadas deban seguirse aplicando y mucho menos con esa alineación final.
¡por dios te faltan muchiiisimos!.

Pero no me acaba de encajar lo del "colonialismo y los pobres del mundo" en este caso.
No acabo de ver esto que dices: "la desfachatez demostrada al atreverse a robarnos su petróleo".!

Igual me meto en camisa de once varas, pero me da la impresión de que a REPSOL le han robado, o mejor dicho estafado un montón de pasta.

Por lo que he leído ( doy por supuesto que a este nivel de negocios y corrupciones pasan muchas mas cosas que las que el común de los mortales podemos saber): un gobierno elegido por los argentinos con mayoría absoluta (2 veces) vende por un monton de pasta (que necesitaban) una empresa. La empresa compradora no tiene toda la pasta necesaria y pide un préstamo para pagarla a un banco argentino.
Mete el 90% de lo ganado en pagar el préstamo. Pasan los años y ahora el gobierno, del mismo país y del mismo partido que se benefició del dinero de la compra y del pago de los intereses, decide que donde dije "te vendo y te cobro", ahora "te lo quito y no te pago".
No se igual estoy del todo equivocada, pero a mi me parece robar.
El argumento parece ser que la empresa no invierte allí. ¡Pero si el 90% de los beneficios han acordado en la venta (acuerdo con el grupo Petersen) que sea para pagar el crédito pedido!. Podian haber dicho que el logotipo no les gustaba, seria lo mismo pero algo mas ético.

Estoy segura que de los americanos y demás países no sabemos ni la mitad.
¿Sabes que los chinos (esos del reparto de la riqueza y por ahí pa allá) están empezando a deslocalizarse y a llevar sus empresas a... :ETIOPIA porque es mucho mas barato?.

Que no nos engañemos, a los argentinos de a pie el gas y la gasolina les va a costar lo mismo o mas. Es triste, pero real: somos (como especie) malos bichos.

Lo peor no es la cara de gilipollas, es la fama de gili que vamos teniendo.

el chico de la consuelo dijo...

Ayer me cobraron los de repsol 80 euros por llenar el deposito y estuve a punto de expropiarles diez chocolatinas de toblerone y la manguera.
Después lo pensé mejor y con mi atildada voz les canté "no llores por mi argentina", nunca habian oido algo semejante,una abuela sufrió un shock, tres ciudadanos salieron despavoridos y un japonés creyó que era de nuevo un ataque nuclear como Fukushima.
La cajera llamó a su jefe y me regaló a cambio de que me fuera, la guia repsol del año 2007 para que recordara como era españa antes de la crisis, así como el curso "psicoanalicese viendo telecinco" en su creencia de que fuera un kirschneriano camuflado.

Que me ha gustado un mogollón como siempre, aunque en algunos parafos he detectado un cierto tufillo Galeano que me ha generado un leve sarpullido en la zona inguinal.

Abrazos para Vd. Y pongame a los pies de su señora.

Cazurro dijo...

Sr. Nan, no se me quite el sombrero, no vaya a coger frío. Que ya tiene una edad (sin ánimo de ofender).

112, yo no digo que los argentinos sean unos pobrecitos expoliados por los pérfidos capitalistas españoles. Podría, pero no lo digo. Simplemente, propongo aplicar los que hacen los americanos. Siempre hay que buscar ejemplos provechosos, y a ellos parece que les va bien.

chico, no he leídoa Galeano, asíq ue no sé muy bien qué quiere decir. En cualquier caso, cuídese ese sarpullido, que ingles no hay más que unas, y si luego la nuera de la consuelo se queja yo no aceptaré ninguna responsabilidad.

Le acepto, eso sí, los abrazos (siempre que sean castos y puros, de esos acompañados de viriles palmotadas en la espalda), pero a los pies de mi señora no lo voy a poner. A gente con sus arrebatos expropiadores no hay que darle facilidades.

el chico de la consuelo dijo...

lease las "Las venas abiertas de america latina" corre el peligro de que el Sr NaN le ponga un enlace desde su blog...pero compensa ver una visión mu similar pero peor escrita que la que cuentas en tu post

Ese libro se lo regaló Chavez a Obaba...que mandan guebos querer matar de aburrimiento al pobre negrico con ese libro.