Pongamos que hablo, además, de una manera personal. No quiero hablar de Astorga en plan wikipedia. Si alguien tiene interés en conocerla desde ese punto de vista, puede hacerlo aquí. Pero yo prefiero hacerlo de otro modo. Porque es la ciudad en la que nací, en la que crecí, en la que me hice como soy. En la que viví hasta que tuve que irme, por imperativos del guión. La ciudad que mejor conozco. La que más quiero. La que más odio.
Porque las ciudades son, hasta cierto punto, como los amigos. Del mismo modo que no escogemos a nuestros amigos (son ellos los que nos escogen a nosotros), uno tampoco elige la ciudad en la que nace y crece. Pero, en ambos casos, uno no puede dejar de aceptarlos, de quererlos tal y como son, a pesar de todos sus defectos y su tremenda imperfección. Con tiempo para las risas, con tiempo para la bronca. Con el cariño envolviendo un montón de recuerdos compartidos. Recuerdos que no siempre son agradables, pero que son los que tienes. Así es la vida. Y, claro, cuando hablo de mi ciudad, también estoy hablando de mi vida.
Astorga es una ciudad pequeña (unos 10.000 habitantes), con una larga historia: fundada por los romanos, recibió el nombre de Astúrica (ciudad de los astures, en honor a las tribus que andaban por allí en aquellos tiempos), el título de Augusta y el rango de capital del convento jurídico romano, y se convirtió en un enclave importante para la gestión de las enormes cantidades de oro que los romanos extrajeron de la zona; después de eso, el resto no son más que 20 siglos de decadencia. Tiene un conjunto monumental (Catedral gótica del siglo XV, Palacio Episcopal del XIX, obra de Gaudí, Ayuntamiento barroco del XVII, murallas de origen romano, restos arqueológicos romanos, más o menos conservados) que atrae a un buen número de turistas cada año (de hecho, en verano es fácil que la ciudad doble su población), pero que a los indígenas del lugar (al menos a mí) nos falta perspectiva para apreciar como sin duda se merece: forma parte de nuestra cotidianidad, del paisaje que has visto una y otra vez, todos los días; por eso nos resulta extraño ver a los turistas extasiados contemplando lo que para tí es normal. Y con una gastronomía que también forma parte de su atractivo turístico: el cocido maragato (que es más o menos como todos los cocidos, pero más a lo bestia y con la particularidad de que se come al revés, comenzando por las carnes y finalizando con la sopa; somos así de guays), la repostería (mantecadas, hojaldres), el chocolate,… en mi opinión, nada del otro jueves, pero, bueno, ya que la ciudad vive principalmente del turismo, tampoco voy a ser yo el que les pinche el globo.
Esta semana celebra sus fiestas. Cuando vivía allí, era la semana que menos me gustaba del año. Demasiada gente. Demasiado alboroto. Ahora, me encanta que mis hijos vean las mismas marionetas que yo veía cuando era pequeño, los guiñoles de Maese Nicolás (Gorgorito, Rosalinda, la malvada bruja Ciriaca,…. cuántos recuerdos), que corran delante de los gigantes y cabezudos, que estén deseando que lleguen las fiestas para ir a montar en los caballitos, en los castillos hinchables, en el tren de la bruja. Es curioso ver cómo vuelves a disfrutar de la infancia a través de los niños, cuando la infancia comienza a ser un recuerdo lejano.
Así es Astorga en verano. Mucha gente: gente de fuera, multitud de peregrinos (está enclavada en el Camino de Santiago; en realidad, Astorga entera es un cruce de caminos, desde siempre), gente de paso… y gente, como yo, que un buen día se fue pero vuelve de vez en cuando. Mucho ajetreo. Mucho calor. En resumen: una ciudad extraña.
Porque esa no es mi ciudad. La ciudad de mi infancia, la que vive en mis recuerdos, es otra muy distinta. Hecha de inviernos heladores, días de niebla y calles desiertas, barridas por el viento afilado del Teleno. Es una ciudad repleta de niños jugando en el atrio de la Catedral. De chimeneas humeantes. De la Santa Fe de Riancho esparciendo su olor a castañas asadas. Del kiosko de Blas. De Colasa y Juan Zancuda martilleando en la campana del Ayuntamiento para avisar al mundo de que el tiempo sigue pasando. De Pedro Mato vigilando desde la soledad, en el tejado de la Catedral. De las oleadas de reclutas que bajaban a las 5 en punto de la tarde desde el cuartel, en busca de conquistar a nuestras chicas (cómo me fastidiaba esto entonces, cómo lo extraño ahora). Del olor que procedía de los obradores de las fábricas de mantecadas que antes estaban enclavadas en el centro y ahora se han ido a las afueras, dejando a la ciudad huérfana de aquella terrible tentación. De las mujeres sentadas a la puerta de su casa, haciendo los moldes de papel para las mantecadas mientras charlaban con las vecinas. Del colegio en el que aprendí a escribir, del Instituto en el que estudié, de los bares en los que tomé mis primeras cervezas, de los pubs a los que íbamos cuando empezábamos a salir, jugando a ser adultos. De los rincones en los que di mis primeros besos.
Y me resulta muy difícil identificar todo eso con la marabunta de gente que me voy a encontrar este fin de semana. Sigue siendo mi ciudad, pero de una forma muy distinta. Porque el colegio en el que aprendí a leer ya no existe, y la casa en la que crecí hace años que se derrumbó. Porque los niños ya no pueden jugar en el atrio de la Catedral, y el kiosko de Blas ya no parece un kiosko, y Riancho hace años que ya no puede vender castañas asadas. Porque ya no huele a mantecadas por las calles. Porque ya no hay reclutas persiguiendo chicas, y los pubs donde yo solía ir cerraron hace años. Porque los primeros besos quedan ya muy lejanos.
Me sigue gustando ir por allí, de todos modos. Sigue siendo mi ciudad, y me gusta pensar que mis hijos también llegarán a considerarla suya, al menos en parte. Que llegarán a saber que allí tienen un pedacito de sus raíces. Que llegarán a quererla como yo la quiero.
Aunque sepa que es imposible. Que a pesar de que vamos a menudo, ellos ya nunca podrán encontrar mi ciudad, y tendrán que construir la suya, como puedan, donde puedan. Tendrán que fabricar sus propios recuerdos, porque yo no puedo darles los míos. Mi ciudad les queda muy lejos.
Porque ellos viven a 50 km de Astorga. Pero a 30 años de mi ciudad.
13 comentarios:
La ciudad ha ido cambiando, como nosotros.Porque despues de todo tampoco nosotros,los de antes,somos los mismos.
Como dice Sabina: "(...) al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver". Sim embargo, es tan entrañable volver a pasear por sus calles!.
A mi siempre me ha gustado volver.
Quedan lejos los primeros besos pero no los ultimos.
Y soy primer, que con el numero creciente de seguidores se va a poner muy caro.
Que casualidad!! Descubro tu blog hace unos días, me leo las entradas del tirón y hoy, que venía a ver si había algo nuevo, me encuentro con que hablas la ciudad a la que iré en breve de visita!
Entiendo lo que cuentas sobre ese lugar que te vio nacer.. y que es un poco relación de amor-odio en algunos casos, pero es donde comienza la historia de uno mismo.
Si llegas a marcar sitios imprescindibles ya sería la caña :)
Un saludo y buen finde!
Hola, Bett. Estás en tu casa.
Sitios imprescindibles? Tienes juntitos el Palacio Episcopal y la catedral (en el sótano del palacio hay un museo chulo). Y con un paseo de 5 minutos te plantas en la Plaza Mayor (Ayuntamiento, mosaicos romanos, etc).
Museo del chocolate (es curioso, sobre todo si te gusta el chocolate).
Un paseo por la muralla, con vistas al Teleno.
Y a 10 minutos en coche tienes un pueblo típico arriero muy bien conservado, Castrillo de los Polvazares (donde además hay muchos sitios para comer un buen cocido).
Y, si el tiempo acompaña, tomarse una copa tranquilamente en alguna terraza en la Plaza Mayor, o detrás del Ayuntamiento (Cuadros, Café Romano).
Que disfrutes la visita.
Buen fin de semana.
Bonita entrada.
Tengo una pregunta. Es por ver si soy un bicho raro o si es algo habitual.
Yo estuve en Ávila hasta que empecé la carrera y luego me quedaba los veranos y luego cada vez menos y aunque me gusta mucho mi ciudad (porque sigue siendo mi ciudad a pesar de que ya llevo más años en Madrid que en Ávila) no me gustaría volver a vivir en ella. Quizá en otra parecida, pero no en Ávila.
¿Te pasa algo parecido o te gustaría volver a vivir en Astorga?
Por cierto, yo estuve de turismo en Astorga hace ya ni sé los años.
Hola, Niño, bienvenido.
No,no me gustaría vivir en Astorga, ahora. Ella ha cambiado, y yo también, y creo que ya no nos entenderíamos. Aunque sigue siendo mi ciudad, por supuesto...
Pero te aviso: no creo que sea una buena idea usarme a mí, precisamente, para confirmar o descartar, por comparación, que seas un bicho raro.
Buen finde.
Preciosa entrada. La última frase me ha encantado, tan precisa.
Menos mal que no ibas a dar los datos de wikipedia... porque hay algún párrafo muy enciclopédico. No está mal tampoco.
Hola, Annie. Bienvenida, y muchas gracias. Me alegra que te haya gustado.
Respecto a lo de la wiki, cualquiera que me conozca podría decirte que me he cortado entre mucho y muchísimo, teniendo en cuenta lo enciclopédico (bueno, hay quien dice pedante) que puedo llegar a ser normalmente.
Buen finde.
Efectivamente Anniehall: ¿que es la wikipedia?... te voy a desvelar el secreto: la wikipedia es Cazurro. Y la entrada es el modo muy,muy,muy abreviado.
Cazurro, me sirve para refrendar mi propia experiencia en una ciudad pequeña. En cuanto a lo de bicho raro... ¿Si no fuera un bicho raro te estaría leyendo?
Buen finde a ti también.
Vamos creciendo y junto a los recuerdos acumulamos también desamores. Y ese sentimiento entremezclado que nos cuentas nos ocurre a todos en nuestras ciudades.
Me viene a la cabeza el verso de leon felipe que puso en tu blog 112"¡Qué lástima
que yo no tenga comarca,
patria chica, tierra provinciana" y también una canción de labordeta sobre zaragoza contando cosas como la que tu cuentas para terminar el estribillo:la amo la odio le tengo un cariño ancestral
Lo primero ,antes que me olvide, gracias!! ya que ha sido un placer acompañarte en tu paseo por la Astorga de hace años y de paso recordar las muchas veces que de niña y joven ,la recorrí con mis primos a los que visitábamos, cuando íbamos de paso hacia mi pueblo en Orense.
Un besazo
Si estuviste este fin de semana en Astorga espero que pudieras ver la exposición de fotos de tu ciudad (si, tu ciudad, ya que eran fotos de finales de los 70). Yo además tuve un gran guía en mi suegro.
Aunque no es mi ciudad será una de las ciudades de mi hija, y espero que aparte de tener “su” Astorga y “su” Zamora, conozca la Astorga de su abuelo, y la de su madre, y la Zamora de sus abuelos y la de su padre, ya que creo que esto enriquecerá las suyas, como enriquecieron mi ciudad las de mis abuelos (como os echo de menos) y las de mis padres.
Yo espero transmitirla el amor que siento por Zamora, con sus cosas buenas y menos buenas, y que disfrute cada vez que vaya, aunque tengo claro que para ella será una ciudad de fin de semana, de vacaciones y de celebraciones, no SU ciudad.
Pues mira, yo también soy maragato, y busqué a Riancho -creo que su locomotora no era una Santa Fé, pero es lo mismo- para hacer un comentario en
http://www.flickr.com/photos/66035039@N00/4402067260/
y me he permitido incluír tu enlace -si te incordia me lo dices, y lo borro-, ya que tengo una página en flickr en la que cambio impresiones con amigos.
Es ésta, por si te apetece verla:
http://www.flickr.com/photos/24822386@N02/
Creo que es la primera vez que entro en un blog, pero podré el tuyo en preferidos.
Enhorabuene por él, y recibe un saludo cordial.
Bernardo.
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