miércoles, 27 de octubre de 2010

LA PANDI

Ya he hablado de ellos algunas veces, aunque apenas tangencialmente. Son mis compañeros de curro, aunque eso es quedarse muy corto. También son mis compañeros de mesa y mantel cinco días a la semana, lo que une bastante más que lo anterior. Y también, y por encima de todo, son mis amigos. Porque comerse la misma mierda día tras día une muchísimo más que cualquier otra cosa.


Cuando llegué a la empresa, previo pago de mi cláusula de rescisión (uno tiene su caché), la pandi ya estaba formada, aunque incompleta. En realidad, yo fui el primero de la nueva generación. Me tocó sustituir a uno de los socios fundadores, que se trasladaba a una nueva delegación de la empresa. Eso de ocupar el lugar de otro, exponiéndote a constantes comparaciones, tiene su peligro, y en general no se me da muy bien (casi siempre salgo perdiendo en las comparaciones), pero esta vez encajé. Seguramente gracias en mayor medida a su paciencia que a mis méritos, pero el caso es que encajé. Posteriormente, la empresa sufrió un proceso de expansión que la llevó a casi duplicar su plantilla. Esto motivó que la pandi viera incrementado su número en otros cuatro elementos. Más posteriormente todavía, dos de los miembros de la pandi fueron, digamos, invitados a irse a disfrutar de las inconmensurables ventajas del INEM (aún los extraño), lo que dejó el número de socios en siete. Cosas de la vida, y de la crisis. Y de las maneras de gestionar las crisis que tiene alguna gente, pero eso es otra historia.


El caso es que somos siete tipos bien avenidos. Considerando que pasamos más tiempo viéndonos nuestros respectivos caretos que en casa, esto es todo un punto. Además, nuestras actividades en la empresa, sin ser exactamente las mismas, están bastante relacionadas, con lo cual nos encontramos que en el día a día tenemos los mismos marrones por solucionar. Y, a la hora de solucionar marrones, la verdad es que es mejor tener al lado a alguien del que te puedas fiar, y no a alguien cuya principal preocupación, antes de solucionar nada, sea dejar claro que él pasaba por allí. Que haberlos, haylos.


Temas laborales al margen, solemos comer juntos todos los días. Una de esas costumbres que ya estaban establecidas cuando yo llegué y que nadie se plante siquiera que se puedan cambiar. ¿Para qué? Según los clásicos, las cosas que funcionan no se tocan. Y nosotros somos unos grandes admiradores de la sabiduría popular. El tiempo del comedor lo mismo nos sirve para hablar de trabajo (sin jerarquías, lo que aligera un montón cualquier trámite) que para olvidarnos completamente de cualquier cosa remotamente relacionada con él, según el día.


El líder de la pandi es LM. Socio fundador y miembro más antiguo de la misma. De hecho, es uno de los pocos que está en la empresa desde su nacimiento, veinte años ha, y es uno de esos tipos que sabe más por viejo que por demonio. Un encanto de tío, aunque tiene un pronto de lo más jodido que he visto en mi vida (y he visto bastante, créanme). Es un tipo vivido, divertido y listo. Puedes hablar con él de cualquier cosa, y la mayoría de las veces acabarás riéndote, aprendiendo algo nuevo, o ambas cosas a la vez. Eso sí, el resto de las veces desearías estar lejos de él, no haber sacado el tema o haber desaparecido de la faz de la tierra, directamente. Un tío del que puedes aprender mucho.


También está B. Es el segundo por antigüedad, y también es el segundo por edad. Está en la empresa desde poco después de su fundación, por lo que pertenece a la pandi desde su mismo inicio. Ha ido ascendiendo en el escalafón hasta ocupar un puesto de responsabilidad, y el hecho de haber arrancado desde abajo le da una perspectiva distinta a la que tenemos los demás. Esto se traduce en que es imposible meterle un gol, por bueno que seas. Él siempre sabe por dónde vas. Otro tío del que aprender mucho. Además, tiene un sentido del humor muy peculiar, y su manejo de la ironía es, cuando menos, magistral.


A continuación (siguiendo un criterio de edad) está F., la única chica del grupo. También está en la empresa desde el principio, y forma con los dos anteriores la vieja guardia de la pandi. Es una tía rara, demasiado masculina para ser una mujer, y demasiado femenina para ser un hombre (lo que, con los tiempos que corren, ya es ser femenina). Una cosa indefinible que nunca sabes muy bien por dónde puede salir. Sin embargo, es una parte imprescindible de la pandi. Supongo que sirve para poner un poco el contrapunto a tanta testosterona. Amplía la perspectiva del grupo.


Después estoy yo, pero a mi ya me conocen, así que no voy a extenderme. Simplemente diré que mi papel en la pandi es de enciclopedia de consulta, 24 horas al día. Si alguna vez surge una duda, hablando de lo que sea, acabarán preguntándome a mí. No sé muy bien por qué, pero el caso es que se fían de lo que yo les digo. Ellos sabrán.


Luego viene O. Llegó con las nuevas generaciones, como yo, en un periodo de expansión, y su enorme competencia lo ha aupado a uno de los puestos gordos. Trabajando es una fiera. En lo personal, sería encantador si no fuera por una irreprimible tendencia a hacerle putadas a todo el que esté cerca de él. Su naturaleza germánica la aplica sólo al curro. En el tiempo de asueto, es un cachondo mental. Además, es compañero de deportes varios, así que yo diría que congeniamos bastante (también ayuda el hecho de que yo soy el único al que no le gasta bromas pesadas, aunque no sé muy bien el motivo; será que impongo más respeto del que yo pensaba).


Casi a la vez llegó J. A éste lo conocía de la carrera, aunque allí no llegamos a confraternizar demasiado. Es un tío solvente, fiable, muy currante. Desgraciadamente (para él), es el blanco preferente de las bromas de O., y como los demás nos subimos más de una vez al carro, cachondearse de J. se ha convertido en una especie de tradición. Su vida no es fácil, en parte porque tiene un puesto muy desagradecido y en parte porque tiene que aguantarnos a diario, pero en su honor hay que decir que la mayoría de las veces lo lleva muy bien.


El benjamín del grupo es A. Tiene más antigüedad que yo en la empresa, pero ser el pequeño de la pandi y ser un freaky de los ordenadores lo ha convertido en una especie de mascota para los demás. Un tipo entrañable. Muy buena gente. En su debe, hay que anotar que cuenta unos chistes espantosamente malos (aunque los cuenta tan mal que te tienes que reir).


Como miembro supernumerario de la pandi, podríamos citar a C., mi antecesor en el cargo, que a veces nos visita desde su exilio en la Delegación Sureña de la empresa. Un tipo peculiar con el que acabas riéndote, hables de lo que hables. Y el único tío que conozco con la jeta de pedirle a la damisela a la que cortejaba, cuando vio que sus esfuerzos eran estériles, el reembolso del importe de la cocacola con la que había intentado ablandar su voluntad. Doscientas pelas de aquellos tiempos, que la aludida le devolvió con muy malos modos. Inexplicablemente, él se sorprendió.


Nuestra relación se basa en el trabajo, no cabe duda. De hecho, en algunos casos es lo único que tenemos en común. Sin embargo, va más allá. Supongo que tiene algo que ver con lo de compartir trinchera: las penalidades crean unos vínculos extraños, algunas veces. El caso es que nos llevamos bien, nos apoyamos, y nos divertimos. No sé muy bien cómo me ven ellos, pero les diré lo que ellos suponen para mí: la razón por la que más de un día (y más de dos) no he mandado el trabajo a la mierda, dispuesto a hacer borrón y cuenta nueva. ¿Dónde iba a encontrar gente así?


Háganse cargo: no sólo compartimos trabajo. Compartimos mucho, mucho tiempo. Prácticamente, pasamos la vida juntos. Y, por si las horas de curro fueran pocas, algunas veces salimos juntos a cenar. Que viene a ser lo mismo que cuando comemos juntos a diario, pero en mejor. En ocasiones con nuestras respectivas, y en ocasiones solos, en plan machotes, sin que la presencia de F. sea ningún obstáculo (es difícil sacarle los colores, se lo aseguro) para hablar como legionarios y reforzar nuestro orgullo masculino. Incluso en Navidad hacemos una cena de amigotes, al margen de la oficial de la empresa, que, pueden creerme, es uno de los mejores ratos del año.


En fin, aquí los tienen. Ellos son la pandi. Mi pandi.


Una gran razón para venir a trabajar a diario.

6 comentarios:

Doctora Anchoa dijo...

Qué chulo. A mí también me parece muy importante llevarse bien con la gente con la que trabajas...¡Si pasas más horas despierto con ellos que con tu pareja!

112 dijo...

A mi me encantaria que me pasase eso otra vez. Lo echo de menos.Es genial cuando las cosas van bien, pero son mucho mas importantes para cuando van mal.
No es una mala razon para seguir en el trabajo los dias regulares y los otros.

el chico de la consuelo dijo...

Buaaaaaaaa!!! buaaaaaa!!! buaaaaaaaa!!! penaaa!!! buaaaaa!!!

NáN dijo...

Pues tienes suerte. Mucha. Lo normal es que los compañeros se dividan en tres grupos. Dos de ellos, mayoritarios: los cabrones y los tonto'lculo. Y la parte muy minoritaria, a la que uno mismo pertenece siempre, es el grupo de la excepción. Que no comfirma la regla, sino que el mundo está mal diseñado y peor implementado.

Anusky66 dijo...

Me ha hecho gracia que sólo haya una chica en la pandi del trabajo , ya que me siento muy identificada con el papel de contrapunto femenino ,pero a la vez colega de curro .
Ahora que ,por la cisis y nueva gestión , estoy sola los extraño mucho.
Un besazo

pseudosocióloga dijo...

Jo, qué recuerdos, yo una vez fui la chica de una pandi de trabajo, llegaron a masculinizar mi nombre acabándolo en -o y aunque sigo ejerciéndo el mismo trabajo que además me gusta, si no hay buen rollo no hay color.