viernes, 8 de octubre de 2010

UN PUENTE A MADRID

El fin de semana pasado, como ya conté, tuvo cuatro días. Así que mi mujer, en clara connivencia con mi hermano pequeño, planeó un viaje a Madrid. Podríamos visitar a mi hermano, cambiar el chip y, de paso, que los niños vieran mundo, me dijo. Como ya tengo asumido que mi plan de no salir nunca de casa no va a ser viable, hice ver, astutamente, que el viaje me apetecía un montón, y todos contentos. Mi mujer porque consiguió, al fin, sacarme de casa (y a una gran ciudad, nada menos); los niños, porque se apuntan a un bombardeo, y con la ilusión de conocer el metro, ver animales en Faunia y pasar el fin de semana con sus tíos iban que caminaban sin tocar el suelo; y yo porque me libré, por una vez, de la etiqueta de cascarrabias que siempre me toca cuando se planean viajes (ya ven, esta vez no me apetecía ser el aguafiestas oficial de la familia).

Así que el sábado por la mañana embarcamos en el coche y pusimos rumbo hacia la capital del reino. Los niños emocionados, y mi mujer un pelín cabreada por el, según ella, injustificado retraso en la salida que provoqué por mi manía de comprobar el gas, las luces, los grifos, las puertas y las ventanas (encima que uno se preocupa por la integridad del hogar…). Lo primero que conseguimos en el viaje fue la comprobación de que el coche no tiene el ancho suficiente para impedir que los niños lleguen a las manos: por más que intentes separar sus asientos, en el momento que encuentran un motivo para sacudirse (y casi siempre lo encuentran, dicho sea de paso) les basta con ejecutar un ligero escorzo para conseguir atizarse algún que otro mamporro. Lo que, sin ser excesivamente grave, enrarece bastante el clima en el habitáculo, la verdad. Total, que necesitamos dos paradas facultativas y casi cinco horas para llegar a Madrid. Eso sí, la última parte del viaje la hicieron dormidos como benditos.

Una cosa curiosa del sueño infantil en su versión automovilística es que, independientemente del tiempo que lleve cada uno durmiendo, siempre se despiertan al mismo tiempo. En este caso, en una gran avenida madrileña. Lo primero que hizo mi hijo mayor (en adelante H1, para simplificar) fue preguntar si estábamos todavía en León (ah, esa peculiar concepción del tiempo de los niños…). Cuando le dijimos que no, que ya estábamos en Madrid, se limitó a echar un vistazo por la ventanilla y sentenció: “Bah, pues es igual que León”. La verdad, no sé de quién ha sacado ese espíritu de ir sobrado por la vida. No de su padre, desde luego.

Porque, por contraste, a mí Madrid me asusta. Desde que la veo, llegando por la A6, empiezo a notar cómo se me acelera el pulso, cómo se me seca la boca, cómo los carriles empiezan a hacerse cada vez más estrechos, cada vez más llenos de coches… Gracias a Dios, conducía mi mujer, que se orienta mucho mejor que yo (y se asusta mucho menos), y conseguimos encontrar la casa de mi hermano sin demasiados problemas. Los críos merendaron, recibieron mil regalos (había sido el cumpleaños de H1) y, después, al parque.

Y es que, como sabe cualquiera que tenga hijos o haya estado cerca de algún niño en edad de crecimiento, en los niños se produce un curioso fenómeno con la alimentación: una comida de unas 200 calorías, que a ti te da, con suerte, para realizar el esfuerzo de levantar un boli unos diez centímetros, a ellos les da energía para aburrir. Y esa energía, si no es convenientemente disipada en alguno de esos engendros que últimamente nos venden como parques infantiles, efectivamente, aburre. Concretamente, aburre a los padres a la hora de intentar dormir a los críos. Así que nos tiramos un buen rato viendo como los enanos intentaban autolisiarse con los medios que el Ayuntamiento de la villa y corte ponía a su disposición, con distinto grado de éxito (H1 salió indemne, todavía no sé cómo, y H2 sólo se dio una culada de cierta consideración). Después de eso, a cenar. Y tras la cena de los niños, y mientras estos jugaban un rato, turno para los mayores. Fue una cena agradable. Nos hubiera apetecido prolongar un poco la sobremesa, pero estábamos todos cansados y al día siguiente teníamos tarea, así que nos retiramos a nuestros aposentos.

Entre el domingo y el lunes fuimos a Faunia, montamos en el Metro, paseamos por Madrid, vimos rascacielos, estuvimos en más parques y, en general, los niños se lo pasaron de cine. Los adultos también, aunque la soba fue considerable (H2 hizo varios kilómetros en mis brazos, que al final del viaje parecían de goma).

Pero disfrutamos mucho, ya les digo. Porque es una sensación agradable, después de todo, ver a los niños emocionarse al descubrir cosas nuevas. En cierto modo, es como si tú también las vieras por primera vez. Y es agradable sentir que se lo pasan genial con sus tíos, y que sus tíos están encantados de verlos, y de poder enseñarles cosas nuevas.

El viaje de vuelta fue mucho más tranquilo. Yo creo que los niños estaban todavía un poco abrumados por todo lo que habían visto, y necesitaban tiempo para procesarlo. Pero, ya puestos, decidimos parar a comer en Medina del Campo y visitar el Castillo de la Mota, sobre el que le conté a H1 alguna historia extravagante que ahora ya no recuerdo (así que espero que nunca vuelva a preguntarme sobre el tema, porque seguro que le doy otra versión, y el niño tiene tan buena memoria como escasa comprensión para con las incoherencias ajenas). Un paseo por el castillo, contándoles más historietas y explicándoles cómo se llamaba cada cosa que veían, y, hale hop, de vuelta al coche. Comenzaba la que para mí es, por definición, la mejor parte de cualquier viaje: el regreso a casa.

En resumen:

-Hemos visto muchos animales, con diferentes perspectivas: a mi mujer le encantan, a mí ni fu ni fa, H1 los quiere tocar todos (da lo mismo que sea Bambi o un oso pardo) y H2 los considera enemigos potenciales (porque, según él, todos le querían quitar el bocata).

-Hemos comprobado que los parques infantiles en Madrid son igual de peligrosos, feos y poco funcionales que los de León.

-Hemos aprendido que el Metro, además de un aparato que sirve para medir, es “un tren que va por debajo de la tierra”.

-Hemos visto rascacielos.

-Hemos estado en un castillo “de verdad

-Y, a título personal, he aprendido una nueva definición de foso (“es donde se caen los malos que atacan el castillo”)… y he sobrevivido (al viaje y a Madrid).

¿Qué más se le puede pedir a un fin de semana?


PS: Como era previsible, y dado que este fin de semana también es puente, H1 ya ha empezado a preguntar a dónde vamos a ir. Parece que el niño le ha cogido el gusto a la cosa de viajar. Qué tétrico panorama me espera, por Dios.

PPS: Todos los entrecomillados son de H1. Al César lo que es del César.

16 comentarios:

El niño desgraciaíto dijo...

Al final los que más disfrutan de Madrid son los que vienen de fuera. Nosostros que estamos aquí siempre no aprovechamos para hacer casi nada.

También es cierto, en nuestro caso, que no tenemos abuelos de los que tirar y somos un poco vagos para salir con los niños. Mañana vamos a ver a mis cuñados y a ver si el domingo podemos ir al museo del ferrocarril.

Me alegra que saliera indemne de su periplo capitalino.

Anónimo dijo...

Cositas: 1.- tu mujer, lejos de cabrearse por esas vueltinas tuyas, se rio mucho con tu cuñada comparando hermanos.
2.- a pesar de los pesares, los parques son fundamentales.
3.- Madrid cada vez nos asusta menos (a los dos) y va a empezar a ser un destino relativamente frecuente. Que lo sepas.
4.- Madrid no es para vivir, pero si para disfrutar.
Y la casa de C. y S. es "nuestra casa" (H1).
5.-Tambien dormimos "en una cama de verdad, y no en un hotel" (H2-2años y medio).

Y... lo pasamos muy bien, incluido tu.

ND: vuestros niños son un poco mayores que los nuestros, sacudios la vagancia y salid por Madrid o por donde sea.¡presta mucho!

Doctora Anchoa dijo...

Me encanta lo prácticos que son los niños para definir las cosas. Debes confesar que en el fondo te lo pasaste bien. Confiesaaaaaa...

Cazurro dijo...

Niño, eso pasa en cualquier ciudad. No es lo mismo ir a pasar un fin de semana que vivir de lunes a viernes: ni las circunstancias ni el ánimo son los mismos.
Que disfruten ustedes el puente. Por cierto, me gustó mucho el museo del ferrocarril, aunque no sé si estaremos hablando del mismo museo.

Anónimo, me he quedado con que Madrid se va a convertir en un destino "relativamente frecuente". ¿Cómo de frecuente? Y, todavía más importante, ¿cómo de relativamente?

Doctora, ya he dicho que disfruté. Es lo que tiene ir a Madrid una vez cada cinco años: que se disfruta más.

el chico de la consuelo dijo...

Cazurro, me veo reflejado, muy reflejado, vamos que es como si lo viviera yo mismo... (pero mejor escrito por tí).
Lo de contarles historias inventadas es divertidíiisimo, lo malo es cuando en el cole te preguntan ¿Oye tu le has contado al chico que tu abuelo hizo el pilar en una tarde porque no tenía donde rezar?
Mi H1 ya me pilla y me pregunta ¿pero,esa historia es de verdad o de mentira?...
en mi trabajo hago lo mismo pero mis compañeras todavía no me pillan cuando hablo de verdad o de cachondeo....Es una ventaja!!!

NáN dijo...

Sois unos vagos, nosotros con nuestro hijo no parábamos de recorrer todo Madrid y campos de alrededor (cuando todavía existían).

Anónima, no te esfuerces en decir que algo "presta". O han estado por allí o Asturias, o no te entienden.

Me alegro que lo pasarais bien y que no hubiera que coserle puntos a ninguno.

pseudosocióloga dijo...

Lo tuyo es mucho....yo soy el polo opuesto, a mi hija no la llevé a la guardería y los primeros tres años de su vida vivíamos en Madrid, y si no me falla la memoria, creo que solo hubo dos días de su vida que no salieramos, y Madrid tiene más y mejores parques que todas las capitales de provincia que yo conozco.Y los niños son muy agradecidos, yo diferencio entre padres buenos y malos por la cantidad de planes que se hagan por y para sus churumbeles.

Anónimo dijo...

Cazurro:a las preguntas sobre relatividad y frecuencia solo respondere que "lo justo".

Pseudosociologa: Esta clasificacion tuya es un poco extrema ¿no?.
Nuestros hijos tambien van a diario al parque y los fines de semana salimos . Es mas, salimos a pesar de las inclemencias del tiempo y del frio (que aqui es entre mucho y mas).
Cazurro es un padre estupendo. Aunque su ideal sea "estar en casa y zapatillas", no hay nada que no haga por sus hijos. Y te lo digo yo, que soy la madre de las criaturas, y se las dejo varios dias al mes a el solo (vease el post de padre soltero).
Evidentemente Madrid tiene mas parques (es mas de 50 veces Leon)y habra de todo.
Por cierto, soy la anonima de su mujer (por si habia dudas).

pseudosociologa dijo...

Me he explicado mal, eso me pasa por no separar párrafos.
Nunca había conocido a nadie que le gustara tan poco viajar o moverse de casa.
No quería decir que Cazurro fuera un mal padre.Se puede uno dedicar a sus hijos sin salir de casa.
De hecho del artículo se deduce su dedicación al grupo familiar.

Y sí, soy bastante extrema calificando a la gente; por planes de niños no quería decir salir, de hecho mi hija, desde que va al cole, me pide quedarnos los días enteros en casa.Eso sí que es cansado, juega al dominó, pinta, baila, haz una cabaña, galletas, una cometa, puzzles....lo que sea porque no vea la tele.

112 dijo...

PSS: ¡Cada uno es como es!.
Pero entiendo que cuando uno pasa doce horas fuera de casa cada dia, despues le apetezca estar en casa y descansar.
Y estar descansado es fundamental para hacer planes, salir, aguantar, disfrutar,estar de buen humor, jugar, dejarte pisar, etc...
Lo unico que pasa es que los planes de "salir siempre" se ralentizan por necesidad vital, y hay que llegar a un equilibrio.
¡Vaya mas o menos lo que hacemos todos!.
Estoy de acuerdo contigo en que es mucho mas cansado mentalmente tenerlos en casa sin ver la TV.Para ellos tambien, porque se encuentran con demasisada frecuencia y al final pelean por todo y nada.
En cualquier caso a mi no me exigen jugar tanto como a ti, conmigo juegan mas entre ellos.
Yo pongo orden, vigilo, doy ideas,leo cuentos o les obligo a hacer cosas como recoger,leer...

el chico de la consuelo dijo...

Cazurro tu eres mi lider!!!
Tu te marcas la entradita mu bien escrita y luego dejas a la parienta que haga el trabajo sucio de contestar los comentarios defendiendote de los ataques..

Si señor eres mi lider!!!.

NáN dijo...

No se os puede dejar solos.

Cazurro para presidente de la cosa paterna.

Anónimo dijo...

¡¿Serás paparruchas!?
La verdad es q estais hechos el uno para otro, desde luego...ahora lo voy entendiendo todo
(pregunta a la "no tan anónima" de tu mujer)

Vecina47
PD:¿ya te ha dicho q tenemos cenorrio con maridos incluidos?

La de la ventana dijo...

¿Tu mujer es 112, Cazurro?

Anónimo dijo...

Yo también lo creo, que 112 es tu mujer,lo que no entiendo porque comenta como anónimo y como 112, la doble personalidad me desconcierta.

Cazurro dijo...

Pseudosocióloga, querida esposa, 112 y demás parroquia, cada uno es cada uno. Supongo que todos intentamos hacerlo lo mejor posible con los hijos, pero es inevitable que nuestra forma de ser y nuestros gustos (viajar, no viajar) se pongan de relieve.

Chico y NáN, he tenido que dejar que mi mujer me defienda. Yo estaba ocupado cuidando a los niños...

Vecina, a mí nadie me ha dicho nada de ningún cenorrio. Ya te veo venir. Mira que sois conspiradoras...

Teresa, anónimo, un caballero no va por ahí desvelando las identidades de sus mujeres. Y si un caballero no lo hace, yo tampoco.