miércoles, 29 de septiembre de 2010

FELIZ CUMPLEAÑOS, ENANO

Todo empezó sobre las cinco de la madrugada de una noche cualquiera [1]. Mi mujer me despertó con un codazo y un diálogo breve pero inequívoco:

-Ya.

-¿Ya?

-Si.

-Pues vamos.

Y así, una vez aclarado el tema (hablando se entiende la gente), nos levantamos y nos fuimos al hospital. En urgencias nos atendieron bien, si exceptuamos las inevitables miradas condescendientes que suelen dedicar a las primerizas los profesionales del ramo, esa gente para la que este tipo de experiencias resultan tan rutinarias como tomarse un café con leche por las mañanas. Una primera toma de contacto y un diagnóstico: la cosa estaba muy verde. Como mi mujer forma parte del gremio, le explicaron que, a pesar de que lo habitual sería dejarla ya ingresada, si lo prefería podía volverse a casa para estar más cómoda, porque aquello iba para largo. Ella no lo dudó: como en casa en ninguna parte (y más a esas horas), así que nos volvimos a nuestra cama, que ni siquiera se había enfriado.

Por la mañana ya se hizo evidente que teníamos que irnos al hospital. Ingresamos, nos instalaron en una habitación, y a esperar. Y tuvimos que esperar un buen rato, la verdad. Fueron más de doce horas, en las que las leves molestias matutinas se fueron volviendo paulatinamente menos leves y mucho más molestas. Por la noche, cuando ya las contracciones y los dolores llevaban un rato siendo fuertes, se llevaron a mi mujer a algún lugar ignoto, con la promesa de que me avisarían cuando llegara el momento, y allí me quedé, acojonadito vivo, de guardia frente a una puerta por la que se escapaba de vez en cuando algún alarido. Recuerdo haber pensado que era una suerte haber nacido hombre. Porque, la verdad, después de haber visto las contracciones de mi mujer, las caras de las que paseaban por los pasillos tratando de acelerar el parto y de escuchar aquellos gritos que no parecían precisamente de alegría, no acababa de ver muy claro que aquello fuese un feliz acontecimiento, como todos se empeñaban en describirlo. Que también, dicho sea de paso, hay que ser cursi.

El caso es que, sobre las once y media, me dejaron pasar al fin, me dijeron que el feliz acontecimiento era inminente, me llevaron a un rincón en el que me ayudaron a ponerme gorro y bata, y a la sala de partos. Allí estaba mi mujer. Sin dolores, gracias a la epidural, pero nerviosa. Le cogí la mano, me sonrió, y un par de minutos más tarde ya teníamos con nosotros a nuestro primer hijo. Nacido exactamente a las 23:40 del 29 de Septiembre, día de San Miguel. Hoy hace cinco años de aquello.

Hoy, aquel pequeño bicho morado que los médicos pusieron sobre el pecho de su madre se ha transformado en un niño muy guapo. Insultantemente guapo. Desde pequeño, pasear con él por la calle ha hecho crecer mi orgullo hasta límites insospechados. Es incalculable el número de veces que me han parado para contemplar al niño, siempre con algún comentario desmedidamente elogioso (o tal vez no tan desmedidamente) acerca de sus ojos. Ahora ya me he acostumbrado. A sus ojos y a los comentarios, cosa que él lleva peor. Sin embargo, a pesar de la costumbre, de verlo a diario, todavía hay veces, determinados momentos en los que no puedo evitar un estremecimiento al mirarlo. Una sensación extraña, provocada a medias por la incredulidad (nunca pensé que yo fuera capaz de intervenir en la creación de algo así) y la fascinación. Bueno, puede que la belleza no sea lo más importante del mundo, desde luego, pero puestos a elegir uno de los dos extremos, me alegro de que le haya tocado en la mitad de los guapos. Por cierto, salvo en los ojos, se parece mucho a mí. Ejem.

Su temperamento también es muy parecido al mío. Es tímido, y estar con desconocidos lo pone nervioso. Es intenso, callado y poco expresivo. Hay que conocerlo para saber interpretar cuándo sus silencios significan que se lo está pasando mejor de lo que acierta a expresar. Sus enfados, en cambio, suelen ser bastante explícitos. Ya les digo, clavadito a mí.

Cuando digo que es callado, quiero decir que tiende a estar en silencio cuando se siente inseguro o está con gente que no conoce. Porque cuando está en su ambiente no se calla. De hecho, habla muy bien, desde muy pequeño. No fue demasiado precoz, pero la etapa de los balbuceos le duró muy poquito, y en seguida comenzó a pronunciar bien. Lo más sorprendente no es su pronunciación, sin embargo, sino su vocabulario. Usa las palabras exactas en la situación indicada, y usa palabras poco corrientes, además. Desde siempre le han fascinado las palabras, los sonidos, el hecho de poder relacionar un concepto, una imagen, un objeto, con el sonido que sale de su boca. Tiene una capacidad de abstracción enorme, una memoria prodigiosa, y una gran curiosidad por el significado de las palabras que no conoce.

Ahora está deseando aprender a leer y escribir. Creo que aprenderá a leer con facilidad, porque tiene memoria y además es algo que le interesa. Escribir le costará más, seguramente, porque su coordinación entre lo que tiene en la cabeza y lo que hace la mano no es demasiado buena todavía. Es zurdo, pero no está bien definido, y eso le crea algún problema de vez en cuando. Además, soporta muy mal la frustración: al primer intento fallido abandona, tirando de mala manera el lápiz, el cuaderno y lo que pille a mano. Supongo que será cuestión de armarse de paciencia.

Le encanta jugar conmigo a cualquier cosa que implique una competición física: pelear, correr, saltar, subir,…. Si tiene además algo de riesgo, mejor que mejor (le gusta asustar a su madre haciendo animaladas mientras dice:"mamá, mira lo que hago …..”). Con su madre hace determinadas cosas (acostarse, comer, hablar de sus historias del cole,….) que no hace conmigo ni a tiros. Conmigo hace cosas que no le gusta hacer con su madre. Es sorprendente con qué facilidad puede un niño asignarnos los papeles que, seguramente, tengamos su madre y yo durante toda la vida.

No le gusta demasiado el dulce (en eso no se parece a mí, desde luego), y en general muestra poco interés por la comida. No tiene un plato favorito, y alterna, sin transición, temporadas en las que apenas come con otras en las que devora.

Duerme como un tronco, y se levanta de mal humor si se despierta antes de 11 o 12 horas de sueño. Incluso habiendo dormido todo el tiempo que le pide el cuerpo, despierta muy, muy despacio. Te mira sin ver. Remolonea en la cama. Remolonea en el sofá. Sólo después de un cuarto de hora está mínimamente preparado para coordinar ojo y mano, y ponerse a desayunar. Naturalmente, si duerme menos de 10 horas, el día se presenta terrible, y puedes contar con bronca permanente. Le gusta que sea su madre la que lo acueste, y que se quede un ratito con él en la cama, dándole la mano y abrazándolo. Aprovechan ese momento para hablar de sus cosas, y le cuenta sus miedos, sus experiencias en el cole… todo lo que a mí no me cuenta. Sólo deja que sea yo quien lo acuesta cuando su madre no está, pero, aún así, simplemente me pide que le dé la mano y lo abrace. Para mí no hay confidencias.

Ah, y le encanta que le cuente historias. Creo que por ahí nos podremos entender bien. A mi no se me da mal contar historias, y, además, es difícil que me quede sin material para él: cuando no se me ocurren cosas nuevas, tiro de repertorio y le cuento batallitas. De momento, no se me ha quejado.

En fin, así es mi hijo. Como les decía, hoy cumple cinco años. Han sido cinco años de experiencias nuevas, y, desde luego, muy intensas. Cinco años en los que nos hemos ido conociendo, y hemos ido aprendiendo a querernos. Porque, por si no me lo habían notado, lo quiero muchísimo.

Hoy disfrutará de su cumpleaños, como debe ser. Le cantaremos el cumpleaños feliz, soplará las velas de su tarta (que seguro que después no probará) y tendrá su regalo deseado: una bici nueva. Será feliz.

Y su madre y yo, claro, seremos felices con él.

Que cumplas muchos más, enano.

[1] Técnicamente, la historia empezó 9 meses antes, ya lo sé. Pero permítanme que mantenga esos detalles en la intimidad.

23 comentarios:

El niño desgraciaíto dijo...

Pues felicidades!

Es maravilloso tener hijos. Ver lo listos que son, lo que te quieren, lo divertidos que son... claro que también tienen su parte mala, pero es mucho más pequeña.

Anusky66 dijo...

Felicidades!!!
Normalmente somos las madres las que contamos el nacimiento de los hijos y me ha gustado leer la otra parte de la historia.
Un besazo para el peque y perdona el atrevimiento también , un consejo para ti disfruta mucho de estos años , que pasan volando
( el mio cumplió 16 hace unos días y aún me parece que fue hace nada que era que era así pequeño como el tuyo)
feliz día para los tres!!!!

La de la ventana dijo...

No les llaméis "enanos"... No mola nada.

Cazurro dijo...

Niño, le felicitaré de tu parte. Tener hijos es abrumador, sencillamente. En lo bueno y en lo malo.

Anusky, gracias. Por la felicitación y por el consejo. Intentaré disfrutar (si él se deja, claro).

Teresa, es una cosa cariñosa,mujer. Ya sé que les pega más "locos bajitos", pero me resulta demasiado largo.

Doctora Anchoa dijo...

MUCHAS FELICIDADES!!!! de mi y de El Ese

El niño desgraciaíto dijo...

Anchoa, tienes acogotado a El Ese hasta a la hora de felicitar. No entro en vuestro ránking personal, pero si El Ese pintara algo sería muchas felicidades de El Ese y mías...

Yo es por incordiar...

La de la ventana dijo...

"Locos bajitos" tampoco mola... A pesar de Serrat.

Cazurro dijo...

Doctora, muchas gracias en nombre del peque.

Niño, tienes toda la razón. Vamos a incordiar todos un poco. Montemos una plataforma "Liberad a El Ese". Reunamos firmas. Movilicémonos. A las barricadas!

Teresa, puedes estar tranquila. Generalmente, lo llamo por su nombre.

Anniehall dijo...

Pues muchas felicidades al niño. Teresa, a mí me gusta lo de enano porque no me resulta tan cursi como peque ni tan impersonal como niño.

Qué tierna me he puesto con tu post. Qué bonito.

¿Dónde hay que apuntarse a la plataforma en defensa de que la Doctora Anchoa no se vea amenazada por El Ese?

Anónimo dijo...

Felicidades!!!
Tus vecinos47

Doctora Anchoa dijo...

ND: Está usted juzgándome de manera muy injusta, menos mal que una es de naturaleza dulce y cariñosa y no se ofende con facilidad. PD: El Ese dice que está de acuerdo conmigo, sea lo que sea, y que por favor le aparte el cúter de zonas sensibles

Cazurro dijo...

Annie, lo normal es que lo llame por su nombre.
Lo de la plataforma de presión lo has leído mal, me temo. Puede que se te haya metido algo en el ojo (¿el corporativismo femenino, quizás?)

Gracias, vecinos.

Doctora, es curioso lo equivocados que podemos llegar a estar en las opiniones acerca de nuestra propia naturaleza, ¿verdad?
Y aparte el cúter de ahí inmediatamente, que con las cosas de comer no se juega.
LS, aguanta.

Doctora Anchoa dijo...

No sé, Cazurro. Creo que quiere usted darme a entender algo. No acabo de pillar el qué.

Cazurro dijo...

Doctora, soy hombre, y por lo tanto, simple y sin dobleces. Si mi comentario, una simple y abstracta reflexión acerca de la dificultad intrínseca que conlleva el cumplimiento del clásico exhorto apolíneo, le ha parecido portador de algún ambiguo mensaje, se equivoca.
Pero no se preocupe si alguna vez no comprende lo que digo: le pasa a todo el mundo. Con cierta frecuencia, incluso a mí.

Doctora Anchoa dijo...

Sr Cazurro: Le comunico para su conocimiento que si me sigue usted faltando y se empeña en llamarme apolínea o intrínseca o esas cosas tendré que poner este asunto en manos de mi abogado (El Ese me ha prometido que si retiro el cúter demanda a quien haga falta y encima gana).

Cazurro dijo...

Doctora, me sorprende usted. Es la primera persona que me dice que le falto: en general, me dicen que sobro. Le ruego mil perdones. La verdad es que he vuelto a leer mi comentario y ni yo mismo lo entiendo, pero creo recordar que lo de apolíneo iba sin mala intención; respecto a intrínseca, tengo que reconocer que no sé muy bien qué significa, pero me gusta cómo suena.
Hagamos un trato: usted retire el cúter y yo procuraré hablar normal. ¿Hace?

PS: Dígale a LS que se repase el art. 172 del Código Penal, que me da que lo tiene un poco olvidado.

Doctora Anchoa dijo...

Bueno, bueno. Si lo de apolínea no lo decía usted con ánimo de ofender, y teniendo en cuenta que yo pensaba que lo de intrínseca era una palabra inventada, enterremos el hacha de guerra y sigamos tranquilamente pululando por el mundo blogueril.
P.D: Dice LS que no sabe nada del artículo 172, y que estaría dispuesto a afirmarlo frente a notario.

NáN dijo...

¿Se puede felicitar un jueves un acontecimiento del miércoles?

Por si acaso, ¡¡felicidades enano!!

Ahora bien, dice usted que duerme 11 o 12 horas. ¿Está usted seguro de que es un niño y no le han colado una encarnación de Buda o de los Santos?

El Ese dijo...

En un descuido de la Dra, que está haciendo la cena, he podido hacerme con el ordenador para daros las gracias desde aqui por vuestro apoyo y ánimo, y... dios que viene

NáN dijo...

Porque se le llame enano no pasa nada, Teresa, no tiene consecuencias. A mí, por ejemplo, por ser el pequeño y de Levante, me llamaban nano, que es enano en valenciano. Y 62 años después, menos en el trabajo, todos me llaman Nano.

Anijol, ¡¿tienes un hijo de 16?!

el chico de la consuelo dijo...

Primero, felicidades también con un dia de retraso...achuchones a mogollón.

NaN, ¿estás hoy un poco confuso o te has tomado un chupito de acentos diacríticos? La que dice lo del hijo es anusky no?
El chico de la desgracita o soy el niño de la consuelo...????

Cazurro dijo...

Doctora, nunca he tenido intención de ofender. Enterremos el hacha, el cúter y demás elementos potencialmente lesivos.

NáN, gracias. Como lo digo: 11 horas de reloj, mínimo. Pero mi mujer jura que no me ha colado nada.

LS, de nada. Cuídate.

El niño chico de la desgraciaíta Consuelo (ENCDLDC, pedazo de acrónimo que te ha quedado), gracias.

NáN dijo...

Ann, ann, ann... lo hacen para equivocarme.