viernes, 21 de mayo de 2010

S.O.S. (NOS AUDITAN)

Mi vida laboral podría definirse como largos periodos de aburrimiento sólo interrumpidos por breves instantes de pánico. Y precisamente la próxima semana el aburrimiento general se verá alterado por un pequeño paréntesis en el que la monotonía deja paso a una de estas mini crisis: habemus auditoría.


Es lo que tiene el empeñarse en hacer tropecientas certificaciones ISO, OSHAS y similares. Que, por si fuera poco vivir permanentemente con el riesgo de acabar sepultado bajo toneladas de formularios y con el cargo de conciencia de estar contribuyendo en buena medida a la deforestación amazónica, cada 2 años tienes un par de semanas en las que vienen unos señores a hacer preguntas indiscretas que sirven, principalmente, para que ellos te cobren una pasta indecente y tú caigas en la cuenta de la cantidad de cosas que haces mal y la cantidad todavía mayor de leyes, reales decretos, decretos-leyes, reglamentos y Mandamientos Sagrados en general que te has estado pasando por el forro. Algunas veces sin querer, pero eso no es óbice para que la dura lex, sed lex, se vuelva de repente una amenaza tangible, cercana.

Las auditorías externas, además, tienen efectos colaterales muy curiosos. Suficientes para un pequeño catálogo. Como dijo Jack el Destripador, vamos por partes:

-Dudas metafísicas: Estos días, prácticamente en cada esquina, en cada café, en cada comida, se puede ver a alguien sumido en hondas reflexiones, del tipo “a qué huelen las nubes” pero en versión oficinista: “¿Para qué sirve un sistema de gestión integrada?”. Piensen en Hamlet, sustituyan la calavera por un manual de calidad de 2500 páginas y se harán una idea de la escena.

-Prisas: Durante dos años la gente se ha dedicado, en mayor o menor medida, a rascarse los huevos y dejar los formularios del sistema “para cuando tenga un rato”. Con lo cual ahora todo el mundo anda con prisas, intentando recuperar el terreno perdido. Lo bueno es que, dado que los responsables necesitan generalmente registros de otros departamentos, este proceso bianual sirve para estrechar los lazos interdepartamentales dentro de la empresa; lo malo es que la comunicación se realiza en términos poco amistosos (las urgencias es lo que tienen) y me temo que algún día haya heridos de cierta gravedad.

-Amabilidad: Al hilo de lo anterior, como los responsables del departamento que lleva el peso de la auditoría son conscientes desde hace meses de la que se les viene encima y saben que van a pasarse un mes mendigando formularios por todos los rincones de la empresa, cambian temporalmente su habitual mueca de desprecio hacia los compañeros por una actitud mucho más cercana, simpática y amigable, casi como si fueran seres humanos normales. No engañan a nadie, todos sabemos que lo hacen para evitar que alguien los mande a tomar por el culo a la tercera vez que lo llamen para pedirle un papel, pero mola verlos arrastrarse de vez en cuando. Equilibra el karma dentro de la empresa.

-Polarización: El personal de la empresa se divide, durante unos días, en tres grupos bien definidos. Por una parte, los que sufren en sus carnes el interrogatorio. Por otra, los que no tienen que afrontar esta auditoría, pero están en departamentos que también están sujetos a auditorías externas. Este segundo grupo suele tener bastante empatía con el primero, y evitan, por lo general, un cachondeo demasiado hiriente, en busca de un pacto entre caballeros (hoy yo no te saco los colores a ti, mañana no me los sacas tú a mí). Y por fin, los que están en departamentos no sujetos a auditoría, cuya obligación con las mismas no va más allá de rellenar tropecientos papeles (obligación que generalmente no cumplen, además), por lo que tienen barra libre para descojonarse de los agobios de los compañeros, mientras miran los toros desde la barrera.

Pero, qué quieren que les diga. A mi me parece que la cosa no es para tanto, la verdad. Llevo ya unas cuantas auditorías, algunas vistas desde lejos y otras arrimándome al asunto, y al final siempre acaban desarrollándose más o menos conforme al mismo guión.

1ª Fase- Declaración de hostilidades.
Las espadas están en todo lo alto. Los auditores llegan amenazantes, pero tú estás convencido de tenerlo todo bajo control. La confrontación es a muerte, no se hacen prisioneros.


2ª Fase- El frente se estabiliza.
Va quedando claro que tú no lo tenías todo tan controlado como suponías, y los fallos se van acumulando. Por otro lado, los auditores tampoco venían tan dispuestos a hacer sangre, y no saben muy bien qué hacer con la ingente cantidad de chapuzas que van detectando.


3ª Fase- Se abren las negociaciones.
Se hacen interpretaciones peregrinas de leyes y reglamentos para justificar algunas chapuzas, se le buscan mil vueltas a los papeles que tienes y los que no tienes se van haciendo sobre la marcha atendiendo a los consejos de los auditores, que dan la impresión de no tener muy clara su función inspectora pero tienen cristalino quién es el que les paga (o sea, el auditado).


4ª Fase- Plan de paz.
Los auditores cubren el expediente llamándote la atención sobre dos o tres fallos leves y fácilmente solucionables, te dan el OK al sistema y se despiden hasta dentro de 2 años, con la visible intención de relajarse después del estresante número de funambulismo que les ha tocado ejecutar. Tú resoplas, te pones una medalla diciéndole al jefe que has pasado la auditoría con nota y después te tiras una semana recolocando papeles en el archivo. Con el firme y vano propósito de hacer las cosas mejor dentro de 2 años.


Todo este proceso se lleva a cabo durante una o dos semanas. Al principio un servidor pensaba que la duración era exagerada para lo que no deja de ser una farsa, y creía que sería mejor resolverlo por las bravas: les pagas, les das un par de toneladas de papel, ellos te emiten el informe favorable y adiós, muy buenas. Nos vemos dentro de 2 años. Pero me he dado cuenta de que la duración es un factor esencial: hay queinvitar a los auditores a comer las veces necesarias para que se sientan bien tratados, se emborrachen un poco y les venga la inspiración que precisan para encontrar la manera de llamarte la atención sobre las chapuzas que se van encontrando sin que parezca que son chapuzas demasiado grandes. Y, las cosas como son, justificar algunas cagadas no siempre es fácil. A veces dan ganas hasta de aplaudirles.

Total, que todo se resume en un paripé de duración variable, tirando a larga, que sólo sirve para alterar el funcionamiento normal de la empresa y generar un buen número de situaciones tragicómicas (trágicas o cómicas según las mires desde lejos o te pillen en medio).

Como una buena comedia de enredo, vamos. Con su final feliz y todo.

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