La canción justa en el momento preciso.
Una buena conversación (o, mejor todavía: una conversación interesante).
Una buena sobremesa (de esas que son eternas, independientemente de la duración).
Un trabajo bien hecho.
La risa de tus hijos cuando se ríen a gusto.
Recordar todavía por qué te casaste con ella.
Salir a correr y sentirte capaz de dejar atrás al mundo.
Leer un libro y lamentar que se acabe.
Acabar por fin un libro que no sabes por qué demonios empezaste a leer.
Sentir que ellos (los que cuentan) están orgullosos de ti.
Las vidas con final feliz.
Las películas con finales tristes.
Recordar aún, a los 38 años, cómo se sueña despierto.
Las ciudades que todavía no has visitado.
La posibilidad de escoger en lo que crees.
Leer en algún sitio la frase que tú hubieras querido escribir.
Poder dedicar un minuto a la nostalgia (el futuro siempre puede esperar).
Recordar cómo eras hace tiempo (y poder reírte, por fin, de ti mismo).
No sé si son mentiras. No sé si las mías son las de los demás. Y no sé si llegan a cien, o son algunas menos, o son muchas más.
Pero seguro que todos tenemos algunas para tirar de ellas cuando sentimos que el día nunca se acaba. Cuando estamos en uno de esos días que nunca hubieran debido comenzar.
En ocasiones funcionan, y en ocasiones no. Pero es mejor eso que nada.
Además, nunca se sabe. Quizá en medio de tantas mentiras podamos encontrar alguna verdad.
Aunque, sin duda, el Maestro lo dijo mejor que yo. Para eso es el Maestro
3 comentarios:
Pues...a mi me gusta mucho como las has dicho tu.
Gracias, Gonzalo.
Pero el Maestro sigue siendo el Maestro. Que conste.
A mi tambien me valen las tuyas... y para los dias malos siempre me valen : la vuelta a casa, un beso y un abrazo.
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