martes, 21 de septiembre de 2010

MI HERMANO, EL PEQUEÑO

Ya he hablado anteriormente, aunque de manera muy tangencial, de mis hermanos. Tengo dos, y como yo soy el mayor, ellos tuvieron que repartirse los papeles vacantes de hermano mediano y hermano pequeño. Al ser gente ordenada y razonable, establecieron un criterio de antigüedad: el segundo en nacer se quedó con el papel de mediano, y el último tuvo que adoptar el rol de hermano pequeño. Lo normal, vaya.


Como cualquier no primogénito que se precie, ellos siempre se han quejado de sus respectivos puestos dentro de la familia, lo cual, desde mi punto de vista de hermano mayor, es como quejarse por una uña rota durante un bombardeo: algo totalmente fuera de lugar. ¡Qué poco saben ellos de las penurias que acarrea ser el mayor! El caso es que, inevitables peleas fraternas al margen, siempre nos hemos llevado bien, a pesar de ser totalmente distintos entre nosotros (o tal vez precisamente por eso), y a pesar también de que los psicólogos sostienen que 3 es el peor número posible para mantener una dinámica de grupo.


Hoy quiero hablar de mi hermano pequeño, porque es su cumpleaños y, ahora que no estamos juntos, lo echo de menos. El primer recuerdo que tengo de él es su llegada a casa. Uno de esos recuerdos extrañamente nítidos que uno conserva en la memoria, sin saber muy bien por qué: mis padres subiendo las escaleras de la casa de mis abuelos, donde nos habían dejado mientras ellos estaban en el hospital; mi padre con el equipaje; mi madre con un bebé en brazos. Incluso recuerdo que nos trajeron unos regalos (supongo que para mitigar el trauma de ser más a repartir los mimos paternos), unos camiones pequeños, azules, rojos y amarillos.


A partir de ahí, mis recuerdos están repletos de episodios protagonizados por mi hermano. Pasó a ser parte de mi vida, como hacen siempre los hermanos. Para bien y para mal. Por resumir el tema, nuestra relación consistía básicamente en que él me sacaba de quicio, yo le atizaba, y luego nuestros padres ponían orden, de forma bastante expeditiva. Cuando no estábamos enfrascados en estos intercambios de amor fraterno, supongo que andábamos jugando. No sé. Mis recuerdos de esos años son un conjunto de episodios inconexos, algunos relevantes y otros no tanto. El por qué mi memoria ha retenido precisamente esos y no otros es algo que se me escapa.


En cualquier caso, mi hermano se incorporó a mi vida, y no ha vuelto a salir de ella. Como hermano mayor, para mis padres yo era el encargado de pastorear a los pequeños cuando jugábamos en la calle y el responsable del grupo cuando íbamos juntos al colegio (la verdad es que no se me daba muy bien cuidarlos: los dos sufrieron atropellos, afortunadamente sin consecuencias, de camino al cole, y en más de una ocasión no sólo no los protegía, sino que era yo mismo el que los descalabraba con alguna pedrada involuntaria; cosas que pasan). Así que mis hermanos, sin más, formaban parte del día a día. En cualquier caso, el mediano pasó pronto a ser independiente. Nos llevamos sólo 2 años, así que se manejaba tan bien como yo (y en muchas ocasiones mejor) en cualquier situación. El pequeño siguió a mis faldas durante más tiempo. Con la ventaja de caminar por una senda trazada, y con el inconveniente de estar permanentemente sujeto a las comparaciones.


De vez en cuando me pregunto cómo me veía mi hermano por aquel entonces. Porque, verán, somos una familia de sobreentendidos: nos queremos, nos ayudamos, y sabemos que siempre estamos ahí cuando se nos necesita, pero nunca nos lo decimos. Esas cosas se dan por supuestas. Por eso, podemos hablar de temas trascendentes y personales (aunque tampoco muy a menudo), pero nos resulta muy difícil hacerlo de temas sentimentales. Y siento curiosidad, la verdad. Me gustaría saber si yo era una referencia para él (un modelo, una figura protectora, algo así), o simplemente, como él para mí, parte del paisaje.


Supongo que ahora me ve de igual a igual, como yo lo veo a él. Los dos somos adultos, cada uno tiene su vida, y solemos ser respetuosos (dentro del respeto que hay en una familia: ya saben que donde hay confianza…) con las opiniones y las decisiones del otro. Pero si alguien tuviera que ser una referencia para el otro, un modelo, lo sería él para mí. Porque (esto nunca se lo he dicho, por supuesto) mi hermano se ha convertido, en muchos aspectos, en el hombre que me hubiera gustado ser a mí. Con un carácter que siempre le he envidiado: decidido, resuelto, divertido, con don de gentes, extrovertido, echado para adelante... Todo lo que yo no soy.


Ahora ya no nos vemos con tanta frecuencia. Él vive lejos, tiene su trabajo, su mujer y su vida, y yo tengo las mías. Pero, de vez en cuando, nos encontramos en casa de mis padres algún fin de semana, y me alegra comprobar que seguimos sintiéndonos igual de cómodos el uno con el otro como siempre. Que seguimos estando de acuerdo en las cosas importantes, a pesar de nuestra distinta manera de ver la vida. Que seguimos entendiéndonos simplemente con una mirada, o con una palabra. Que seguimos manteniendo nuestra costumbre de contar los chistes a medias, o hacer referencias incompletas a nuestras particulares películas de culto, o a anécdotas familiares que se han convertido en clásicas (por cierto, cuando hacemos esto, mi mujer y mi cuñada alucinan en colores, porque a pesar de llevar años conociéndonos todavía hay muchas de estas cosas que se les escapan… para mí que se preguntan cómo no se dieron cuenta a tiempo de que emparentaban con una familia de locos). En una palabra: que seguimos siendo hermanos.


Como decía, hoy es su cumpleaños. Así que quiero aprovechar para felicitarlo, y para desearle que se lo pase muy bien. Para recordarle que ya lo celebraremos convenientemente cuando nos veamos.


Y para decirle que me siento orgulloso de mi hermano pequeño.


Muchas felicidades, hermanito.


8 comentarios:

Doctora Anchoa dijo...

Jo, qué bonito. Se nota que lo has escrito con muchísimo cariño. Y qué envidia, yo hubiera matado por tener un hermanito pequeño.

112 dijo...

Y yo me pregunto, ¿siendo asi (que lo es) como es que tu mujer no se casó con él?. Sera que lo descubrió tarde.
No sabes como me fastidia no coger, a veces, las frases a medias cuando estoy en casa de mis suegros.Por otra parte, me gusta ver que ellos se entienden tan bien y que se les ve contentos de verse, aunque no se lo digan nunca.
Ojala tu hermano lea el post. Seguro que es lo mas "personal" y cariñoso que le has dicho nunca, y aunque no lo necesite, le va a gustar.
POR MI PARTE, FELICIDADES TAMBIEN.

Anónimo dijo...

Que bonito tener una familia así y unos hermanos como los que tengo.
Muchas gracias hermano... yo también pienso lo mismo...
Un abrazo y hasta pronto...

El niño desgraciaíto dijo...

Yo también soy hermano mayor. Mi hermano pequeño, aunque en este caso es el de en medio, era especialista en sacarme de quicio y yo terminaba pegándole.

Nadie que no lo sea puede saber lo jodío que es ser hermano mayor. Yo fui el mayor y por lo tanto el que tenía que portarse bien y dar ejemplo. En cambio mi hermana fue, es y será la pequeña toda su vida.

Ahora con mis hijos, intento no cometer esos errores, pero me temo que no lo consigo mucho.

Cazurro dijo...

Doctora, si hubieras tenido hermanos pequeños hubieras descubierto el verdadero significado de querer matar a alguien.

112, mi mujer no debe tener muy buen gusto para los hombres. Eso que salgo ganando yo.

Hermanito, lo dicho: felicidades, y nos vemos el finde.

Niño, ser el mayor es bastante chungo, sí. Y las peleas con los pequeños son un clásico. Pero, ¿y lo que unen esas broncas, eh?.
Respecto a los errores, supongo que todos intentamos no cometerlos. No sé si alguien lo consigue, pero, desde luego, yo no. De todas formas, mi prole no parece odiarme (todavía).

NáN dijo...

Felicidades a Anónimo.

Soy el pequeñuelo: el mejor puesto.

Anniehall dijo...

Felicidades a Anónimo

Cazurro no haces más que recordarme a mi hermano. Su cumple es dentro de nada y ando rumiando hacerle un post que seguro que nunca leerá.

Cazurro dijo...

Nán, está muy feo presumir de ser hermano pequeño. Sobre todo, delante de un hermano mayor. Me alegro por usted, pero, por favor, compórtese.

Annie, pues es raro, porque la gente me dice que le recuerdo a George Clooney.
Escríbeselo. Quizás sí te lea. Y, en cualquier caso, vas a disfrutar escribiéndolo (y nosotros leyéndolo).