Hace más de dos meses de mi primera recapitulación. Desde entonces han pasado muchas cosas en mi mundo, y por suerte casi todas buenas. Pero no es de eso de lo que quiero hablar. Porque, como la vez anterior, me gustaría pararme un rato a pensar sobre cómo va desarrollándose mi experiencia en este especie de dimensión paralela que es el mundo de los blogs. Mundo en el que sigo siendo un recién llegado, con miedo de molestar a todo el mundo, pero en el que poco a poco se van ampliando mis horizontes: cada vez leo a más gente, y cada vez más gente me lee a mí. Y mentiría si dijera que no me hace ilusión.
Vamos por partes. Durante el mes de Julio, cuando hace la calor, tuve una especie de arrebato que hizo que no pudiera parar de escribir. No sé si a ustedes les ha pasado, pero para mí era una experiencia novedosa. Digamos que me resultó más placentera la primera quincena, pero a medida que el mes avanzaba y la cosa adquiría tintes de adicción me fue pareciendo menos graciosa, la verdad. Creo que en algún momento llegué a sentir como una obligación escribir algo a diario, y esa sensación no me gustó demasiado (supongo que no valdría gran cosa como periodista). Así que agradecí la llegada del mes de Agosto, con su quincenita de vacaciones, entre otras cosas porque me iba a liberar por un tiempo del blog y sus supuestas obligaciones: una especie de terapia de desintoxicación. O, para ser más exactos, de deshabituación.
Vamos por partes. Durante el mes de Julio, cuando hace la calor, tuve una especie de arrebato que hizo que no pudiera parar de escribir. No sé si a ustedes les ha pasado, pero para mí era una experiencia novedosa. Digamos que me resultó más placentera la primera quincena, pero a medida que el mes avanzaba y la cosa adquiría tintes de adicción me fue pareciendo menos graciosa, la verdad. Creo que en algún momento llegué a sentir como una obligación escribir algo a diario, y esa sensación no me gustó demasiado (supongo que no valdría gran cosa como periodista). Así que agradecí la llegada del mes de Agosto, con su quincenita de vacaciones, entre otras cosas porque me iba a liberar por un tiempo del blog y sus supuestas obligaciones: una especie de terapia de desintoxicación. O, para ser más exactos, de deshabituación.
El caso es que volví, más o menos relajado, más o menos descansado, después de habérmelo pasado como un enano y de quince días en los que no escribí una sola palabra. Y, a pesar de que soy un hombre de costumbres (lo de hombre admito que me lo discutan, pero lo de las costumbres es innegociable), esos quince días habían sido suficientes para cambiar la rutina de escribir por la de no escribir. Me costaba volver a publicar algo en el blog. Y eso me causaba sensaciones contradictorias. Por un lado, era un alivio ver que aquella especie de obligación para conmigo mismo había desaparecido. Por otro, echaba de menos la inspiración. No tenía ganas de escribir, vale, y eso me parecía estupendo, pero al mismo tiempo me provocaba una ligera punzada de inquietud: ¿y si no vuelve a apetecerme escribir nunca?
Así que me dediqué a contar un par de cositas sobre las vacaciones, a poner alguna canción, algún viejo relato, y a dejar pasar el tiempo a la espera de que las musas dijesen algo o callasen para siempre. Pues, oigan, las musas, ni puto caso, pero el que dijo algo fue El chico de la Consuelo, que por lo visto redescubrió el blog y lo recomendó en este post (muchas gracias de nuevo, chico, aunque esté muy feo divertirse con las desgracias ajenas [1]). Y claro, que un trendsetter de la cosa bloguera como El chico te recomiende no deja de tener sus efectos secundarios, porque él cuenta con un buen número de seguidores fieles que, a instancias de sus recomendaciones, se me metieron en el blog.
Como mis padres hicieron todo lo que pudieron por dejarme bien educadito, devolví las visitas, lo que me llevó en algunos casos a descubrir nuevos blogs y en otros a profundizar en blogs por los que había pasado deprisa y corriendo. Es así como he ido conociendo a algunos nuevos personajes de los que pueblan la blogosfera, aunque en la mayoría de los casos me limite a leerlos sin comentar: se me da mucho mejor el monólogo que el diálogo (me temo que, a pesar de los esfuerzos de mis padres, mis habilidades sociales no se han desarrollado como hubieran debido).
Como les decía, he descubierto algunos blogs que me han gustado mucho. Además de seguir leyendo al chico de la Consuelo, a Gonzalo (a pesar de sus fantasmadas… porque supongo que lo de la estación espacial era una fantasmada, o me habrá acomplejado para siempre), a Efe y a Molinos, o de seguir los viajes allende los mares de Barcelona, me ha encantado pasearme por el jardín de Amanita, que está acabando para siempre el viejo mito acerca de las rubias[2] (cabe la posibilidad de que no sea rubia, y en realidad lo suyo sea un caso leve de albinismo): me gusta su manera de escribir, su inteligencia, su humor, y es difícil encontrar mayor cantidad de sentido común y sarcasmo del que hay en su jardín. Y me encanta sentarme de vez en cuando en una mesa tranquila del Blasco, para ver la vida pasar a través de los ojos del Niño Desgraciaito y Anniehall. Aunque tampoco está mal echar un vistazo de vez en cuando a algunos paisajes interesantes a través de la ventana de Teresa.
Como decía antes, no suelo comentarles. En parte por timidez, en parte porque no se me ocurre nada interesante que decir, y en parte porque, en la mayoría de las ocasiones, los debates que se entablan en los comentarios son tan interesantes como el propio post, y me siento incapaz de aportar nada, así que me decido por seguir el viejo axioma de “si no ayudas, al menos no estorbes”. Pero me gusta ser testigo de sus vivencias, de sus experiencias, y ser partícipe de sus opiniones. Casi tanto como me gusta que ellos lo sean de las mías, pero mucho menos de lo que sigue sorprendiéndome que me digan que les gusta lo que escribo: supongo que son gente muy cumplida.
El caso es que, entre unas cosas y otras, me está volviendo a entrar el gusanillo. Como para escribir lo que yo hago no se necesita demasiada inspiración, supongo que era más una cuestión de actitud que de otra cosa, y entre todos me han dado el pequeño empujón que necesitaba cuando estaba pensando en dejar aparcado por un tiempo esto del blog.
Así que a pesar de los riesgos (sigo debiéndole una noche de bailoteo a una enfermera agraviada, y no se pueden imaginar qué sudores me asaltan cuando pienso en ello), creo que me apetece seguir una temporada más contándole cosas a todo aquel que quiera aburrirse un rato leyéndome.
Por supuesto, con su permiso. Y si el tiempo no lo impide.
[1] Él se divierte con mi aburrimiento, yo me divierto con su insomnio…. parecemos vasos comunicantes anímicos. ¿Habremos inventado la empatía inversa?
[2] Aclaro que mi mujer es rubia y que, salvo por el hecho de haberse casado conmigo, demuestra ser bastante inteligente (aunque yo siempre había pensado que era más la excepción que la regla).
13 comentarios:
A mi también me da angustia, a veces, pensar en que no tengo nada para poner. ¡¡¡Y también me falta tiempo para comentar!!
El universo es finito pero los blogs no.
Me ofende tener que demostrarlo, deberias saber a estas alturas que lo soy, amen de otras cosas mas (como ser rubia por ej.).
En cualquier caso espero que sigas escribiendo, me gusta tu blog.
Tomar la medida a las cosas, encontrar la escala, es un proceso; no algo que viene dado. Personalmente, he llegado al uno por semana (me refiero a los posts en los blogs, que en lo otro ya me gustaría a mí tanta frecuencia).
Con respecto a lo de "no ofender", relájate. Las palabras a veces son duras porque no se capta la ironía. Sin embargo, es como la vida misma: a veces caes bien y a veces no. No puedes gustar a todo el mundo (ni falta que hace).
La única crítica te la hago a lo de los comentarios. Son una conversación: ¿quién marca lo que se aporta o no en una conversación? La aportación es que haya muchas voces y es el resultado del conjunto, no las voces individuales. Te animo a participar para decir a veces cosas sensatas; insensatas las más.
Ya aparte, la cazurrería de la mujer que me aguanta hace que ella vaya a veces a ver a su madre. Algunas (pocas) la acompaño. Si se da el caso (ya que me queda el 40'9% de las vacaciones), podría avisarte y nos tomamos tres vinos en Casa Blas.
Un abrazo
Gonzalo, me mola la última frase. Con una prosa un poco más técnica (velocidad de expansión de blogger > velocidad de expansión del universo) te bastaría para dar conferencias. Podrías llamarlo la Paradoja Viveiró.
Anónimo, gracias, pero aquí no se le pide a nadie que demuestre nada. Con escribir de forma inteligible es suficiente (je, je)
NáN, gracias por la invitación a participar más, lo intentaré. Aunque no prometo nada.
Eso sí, lo de los 3 vinos donde Blas (con patatas, of course) está hecho. Y si son 4 tampoco pasa nada.
Lo de las rubias es otro mito que está al caer y cuídate de enredar mucho, porque con el de las enfermeras aún tienes deudas pendientes.
A mi tambien me queda derca el punto de encuentro de los vinos, ¿me puedo apuntar con vosotros, aunque sea a mosto?
Pero nada de nada. Eso sí, soy un poco viejunín. Espero que no te importe.
Primero , mi mujer también es rubia.Por si acaso te lee, me sumo a tu pie de pagina(2)
Segundo mi inglés es escaso,así que me he asegurado que eso del trendsetter no fuera una raza de perro. parece que no... los lideres son viveiro y molinos los demás meros aprendices.
Tercero en efecto lo de viveiro es una fantasmada. Lo sé, pero juro que no hemos hecho un remake del capitulo de con pelos en la lengua
Cuarto: Hice el post sobre tu blog porque es verdad que me lo paso muy bien leyendo tus historias, así que gracias a ti.
Quinto: Sigo como puedes ver en este comentario con un problema: que es que no sé diferenciar cuando escribo post y cuando escribo un comentario. Me lio y me lio y escribo y escribo.
thanks por la cita.
P.D-.Ahhh!!! mi mujer dice que sería capaz de hacerme mil Km por una recomendación gastronómica vease otros casos de NHG ,así que me apunto al tal blas
Yo no soy rubia, pero me gusta mucho leerte, Cazurro. Y no es paripé, ya ves tú por qué iba a decir lo que no es, ¿qué ganaba con ser cumplida y cortés con alguien a quien no conozco?
Escribe cuando quieras y déjalo si te atosiga: yo considero lo que me dan en los blogs que me gustan como un regalo, porque lo es, gratis y sin pedirlo.
ECDC, aparte de vinos, cervezas y demás, solo dan patatas fritas, picantes o sin; un sitio de toda la vida, poco moderno; y sales oliendo un poco a las patatas que fríen en enormes recipientes. Pero a mí me pirran y permiten ir tomando un vinito tras otro, para quitarte el picante.
NáN, la edad no es problema. Siempre me ha gustado la gente mayor que yo: soléis tener más cosas que contar.
112, vaaaale, dejo el tema de las rubias... pero es que nos vamos a quedar sin clichés, y sería una pena. Los prejuicios son muy útiles cuando uno no tiene demasiadas ganas (o capacidad) de pensar. Para lo de Casa Blas, por mí estás apuntada.
Chico, NáN tiene razón, las patatas de Blas (pese a ser un clásico en León) difícilmente pueden considerarse un motivo razonable para meterse 1000 km entre pecho y espalda. Eso sí, a 10 minutos de allí está el Barrio Húmedo, paraíso de las tapas y los vinos, por si te animas. Que no creo (NHG).
Y no te esfuerces por acortar los comentarios. A mí me molan así.
Teresa, gracias. Respecto a la cortesía, te cuento mi norma: a la gente que no conozco la trato con cortesía, a la que conozco la trato como se merece.
Por la parte que me toca espero que el mito de las rubias siga cayendo. Aunque, lo reconozco, yo tengo mis "blonde moments" (que me dan para reírme mucho de mí misma, así que no me quejo demasiado).
Gracias por la mención, por cierto.
Vaya fotos chulas de verdad,cristina, suelo rebotar a tu blog desde la gran molinos, pero ahora que no me escucha ultimamente por eso de leer desde el gmail o el reader no me meto mucho directamente.
Bueno ya he dicho mil veces que mi mujer me lleva prometiendo un viaje a NY con esas fotos todavía se me ponen los dientes más laargos.
nan y cazurro: Pues yo las dos veces que he ido a Leon lo recuerdo como un sitio de buen comer. Además ya sé que es un tópico pero a mi la catedral me parece un sitio impresionante.
La última vez que estuve, estaba ensayando una super de la opera que mi incultura y mi edad me ha hecho olvidar su nombre y la mezcla de la luz entre las vidrieras y la menganita cantando es uno de esos momentos very best en el que la vida fluye.
Cazurro, me ha pasado parecido con las vacaciones. Antes estaba un poco agobiada por la obligación de escribir. Después he perdido el hábito y siento el pánico del ¿volveré a escribir?
Sobre los comentarios, yo al principio tenía reparos. Ahora me he quitado la mordaza y a veces me arrepiento de las chorradas que digo. Sobre todo porque hay por ahí cada comentarista sesudo que deja en pañales mis reflexiones de rubia de bote (yo soy morena, bueno canosa, pero tengo también mis blonde moments, como dice Cristina)... Pero en fin, tengo que asumirlo, así soy y si plasta pues que se salten mi comentario. Yo disfruto tanto leyéndoos (los posts y los comentarios).
Gracias por la mención.
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