miércoles, 23 de junio de 2010

PELÍCULAS QUE ME GUSTAN

Al hilo de una conversación el otro día acerca de frases de películas que se me han quedado enganchadas en la memoria a lo largo de los años, me ha dado por pensar, o más bien por recordar, algunas de las películas que más me gustan. En algunos casos, tengo claro que es porque me gusta la historia, cómo está contada, los actores, la música,… todo. En otros casos es una simple escena la que justifica que la película ocupe un lugar destacado en mis recuerdos. Algunas veces le guardo cariño a una película sólo por la banda sonora, o porque aparecen actores que me gustan. O, en menor medida, porque me recuerdan alguna situación (cuándo la vi por primera vez, con quién, dónde) que es, o fue, especial para mí.

Y aunque desconfío de mi capacidad para hacer una lista, y de mis criterios para colocar películas en ella, no puedo resistirme a la tentación (en general, no puedo resistirme a ninguna tentación) de hacer una pequeña relación de aquellas que me gustan. De aquellas que he visto muchas veces y que siguen haciéndome sentir igual que la primera. O mejor: la sorpresa se ha perdido, pero ha sido sustituida por el goce anticipado de saber lo que te espera agazapado tras el próximo fotograma.

Así que allá van, cada una con los motivos pertinentes que las han elevado a las alturas de mi Olimpo particular.

-Cinema Paradiso- La nostalgia en estado puro. Un niño, un anciano, un pueblo sin demasiados motivos para la alegría, y un cine. Con eso, Tornatore pudo fabricar una de las películas más bonitas que yo haya podido ver. Y que levante la mano el que no haya sentido crujir algo en el pecho al ver la escena final, con todos los besos robados que Alfredo había ido guardando cuidadosamente para su querido Toto, convertido ya en el respetable Salvatore. La he visto mil veces, y las mil he llorado. Me encanta.

-Cyrano de Bergerac- Rappenau se atrevió en 1990 a realizar una nueva versión de este clásico. Una puesta en escena soberbia, con diálogos rimados y unas actuaciones que consiguen que apenas lo percibas. La historia de un hombre que consagró su desmesurado talento a engañarse a sí mismo durante toda la vida. Una escena final, con Cyrano agonizante entre los árboles, imposible de superar. Depardieu, genial. La he visto mil veces, y las mil he acabado con unos irrefrenables deseos de parecerme, al menos un poquito, a mi idolatrado Hercule-Savinien de Cyrano de Bergerac. Aunque, eso sí, yo nunca le prestaría mis palabras de amor a otro hombre: la tierra para el que se la trabaja.

-Sin Perdón- Lo más. Un tipo malo, reconvertido en bueno, al que la vida se empeña en llevar de nuevo por el mal camino. Asesinos entrañables, putas expeditivas, pistoleros miopes, buenos antipáticos… Ambigua donde las haya, con un Eastwood que sigue siendo el tipo más duro del mundo a sus tropecientos años, deja una sensación amarga. Triste. No siempre es fácil ser buena persona, y no siempre es mejor poner la otra mejilla. De mayor quiero ser como William Munny.

-La princesa prometida- Debo ser de los pocos que leyó la novela antes de ver la película. Es decir, que iba con las precauciones lógicas, y con expectativas muy difíciles (eso pensaba) de satisfacer. Pero, para mi sorpresa, la película me encantó. Ver esta película es volver a ser niño durante 2 horas. Espadachines, amor verdadero, venganza, traición, milagros, final feliz…. Todo lo que se necesita para olvidarse del mundo durante un buen rato. De mayor también quiero ser como Íñigo (un imbatible espadachín borrachuzo), o como Fezzik (un tierno fortachón), o como Vizzini (un inconcebible genio del mal), o como Max el Milagroso (descreído, solitario y refunfuñón). Pero me conformaría con ser como Wesley y quedarme con la chica.

-Leyendas de pasión- Cada vez que la veo me siento identificado con uno de los integrantes de la familia Ludlow: a veces me cae mejor el padre, el viejo coronel; otras, prefiero a Samuel, el cándido e idealista benjamín; algunas, me quedo con Alfred, el pragmático hombre de negocios que al final no es capaz de desoir la llamada de la sangre; pero, casi siempre (cómo no) me atrae más que nada la figura del indómito Tristan Ludlow, condenado para siempre a que la vida no sea suficiente, a luchar contra sus propios demonios interiores, a buscar hasta el final “una buena muerte”. Amor, dolor, guerra, honor, una banda sonora que me conmueve….Además, sale Julia Ormond, que en mi clasificación particular comparte con Debra Winger y Elisabeth Shue (cada una en sus respectivos mejores años) el título honorífico de “La más guapa de las normales” (o la más normal de las guapas; sobre esto todavía no me he puesto de acuerdo conmigo mismo).

-La huella- Posiblemente la película con el reparto más corto de la historia del cine. Michael Caine y Laurence Olivier enfrentados durante 90 minutos en un duelo de ingenio y crueldad que debería hacer que se le cayera la cara de vergüenza a todos los directores que se gastan montones de pasta en absurdos efectos especiales para no contar nada (y no miro a nadie; ni siquiera a James Cameron). No sobra ni una palabra, no falta ni un matiz. Si la perfección (cinematográfica) existe, debe ser algo muy parecido a esto.

-Ser o no ser- La primera vez la vi porque me arrastró al cine (un ciclo de cine clásico) un amigo. Lo de arrastrar es literal. Y es que, entiéndanme, yo tenía mis reticencias: una película antigua, en blanco y negro y de un director europeo. Uf. Pero al final fui a verla (no me quedó más remedio) y nunca se lo agradeceré lo bastante a Isi. Una comedia divertida, brillante, sorprendente. Un ejercicio de genialidad para dar una vuelta de tuerca a situaciones que parecían agotadas, exprimiéndolas para sacar hasta la última gota de humor. Buenísima.

-Matar a un ruiseñor- Ya no quedan hombres como Atticus Finch. Impresionante. Sí, lo han adivinado: de mayor quiero ser como Gregory Peck. (Esta también se la debo a Isi: gracias de nuevo).

-La noche del cazador- Qué decir del reverendo Harry Powell, personificado como nadie más hubiera podido hacerlo por Robert Mitchum. Desasosegante. Una experiencia distinta. Ya no se hacen películas así. En realidad, nunca se han hecho películas así.

-De aquí a la eternidad- Todos los hombres deberíamos verla al menos una vez, para poder aprender cómo abrazar a una mujer viendo a Burt Lancaster revolcándose con Deborah Kerr en la playa. Aparte de eso, hay un hombre que lucha por ser fiel a sus principios aunque eso le suponga complicarse la vida, otro que lucha por ser fiel a su corazón aunque eso le suponga ponerle los cuernos a su superior, y un Sinatra genial en el papel de amigo-del-prota-que-se-mete-en-líos. La escena de la playa y la del toque de queda, antológicas.

-Hoosiers- Una buena muestra de épica deportiva. Ya saben, David vence a Goliath, con todo en contra. Previsible, porque al final ganan los buenos. Pero está ambientada en el baloncesto, sale Gene Hackman y además está basada en hechos reales (sí, pasó de verdad; sí, a veces David vence a Goliath). Una debilidad.

-El golpe- Sólo ver a Paul Newman y Robert Redford (cuando todavía no daba grima verlo) merecería la pena. Pero si a eso le sumamos un guión brillante que va incrementando la tensión, unos actores perfectos y un final sorprendente, el resultado es una película memorable. Después de la primera vez se pierde el efecto sorpresa, pero se descubren nuevos matices, y en cada nuevo visionado los diálogos parecen más perfectos. Imposible de mejorar.

Buf, me canso de escribir, y estoy viendo que todavía se me quedan algunas en el tintero. Pero, bueno, tal vez otro día me anime y siga hasta completar el Top 20. Y quizá incluso ponga alguna mínimamente moderna, porque creo que la más reciente de las que he puesto es de 1994, que ya ha llovido…

A lo mejor tiene razón mi mujer, y tenemos que ir más al cine.

1 comentario:

112 dijo...

En esta lista faltan tantas como en la de Schindler.
Indiscutiblemente son buenas pelis, algunas entrañables como Cinema Paradiso.
Por cierto que hay del cine patrio? de pelis como "airbag?. No pudedo creer que no te guste una peli con esos dialogos.

Por supuesto que hay que ir más al cine, colocar a los churumbeles y tomarse una copa despues, puede hacer que casi cualquier pelicula merezca la pena.