El viernes 25 de Junio de 2010 pasará a la historia como el día en el que, al fin, España ha jugado al fútbol como si la cabeza les sirviera para algo más que: a)despejar balones b)lucir peinados espantosos c)recibir codazos alevosos que el árbitro nunca ve. Es decir, que por primera vez en toda la Historia y parte de la Mitología se ha visto a 11 tíos nacidos en España ¡¡¡¡pensando!!!! Todos a la vez. Y todos más o menos lo mismo. Para aplaudir. Para emocionarse hasta el llanto, oigan. Hay luz al final del túnel. Todavía hay esperanza.
Porque España, ateniéndose al plan diseñado por ese fino estratega que es Del Bosque, tenía que ganar, pero sin abusar. Tenía una posición difícil, en la que lo mismo podía ser primera de grupo que segunda que quedar fuera. Pero tampoco era cosa de asustar demasiado al resto del mundo, así que, refrenando los naturales ímpetus hispanos, los muchachos de la Roja jugaron, por una vez, a la italiana: es decir, no jugaron, se limitaron a aprovechar un par de regalos de los contrarios (que jugaban con camiseta roja y pantalón azul, y ya sabemos todos lo que eso supone) y después pasaron a demostrarle a todos los espectadores las inmensas posibilidades del tiqui-taca como alternativa al valium.
Tengo que confesarlo: fue uno de los días más felices de mi vida. Por fin supe lo que se siente siendo italiano. Pases intrascendentes, especulación, suerte, aburrimiento,... Si hasta vestíamos como la azzurra, ¿qué más podíamos pedir?
De todas formas, el objetivo se ha cumplido: España está clasificada para octavos. Y el segundo objetivo también: nos hemos deshecho de la incómoda etiqueta de favoritos. Ya se sabe que a la Roja el favoritismo le sienta fatal, así que no es moco de pavo haber podido perder, en tan sólo tres partidos, el respeto que se había acumulado en los dos años anteriores. Mucho mejor ir de víctimas, porque el papel de conquistador victorioso y arrogante no nos pega nada.
Así que ahora ya estamos donde queríamos. Empieza el mundial. Será contra Portugal, mañana. Y me imagino los sudores de los lusos, tratando de imaginar qué se van a encontrar enfrente. Porque antes la estrategia de cualquier rival para hacer frente a la Roja estaba clara: dejar pasar el tiempo hasta que los españoles cedieran a sus naturales impulsos autodestructivos y la cagaran, poniéndoles el triunfo en bandeja. Tampoco hay que ser un superdotado para explotar eso. Así hemos encumbrado a potencias como Bélgica, Corea del Sur, Nigeria, Austria, Irlanda del Norte… Pero ahora no. Ahora la selección tiene un plan y tiene suerte. Porque ya se ha cubierto la cuota de desgracias en la primera fase, con lo que accedemos a los cruces con la balanza de pagos de la fortuna a nuestro favor.
En primer lugar, el tradicional tiro en el pie que España se pega en todos los grandes campeonatos ya ha sucedido. Fue en el primer partido, contra Suiza, y no tuvo mayores consecuencias. Bien por nosotros.
Por otra parte, los árbitros ya nos han escamoteado los penaltis correspondientes a todo el campeonato, por lo que es de esperar que, en adelante, nos piten los que se comentan. Incluso, y esto lo digo a título personal, tampoco me importaría que nos concedieran alguno que no fuera, o algún gol fantasma, o en fuera de juego. Es decir, que nos tratasen igual que a Alemania o Argentina. De hecho, esta sería la confirmación definitiva de que España cuenta en los pronósticos. Me río de las casas de apuestas: la verdadera noción del ranking que ocupas en la FIFA viene dada por la amabilidad de los arbitrajes. Si contra Portugal nos regalan algo, sabremos que por fin los afanes de la implacable diplomacia deportiva española han dado sus frutos.
Villa y Torres siguen con su perfecta compenetración, apartando los egoísmos en beneficio del equipo y repartiéndose los papeles sin ningún asomo de divismo. Villa mete las ocasiones y Torres,… bueno, se dedica a correr por el campo en espera de su momento. De meter un golito que aumente su ya de por sí hipertrofiada aureola de delantero de raza. Perfecto. No tiene sentido despilfarrar toda la artillería al mismo tiempo, en batallas menores. Mucho mejor hacerlo con orden: ahora tú, después yo. Además, el niño de la pesi ya se aproxima al número correcto de ocasiones desaprovechadas para ser peligroso (como todo el mundo sabe, necesita 25 ocasiones para hacer un gol: falla las 24 primeras y luego enchufa un gol decisivo, o intrascendente pero espectacular; esperemos que sea lo primero).
La mala suerte ya ha aparecido, en forma de rebotes. Los dos goles que ha encajado la selección han venido en jugadas más o menos estrambóticas (Suiza) o tiros desviados (Chile). Bien. Cuanto más infortunio suframos, y partiendo de la base de que todos los equipos tienen su cupo de mala suerte asignado de antemano, menos nos queda por sufrir. Además, la mala suerte también ha empezado a compensarse, y ya han empezado a surgir signos esperanzadores, en forma de lesiones. Como Xabi Alonso es seria duda para enfrentarse a Cristiano Ronaldo y su club de fans, cualquier repuesto supondrá, sin lugar a dudas, una importante mejora en las prestaciones del equipo. Si a última hora se lesiona también Capdevila, será el signo definitivo de que la Diosa Fortuna nos está sonriendo. Sólo nos quedará, pues, devolverle la sonrisa.
Otro dato esperanzador: Italia se ha quedado fuera en la primera fase. Creo que es la primera vez que esto sucede. Al menos la primera que yo recuerde. Y esto, aparte de la íntima satisfacción que produce ver a los gigolós transalpinos pegarse un barrigazo (pasa tan pocas veces que hay que disfrutarlo), significa que el equilibrio del karma necesita que otra selección recoja el testigo de los azzurri como favorito del azar y los árbitros. Y es que, mientras España estaba en plena crisis de identidad, en plena metamorfosis, en su particular viaje hacia el centro, decidiendo si renunciaba definitivamente a su inmaculado historial de guerreros orgullosos y descerebrados en favor de una nueva imagen más cool, de futbolistas elegantes y blanditos, el resto de equipos ha aprovechado para usurpar los papeles que tradicionalmente venía ocupando la selección española. Así, vemos que el papel de equipo con ínfulas que se vuelve para casa a las primeras de cambio habiendo hecho un ridículo más que notable y con un ambiente de guerra civil ya está cogido (Francia); el papel de equipo que apela a la tradición futbolística del país para llegar lejos también (Italia); el papel de equipo potente, con una fase de clasificación inmaculada, que se encuentra en el primer cruce a una de las mimadas de la FIFA y es tangada por el árbitro ha sido ocupado recientemente (Inglaterra). Casi se puede decir que no nos queda otra opción que ser el equipo fuera de forma que no juega una mierda, es favorecido por los arbitrajes y tiene la suerte precisa para que sus mejores jugadores hagan sus mejores jugadas en el mejor momento posible (papel este desempeñado por Argentina en 2 ocasiones, Alemania en 3 e Italia en 4, siempre con el triunfo en la copa del mundo como premio).
Como ven, hay razones para el optimismo. La cita es mañana a las 20:30. Está en juego el pase a cuartos de final, con el bonus track de mandar para casa a Cristiano Ronaldo.
Claro que también puede pasar que el destino, en el último momento, decida dejarse de experimentos y haga lo de siempre. O que los instintos de los jugadores españoles se impongan a la fría táctica (reprimir la españolidad es una tarea taaaan difícil…) y al final la caguen como de costumbre. La incertidumbre es algo consustancial al fútbol, pese a que algunos iconoclastas quieran abolirla ahora con peticiones de ayudas técnicas y justicia, y cualquier cosa puede suceder.
Lo que nadie nos podrá quitar ya nunca es lo que hemos conseguido: ese impagable estrechamiento de lazos con Suiza, Honduras y Chile. A los primeros les regalamos 3 puntos, los segundos todavía están dando gracias al cielo por no haberle arrebatado a El Salvador (precisamente un país con el que los hondureños, pese a los buenos deseos de D. Federico Trillo, no se llevan demasiado bien) el dudoso honor de haber encajado la mayor goleada de la historia en la fase final de un Mundial, y los chilenos están disfrutando de una clasificación que no se esperaban y pensando que los españoles somos lo más. Todo gracias a la nueva política imperante en la selección. Ahora ganamos enamorando. Sin molestar a nadie.
Ya se sabe: lo que el mundo necesita es amor.
El Rey Imprudente – Geoffrey Parker
Hace 3 días
1 comentario:
Por fin la alianza de civilizaciones da algo mas que brotes verdes!. De esta igual hasta pasamos de cuartos.
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