martes, 22 de junio de 2010

SUDÁFRICA 2010 (II): EL IMPERIO CONTRAATACA

España vive horas plácidas, relajándose, disfrutando del merecido reposo del guerrero tras la épica batalla contra las huestes hondureñas, en la que se ha ganado el derecho a seguir siendo el foco de atención al menos hasta el viernes. Una victoria ante Honduras que nos llena de satisfacción, y de paso venga la afrenta del mundial 82, cuando tuvieron la desfachatez de empatarnos, saltándose el protocolo (jugábamos en casa, coño, que estos tipos no respetan nada).

Vamos por partes. A pesar de la placidez de la que hablaba antes, yo empiezo a estar mosqueado. Porque me parece estar viendo signos cada vez más inequívocos de que la selección tiene un plan. Y eso puede ser bueno o malo según como se mire. Puede ser bueno porque es mejor tener una idea preconcebida antes de que empiecen los tiros, claro. Y puede ser malo porque eso sería renunciar a las más arraigadas costumbres del país, a los más hondos signos de hispanidad, a nuestro hecho diferencial, a nuestra unidad de destino en lo universal. A lo que nos hace españoles, en suma: la improvisación.

Decía hace unos años ese gran filósofo con aficiones deportivas que es Jorge Alberto Valdano, después de uno de los habituales revolcones sufridos por la selección española, que si España deseaba hacer algo de importancia en una gran competición tenía que empezar por definir si quería ser el toro o el torero. Más o menos, lo que había venido a decir Ortega o alguno de esos filósofos menos mediáticos que el argentino, con aquella frase tan lapidaria como ajustada a la realidad: “En España, de cada 10 cabezas 9 embisten y 1 piensa”. Vamos, que hace falta organización: o vamos de artistas o vamos de bestias pardas. Las dos cosas a la vez, no.

Pues parece que, en un ejercicio de temeridad sin precedentes, los chicos de la Roja han decidido hacerle caso a Valdano. Y eso, que así, a primera vista, parece una invitación al desastre, de momento está saliendo bien. España parece que se ha decidido por ser torero. Por intentar torear, por llegar hasta el final defendiéndose con el capote, la muleta y el estoque, y no tirar los trastos al primer derrote y ponerse a matar al toro a cabezazos, aunque, reconozcámoslo, esos arrebatos a mitad de camino entre la heroicidad y la insensatez proporcionaban algún buen rato (intercalado entre innumerables disgustos).

Y este cambio de actitud se nota. Por primera vez en mucho tiempo, una derrota en un Mundial no ha provocado la anunciada bronca mediática. El equipo ha cerrado filas, ha hecho gala de una sensatez hasta ahora desconocida por estas latitudes y ha seguido a lo suyo. Ha jugado igual que contra Suiza, pero con un poco más de brío. Quizá la diferencia fundamental haya sido que frente a los suizos la cosa se tomó con más calma (para mí demasiada) y contra los hondureños se salió con una actitud sensiblemente más contundente. Se les metió en el área en dos arreones, y ya no salieron de allí. Se le metieron dos golitos y se les crearon unas 2500 ocasiones claras de gol, pero tampoco era cosa de abusar. Y, además, como decía al principio, España tiene un plan, y había que ceñirse a él.

Porque la selección ha decidido que lo que mejor le va es que los contrarios no afronten los partidos contra España convencidos de enfrentarse a una máquina implacable, esperándonos con el cuchillo entre los dientes. Y eso, claro, pasa por no asustar al personal metiéndoles una docena a los hondureños. El libro de ruta de la Roja establece ir piano, piano. Ganando, pero sin exhibiciones innecesarias. Aprovechando los partidos de la fase previa para ir creciendo, cogiendo el punto justo y engrasando el mecanismo, pero sin alharacas. Que, además, siempre es mejor hacer ver que vas de humilde, por si te pegas la hostia.

En resumen, que no pinta tan mal la cosa. Estoy razonablemente seguro de que el próximo viernes España ganará a Chile y pasará a octavos, que es la ronda en la que, como cualquier selección normal sabe (léase Italia, Alemania, Argentina, Brasil, etc) comienza de verdad el Mundial. Todavía no está claro si en el cruce nos esperará Brasil o Portugal, pero, sinceramente, me da igual. España puede ganarle a cualquiera de las dos.

Eso sí, con Xavi en el campo. Y si puede ser también con Iniesta, mejor. Pero al menos con uno de los dos. Porque ellos son los que marcan el pulso del equipo, los que le ponen el sello, los que definen su identidad. Con ellos, España juega como sabe. Sin ellos, son un equipo mucho más vulnerable, porque tiene problemas para encontrar el ritmo que más le conviene, y tiende a correr demasiado. Cuando de verdad España hace daño es cuando hace correr el balón, y al rival, sin hacer demasiado gasto. Sin esa pausa, se entra en un intercambio de golpes en los que tenemos mucho más que perder y mucho menos que ganar.

Por lo demás, quedan cosas por mejorar, pero son detalles menores, temas sin importancia. Por ejemplo, que Navas haga algún centro hacia sus compañeros, porque la táctica de aburrir a los defensas obligándolos a despejar del orden de 8000 veces por partido se está demostrando poco eficaz. Quizá la fórmula contraria diera mejor resultado, aunque el andaluz parece un tipo poco dado a las innovaciones y los experimentos. De la puntería de Torres ya ni hablo, porque eso no me parece mejorable: el chaval es así, y hay que quererlo como es. Si querías algún delantero que enchufara las ocasiones, haber llevado a otro, caramba. Pero, con todo, hasta me parece una buena noticia la racha que lleva el niño de la pesi: teniendo en cuenta que mete una de cada 25 claras que tiene, y habiendo fallado ya entre 10 y 15, está cerca el día en el que meterá un gol. Y como tiene la suerte de meter menos goles que Villa pero mucho más sonoros, ¿será quizá ante Brasil, en octavos? Imagínense: si ya es un icono mundial, tumbar al gigante carioca le reportaría, como mínimo, contratos publicitarios para los próximos 4 años, y el resto del mundo podría seguir aprendiendo el dialecto fuenlabreño hasta convertirlo en la lingua franca del siglo XXI.

Por último, una cosa más que juega a favor de España: la selección va sin presión, porque el ridículo más espantoso del Mundial ya está adjudicado, por unanimidad, a la selección francesa, que ha pasado en tiempo record de ser un equipo exquisito a una pandilla de raperos suburbiales y prejubilados que dan la impresión de no hablarse ni con el entrenador ni entre sí (aunque visto lo que se dicen cuando hablan, quizá la incomunicación no sea tan mala opción). En su descargo cabe decir que no hacen sino seguir el camino marcado hace 4 años por su líder espiritual, Zinedine Zidane, cuando decidió demostrarle al mundo que el francés es un pueblo de carácter. Y ya conocen el chauvinismo galo: si hay que ser macarra, los franceses somos más macarras que nadie. Comme il faut.

En fin, que, como les digo, todo pinta bien. Sin entusiasmo desmedido, pero bien. Todo está en su sitio, sin perturbaciones extrañas en la Fuerza, así que no les quepa duda: seremos de nuevo un imperio.

Porque España tiene un plan.


PS: No he podido resistirme a poner esta foto, pero no me dirán que no les recuerda un poco a Del Bosque. Yo es que hasta me lo imagino en el vestuario: "Tocar la pelota debéis, pequeños jedis. El tiqui-taca poderoso es en vosotros".

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