Aunque la semana pasada ya hablé de los abogados, fue muy tangencialmente, y me supo a poco. Pero, lo que son las cosas,resulta que un amigo me mandó el fin de semana un mail con algunas de las proezas del gremio en cuestión, supongo que para animarme. Lo que consiguió en realidad fue meterme el susto en el cuerpo, porque constatar cómo se las gasta esta gente acojona un poco, la verdad.
Obviemos por un momento el detalle de que mis amigos dediquen el tiempo libre a mandar chorradas por mail (a veces pienso que la única cosa que tenemos en común es que todos nos aburrimos mucho) y centrémonos en la cuestión. El correo que recibí recoge una muestra de lo más granado que el ingenio abogacil ha sido capaz de producir en la Comunidad de Madrid. Supongo que eso quiere decir que es lo más de lo más, que para eso ostentan allí la capitalidad del reino, y mean más lejos que nadie (para lo bueno y para lo malo). El caso es que mi amigo me aseguraba que las frases que me enviaba habían sido realmente pronunciadas en las salas de los juzgados. En principio me resistí a creerlo, en pro de mi salud mental, pero tengo razones para darle crédito, porque él también forma parte de ese mundo (no hay nadie perfecto, y uno no siempre puede escoger a sus amigos) y sabe de lo que habla. Incluso me juró por los hijos que todavía no tiene (al menos, con su mujer no los tiene) que habían sido publicadas en la revista oficial del Colegio de Abogados de Madrid. Aunque en tono chistoso y bastante alejado de la autocrítica, no se vayan a pensar.
Como les digo, a pesar de que la primera lectura arranca una sonrisa, la segunda y sucesivas dejan unas insoportables ganas de llorar. Y provocan (al menos a mi) unas reflexiones, cuanto menos, curiosas. Así que, como supongo que ya están deseando saber de qué les hablo, allá van. Recuerden, son frases reales extraídas de juicios reales. Lean y rían. Y después lloren.
Pregunta: ¿Estaba usted presente cuando le tomaron la foto?
Si, yo también lo pensé: así a bote pronto parece una gilipollez. Pero tengan en cuenta que los abogados saben cosas que los humanos ni siquiera sospechamos.
Pregunta: ¿Fue usted o su hermano menor el que murió en la guerra?
No se a ustedes, pero a mi me contesta que el muerto es él y salgo corriendo de la sala.
Pregunta: ¿A qué distancia estaba un vehículo del otro en el momento de la colisión?
Hombre, yo hubiera dicho que muuuy cerca, pero, claro, estando bajo juramento, cualquiera se arriesga.
Pregunta: ¿Usted estuvo allí hasta que se marchó, verdad?
Si contestas que no, ¿qué es eso? ¿Desacato? ¿Ubicuidad? ¿Un expediente X?.... Para mí que era una pregunta trampa.
Pregunta: ¿Él le mató a usted?
Fíjense que sistema judicial tenemos, que hasta llama al estrado a los finados. A partir de ahora, los malos lo van a tener chungo para eliminar testigos…
Pregunta: ¿Cuántas autopsias ha realizado usted sobre personas fallecidas?
Uf. Que diga que todas, por favor, que diga que todas….
Pregunta: ¿El Sr. Pamplínez estaba muerto en el momento de comenzar la autopsia?
En este caso venía también la respuesta del doctor que acudía como testigo: No, estaba sentado en la mesa, preguntándome por qué le estaba haciendo la autopsia. Creo que el juez lo regañó, por falta de seriedad… Si Su señoría tuviera sentido de la proporcionalidad, supongo que al abogado le recetaría mil latigazos, por falta de sentido común.
Y, por fin, la mejor de todas para el final. Algo tan inenarrablemente delicioso, un duelo de ingenio tan absolutamente genial, que sobran los comentarios:
Pregunta: Doctor, antes de realizar la autopsia, ¿comprobó usted si había pulso?
Respuesta: No.
Pregunta: ¿Comprobó usted la presión sanguínea?
Respuesta: No.
Pregunta: ¿Comprobó usted si había respiración?
Respuesta: No.
Pregunta: Entonces, el paciente podría haber estado vivo, ¿no es cierto?
Respuesta: Absolutamente, no.
Pregunta: Pero, ¿cómo puede estar usted tan seguro si no lo comprobó, doctor?
Respuesta: Porque su cerebro estaba en un frasco, encima de la mesa.
Sobrevienen unos instantes de silencio. El abogado medita su próxima jugada.
Pregunta: ¿Podría, no obstante, haber estado vivo el paciente?
Más silencio. Ahora es el doctor el que se lo piensa.
Repuesta: Supongo que sí. Podría estar vivo… y ejerciendo de abogado en alguna parte.
En fin. Que no pude evitar acordarme de la maldición gitana. Ya saben, esa que dice “juicios tengas, manque los ganes”.
Con el honorable Harold T. Stone estas cosas no pasaban.
martes, 20 de julio de 2010
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2 comentarios:
Bueno, no es por chafar la fiesta, pero esta misma lista la recibí hace unos doce años, por fax.
Ya estaba circulando, aunque en aquel entonces, se proponía como un listado, traducido, de las mayores burradas pronunciadas en los juicios norteamericanos.
En fin, al menos, es divertida...
WMM (curiosas iniciales), tranquilo, que no chafas nada, no pretendía ser original. Me lo enviaron como uno de esas chorradillas que circulan por Internet, y todos sabemos que la red está llena de basura (este blog es la prueba).
Respecto a que sea divertido, supongo que puede serlo, si. Sobre todo cuando se ve de lejos.
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